Superar las tentaciones del Camino Sinodal

Rangún,.29.julio.2024
Arzob.
.Charles.Bo,.primado.de.Myanmar

          Queridos hermanos, hemos escuchado el pasaje evangélico de las tentaciones de Cristo en el desierto, justo después de su bautismo. Se ha expuesto y reflexionado este pasaje de muchas maneras, mas en las tres tentaciones de Jesús lo que el diablo trata es, esencialmente, desafiar la identidad de Jesús: "Si eres el Hijo de Dios...". Y eso que en su precedente bautismo, y desde el cielo, la voz del Padre lo había dejado claro: "Éste es mi Hijo amado".

          Cada vez que se inicia la Cuaresma, escucho a muchas personas preguntarse: "¿A qué debería renunciar?". No obstante, si la Cuaresma se reduce a renunciar a algo, para luego recuperarlo en la Pascua, la Cuaresma se convierte tan sólo en un momento pasajero, sin efectos duraderos en nuestras vidas (renovación y transformación), y eso no es lo que quiere el Señor.

          El camino sinodal de la Iglesia es algo así como el camino de Jesús a través del desierto, desafiante pero necesario. Es necesario porque permitirá a la Iglesia testimoniar mejor el evangelio a través de un proceso de revitalización comunitaria. Y es desafiante porque precisa adquirir perspicacia, y eso requiere discernimiento.

          Las cuestiones sinodales que llevamos afrontadas ya, a lo largo de los últimos meses, son tal vez abrumadoras y desalentadoras, pero hay que saber que eso es normal, si lo que queremos ser es necesarios y perspicaces. Me gustaría ofrecer 4 actitudes para esta etapa final del Sínodo Eclesial, a la hora de saber sortear y superar las tentaciones del desierto.

          1º Despojarnos de lo accesorio. Es decir, aprender a soltar todo eso que nos ata a nuestros egos, para que el resultado final no sea una Iglesia egoísta. La Iglesia está experimentando estas resistencias por varios frentes, y así no podrá crecer para el futuro, ni tampoco convivir hoy en confianza. Despojemos ya de nuestras vidas los prejuicios, los miedos e incluso los status privilegiados que hemos ido adquirido a lo largo del tiempo. Si queremos avanzar, hay que dejar de lado esas actitudes y ataduras, que nos impiden seguir adelante. 

          En el evangelio, Jesús dijo a sus discípulos que "no llevasen nada para el camino" (Lc 9, 3). Esto significa caminar sin lujos ni zonas de confort, aunque esto nos cause ansiedad o irritación. También significa caminar como un solo y auténtico pueblo de Dios. Y también significa caminar de manera vulnerable, admitiendo nuestras imperfecciones y aceptando la ayuda de los demás.

          2º Vislumbrar a Cristo. En esta travesía por el desierto tentador es necesario encontrar, cuanto antes, a Cristo. Sobre todo porque vamos a ir tropezándonos con muchas personas, acontecimientos y experiencias, a lo largo del camino. De no ser así, pero nuestro caminar se hace a lo loco, o con los ojos vendados (sin la visión de Cristo), tropezaremos, caeremos y nos extraviaremos.

          La cultura del encuentro (con Cristo, y de ahí con los demás) debe estar en el corazón de la Iglesia, y mucho más en Asia, entre tanta variedad de culturas, sociedades, economías, espiritualidades y políticas. En su meditación matutina del 13 septiembre 2016, el papa Francisco I hablaba de la cultura del encuentro, cuando dijo:

"Invito a trabajar por la cultura del encuentro, de manera sencilla y como lo hizo Jesús. Esto significa no sólo ver, sino mirar; no sólo oír, sino escuchar; no sólo saludar a la gente, sino detenerse con ellos; no sólo decir ¡qué vergüenza de pobreza!, sino dejarse conmover con compasión. Y luego acercarse, tocar y decir: No llores. Y dar a los demás al menos una gota de nuestra vida".

          Si la Iglesia no hace de puente entre Dios y las personas, no sirve para nada. Y si nosotros no estamos unidos a Cristo acabaremos tirando ese puente al suelo, al no poder salvar nunca las tentadoras divisiones.

          3º Seguir avanzando. La Parábola del Buen Samaritano fue precedida por una pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" (Lc 10, 29). En Asia los cristianos estamos en minoría, y vivimos en medio de tensiones sociales, políticas e incluso religiosas. En medio de tanta tensión, la tentación puede ser frenarse y construir un escudo defensivo alrededor, o incluso retroceder y hasta casi abandonar.

          Muchos conflictos de Asia derivan de las diferencias étnicas, profundamente arraigadas y tensas en sus reivindicaciones. Si a esto le sumamos que las religiones son utilizadas según la conveniencia política, ¿cómo no advertir que los cristianos vamos a ser perseguidos? En el contexto de Asia, la proclamación directa del evangelio encuentra oposición y persecución. Así que hay que seguir anunciándolo, pero sin olvidar también la praxis de la buena vecindad y reconciliación, desde el rostro de la misericordia y compasión.

          4º Consumar la transformación. En el Salmo 104 leemos estas palabras: "Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra". Es decir, que toda obra de Dios, y todo camino sinodal, sólo puede ser hecho y rehecho desde el Espíritu Santo. Por eso estamos llamados a escuchar lo que el Espíritu Santo nos está diciendo, porque a pesar de nuestros esfuerzos humanos, la única transformación viene de Dios y sólo de Dios.

          En la oración Ad Sumus decimos "contigo estamos, para que tú nos guíes, siéntete como en casa, en nuestros corazones". Si el Espíritu Santo habita en nosotros puede transformar nuestras vidas, la Iglesia y el mundo. Por tanto, si lo que queremos es lograr una renovación de la Iglesia, necesitamos acudir al poder del Espíritu Santo, para que él nos transforme. Por nosotros mismos, nunca lograremos nada. Sin la gracia transformadora de Dios, nada de lo que buscamos sucederá.

          Gran parte de la ansiedad causada por este camino sinodal viene de la incertidumbre sobre si el cambio buscado se producirá o no se producirá. En este momento del viaje, lo que debemos es aprender a confiar en el Espíritu Santo, porque sólo él es el que puede dar un rumbo y definición a la Iglesia.

          En conclusión, las tres tentaciones del desierto terminaron con las palabras de Jesús: "Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto". Ésta es la única actitud que puede superar las tentaciones existentes en nuestro camino sinodal, reconociendo que estamos haciendo este viaje buscando "servirle sólo a él".

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  Act: 29/07/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A