María forjó las dos familias: la divina y la eclesial
Amados hermanos y hermanas, nos hemos reunido en este Santuario de Madhu con nuestras familias para celebrar y participar en la Semana de la Familia, organizada por la Conferencia Episcopal de Sri Lanka. Así que bienvenidos a todos. Podemos decir que hoy la vida familiar se ha convertido en presa de las luchas y disputas del mundo. Hay opiniones contradictorias que se difunden sobre la vida familiar, y muchas parejas casadas no saben a ciencia cierta cuáles son los objetivos y metas de la vida familiar, viviendo por ello bajo presión y tensión. Por eso, en un momento como este, es bueno que reflexionemos sobre la verdadera naturaleza de la vida familiar. Para los cristianos, la vida conyugal es un sacramento sagrado, ya que ha sido instituida por Dios como uno de sus medios para testimoniar su profundo y gran amor. Dice la Familiaris Consortio de Juan Pablo II que, "con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, Dios corona la obra de sus manos: la participación en su amor y poder creador, mediante una libre y responsable cooperación en la transmisión de la vida" (FC, 28). Así pues, la primera tarea de la vida conyugal es actualizar la bendición originaria del Creador, procreando la imagen divina de persona a persona. Por tanto, la dignidad de la vida conyugal proviene del mismo Dios, y no se limita a la unión sexual sino también al fortalecimiento del amor y la fidelidad. En segundo lugar, el amor conyugal "está ordenado a la procreación y educación de los hijos" (FC, 14). Es decir, Dios ha establecido la vida matrimonial para colmar de su amor a los hijos y al mundo entero. En tercer lugar, se dice en la Biblia que Dios no permitió que el hombre viviera solo, y que le dio una compañera con la que vivir. El plan de Dios sobre el matrimonio, y sobre su descendencia, por tanto, es el mayor desafío al egoísmo del mundo de hoy. En 1994 Naciones Unidas decretó un Año de la Familia, pero lo enfocó como si se tratase de una institución humana más. Esto no es así, y no se limita a un acuerdo entre dos personas bajo ciertas condiciones, sino que requiere la aceptación de una vida sacrificada, generosa y totalmente fiel. Hoy la vida familiar se enfrenta a serios problemas, porque se ha perdido el sentido del sacrificio. A los esposos les resulta imposible amar al otro más que a sí mismos. A los padres les resulta difícil amar a sus hijos más que a sí mismos. Y por eso la vida familiar está plagada de egoísmo y de preocupaciones mundanas. Hemos escuchado en la 1ª lectura que Dios le prometió a Abraham una gran descendencia. Sin embargo, llegado a la vejez, Abraham seguía sin tener hijos. Un día, Dios visitó la tienda de Abraham y le dijo: "Volveré a ti por esta época del año que viene, y tu esposa tendrá un hijo". Sara escuchaba a la entrada de la tienda, y se rió para sí misma mientras pensaba: "Yo estoy agotada, y mi amo es viejo". Eso significa que Sara no entendió el plan de Dios, ni que en cada vida matrimonial hay una grandeza pensada por Dios. Queridas parejas de esposos, si recorréis las páginas de la Biblia encontraréis que Dios escogió a padres y madres de familia para ser sus mensajeros, e incluso para guiar a su pueblo. Ahí están Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Elkaná y Ana, David y Betsabé. Ha sido a través de muchos esposos como Dios preparó a los israelitas para aceptar su Alianza. Por tanto, sepamos que Dios también trabaja a través de las familias, para llevar sus misterios al mundo. Y si no, contemplad la familia de José y María de Nazaret. Mirad la vida de María, nuestra Santísima Madre, porque en Familiaris Consortio se dice que "gracias a su ayuda materna, cada familia cristiana llega a ser una pequeña Iglesia en la que se hace vivo el misterio de la Iglesia de Cristo, con todos sus valores" (FC, 86). Que ella sea ejemplo de aceptación de la voluntad de Dios. Que ella sea el socorro en el momento de apuro de vuestra vida conyugal. Que ella os ayude a afrontar las dificultades y lágrimas respecto a vuestros hijos. Cuando el ángel Gabriel se apareció a María, ella respondió diciendo "fiat voluntas tua", "hágase tu voluntad, y no la mía". Toda familia cristiana debería poder decir estas palabras, especialmente cuando piensa abandonar el hogar y dejar tirada a su familia. Incluso San José sintió lo mismo, y dejó a María cuando descubrió que el niño no era suyo. Sin embargo, se sometió a la voluntad de Dios, y aceptó al niño y cumplió con sus responsabilidades de forma humilde y silenciosa. Me gustaría preguntar a las madres y padres aquí presentes: ¿Cuántos de vosotros transmitís las tradiciones de los antepasados a vuestros hijos? Observad la vida de nuestra bendita madre María, y veréis que fue ella la que impartió todas esas experiencias y aprendizajes a su hijo. Cuando supo que Isabel estaba embarazada, María dejó su trabajo y fue a ayudarla, y estuvo con ella durante tres meses. Es lo que hemos escuchado en el evangelio de hoy. ¿Vivís también vosotros con tanta solicitud por el prójimo, y no sólo con los de casa? Más adelante, Simeón le dijo en el templo que "este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos", y que a ella "una espada traspasaría su alma". Así que María fue asumiendo, gradualmente, que su hijo sería traicionado y ajusticiado por muchos. Fue también nuestra bendita madre María la que pidió a Jesús que ayudara a una pareja de novios en apuro, ¡en su propia boda! Y cuando su Hijo estaba ofreciendo su propia vida en el Calvario, ella permaneció al pie de la cruz, como una gran fuente de fortaleza para su hijo. Estos fueron los compromisos que María fue asumiendo como madre de familia. Por lo tanto, mis amados hermanos, vosotros también debéis hacer lo mismo, como compromiso con Dios y con vuestra familia. Hoy en día, en Sri Lanka, muchos matrimonios se han roto, y esto se debe a que cada miembro de la familia no se compromete ni está preparado para el amor y el sacrificio. También se ha perdido la espiritualidad, y con ella la fuente de inspiración para la familia. Al celebrar este día de la familia, la Conferencia de Obispos de Sri Lanka os anima a dejaros iluminar por la vida de la bendita María, madre de la Sagrada Familia y madre de la Iglesia. Luchad para que vuestras familias sean ejemplos inspiradores para otras familias. De hacerlo, habréis abierto un camino en vuestro entorno, igual a todos esos caminos que fue abriendo María. Esa será la bendición más grande que hayáis podido ofrecer a los demás. Hoy en día hay parejas que dicen que no necesitan niños, y en su lugar se compran mascotas de compañía. Los novios dicen "disfrutemos de nuestra vida, y luego pensaremos en tener hijos". ¡Qué tarde puede ser cuando decidan tener hijos! Esto es lo que piensa la mayoría, llevando así una "vida familiar sin familia" y abocando al mundo a una "cultura de la muerte", como recordó Juan Pablo II. Necesitamos crear una cultura de la vida. Necesitamos proteger el invaluable plan concreacional de Dios. Nuestra riqueza no está en nuestras tierras ni negocios, sino en los hijos y en la gente. Los hogares sin niños son tumbas vacías de cementerio, en el que no se escucha ningún sonido. Por eso, arrodillémonos a los pies de Nuestra Señora de Madhu, nuestra Santísima Madre, y pidámosle que proteja a nuestro país y su mejor tesoro: los hijos. Pidamos a nuestra madre María que nos ayude a unir nuestras nacionalidades, religiones e idiomas, bajo el lenguaje del amor. .
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