Trabajar por la Iglesia significa servir, sufrir y amar

Braga,.10.enero.2022
Arzob.
.José.Cordeiro,.primado.de.Portugal

          No es fácil ser cristiano en la Iglesia donde crecimos, donde nos relacionamos y donde socializamos desde la niñez, la adolescencia y la juventud. Pero es posible, confiando más en Dios que en nosotros mismos. Y también porque, como decía Fernando Pessoa, "la asombrosa realidad de las cosas es mi descubrimiento cotidiano".

          Todos debemos sentirnos pueblo santo de Dios, y en ese aspecto hay mucho por hacer. Pero siempre sabiendo que no será el cambio de estructuras o de circunstancias lo que producirá la buscada conversión del mundo. Queda mucho por hacer, pero siempre comenzando por la conversión personal, la conversión pastoral, la conversión misionera, y acometiendo desde ahí todos los desafíos que Dios le lance a la Iglesia.

          Esto lleva tiempo, claro, pues se trata de un trabajo laborioso, concienzudo y dedicado. Pero es algo posible de conseguir, sobre todo con mucho amor a la Iglesia. Lo peor sería no emprender el camino, o no saber adónde ir. Pero ya lo hemos emprendido, y estamos todos juntos, sufriendo las fatigas y el cansancio, las alegrías y la esperanza.

          En la Iglesia de hoy hay muchos procesos en marcha. Pero como ha dicho muchas veces el papa Francisco I, no se trata de hacer cosas, de multiplicar eventos o de cumplir planes pastorales, sino de iniciar procesos. También yo añadiría que el camino sinodal, que hemos comenzado este año, habría que ir haciéndolo más comprometido, participativo, comunicativo y misional. Éste ha de ser el sentido de nuestra responsabilidad y donación a la misión, analizando y comprendiendo todas las situaciones a la luz de la fe y de la entrega a Jesucristo y a su evangelio.

          Es verdad que en la Iglesia ha habido un camino de mayor conciencia de unidad sacerdotal y unidad eclesial. Pero todavía queda un largo camino por recorrer, comenzando por convertir el ejercicio de la autoridad en un ejercicio de servicio. Sobre esta base debemos siempre situarnos, y seguir adelante. La única forma de liderar es escuchar, amar y servir mejor. Tratemos de hacerlo de manera responsable, estando al servicio de los demás y no de nosotros mismos. Y cuando estemos en ese servicio, los resultados aparecerán, y se harán visibles.

          Algunas dificultades de hoy día nos vienen relacionadas con la resolución de problemas y conflictos, que existen en todas partes e incluso en las familias. Es el momento de estudiarlos todos ellos más profundamente, y buscar desde ahí las aplicaciones que hay que tomar. Y siempre en acción de gracias y con actitud positiva, porque las crisis, las cosas difíciles, o la cruz más pesada, fue siempre una cruz más florida si se vivió con Cristo. Como decía el papa Francico I, bromeando, el único sitio donde no hay problemas es el cementerio.

          Eso sí, cuando los problemas se convierten en conflictos, se trata de algo más complicado. Pero si éstos se encaran, ayudan a crecer, nos dan mayor madurez, nos hacen sentir vivo y encarnado el evangelio y aumentan el amor a esta Iglesia. Quien no sufre es que no ama, y si sufre es porque ama. Quien no ama, se queja, o critica, o intriga. Pero cuando se ama, se busca el mayor bien común. Vivamos enteramente para Dios y su Iglesia, y sirvámosle en el ejercicio de nuestra vida. Y él siempre estará presente en nuestro corazón y en nuestra historia.

          Cuando se nos pide que tomemos decisiones, a veces las tomamos rápidamente, con los datos que tenemos o con las medias verdades que nos han contado o documentado. Y eso no es lo verdadero y auténtico. La vida está hecha de infinitos comienzos, y de volver a empezar. Esa puede ser una buena medida a tomar, con humilde valor y con la confianza de que Dios es más grande, y puede otorgar el don de su gracia divina.

          En cuanto a la cercanía del presbítero al pueblo santo de Dios, el alfil a veces va por delante en el ajedrez, a veces va por el medio de la tabla y a veces va por detrás. Se trata de un ejercicio de mucha paciencia, y a veces hasta es necesario llegar al martirio de la paciencia. Pero Dios es más grande, y nos la dará.

          El seminario sigue siendo el corazón de la diócesis. Por ello, es importante que la formación de clérigos y laicos se concentre en esta casa. El futuro de la diócesis pasa por el seminario, y donde no hay formación permanente, hay frustración permanente. Oremos para que Dios nos dé las vocaciones que necesitamos para hoy en día.

          Cuando ejercía de sacerdote pasaba largos ratos con algunos sacerdotes y laicos, que me decían que hacían lo que podían. ¡No! Tenemos que hacerlo incluso mejor de lo que podemos. Si adoptamos esta actitud, la Iglesia crecerá e incluso nosotros también. Dios quiera que seamos cada vez mejores. Y en la medida de lo que yo pueda, haré todo lo posible para que esto suceda.

          No podemos caer en el lamento de que somos pocos, de que el territorio está despoblado, de que se vive tal o cual situación. ¡No! Tenemos que encontrar, como San José y San Bento, la valentía creativa, la humildad y la actitud justa. Y el resto sucederá, si Dios quiere que suceda. Cuando nos colocamos siempre en su voluntad, y en un mejor servicio a la Iglesia, sentiremos que no somos pocos, y que si no hicimos más fue porque no sabíamos o no pudimos. Con la colaboración de todos los hermanos, daremos lo mejor de nosotros mismos.

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  Act: 10/01/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A