El mundo es individualista. Forjemos una sociedad

París,.8.mayo.2023
Arzob.
.Laurent.Ulrich,.primado.de.Francia

          Queridos sacerdotes y fieles católicos de París, y todos los que leáis este mensaje. Vivimos en un contexto difícil para el mundo y para el planeta, por las tensiones que agitan nuestra tierra y por el declive al que estamos sometiendo a nuestro planeta. Sé también que a todos vosotros os preocupa el alejamiento cada vez más acentuado de las fuentes espirituales más profundas, recurriendo a remedios, como la eutanasia, que lo único que hacen es poder exclamar: "¡Oh muerte! ¿Dónde está tu victoria?".

          Veo en París cambios demográficos sustanciales, con una reducción importante de población en los barrios del centro y con otros barrios periféricos que están rejuveneciendo, permitiendo una mezcla feliz de edades en sus iglesias y parroquias. También he percibido las actividades que se están haciendo en favor de los jóvenes, con los patronatos y movimientos juveniles, así como las iniciativas benéficas y solidarias que embellecen este dinamismo diocesano.

          Así mismo, veo que las liturgias son hermosas y cuidadosamente preparadas, y que hay innumerables obras para acoger a las personas que viven aisladas o en condiciones precarias, como la Mie de Pain, la Aux Captives, Hiversolidaire y Maison Bakhita. Es también necesario dar gracias al Señor por la hermosa presencia de las comunidades religiosas y de las personas consagradas, que de manera discreta, y a través de su oración, tejen tantos lazos espirituales y fraternales. Finalmente, el apoyo a la oración personal se ve tanto en la oración litúrgica parroquial como en los santuarios y oratorios que inundan la ciudad.

          Todo esto es hermoso y verdadero, y para el obispo es una gran alegría ver tanta vitalidad. Así que mi primer deseo es que mantengamos esta imagen de optimismo, dejando de ser tan duros con nosotros mismos. ¿O acaso es nuestro temperamento francés el que nos estorba, a menudo tan insatisfecho, crítico y pesimista? Sin embargo, la esperanza es la primera virtud que debemos cultivar en nosotros: no la autosatisfacción, sino el reconocimiento y la acción de gracias a Dios por lo que él nos está dando en estos momentos.

          Ciertamente la Iglesia en Francia se ha vuelto mucho más pequeña, y menos visible entre nosotros de lo que era. En mi infancia y en mi adolescencia, al comienzo de mi ministerio sacerdotal y aún en los primeros años de mi ministerio episcopal, viví en una Iglesia Católica que suscitaba interés. Pero no volvamos la vista atrás, sino que sepamos que también en este contexto es posible hacer visible nuestra esperanza.

          Mi segundo deseo es animaros a echar una ojeada a esta sociedad actual fragmentada, que postula la realización personal como un valor fuerte y casi exclusivo, y que proporciona todos los elementos para una individualización en las metas de la vida, buscando las redes que apoyen a cada uno en sus propias elecciones. Por lo que se ve, 80 años atrás el Principito de Saint Exupery ya se había dado cuenta de que a todos les tranquilizaba vivir ¡en su propio y pequeño planeta!

          Nos queda, por tanto, un reto: construir una nueva sociedad. Porque las tensiones y los conflictos permanentes que relatan las noticias, o el altísimo estado de estrés de nuestros contemporáneos, y hasta el burnout del que ningún cuerpo profesional y social parece escapar (ni siquiera el sacerdocio), e incluso las divisiones que cada día fragmentan más a las asociaciones sociales... todo eso contribuye a encerrar cada vez más a cada uno en sí mismo, y a que sus círculos sean cada vez más estrechos. El número de adultos que viven solos en Francia, por ejemplo, crece constantemente desde hace 50 años.

          Sin embargo, es en este mundo de hoy donde veo surgir expectativas espirituales. Porque para luchar contra la soledad han surgido movimientos que ofrecen compañeros de piso entre personas que nada tienen en común, y que de forma inesperada comparten la sencillez de la vida, en ocasiones volviendo a interiorizar lo que habían olvidado. En este sentido, el Señor Jesús es capaz de hacerse reconocer, no en el estruendo tormentoso de la hiperactividad, sino en la paz y la brisa ligera, en la que ya Dios se manifestaba discretamente a los profetas de antaño, como Moisés (Ex 33).

          Esta declaración indica los caminos a seguir para nuestra Iglesia que está en París. Toda la rica herencia de la Iglesia no es sino esto: un don de la generosidad de Dios, que nos ha ido acompañando, y nos sigue acompañando, en nuestra peregrinación por la historia. Este don de Dios es el que estuvo en el origen de nuestra tradición espiritual, a través de nuestros antepasados. Y también es el que estará presente en este mundo de hoy, que Dios ama y que él quiere regar con su amor, incluso cuando este mundo no lo sabe o no lo ve venir.

          El papa Francisco I ha pedido a toda la Iglesia que viva un proceso sinodal, que quiere decir "caminar juntos". Es decir, que entre todos busquemos los medios para una vida en común, y que crucemos juntos los umbrales de este mundo.

          Vivir el camino sinodal no significa sentarse alrededor de una mesa para rellenar informes y cuestionarios, que nuestra diócesis de París ya concluyó el 22 mayo 2022. Sino que significa hacer un llamamiento a "una vida abierta, alegre y valiente, para encarnar la buena noticia del evangelio". Este profundo deseo me deleita, y por eso quisiera agradecer a quienes han contribuido a escribir esta página en la historia de nuestra diócesis.

          Pero este proceso sinodal tiene otra segunda función: la renovación de nuestra forma de actuar y de vivir, como creyentes en medio el mundo.

          Según las reflexiones planteadas por las personas más variadas de nuestra Iglesia de París, esto es posible a través de la palabra de Dios y de los sacramentos. Es decir, dedicando tiempo a escuchar juntos la palabra de Dios y asociándonos a él en la eucaristía diaria. También se propone crear en nuestros lugares de vida pequeñas "fraternidades misioneras", que sean el entramado de la armonía y comunión.

          Si queremos formar, fortalecer y desarrollar una Iglesia de comunión, miremos el mundo de hoy día tal como es, renunciando a ser los poseedores de la verdad y empezando desde cero a conocer a cada hombre y mujer, a cada joven y anciano, a cada sano y enfermo. Así daremos testimonio de la vida bautismal, y del evangelio de Jesucristo. Cristo necesita de todos, y nosotros estamos al servicio del Señor.

          Que estas referencias bíblicas nos ayuden a descubrir mejor lo que tendremos que hacer, juntos y cada uno personalmente.

          Mt 23, 1-12: "¡Dicen y no hacen!". Lo que se espera de nosotros es un testimonio que esté de acuerdo con nuestras palabras y nuestras obras. Y por ello nuestra fraternidad no es algo que podamos imponer desde arriba, sino desde abajo y como unos más, como sirvientes que llevan una lámpara pero no deciden por sus compañeros de viaje.

          Jer 12, 5: "Si las carreras con corredores te fatigan, ¿cómo competirás con los caballos?". Hoy, tanto como en el pasado, dar testimonio del evangelio es un compromiso en circunstancias difíciles. Así que no soñemos con que en el pasado la Iglesia dominaba la sociedad, porque ¡tampoco tuvo éxito! La tierra donde vivimos no está en paz, y es precisamente esta tierra la que espera de nosotros testimonios y llamadas a la paz, que es la que Cristo nos ha traído.

          Ef 4, 12-13: "Que el cuerpo de Cristo sea edificado, hasta que todos lleguemos a la unidad en la fe, y estemos a la altura plena de Cristo". Claramente, aún no hemos llegado a esa altura, pero Cristo quiere llegar lo más lejos posible, para acercarse lo más posible a la humanidad. Nosotros somos tan sólo su pueblo de pecadores, llamados a vivir a la luz de la misericordia que diariamente recibimos de Dios.

          Nunca te desanimes, querido hermano, porque vamos al encuentro de Aquel que viene a nosotros. Nuestra misión es, como decimos en nuestro proceso sinodal diocesano, "levantar esperanzas, aumentar confianzas, curar heridas, forjar relaciones, aprender unos de otros, construir puentes, iluminar mentes, calentar corazones y devolver la fuerza a nuestras manos". Que el Señor os bendiga a todos y cada uno de vosotros. Os aseguro mi profunda amistad, en comunión en la oración.

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  Act: 08/05/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A