Aprender a ser embajadores de Jesucristo

Edimburgo,.19.junio.2023
Arzob.
.Leo.Cushley,.primado.de.Escocia

          Mis queridos hijos, hoy se os invitará a completar otro paso importante en vuestra formación, al ser elevados a la dignidad de diáconos. Sí, querido hijo, te estoy hablando a ti, y diciéndote que vas a dar un nuevo paso, que vas a ser elevado y que vas a ser revestido de una nueva dignidad.

          Este es un tipo de lenguaje que no escuchamos ya en la Iglesia, y que suena a nuestros oídos modernos un poco anticuado, e incluso un poco pomposo u orgulloso. Sin embargo, esta es la realidad, aunque vuestro ascenso no tenga lugar en términos de este mundo, ni vuestra movilidad en términos de sociedad. Según lo describía el lenguaje de la Iglesia Antigua, vais a comenzar una carrera "hacia adelante y hacia arriba".

          No obstante, en el antiguo mundo romano ni siquiera Julio César podía acceder directamente al consulado, sino que todos los candidatos tenían que comenzar por el primer escalón de la carrera política. Y así, escalón a escalón, y aprendiendo de la experiencia y del paso del tiempo, accedían al segundo escalón y seguían creciendo en sabiduría y experiencia. Es lo que se llamó el cursus romano, que la Iglesia aplicó sabiamente para sus seminaristas a través de los ministerios de lectores y acólitos, y desde ahí para su promoción a las Órdenes Sagradas.

          Paso a paso, queridos hijos, llegaréis a la meta final, si Dios quiere y vosotros los vais dando bien. Porque vuestra meta final es el sacerdocio de Jesucristo o sacerdocio ministerial. Pero para ello tenéis que ir subiendo las escaleras paso a paso, lenta y deliberadamente, con el tiempo y con más tiempo. Así aprenderéis la esencia de Jesucristo, y adquiriréis con ganas su experiencia ministerial, llenos de ilusión y confianza.

          Vuestra promoción, por tanto, no va a consistir en una distinción personal, sino en la promoción que vosotros tendréis que hacer de los demás, poniéndoos a su servicio. Y vuestro ascenso no va a consistir en llegar a las altas esferas sociales, sino a un sacrificio cada vez mayor. Y vuestra dignidad no va a consistir en ser distinguidos, sino en un cumplimiento cada vez más digno de vuestras responsabilidades. Ésas son las tareas que tenéis por delante.

          Como diácono, querido hijo, tu tarea esencial consiste en ser el heraldo de Jesucristo, y representarlo como su embajador, haciéndolo de igual manera que hizo nuestro Señor: con su vida y muerte en la cruz.

          Se trata de una misión sagrada que deberás llevar a cabo, en primer lugar, a través de la predicación del evangelio. La palabra de Dios está llena de poder, y es el medio por el cual Dios constituyó a Israel en su propio pueblo. Mientras viajaban por el desierto, los hebreos escucharon la palabra de Dios, y en su camino hacia la tierra prometida ese grupo de hebreos se hizo pueblo, porque fue reunido y formado por la palabra de Dios. Ese papel formativo de la Palabra es algo que se vuelve real y eficaz, cada día, en nuestra asamblea litúrgica.

          Cada vez que proclames el evangelio volverá a suceder que tu grupo asignado pasará a constituirse en Iglesia o nuevo Israel, y a medida que aprendas a predicar y vivir el evangelio, lograrás hacerlo real con mayor eficacia, sabiduría y bien.

          Como diácono, proclama al Verbo de Dios hecho carne, que es Jesucristo. Y más tarde, como sacerdote, ofrécete al Verbo de Dios hecho carne en el sacrificio al Padre de la eucaristía. Pero, por ahora, considera cuán esencial es la tarea de anunciar a Cristo como la palabra definitiva de Dios. Sobre todo medita y fíjate bien en cada pasaje de Cristo en el evangelio, y hazte cargo de vivirlo antes de predicarlo, lo mejor que puedas. Entonces serás el heraldo de Jesucristo.

          En segundo lugar, el diakonos es también, por definición, un servidor: un servidor de los pobres de la comunidad. Todo el clero debe tener este aspecto de servicio, empezando por el obispo. Pero sobre todo el diácono, como su encarnación concentrada. Jesucristo no vino a ser servido, sino a servir. Y hoy esa tarea te corresponde a ti.

          Finalmente, estás llamado a ser un heraldo servicial muy particular, a través del estado de celibato. A los diáconos permanentes, o aquellos que ejercen este servicio por un espacio temporal, no se les pide que permanezcan célibes. Pero vosotros seréis diáconos sagrados y no temporales. Y este sacerdocio sagrado es el prisma bajo el que debe verse vuestro celibato, ya que vais encaminados a vivir y transmitir el misterio sacrificial y sacerdotal de Cristo en la cruz.

          Vuestro tiempo como diáconos es un tiempo maravilloso de aprendizaje, y de adquisición de una valiosa experiencia. Oficiaréis los bautismos, llevaréis el viático a los enfermos y moribundos, casaréis matrimonios y enterraréis a los muertos. Así aprenderás a ser un heraldo del evangelio, y un embajador de Cristo en la tierra. Y todo esto mientras os vais santificando en la Oración de la Iglesia, en el respeto y obediencia a vuestro obispo, y en el gozoso compromiso de una vida célibe.

          Así que, mis queridos hijos, imitad a Cristo el Diácono, en vuestro amoroso servicio a su pueblo. Entregaos con alegría al Señor, y él os recompensará con muchos consuelos, ahora y en la vida venidera. Abrazad la vida de oración de la Iglesia, aprended la plena libertad de vuestra obediencia a vuestro obispo, y haced del celibato un puro don para vosotros mismos. Sed fieles heraldos y verdaderos embajadores del Señor, y Cristo el Señor os recompensará.

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  Act: 19/06/23         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A