Nuestro presente será recordado en el futuro

Praga,.31.julio.2023
Arzob.
.Jan.Graubner,.primado.de.Chequia

          Eminencias, excelencias, distinguidos invitados y queridos amigos, estamos celebrando hoy el 1050 aniversario de la fundación de nuestra diócesis, recordando que la celebración del 1000 aniversario fue prohibida por el comunismo hace ya 50 años, cuando la diócesis cumplía exactamente mil.

          Por fin podemos mirar hoy hacia atrás, y recordar a todos aquellos que tuvieron parte en el establecimiento y desarrollo de esta diócesis nuestra tan querida, que en aquel s. X significaba la equiparación con los países vecinos y nos permitía cierta independencia.

          El cristianismo ya nos había llegado muchos siglos antes, e incluso teníamos santos locales, pero la estructura de la Iglesia todavía no había permitido establecer un obispado permanente aquí. Ese fue el paso decisivo de nuestra historia, y el que permitió implantar aquí en Praga una sociedad de espíritu evangélico, al mismo tiempo que se desarrollaba la sociedad.

          No podemos evocar todos los momentos y eventos significativos de nuestra historia, pero sí que me gustaría recordar que todo ello fue gracias a Dios, y que muchas cosas que hoy damos por sentadas no habrían tenido lugar sin la influencia de la Iglesia.

          Desde la ventana de mi estudio veo todos los días a las multitudes de turistas de todo el mundo, que vienen a admirar Praga desde la mentalidad moderna de sus metrópolis. Y veo que especialmente están interesados en lo que el piadoso Carlos IV consiguió para Praga: la construcción de una ciudad nueva, según la imagen de la Jerusalén celestial, y a través de la piadosa arquitectura del barroco. Como los propios turistas pueden comprobar, el paisaje checo está entrelazado por monasterios, santificado por santuarios y culturizado a través del testimonio de la más alta cultura de los antepasados.

          Sin embargo, Praga está lejos de ser solo edificios y bellas artes, y muchas cosas que hoy damos por sentadas no crecieron por sí mismas, sino como frutos del evangelio aceptado y vivido. Es verdad que también encontramos en el pasado muchos errores y auténticas maldades, así como nuestro presente está también muy lejos de ser el ideal.

          Pero ¡cuánto esfuerzo pusieron los predicadores, educadores y padres de familia, a la hora de enseñar a perdonar sin venganza, a ayudar a los débiles, a dar dignidad humana a todos, a respetar la libertad, a buscar la verdad y a cultivar el amor a la naturaleza como don de Dios! ¡Qué tesoro para el desarrollo de Praga fue ese cúmulo de familias armoniosas, basadas en la fidelidad marital de hombre y mujer, en la que los niños experimentaban suficiente amor y aprendían a crecer sanos entre sus numerosos hermanos!

          Por supuesto, nada fue perfecto y sin errores. Pero ahí estuvo San Adalberto de Praga, el primer obispo de sangre checa, que incluso abandonó su diócesis dos veces para predicar el evangelio a los gentiles, cuando vio que sus esfuerzos en casa eran en vano.

          Recordemos simplemente su lucha constante por la santificación del domingo, por la abolición de los mercados de esclavos, por el no reconocimiento de los matrimonios consanguíneos y, finalmente, por su mediación entre los Premyslov y los Slavnikov. Como se ve, las vidas de nuestros santos se tomaron en serio el evangelio, y por eso ayudaron a superar los problemas de su tiempo.

          Nuestro presente es también parte de la historia, y hacia nosotros mirarán las generaciones futuras. Lo harán con gratitud o con crítica, pero eso depende de nosotros. Nuestros problemas son diferentes a los de la época de San Adalberto, por supuesto, pero los fondos son siempre muy parecidos.

          Hace poco hablé con un profesor de matemáticas de secundaria, que me impactó por la afirmación que hizo de que dos jóvenes alumnos suyos dicen no querer ser adultos, porque el mundo de los adultos es asqueroso y lo maquillamos de manera diferente. Al final, tuve que admitir que los jóvenes tienen suficientes razones para verter esas críticas tan duras.

          Queridos hermanos, ¡cuantas veces pensamos sólo en lo nuestro, y no en el bien común! Promovemos los derechos de los adultos, pero lo hacemos a expensas de los niños, si es que los dejamos nacer. Hablamos de la libertad para cambiar de pareja, pero no respetamos el derecho del niño a vivir en una familia estable y agradable. Y así una tras otra.

          Queremos forjar atletas y músicos exitosos, y hablamos de desarrollar intensamente sus talentos desde la niñez. Pero por otro lado les impedimos saber si su identidad es masculina o femenina, al grado que algunos no saben quiénes son realmente. Incluso queremos legislar el abuso servil de las mujeres para la maternidad subrogada, y dado que durante mucho tiempo hemos ignorado el derecho a la vida (de los no nacidos, claro), también se empieza a hablar hoy de legitimar el asesinato de los ancianos y enfermos, ocultándolo bajo la misteriosa palabra eutanasia.

          Aunque vivimos en un país pequeño, Chequia es el 2º mayor productor de pornografía del mundo, y a nadie le importa qué porcentaje de niños en edad escolar ve interrumpido su desarrollo como resultado de esta práctica. Probablemente deberíamos tomar en serio a esos jóvenes que no quieren unirse al mundo de los adultos.

          Pero no quiero que mis palabras de hoy sean una oda tétrica, sino de esperanza. Y por eso quiero invitar a todos a un trabajo conjunto de renovación, que sin duda tendrá éxito si nos dejamos llevar por Cristo, si comenzamos por nosotros mismos, si no nos definimos contra nadie y si vivimos el evangelio del amor, tanto para el amigo como para el enemigo.

          Pero esto requiere salir de uno mismo y buscar el bien del otro, viendo las cosas a través de los ojos del otro y pidiendo humildemente el consejo de Dios. San Pablo nos dio un buen consejo, para esta tarea: "Vivid en unión con Cristo, edificad sobre él y no os dejéis esclavizar por el pensamiento humano".

          Me gustaría agradecer hoy la labor que están llevando a cabo las instituciones educativas de nuestro país, tan comprometidas en la formación de las próximas generaciones. También agradezco la labor de todos aquellos que hoy comenzarán a servir de nuevo a su país, pidiéndoos que lo hagáis en el espíritu del evangelio y según la voluntad de Dios. Creo que las generaciones futuras echarán algún día la vista atrás, y sabrán reconocer los momentos difíciles que estamos pasando. 

          Gracias a todos los que sois fieles al legado de San Adalberto, y estáis comprometidos en la evangelización de nuestro país. Sed luz, sal y levadura en la sociedad, porque el don de la fe nos fue dado por Dios para ser ejemplos útiles para los demás. Señor nuestro Jesucristo, ¡ayúdanos!

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  Act: 31/07/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A