Anhelar más la visión beatífica de Dios

Kingston,.8.abril.2024
Arzob.
.Kenneth.Richards,.primado.de.Jamaica

          Queridos hermanos, como personas que hemos aceptado vivir la vida consagrada, nuestra acción es noble, porque estamos comprometidos con un modo de vida que es muy noble.

          En épocas anteriores, el propósito de la vida monástica del monje, o de la vida enclaustrada de la monja, era retirarse de la sociedad para vivir una vida ascética, libre de las trampas de la existencia. Hoy es necesario dar un nuevo significado a esos valores, y por eso decimos que, en lugar de retirarnos, nos trascendemos, y nos elevamos líbremente sobre el apego a las cosas de la tierra, para dedicarnos a la disciplina contemplativa.

          Como véis, tanto lo de entonces como lo de ahora es lo mismo: la respuesta personal que ofrecemos a Dios, ante la llamada evangélica que nos ofrece el mensaje de Jesús. Ésa es nuestra respuesta y nuestra forma de vida, aunque para muchos suponga una forma radical de vida y de expresión.

          Nuestros intentos se dirigen a buscar y experimentar la comunión con Dios, como anticipo de la unión que un día tendremos con él en el cielo. Es decir, lo que nos importa es la visión beatífica, y por eso todo en nuestra vida es un instrumento para poder conseguirla cuanto antes, y no como un fin. Por eso nada nos preocupa, ni nos encadena, ni nos atrapa.

          La idea de buscar la visión beatífica (es decir, ver a Dios cara a cara, y sentirlo dentro de nosotros) es nuestra motivación. Por supuesto, esta visión tendrá lugar en el más allá, pero eso no quita que nos encaminemos ya hacia ella, y que sobre ese proyecto fijemos el marco de nuestra forma de vida. Ésa es nuestra personal declaración de fe, que como véis no ha quedado relegada a los catecismos del pasado. ¿Quien te hizo? ¡Dios me hizo! ¿Y por qué te creó? Para conocerlo y amarlo, y ser feliz en su servicio.

          Por otra parte, también es necesario que nosotros, como cristianos y como personas consagradas, seamos conscientes del gran escepticismo y cinismo que tan intelectualmente están de moda en nuestros días. Se tata de un escepticismo que niega la posibilidad de alcanzar las virtudes del Reino de Dios, o que alguien pueda ser lo suficientemente apto para poseer el Espíritu de Dios.

          El cinismo ridiculiza burlonamente la santidad de las virtudes cristianas, y el valor saludable de los votos religiosos de la vida consagrada. El escepticismo cuestiona la validez de las grandes virtudes, y por eso propone descartarlas por anticuadas. Por su parte, el cinismo tacha de ilusión todo intento por alcanzar la santidad.

          La virtud de la esperanza es la expresión más genuina de nuestras vidas y motivaciones, y sobre ella fundamos nuestro intento de alcanzar la visión beatífica. Mientras nos encaminamos hacia ella, y esperamos felizmente ese encuentro (entre Dios y nosotros), los cristianos nos esforzamos día a día en ser dignos de ese Dios que nos espera, encarnando todas las virtudes de la vida evangélica. Por su parte, las personas consagradas seguimos comprometidas en los valores espirituales del Reino, tratando de anticipar ya esa visión beatífica de Dios.

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  Act: 08/04/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A