Mostrar porqué somos hijos de la resurrección

Bahrain,.16.septiembre.2024 Arzob..Aldo.Berardi,.primado.de.Arabia

          Queridos hermanos, un grito de alegría resuena en la vida cristiana desde hace 2.000 años, como cántico de victoria y esperanza. Es más, ese grito ha marcado el estilo de vida cristiana desde que Jesucristo resucitó de entre los muertos, y el estilo con que sus discípulos salieron al mundo y predicaron a Cristo resucitado.

          En efecto, la resurrección de Cristo fue un acontecimiento histórico sin trampa alguna, y un acontecimiento que sobrepasó los límites de la capacidad humana. En ese sentido, tuvo ciertas connotaciones cósmicas y espirituales, y no sólo mundanas o materiales. Fue un hecho que irrumpió desde lo divino en la esfera humana, y tocó las fibras de nuestro ser.

          En general, la resurrección de Cristo no sólo supuso la reanimación de un cuerpo, sino también la transformación de la carne y la transfiguración de la materia. Con ello, tocó las fibras del ser humano, y nos abrió la puerta a un nuevo ser. Desde aquel momento, ya nada volvió a ser igual, y todo empezó a tener un nuevo sentido, al estilo de "nada se pierde, sino que todo contribuye a algo que está por encima de nosotros, y nos lleva al encuentro del amor trinitario de Dios".

          Con la resurrección, los apóstoles por fin comprendieron los malentendidos y percepciones erróneas que habían tenido sobre Jesús. Dejaron de pensar ya en lo meramente humano, y comenzaron a prestar atención a lo únicamente divino. Desecharon ocupar ya los primeros puestos, y se pusieron al servicio del verdadero Rey. En su mente ya no estuvo crear una institución perfectamente organizada, sino auténticamente viva y capaz de romper moldes y planificaciones.

          Con la resurrección de Cristo, los apóstoles captaron la nueva creación de Dios, y desde ella forjaron un nuevo ser, un nuevo corazón y un nuevo espíritu.

          1º Ser nuevo. La encarnación realmente inquietó la condición humana, al poner en contacto directo lo divino y lo humano, en la persona de Jesucristo. La resurrección, en cambio, traspasó la condición humana, al dotar la condición humana de algo diferente y único, que la propia encarnación no había sido capaz de producir: un nuevo ser inmortal, por encima de la ley física y agraciado con la eternidad.

          2º Cuerpo transfigurado. La encarnación del Hijo de Dios cambió en algo la percepción de las cosas, e hizo que los corazones se abriesen al amor y a la ternura, en una fraternidad universal. Con la resurrección, el cuerpo humano es traspasado por la gracia divina, ahuyenta la ley natural y se convierte en un nuevo cuerpo: el cuerpo glorioso, como el que adquirió Jesucristo por parte del Padre.

          3º Espíritu renovado. La encarnación nos abrió al conocimiento inteligente y palpable de Dios. Con la resurrección, nuestra alma es atravesada por el Espíritu Divino, supera la ley de la invisibilidad y se eleva a la esfera divina, no sólo conociendo a Dios sino viéndole "cara a cara".

          4º Persona salvada. En definitiva, la resurrección nos trae (nos traerá) la completa salvación de nuestro cuerpo, alma y condición. Mediante ella, seremos salvados por entero, total y completamente. No sólo del pecado y de la muerte, sino también de todas las devastaciones y alejamientos. Y con ello habrá nacido nuestra nueva personalidad: una persona alegre, viva, amorosa, animada, contagiosa... que vive en "la alegría del Padre" y que ama con amor divino.

          Nuestra vida humana y cotidiana, por tanto, recibió en la resurrección de Cristo una semilla de eternidad y deidad. Y eso es lo que hemos de vivir y predicar, para arrastrar a todos los hombres hacia ese fin al que están llamados. Ésa es la verdadera realidad, y no este mundo caduco y la condición mortal. Llevemos lo finito a lo infinito, y a los humanos a Jesucristo.

          De nosotros dependerá que el resto de personas escuchen o no este mensaje de Cristo, y conozcan o no a su Creador, y entren o no en este trampolín hacia la verdadera vida divina. Recordémoslo una y otra vez a los demás: los seres humanos han sido creados para llegar al Creador, y su vida temporal humana está llamada a una vida resucitada y eterna.