Llevar la luz de Cristo al mundo de las tinieblas

Ammán,.14.noviembre.2022
Arzob.
.Jamal.Khader,.primado.de.Jordania

          Queridos hermanos, el nacimiento de cada bebé es un nuevo comienzo, el comienzo de una nueva vida y una señal de que Dios no se ha cansado de nosotros, sino que todavía cree en nosotros y nos hace el bien a pesar de nuestros pecados y debilidades. El nacimiento de Jesucristo fue también un nuevo comienzo y una nueva esperanza, y no sólo para una familia o pueblo sino para toda la humanidad.

          Vivimos en un mundo dominado por la opresión y la violencia del poder de las tinieblas. Vivimos en un mundo dominado por potencias invisibles que controlan el destino de las naciones y extraen el dinero de la gente bajo apariencia de abierta economía de mercado. Y la matanza y la destrucción están presentes en todos los ámbitos de la vida.

          Pidamos por ello a Dios que envíe urgentemente a este mundo su luz, su luz de justicia y de paz. Y que también nos envíe esa luz a nosotros, para con ella desenmascarar nosotros la oscuridad, y anunciar la llegada de un nuevo amanecer. Pues como dice la Escritura, "la luz brillará en las tinieblas, y las tinieblas no la apagarán" (Jn 1, 5).

          En el contexto de la dolorosa realidad de nuestro mundo actual, es nuestro deber dar a entender el significado y el poder del nacimiento de Cristo, como esa luz que ilumina las naciones y como ese nuevo amanecer que trae una nueva esperanza y una nueva entrega. Como dice la Escritura, "la gente que andaba en tinieblas vio una gran luz, y para los que habitaban en las profundas tinieblas una luz les amaneció" (Is 9, 2).

          Cristo nació en Belén, y ese día se pudo decir en Belén que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). En Belén descendió luz del cielo, y también se oyó una voz de ángeles que decía: "Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".

          Aquí en Jordania rezamos para que la Navidad traiga una nueva esperanza para Tierra Santa y una nueva paz en la tierra. Las buenas nuevas del nacimiento de Cristo emanaron desde Belén y se esparcieron por todo el mundo. Oremos, pues, para que esta maravilla se vuelva a repetir, diciendo "oh Dios, que tu paz prevalezca en el mundo, y tú que eres el Señor de la Paz, danos la paz que anhelamos".

          Oriente Medio vive hoy la realidad sufriente de ver a millones de refugiados que se ven obligados a dejar sus casas y ciudades, escapando del nuevo Herodes de turno que no busca sino matarlos y destruirlos. La gente normal, especialmente de Palestina, Siria e Irak, vive en condiciones trágicas. Todos ellos viven sufriendo por ser simples ciudadanos, y quieren vivir con seguridad y familiaridad. Muchos de los refugiados están malheridos, y entre ellos hay tanto cristianos como musulmanes.

          Muchos se preguntan si hay luz al final del túnel. ¿Hay un final para la matanza y la destrucción? ¿Quien está detrás de estas guerras, y quién las perpetúa? Los creyentes levantan sus ojos al Todopoderoso y claman: "¿Hasta cuándo, Señor?" (Sal 13, 1).Oremos por cada uno de esos refugiados, para que un día puedan regresar a sus hogares y puedan disfrutar de una vida segura y tranquila.

          Aquí en Ammán muchos me preguntan "¿dónde está Dios?", e incluso a él le preguntan "¿dónde estás, Dios?". Ese grito desesperado suyo debe ser nuestro grito de oración, porque Dios no nos olvida, no acepta el sufrimiento y no tolera la miseria. Pero ¿por dónde ha de venir esa ayuda y salvación?

          La respuesta de Dios está clara: "Dadles vosotros de comer" (Lc 9, 13). Y con respecto a este mundo tenebroso, su respuesta también está clara: "Que vuestra luz alumbre así ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre" (Mt 5, 16). Así que plantemos las semillas del cielo de Dios en esta tierra, como hizo el propio Hijo de Dios.

          El Hijo de Dios se hizo uno de nosotros. Él nació pobre y sin hogar, se vio obligado a dejar su tierra y a emigrar a Egipto, escapó de las garras del rey Herodes, y lloró cuando supo que dicho gobernante había perpetrado un gigante infanticidio para preservar su trono y autoridad. Cristo tuvo que resistir el mal y llamar al arrepentimiento del corazón, así como restaurar la dignidad de toda persona y de la propia humanidad.

          Cristo es la luz que alumbra al final del túnel. Él es el que rompe las barreras que separan a las personas unas de otras, y el que pone fin a las enemistades (Ef 2, 14). Sin embargo, la respuesta de Dios no resolverá desde el cielo, ni por sí misma, todos los problemas de la humanidad. Sino que Dios necesita hombres y mujeres, de esta tierra, que colaboren con él. Es en esto en lo que consiste la edificación del reino de Dios, como escribió el salmista: "La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor ciertamente dará lo que es bueno, y nuestra tierra dará su cosecha" (Sal 85, 11-13).

          El nacimiento de Cristo es un mensaje dirigido a todos nosotros, para recibirlo como Salvador y para adherirnos a su misión salvadora, en su dimensión de misericordia y de justicia, de benevolencia y de paz. La misión de Cristo es nuestra misión, y así como él fue luz venida al mundo, nosotros tenemos que ser luz, e iluminar este mundo de tinieblas. Si Cristo es nuestra esperanza, nosotros hemos de ser signo de esperanza para el mundo sufriente. Y si Cristo es nuestra paz, entonces nosotros debemos convertirnos en instrumentos de paz y justicia entre las personas.

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  Act: 14/11/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A