No hay cristianismo sin sacrificio y espíritu martirial

Zadar,.21.agosto.2023
Arzob.
.Milan.Zgrablic,.primado.de.Croacia

          Reunidos esta noche para la conmemoración de la muerte de la gloriosa mártir, y la transición solemne a la eternidad, de Santa Anastasia de Sirmio, patrona de la archidiócesis de Zadar y de esta catedral de Zadar, extiendo un cordial saludo a todos los presentes.

          Hermanos y hermanas, en cada sacrificio eucarístico el centro de nuestra atención se dirige a Cristo el Señor, que de manera sacramental muere por nosotros y que de forma sacramental nos dirige su palabra. Él viene a nosotros y a nuestro pueblo por nuestra salvación, como un verdadero "grano de trigo" que, viniendo a la tierra, y muriendo en ella, da una cosecha abundante. Como él mismo nos dice en el evangelio: "En verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo. Pero si muere, da una cosecha abundante" (Jn 12, 24). Cristo es el que pierde su vida en este mundo para que crezca en nosotros la vida eterna, y pueda brotar en nosotros la vida del Resucitado.

          Pero Cristo no se da a sí mismo como algo que fue en un pasado lejano, sino que en cada eucaristía se vuelve a realizar este don de Cristo para nosotros. Y esto supone saber que Cristo está presente conmigo, que me acepta, que una y otra vez me anima y me lleva, que no deja de tenderme su mano.

          Por eso, "estar en misa", o "celebrar la eucaristía", significa encontrarnos con un Señor que renuncia a su gloria divina, que se humilla hasta la muerte en la cruz, y que así se entrega a cada uno de nosotros. Al recibir a Cristo en la eucaristía, somos llamados una y otra vez a experimentar el misterio de este don: la muerte del grano de trigo.

          En cada eucaristía, por tanto, aprendemos a dar una y otra vez nuestra vida, como decía Santa Anastasia: "La vida no se entrega tan sólo en el momento de la muerte, o en el acto del martirio, sino cada día". Es lo que hicieron los mártires, nuestros modelos a seguir, nuestros faros y amigos en la lógica del grano de trigo. Ellos nos enseñaron a dar la vida en el día a día, especialmente en las familias, con los más necesitados y amenazados, entre los más débiles y vulnerables. Necesitamos morir a nosotros mismos como un grano de trigo, pues de no hacerlo nos quedaremos solos, y de hacerlo daremos vida a los demás.

          Pero no hay eucaristía sin sacrificio, ni hay vida sin sacrificio. Y este sacrificio es el que verdaderamente nos libera de nuestro egoísmo y arrogancia, y nos da la verdadera libertad del espíritu, que es la que da belleza a nuestra existencia, y convierte nuestra vida en importante y hermosa. Sólo quien da la vida así, según el ejemplo de Cristo y de sus mártires, es libre y consigue una vida plena.

          Este es el mensaje de Cristo para nosotros esta noche, y ese fue el testimonio de nuestra Santa Anastasia, cuando dio su vida en aquel s. III durante la persecución de Diocleciano. ¿Cómo no recordar, por tanto, a los célebres hijos e hijas de esta Iglesia local, si fueron tan bellos y tan fértiles granos de trigo, de los que brotó un maravilloso testimonio de fidelidad y amor incondicional a Dios y al hombre?

          Cierto día, Jesús dijo a sus discípulos: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros para que vayáis y deis un fruto que permanezca" (Jn 15, 16). Al reconocerme en estas palabras de Jesús, doy gracias a Dios por el gran don de poder servir en la Iglesia durante 36 años. Todavía no he podido descubrir completamente por qué me eligió para este viaje y misión, pero sé que él nunca me ha dejado.

          Sé que mis fuerzas y habilidades naturales no son suficientes para este nuevo ministerio episcopal, que hoy comienzo entre vosotros. Confío en la cercanía y ayuda de Dios, y os pido a todos vosotros que me ayudéis e incluyáis en vuestras oraciones.

          Aprovecho también para agradecer al papa Francisco I la confianza que me ha mostrado al enviarme a esta querida arquidiócesis de Zadar. Agradezco a mis queridos compañeros sacerdotes, a los monjes y monjas, por haber respondido a la llamada de Dios, y de esa manera haber enriquecido y ennoblecido espiritualmente esta Iglesia local. Me alegro de haber logrado conocer a todos, y encontrarme con casi todos en sus entornos donde viven y trabajan.

          Gracias a los organizadores de esta celebración masiva, y de esta fiesta de Santa Anastasia. Gracias a los medios de comunicación y a los peregrinos que habéis venido peregrinando a esta catedral para la novena a Santa Anastasia. Gracias a todos.

          En esta ocasión, encomiendo mi oficio episcopal y nuestra diócesis a la bienaventurada Virgen María, reina de los apóstoles, al apóstol Tito que fue enviado por Pablo a esta tierra de Dalmacia, a nuestra Santa Anastasia y a otros venerables de Zadar que ya viven complacidos junto a Dios.

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  Act: 21/08/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A