Levantar una Iglesia viva y comprometida
Queridos hermanos, celebramos este año el 150 aniversario de la evangelización de Madagascar, que ha llevado a que el 32% de la población sea católica, frente al 50% de animistas y otro 18% de iglesias protestantes y sectas. La tarea, por tanto, no está concluida, y hemos de seguir evangelizando las religiones tradicionales de Madagascar, sobre todo en las zonas costeras. Contamos para ello con 158 sacerdotes en Antanarivo, junto a 120 seminaristas que estudian Filosofía y 90 que estudian Teología, así como muchos religiosos y religiosas que también participan en la difusión de la fe. Como dijo el papa Francisco I, se necesita una nueva evangelización, comenzando por la situación actual de las familias y teniendo en cuenta las consecuencias de la globalización. La tarea, pues, no es fácil, pero tenemos las herramientas necesarias para ello, que son los principios de la Iglesia y nuestra propia vivencia de la fe. Y sobre todo, el sacrificio, o el sentido del sacrificio en la propia vida. Cuento para ello con los movimientos laicales. Cuento con los movimientos de mujeres, que rezan juntas y ayudan en las parroquias. Cuento con los consejos parroquiales, que ayudan sin cesar al sacerdote. Cuento con los laicos, que de forma responsable y comprometida están disponibles para todo. Así como la Renovación Carismática y el Movimiento Eucarístico de Jóvenes. La tarea principal de la misión es ayudar a la gente a vivir el evangelio, y a seguir a Cristo. Hemos de ayudarles a perdonar, y a lograr una verdadera reconciliación. Vivimos en medio de la crisis política y de una pobreza extendida en el campo, donde hay un 67% de analfabetismo. Así que habremos de intentar construir escuelas, como una de las mejores formas de ayudar a la evangelización. Los jóvenes me han dicho que es bueno que profundicemos en la fe, y que nos abramos a los demás jóvenes que todavía no conocen a Cristo. Así que habremos de potenciar las Jornadas Nacionales de la Juventud. Hagamos entre todos ese esfuerzo, cada uno desde su responsabilidad. En cuanto a los catequistas, éstos tienen que convencerse que también están llamados a participar en el apostolado, con su compromiso personal y en comunión con los obispos y sacerdotes. La mayoría de nuestros catequistas trabajan en comunidades rurales, y están dispersos por toda la diócesis. Así que son ellos los que mejor garantizan la presencia significativa en la Iglesia, y los que mejor pueden promover la evangelización del país. De hecho, nuestros catequistas están prestando un inmenso servicio a la Iglesia. En algunos sitios, como en Bush, están ya dirigiendo varias comunidades con dedicación inquebrantable, y demostrando una gran lealtad a los sacerdotes. Que sigan colaborando así, en la liturgia dominical o visitando a los enfermos y a aquellos que se encuentran en situaciones frágiles, tanto material como espiritualmente. Por supuesto, su misión central ha de ser la enseñanza del catecismo a los niños y jóvenes, y prepararlos para los sacramentos, dedicando a ello el tiempo que sea necesario. Que cada diócesis y distrito misionero organice una jornada especial para ellos, y se les entreguen las bolsas de arroz como reconocimiento y motivación. Ánimo, catequistas, y formaos lo mejor posible, para adquirir toda la legitimidad necesaria para cumplir vuestra misión. Capacitaos fuertemente, tanto espiritual como profesionalmente. .
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