Hacia una Iglesia misionera, ministerial y sinodal

Santo Domingo,.17.enero.2022
Arzob.
.Francisco.Ozoria,.primado.de.América

          Hay acontecimientos que marcan la historia personal o de un pueblo. Nacemos a la vida, y así comenzamos un proceso de crecimiento. Entonces vamos desarrollándonos como personas, pero no creciendo solos, ni desarrollándonos solos, sino formando parte de nuestra propia familia, de la familia humana y de la familia eclesial. Y en todo ello iniciamos un largo camino; crecemos y nos desarrollamos hasta llegar a nuestra realización plena.

          Al transcurrir el tiempo vamos haciendo historia, y cada hecho de nuestra vida es parte de nuestra historia. Pues bien, si en esa historia hacemos un espacio para la fe, y la miramos desde la fe, a eso llamamos "historia de salvación". Y al contemplar a Dios que actúa en nuestra vida, descubrimos nuestra propia historia de salvación.

          El mandato misionero de Jesús a sus discípulos consiste en "ir y enseñar el evangelio", y en "ir y hacer discípulos en todos los pueblos". La Iglesia es esencialmente misionera, y realiza dicha misión como un cuerpo. Como he dicho antes, el individualismo es incompatible con la comunión eclesial, de igual modo que lo es con la misión.

          Me gusta decir que en la Iglesia no puede haber francotiradores. Pues por muy buenos y especializados que sean, tendrán que realizar su misión como parte de un cuerpo, e integrados en la Iglesia. San Pablo VI ya dejó claro en su Evangelii Nuntiandi que "la Iglesia entera es misionera". Incumbe a la Iglesia, por tanto, y por mandato divino, ir por todo el mundo, anunciando el evangelio a toda criatura. En otra parte de dicha exhortación, concluye el santo papa que:

"La obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios. Evangelizar es un acto eclesial, con una doble convicción. La primera convicción consiste en que evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. La segunda convicción consiste en que si cada cual evangeliza en nombre de la Iglesia, que a su vez lo hace en virtud de un mandato del Señor, ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora".

          El apóstol Pablo nos presenta a la Iglesia como un cuerpo donde todos los miembros actúan en favor del crecimiento armónico. E insiste en la unidad, pues el cuerpo es uno, aunque tenga muchos miembros. Como él mismo decía: "No formamos sino un solo cuerpo en Cristo".

          No obstante, centrar la acción de la Iglesia en una persona, o en un líder, o en un grupo, contradice el espíritu de comunión en la misión. E incluso es urgente, para que la Iglesia sea misionera, la descentralización, en cuanto a personas y en cuanto a lugares. Porque la Iglesia cumple su misión cuando todos sus miembros, reconociendo sus carismas, se abren a la multiplicidad de los ministerios. Nace así la corresponsabilidad, donde cada miembro toma conciencia de su tarea o misión.

          La participación en la misión de la Iglesia surge de la conciencia de sentirnos todos igualmente responsables, respecto a la tarea encomendada. Y eso es lo que se llama corresponsabilidad. Según esta eclesiología, "no se puede hablar de comunión sin que haya una conciencia de la común responsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Ahora bien, sólo desde la unidad se puede conseguir la corresponsabilidad" (ICM, 28).

          Toda esta tarea la realizamos hoy como una Iglesia sinodal y ministerial, entre dos realidades (sinodalidad y ministerialidad) que se complementan, pues hablar de Iglesia es hablar de comunión sinodal y de misión evangelizadora. Es lo que ya decía cuando era obispo de la diócesis de Macorís.

          La palabra ministro significa servidor, y el vocablo ministerio significa servicio. En nuestro caso, servidores y servicio de la Iglesia. Los ministerios laicales y los ministerios ordenados, sin olvidar el diaconado permanente, están al servicio de la comunión sinodal y de la misión evangelizadora.

          La sinodalidad tiene su origen en la palabra griega sínodo, que significa "caminar juntos". Aplicada al caso de la Iglesia, significa que todos peregrinamos y nos ayudamos en un mismo camino. Todos juntos compartiendo las vocaciones, los carismas, los dones y los ministerios que el Espíritu nos va regalando, para edificar un solo cuerpo eclesial.

          Una Iglesia discípula y misionera, al servicio de la persona humana y del diálogo continuo con la sociedad, requiere una comunión profunda entre todos los miembros que la componen, para que pueda presentarse al mundo como signo creíble de unidad. Esa comunión vivida como corresponsabilidad, participación, y descentralización, se llama sinodalidad.

          Espero que todos los laicos de nuestras parroquias la conozcan, y sepan responder a la invitación de servir al Señor y a sus hermanos a través de los ministerios laicales. Le pedimos también al Señor que nos regale las vocaciones que necesitamos.

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  Act: 17/01/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A