Celebrar nuestra propia obra evangelizadora

Quebec,.22.abril.2024
Arzob.
.Gerald.Lacroix,.primado.de.Canadá

          Queridos hermanos y hermanas, cuando conjugamos en francés el verbo aller (lit. ir) en tiempo presente, éste cambia de la forma "je vais, tu vas, il va" a "nous allons, vous allez", terminando con la forma original "ils vont". Y lo mismo ocurre en el imperativo francés de va, allons y allez. Sin embargo, siempre es el mismo verbo, que tan bien expresa acción y movimiento.

          Esta breve referencia a los caprichos de la gramática francesa no es trivial si recordamos que el verbo aller (lit. ir) suele expresarse mejor en plural (allez, del imperativo ¡ve!). ¿Podría esto significar que somos más activos y emprendedores cuando funcionamos juntos? ¡Precisamente! Sobre todo si se trata del impulso misionero vivido juntos y con audacia, primero por los pioneros y luego por todos nosotros. De hecho, ésta es la clave para comprender la palabra de Dios en esta misa de jubileo por los 200 años de evangelización del noroeste de Canadá.

          Estamos reunidos hoy aquí porque hace 200 años hombres y mujeres respondieron en gran número a la llamada de Cristo, traspasaron las fronteras de sus hogares confortables y fueron a llevar la buena nueva del evangelio hasta las más lejanas periferias de este inmenso territorio.

          Fue aquí, en San Bonifacio, donde nació y continuó su impulso misionero la Iglesia en todo el noroeste de Canadá, gracias a las mujeres y hombres marcados por su amistad con Cristo. No es de extrañar que la semilla del evangelio haya dado tanto fruto, y que hoy podamos apreciar su mérito y celebrar su maravilloso desarrollo.

          Imaginaos el ardor y el celo apostólico del padre Provencher y de sus compañeros, cuando emprendieron el largo viaje que los llevó desde la ciudad de Quebec hasta el río Rojo, aquí. Imaginaos la audacia y el coraje de las primeras Hermanas de la Caridad, que eligieron libremente venir a trabajar en una tierra por construir.

          Cuando los primeros misioneros llegaron a estas tierras se encontraron con los pueblos indígenas, y eso supuso para ellos un verdadero desafío: el de vivir juntos en paz y armonía, a través de esa riqueza cultural y espiritual que ofrece el evangelio, sobre los pilares del amor y la verdad.

          Queridos amigos, lo que la Iglesia necesita hoy es personas de este calibre, tanto jóvenes como mayores. El Señor necesita obreros para su extensa mies. Tengamos el coraje y la audacia de aquellos efesios a quienes San Pablo escribió: "Habéis sido sellados con el sello del Espíritu Santo". El Espíritu Santo nos insta a salir a evangelizar, principalmente a través del testimonio coherente de nuestra vida y de los principios evangélicos a los que estamos unidos.

          Celebrar estos 200 años de presencia cristiana en esta zona de Canadá no puede quedarse, por tanto, en una revisión del pasado, sino que ha de desafiarnos a continuar el trabajo iniciado, ya que todavía queda mucho por hacer. Basta pensar en la urgencia de buscar relaciones comunitarias en armonía, sin considerar el color de la piel ni el origen socioeconómico, para que el mundo crea.

          Es hora de evangelizar, sobre todo por los enormes desafíos que debemos afrontar. Tenemos un enorme déficit de esperanza en nuestros ciudadanos, a pesar de la prosperidad del Canadá y de ser tan ricos en recursos humanos y materiales. Otro gran número de personas y familias sufren porque no tienen una comunidad con la que relacionarse. Otros, especialmente los niños, tienen hambre y sed de cariño. Otros muchos luchan por escapar del tormento de la segregación y ostracismo. ¿Cómo podemos dar una respuesta cristiana a tantas desigualdades? Sobre todo porque el Señor nos dijo que "cuanto hicisteis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis".

          Es el momento de evangelizar, de dejar nuestras zonas de confort para ir al encuentro de todos aquellos que buscan sentido, esperanza, una vida justa, seguridad y paz. Hemos conocido a Aquel que satisface las necesidades humanas, Cristo Jesús. Y su evangelio es un estilo de vida, porque él es "el camino, la verdad y la vida". ¡Salgamos y compartámoslo!

          Los textos bíblicos de hoy nos dicen que, como en los días de Amós, el Señor elige personas y les dice: "Ve, que tú serás mi profeta ante mi pueblo Israel". En concreto, a vosotros, fieles de la Iglesia del noroeste de Canadá, el Señor os dice: Id, que vosotros seréis mis profetas ante mis extensos pueblos de Manitoba, Saskatchewan, Alberta, Columbia, el Yukón, los territorios del norte y Nunavut.

          Probablemente habréis notado mucho movimiento en los textos bíblicos de este domingo, en los que el Señor llama a personas a unirse a él. Efectivamente, él cautiva nuestras almas y satisface nuestras esperanzas más básicas, para luego enviarnos a la misión. Así comenzó y continúa la historia de la salvación, desde que el evangelio prendió fuego en los corazones de hombres y mujeres que se habían encontrado personalmente con Jesucristo.

          Tales encuentros impulsaron a esas personas a compartir su fe, su esperanza y su amor. Y así se convirtieron en misioneros. En realidad, los términos discípulo y misionero son dos realidades que brotan profundamente del corazón, y que provocan que el mismo papa Francisco I las haya fusionado en una nueva expresión: discípulos misioneros.

          La misión no consiste en caminar por tierra y mar, sino en abrir el espíritu y el corazón a las necesidades de aquellos con quienes vivimos y trabajamos, y aportarles reconciliación, bondad, justicia y amor. Lo que Jesús nos pide es que amemos este mundo al que él vino y salvó. Nos invita a echar una mano, a servir al prójimo como él hizo, a ponernos un delantal y tal vez incluso a ensuciarnos las manos. Y esto no sólo lo pide al papa, a los obispos o a los sacerdotes, sino a todo cristiano bautizado, el cual ya es capaz de "ir a hacer discípulos a todas las naciones".

          Por invitación de Jesús, avancemos con lo esencial: el amor de Dios, que disfrutamos gracias a nuestro encuentro con Cristo resucitado. Y testifiquemos su presencia viva y activa en nuestras vidas. En el camino, el Señor nos mostrará cómo vivir como verdaderos hermanos, en comunión. No digáis que esto es una misión imposible, porque el Señor llamó a Amós cuando era apenas un joven, y de pastor lo convirtió en profeta. Jesús llamó a insignificantes pescadores para convertirlos en apóstoles, y el Señor elige también a los incapaces, porque él capacita a quienes elige.

          Queridos hermanos y hermanas del noroeste de Canadá, "el amor de Cristo nos urge". Ha llegado el momento de calzarnos las botas de montaña y salir a la misión. Grandes campos de trabajo nos convocan y esperan.

          Cuando el evangelio llega a una región, o cuando los discípulos misioneros se instalan en algún rincón del planeta, comienza un nuevo capítulo de la historia humana, porque el evangelio imparte no sólo palabras sino todo un proyecto de vida, familiar y comunitario. El mensaje del evangelio propone una amplia gama de valores y actitudes que influyen en la sociedad, y la transforman como levadura en la masa. La celebración de este bicentenario nos permitirá medir más exactamente los beneficios de la acción de la Iglesia entre vosotros.

          Todo esto es posible si seguimos el mandato del Señor Jesús, que nos dice: "Id". Y también si para ello nos nutrimos de las fuentes del Espíritu Santo, que es el que nos da audacia con su presencia. Diga cada uno para sí "je vais, tu vas, il va" (lit. yo salgo, tú vas, él va). Y digamos todos juntos "nous allons, vous allez, ils vont" (lit. nosotros vamos, vosotros váis, ellos van). Hermanos y hermanas del noroeste de Canadá: "Id". ¡Adelante con la misión!

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  Act: 22/04/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A