Tener más hijos, y formar familias numerosas

Seo.de.Urgel,.19.febrero.2024
Arzob.
.Joan.Enric.Vives,.primado.de.Andorra

          Hace un año el papa Francisco I decía al Foro de Asociaciones Familiares que "el testimonio alegre de ser una familia, y el compromiso con la buena política por y con las familias, deben ser los grandes objetivos". Y añadía: "¡Necesitamos niños!", sobre todo porque los niños regeneran la alegría del amor.

          Hace poco leía un artículo sobre la nueva moda que exalta el no tener vínculos, para que "nada pueda atarnos". En dicho artículo se exaltaba la "soltería desvinculada, sin hijos ni problemas", de forma totalmente egoísta y abocada a una civilización decrépita y a una desgracia colectiva.

          Sin hijos, las sociedades no irían a ninguna parte, la vida se volvería gris, las parejas se irían encerrando en sus pequeños problemas, y esta fase de decrepitud podría generar problemas aún mayores. Además, los ancianos se verían privados de ofrecer a los demás su experiencia y amor paciente. ¡Qué mundo más triste haríamos si las familias jóvenes no salen de sus miedos y engendran hijos! ¡Qué flaco favor haríamos a esas parejas si les desanimamos a crecer en sus responsabilidades, o les impedimos transmitir sus valores a los que vienen por detrás! ¡Necesitamos hijos! Necesitamos padres y madres valientes, que crean en la vida y que transmitan la vida con generosidad.

          Un matrimonio donde el padre y la madre viven unidos, y encuentran en los hijos su mayor alegría, es en presencia del Señor una Iglesia doméstica, y nos hace caer en la cuenta de lo bella que es una familia con muchos hijos y nietos, ¡con mucha vida por compartir! No pongamos la felicidad en el dinero, por tanto, ni en las empresas, ni en el éxito o las muchas cosas realizadas.

          A veces se ha dicho que tener muchos hijos es una imprudencia, o algo totalmente irresponsable en nuestros tiempos. Pero lo cierto es que muchas familias numerosas testimonian lo contrario: que salen adelante, que sus hijos son realmente espabilados, que tener hermanos es fuente de alegría, que la educación fraterna abre horizontes y mejora la solidaridad.

          A las familias tentadas por el desánimo, sobre todo por la educación de los pequeños y adolescentes, siempre compleja y difícil, debemos animarles y hacerles ver que ya vendrán tiempos mejores, y que lo que están haciendo ahora es fundamental para el futuro. Digámosles que la vida de un hijo es eterna (para siempre), que su alma es inmortal y que Dios se ha valido de ellos para crearlo, educarlo y hacerlo hijo suyo.

          Todo lo que damos a los pequeños es valioso a los ojos de Dios, su verdadero Padre y Creador. Y por eso es importante dedicarles tiempo, esfuerzo y sacrificios, con mucha entrega y mucho amor. Una familia que saber amar sabrá volver a empezar todos los días, sabrá perdonarse y hará que todos sus miembros se sientan valorados. Por un hijo se hace todo, y a cambio recibimos lo más importante y esencial: ¡el amor!

          Sé de algunos que, además de los hijos propios, o al no tenerlos, han acogido niños huérfanos o adoptado niños abandonados. ¡Cuánto valor tiene este amor tan gratuito! Eso sí, sabiendo que el derecho de adopción lo tiene el niño, y no los futuros padres. Los niños huérfanos o abandonados ya han sufrido lo suficiente, y lo que necesitan es una familia estable, de un padre y una madre que les quieran y ayuden.

          Los poderes públicos deben facilitar, con medidas concretas, que un niño sea siempre ayudado y acogido. Sólo así revertiremos la decrepitud demográfica que padecemos. Amemos la vida, y valoremos el esfuerzo de tantos padres, abuelos y familiares, que hacen tanto por los pequeños. Démonos cuenta que los hijos nos hacen mirar al futuro con esperanza, y que sin ellos no habría futuro.

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  Act: 19/02/24         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A