No tener miedo, e imitar a los mártires

Mdina,.17.abril.2023
Arzob.
.Charles.Scicluna,.primado.de.Malta

          Jesús nos repite hoy hasta tres veces "no temáis" (Mt 10, 36), en el pasaje que acabamos de escuchar del cap. 10 del evangelio de Mateo. "No temáis a nadie" (Mt 10, 26), nos repite Jesús, "ni temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma" (Mt 10, 28).

          Tener miedo es un instinto muy humano, y cuando estamos amenazados nuestra reacción es el miedo, tanto a nivel psicológico como a nivel físico. Ser valiente, o tener la virtud del coraje, es no dejar que este miedo se apodere de nosotros, sino continuar haciendo lo que se supone que debemos hacer. Nuestras manos y nuestros corazones pueden temblar, pero eso no es porque nos falte coraje. De hecho, el coraje es el momento en que, a pesar de ese temblor y miedo, elegimos lo correcto: "no temer a nadie".

          El Señor está tratando de enseñarnos hoy a confiar en su providencia, porque él es el Señor de la historia y, como él dice, "¿no se venden dos pajarillos por una moneda pequeña? Sin embargo, ninguno de ellos cae a tierra sin el conocimiento de vuestro Padre. Y hasta todos los cabellos de tu cabeza están contados, así que no temas, más vales tú que muchos pajarillos" (Mt 10, 29-31). Eso sí, nos recuerda la necesidad de reconocerlo ante los demás: "A todo el que me reconozca ante los demás, yo lo reconoceré ante mi Padre celestial" (Mt 10, 32).

          Reconocer a Jesús ante los demás es decirles que estamos enamorados de Jesús, que necesitamos su misericordia, y que su abrazo amoroso puede abrazarles también a ellos. Si confiamos en nuestras propias fuerzas, y no en su misericordia, entonces estaremos negando su asistencia constante. Jesús quiere que reconozcamos que, sin él, no podemos hacer nada, y mucho menos bueno.

          En nuestras parroquias, y también en esta parroquia dedicada al martirio de San Pablo, celebramos a tantos hombres y mujeres que, aunque tenían miedo, escucharon las palabras de Jesús: "No temáis a nadie, no tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no puede matar el alma" (Mt 10, 28). San Pablo fue uno de ellos, y muchas otras parroquias en Malta están dedicadas a hombres y mujeres que dieron su vida por el testimonio de Jesús.

          Me gustaría mencionar a algunas de estas personas, sobre todo las que pueden resultarnos más contemporáneas e incluso conocidas por los que ahora estamos aquí.

          Quisiera comenzar mencionando al obispo Oscar Romero, que fue asesinado mientras oficiaba la santa misa por hombres armados de San Salvador, el 24 marzo 1980. ¿Y por qué Oscar Romero fue martirizado, y asesinado? Porque él fue un obispo no sólo manso, sino también valiente, aunque temblara por las amenazas que recibía en su defensa de los pobres y de la libertad del pueblo.

          Otro mártir fue el padre Jerzy Popieluszko, un sacerdote polaco que fue golpeado hasta la muerte y luego arrojado a un estanque lleno de agua, el 19 octubre 1984. Popieluszko fue un defensor de la libertad de su pueblo, odiado por la burocracia comunista (que estaba a cargo en Polonia en ese momento) y fiel a sus principios hasta el final, sobre todo en su amor a la verdad y al evangelio del amor.

          Tuve el gran privilegio de conocer al padre Jerzy el 4 marzo 1984, unos meses antes de que lo mataran, y también tuve el privilegio de ser parte de su beatificación en Varsovia en 2010. Nunca olvidaré ese encuentro y ese momento solemne de Varsovia, como un recuerdo vívido en mi corazón y en mi alma.

          El 15 febrero 2015, y no muy lejos de aquí, 21 hombres fueron asesinados en las costas del Mediterráneo. En concreto en Libia, al sur de donde estamos, y por el mero hecho de ser cristianos. Se les pidió que rechazaran a Jesús y lo negaran, pero ellos prefirieron ser asesinados que renegar de lo más importante que habían aprendido en su vida: la misericordia de Jesús.

          Aparte de esos 21 egipcios, había uno que no era cristiano, ni egipcio ni copto, sino de Ghana. Cuando los asesinos le preguntaron si quería unirse a ellos, o no, él contestó: "Su Dios es mi Dios". Había quedado tan impresionado por la fe de aquellos hombres que también él decidió morir con ellos.

          Los 21 egipcios fueron decapitados, y canonizados por la Iglesia Copta el 21 de febrero de ese mismo año. Estos mártires eran simples trabajadores que trataban de ganarse la vida, y para los cuales Jesús era el Hijo de Dios, el que los había abrazado con su compasión, y no una persona a la que pudieran renegar, sino morir por él. Oremos para que nuestra convicción se una a la de aquel ghanés a orillas del Mediterráneo, que fue decapitado el 15 febrero 2015 mirando a sus hermanos egipcios y diciendo a sus asesinos: "Su Dios es mi Dios".

          La última persona que me gustaría mencionar es una mujer, una hermana de Santa Cruz llamada sor María Laura Mainetti y cuyo decreto de martirio publicó el papa hace solo dos días, el 19 junio 2020. Fue asesinada el 6 junio 2000 por 3 niñas a las que había estado cuidando y enseñando el catecismo.

          Al crecer, estas niñas se convirtieron en parte de una secta satánica, en la que parte de su compromiso era matar a alguien cercano a Jesús. Ellas querían matar al párroco, pero al ser éste un hombre grande pensaron: "No lo vamos a poder vencer". Entonces invitaron a sor María a quedar un día para hablar con ellas, diciéndole que una de ellas estaba embarazada, que quería abortar y que querían su consejo.

          Sor María salió del convento, y siguió a las 3 hermanas hasta un parque, donde a escondidas la agarraron y tiraron al suelo. Eran 3 jóvenes contra una anciana, y la empezaron a golpear con ladrillos y piedras y palos de madera, hasta que la mataron de 19 navajazos. Mientras estaba siendo martirizada, sor María siguió orando a Jesús por su conversión, perdonando a las muchachas.

          "A todo el que me reconozca ante los demás, yo lo reconoceré ante mi Padre celestial" (Mt 10, 22), había dicho Jesús. Así que "no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mt 10, 18). Oremos para que nuestra convicción se una a la de aquel ghanés a orillas del Mediterráneo, que fue decapitado el 15 febrero 2015 mirando a sus hermanos trabajadores egipcios y diciendo a sus asesinos: "Su Dios es mi Dios".

.

  Act: 17/04/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A