Consolados para consolar, recibimos para dar

Santiago,.28.febrero.2022
Arzob.
.Gonzalo.Villa,.primado.de.Guatemala

          Queridas hermanas y hermanos presentes, por 3ª vez en este siglo un arzobispo toma de posesión canónica de esta antigua arquidiócesis de Santiago de Guatemala, en esta ocasión en plenos tiempos de pandemia. Y lo hace en esta venerable catedral metropolitana, testigo de tantos acontecimientos civiles y eclesiales, populares y cívicos, en sus 200 años de existencia.

          En la 1ª lectura proclamada hoy, San Pablo se dirige a los corintios. Escribe en tiempos de dificultad, a una iglesia pequeña y naciente y con problemas en su interior. El pasaje empieza diciéndonos "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo".

          Para nosotros, esta proclamación es una bendición que nace en nuestros corazones: Bendito sea Dios, bendito sea Dios, bendito sea Dios. En esas 3 palabras reafirmamos nuestra fe y reconocemos a nuestro Creador, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el que es y el que era, y el que siempre será. Nuestra fe en Dios se encarna en Jesús, rostro viviente del Padre y enviado suyo en la carne de la humanidad.

          Dios se nos muestra como Padre lleno de misericordia, algo que con fe proclamamos en todo tiempo y que, en estos días de calamidad, reafirmamos con humildad y con certeza. Dios que siempre consuela, y ¡cuanto consuelo necesitamos en estos tiempos!

          Consuelo como país y como Iglesia, consuelo en las familias y en los sacerdotes, consuelo entre los más vulnerables de nuestra sociedad, consuelo y ánimo a los enfermos, y mucho ánimo y fortaleza a los trabajadores de la salud, a los médicos, a las enfermeras y al personal sanitario. Consuelo de Dios, que recibimos de él para que nosotros, ustedes y yo, consolemos a los demás. El apóstol Pablo dice que Dios nos conforta en nuestras penas, para que nosotros "podamos confortar con su fuerza a los que se encuentran afligidos".

          Hace 37 años, cuando recibí la ordenación presbiteral, quise escoger este texto de San Pablo, porque para mí resumía el compromiso apostólico y sacerdotal: recibir para dar, ser consolados para consolar, y desde nuestra debilidad confortar a los demás con la fuerza de Dios.

          Ahora, comenzada ya para mí la vejez, esa fuerza de Dios que experimentó Pablo la siento presente aquí y entre vosotros, para animar y consolar, para guiar y para interceder, para escuchar y para hacerme padre y pastor, sin dejar de ser a la vez hermano vuestro, que quiere servir a Dios y a todos los santos y bautizados que pertenecen a la Iglesia.

          El papa Francisco I nos alienta con palabras y con gestos, para que nosotros comuniquemos el evangelio con alegría, para que seamos más misericordiosos que jueces implacables, para reconocer los muchos rostros de nuestro planeta y saber que todos estamos llamados a compartir la dignidad humana, desde nuestra común humanidad.

          El evangelio hoy proclamado nos muestra a Jesús subiendo a una barca para dirigirse desde el lago a la multitud. Y después indica "remad mar adentro y echad las redes". Pedro le dice que habían pasado la noche pescando y que no habían conseguido nada, pero que confiado en su palabra echaría las redes. Sabemos que las redes se llenaron, y por eso Pedro se reconoce pecador y le dice a Jesús que se aparte de él. Es entonces cuando el Señor Jesús le confía la misión, y él, dejándolo todo, le siguió.

          La barca ha sido entendida como imagen de la Iglesia, y en medio queda la travesía, que todos los que vamos dentro de ella tenemos que afrontar, con peligros de perdernos, de errar el rumbo, o de "caer en las tentaciones de la mundanidad espiritual", como le gusta decir al papa Francisco I.

          Pero la Iglesia no es una ONG ni su misión es arreglar los problemas, aunque sus actividades busquen el bien común. Tampoco es la Iglesia una colección de tradiciones venerables, cuya supervivencia haya de determinar su futuro. Ni tampoco una fuente de poder o de prestigio moral. Lo fundamental en la identidad de la Iglesia es el anuncio de la buena noticia de Jesús, y el saberse testigo del Señor en este mundo tan necesitado de Dios.

          Dios quiera que esta epidemia del Covid 19, que nos golpea hoy, vaya ya aplacando, y que como Iglesia sepamos contribuir a ello. Rafael Landívar, desde el exilio que sufrió en el s. XVIII, se enteró que su ciudad natal de Santiago de los Caballeros de Guatemala fue destruida por un terremoto. Y fue entonces cuando compuso su inmortal Salve, cara Parens, dulcis Guatimala, Salve.

          Los terremotos y las epidemias, así como la violencia fratricida, nos han golpeado tantas veces, y desde hace tantos siglos, que con fe y esperanza os digo: ¡Guatemala resurgirá! Que la Virgen María, asunta al cielo, nos proteja y nos bendiga.

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  Act: 28/02/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A