Reavivar nuestra fe, para ser fructíferos

Helsinki,.10.julio.2023
Arzob.
.Teemu.Sippo,.primado.de.Finlandia

          Estimada diócesis, hace años (2012) el papa Benedicto XVI declaró que toda la Iglesia celebrara un Año de la Fe, coincidiendo con los 50 años de la celebración del Concilio Vaticano II y los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Y escribió una carta apostólica llamada Porta Fidei para venir a decir que la fe es la puerta que abre a la comunión con Dios y permite el acceso a la Iglesia. Como él mismo decía, "sólo tienes que cruzar este umbral para escuchar la palabra de Dios, y dejar que la gracia de Dios influya y moldee tu vida".

          Cuando una persona pasa por esa puerta de la fe, ve abierto ante sí un nuevo camino en su vida, que comienza con el bautismo (a través del cual conocemos a Dios como nuestro padre) y que terminará en la vida eterna (que es el fruto de la resurrección del Señor Jesús).

          La voluntad de Cristo, por el don del Espíritu Santo, es atraer a todos los que creen en él a su propia gloria. La confesión de la Trinidad, o reconocimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, significa creer en un solo Dios que es amor. Significa creer en el Padre, que envió a su Hijo en la plenitud de los tiempos para nuestra salvación. Significa creer en Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo. Y significa creer en el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos, mientras esperamos el regreso glorioso del Señor (Porta Fidei, 1).

          Con todo ello, el Santo Padre quiso despertar a las personas a la reflexión sobre la fe cristiana, que es la única que conduce a la salvación y a la plenitud de la vida. Y quiso llevar a los miembros de la Iglesia a un mejor conocimiento de su propia fe, para vivificarla, fortalecerla y purificarla.

          Esto es lo que yo quisiera transmitiros hoy: que la fe puede convertirse en una realidad experimentada, pues su belleza y verdad pueden abrirse al hombre como un gran tesoro. Como el propio papa decía en dicha carta apostólica:

"Tenemos la oportunidad de confesar nuestra fe en el Señor resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo, en nuestros hogares y en nuestras familias, para que todos sientan una fuerte necesidad de conocer mejor y transmitir a las generaciones futuras la fe de todos los tiempos, como don del Espíritu Santo para nosotros" (Porta Fidei, 8).

          Cuando pienso en nuestra propia diócesis de Helsinki, debo admitir que nuestra situación es desafiante en términos de crecimiento de la fe y de confesión de fe. Somos una minoría pequeña y dispersa en un país tan extenso como es Finlandia, y los católicos aquí presentes venimos de muchas nacionalidades diferentes, casi todos con su propio idioma, cultura, costumbres y tradiciones.

          Formar comunidades y grupos cristianos es especialmente desafiante para nuestros pastores, y la educación religiosa, o transmisión de la fe a los niños y jóvenes, supone un esfuerzo enorme para las parroquias, docentes y familias. Por otra parte, nuestra sociedad se está secularizando rápidamente, y la alienación de la fe está aumentando, así como la negatividad hacia las religiones y hacia la Iglesia, especialmente en los medios de comunicación.

          Es por eso que los católicos necesitamos una sólida convicción de fe, y coraje para caminar por el camino de la fe frente a los vientos contrarios. Por supuesto, necesitamos una actitud independiente que cuestione algunos fenómenos de la sociedad, especialmente en cuestiones morales. Pero no podemos olvidar que nuestra tarea principal es ser signo, en nuestro entorno, de nuestra fe en Dios y en su bondad.

          Según el evangelio, podemos ser como la "sal de la tierra" y como la "ciudad en la cima del monte" donde "brilla la luz" (Mt 5). Es decir, que nuestra fe puede afectar e irradiar a nuestro entorno, sobre todo a través de nuestro amor al prójimo. Nos anima y nos consuela saber que también está con nosotros la promesa que Cristo hizo a sus discípulos: "Estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).

          Hemos de reavivar en nuestras diócesis nórdicas nuestras celebraciones de fe, profundizar nuestra fe personal, hacer más fructífera nuestra fe apostólica, vivir más de acuerdo con nuestra fe testimonial, estudiar más y mejor las oraciones del Credo, cuidar mejor la misa dominical, animar a los jóvenes a formar grupos de oración y pivotar las catequesis en torno al Catecismo de la Iglesia Católica.

          Especialmente hemos de cuidar mejor la celebración de los sacramentos, sobre todo de la eucaristía. Pues la celebración devota de la Santa Misa es siempre la expresión más profunda, y el corazón, de la fe. De ella proviene el alimento y la fuerza para cada uno de nosotros, y para todo el cuerpo de la Iglesia. El Sacramento de la Penitencia también ofrece, una y otra vez, la experiencia de la misericordia de Dios, y la posibilidad de un nuevo comienzo. Oremos juntos, hablemos entre todos, porque esto construye nuestra fe. 

          Pero la familiarización privada con la fe, y la oración personal, también son necesarias. El año pasado se publicó un libro de oraciones en finlandés, del que podéis sacar alegría y fuerza para vuestra vida espiritual. El evangelio de cada día, y el rezo del Rosario, están disponibles para todos.

          Todo esto construye nuestra fe, y nos hace capaces para testificar nuestra fe. Y no solo con palabras, sino también con nuestras propias vidas, de manera convincente y ¡con alegría! Además, sentiremos una conexión muy interior con los cristianos que pertenecen a las diferentes comunidades de nuestro territorio, y están alejados de nosotros. Como nos dice Pedro en la 1ª carta que escribió:

"Dios os guardará en la fe, para que alcancéis la salvación, que está preparada para manifestarse en los últimos días. Por eso os regocijáis, aunque ahora por un tiempo tengáis que sufrir en muchas pruebas. Todo el oro se prueba con fuego, y vuestra fe es mucho más valiosa que el oro perecedero. En las pruebas se encontrará la fe que es genuina, y la alabanza, la gloria y el honor vendrán sobre ella cuando aparezca Jesucristo. A él amas, aunque no lo hayas visto, en él crees, aunque ahora no lo veas, y te gozas en el poder de un gozo indescriptible y glorificado, porque alcanzas la meta de la fe, la salvación de las almas" (1Pe 1, 5-9).

          Que la Virgen María, madre de Dios, nos lleve a su Hijo Jesucristo, y le pida que bendiga nuestros hogares.

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  Act: 10/07/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A