Somos servidores itinerantes, al servicio de Cristo

Kiev,.1.enero.2024
Arzob.
.Vitaly.Krivitsky,.primado.de.Ucrania

          Queridos fieles de la diócesis de Kiev-Zhytomyr, en primer lugar quisiera agradeceros vuestra participación activa en esta celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Berdychyvska, porque la preparación del propio santuario, así como el éxito organizativo de las peregrinaciones, ha sido mérito de cada uno de vosotros.

          Puedo dar testimonio de la fuerte fe de cuantos habéis traído hasta aquí el estado de vuestras familias, y la cruz diaria que cada uno de nosotros lleva por su salvación. Todos estos son pequeños pasos de la peregrinación de la vida hacia la casa del Padre, así que ¡gracias por vuestra fe!

          Como bien sabéis, tras esta celebración de Berdychyv vamos a llevar a cabo la reestructuración de los destinos sacerdotales, en las parroquias de nuestra diócesis. Y por eso venimos aquí, para poner nuestras intenciones en las manos la madre de Dios, así como descargar en ella lo que llevamos en el corazón. La rotación de los sacerdotes es una práctica necesaria en la Iglesia, tanto para laicos comprometidos como sacerdotes y obispos (cada uno en su lugar), y por eso pedimos al Espíritu Santo su luz para el correcto reconocimiento de la realidad.

          Está claro que tales cambios supone para muchos cambiar el lugar de servicio, abandonar los muros familiares, dejar las antiguas condiciones de vida y trabajo, despedirse de las comunidades creadas, alejarse del entorno conocido, finalizar las tareas empezadas. Alguno podría preguntar: ¿Y por qué?

          En 1º lugar, porque Dios es el dueño de la mies, y nosotros no somos dueños sino apóstoles. Es decir, porque somos y hemos de seguir siendo siempre enviados, desde el momento de nuestra ordenación y hasta el último día.

          En 2º lugar, la rotación pastoral es necesaria para poder escuchar siempre, y de forma nueva, las palabras del apóstol de las naciones, que hoy nos dice: "Yo, prisionero en el Señor, os pido que os comportéis dignos del rango al que fuisteis llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia" (Ef 4, 1). Es decir, para seguir siendo prisioneros humildes de Cristo, sin perder por ello la libertad de los hijos de Dios. 

          En 3º lugar, para esparcir todo tipo de semilla y poder recoger todo tipo de granos, de la tierra del Señor. Ésta es muchas veces una obra invisible, de la que sólo el Señor y el confesor pueden ser testigos. Pero es una realidad espiritual, que es posible llevar a cabo a través de todos nuestros sacerdotes. No nos detengamos, hermanos, sino vayamos más allá, porque Dios lo ve todo.

          La lectura del domingo de hoy nos brinda soluciones sorprendentes a las situaciones más difíciles de la vida. Así, en el libro II de los Reyes el profeta Eliseo hace creer a su siervo que, con una pequeña cantidad de comida, podrá alimentar a 100. De igual manera, en el evangelio Jesús nos convence de una posibilidad aún mayor: alimentar a 5.000.

          En ambos casos, nos topamos con la oposición racional de aquellos que, por así decirlo, "conocen la vida", y poseen una lógica que dice que nadie puede anular las leyes físicas y matemáticas. Jesús, sin embargo, invita a ver algo completamente nuevo e inesperado. No sólo para ver y comprobar, sino también para aceptar, convertirse en partícipes activos y finalmente saciar el hambre.

          Como vemos, el evangelio está vivo, y es inseparable de la vida diaria. De hecho, los cristianos estamos llamados a ser palabras vivas y activas de Dios, y mucho más los pastores, cuya predicación no depende sólo de la educación recibida o capacidad oratoria, sino de la cooperación con el Espíritu Santo y de la apertura a sus feligreses.

          Nos dice también el evangelio que, cuando la multitud saciada vio el poder de Jesús, quisieron convertirlo en rey, para usarlo según sus propias necesidades. Sabiendo esto, el Señor los dejó y se fue a otra parte, para que nadie utilizara a Dios o lo convirtiera en parte de su propiedad. Desafortunadamente, aún hoy los creyentes cometemos los mismos errores, sobre todo cuando queremos que una comunidad de Dios sea nuestra propia comunidad. Si el Señor se hubiera quedado para que le convirtiesen en rey, el resto de personas se hubieran visto privadas de conocer al Señor, y la Iglesia hubiese dejado de ser universal. 

          El pastor de la Iglesia debe estar dispuesto a ser el primero en ofrecerse al Señor, como hizo Felipe en el evangelio. Debe ser el primero en levantarse para ir a orar, como hizo Jesús en el evangelio. Y debe ser el primero en ir a las calles desiertas, para buscar a las ovejas perdidas. Felipe aprendió a no medir las posibilidades de Dios según su propia lógica. ¿Hemos aprendido nosotros esto? Si no lo hemos aprendido, volvamos "al primer amor", del que nos habla el libro del Apocalipsis (Ap 2, 4-5).

          Los sacerdotes necesitamos los cambios pastorales para no caer en la rutina, ni el conformismo, ni depender del entorno para la predicación de la Buena Nueva. Y los feligreses necesitáis los cambios pastorales para renovaros de vez en cuando, para que maduréis y para que siga creciendo la vitalidad de la Iglesia.

          Amados en Cristo, dejemos que Dios actúe en nuestros corazones y en toda la Iglesia, permitamos que él nos alimente a su manera, y oremos al Señor para que "envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2). Así, todos juntos, podremos seguir construyendo la Iglesia según las normas del apóstol Pedro. El apóstol Pablo dijo "sosteneos unos a otros en el amor, procurando preservar la unidad" (Ef 4, 2-3). Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros ante Dios.

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  Act: 01/01/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A