Unir totalmente las iglesias de viejo rito cristiano

Bagdad,.3.octubre.2022
Arzob.
.Louis.Sako,.primado.de.Irak

          Las primitivas iglesias se establecieron en un entorno de diversas culturas, idiomas, tradiciones y geografías, y se fueron configurando a través de una misma fe esencial.

          He estudiado a fondo nuestra herencia oriental, así como los escritos de los padres de la Iglesia. Y no he visto nada que impida la fusión de la Iglesia Caldea y de la Iglesia Asiria de Oriente, bajo el nombre de una misma Iglesia. Lo mismo se puede aplicar a la Iglesia Católica Siriaca y a la Iglesia Ortodoxa Siríaca, que perfectamente pueden unirse bajo un mismo nombre.

          También es el caso de otras iglesias que comparten en común la tierra, la liturgia, el idioma, el patrimonio y la historia, y que perfectamente pueden unirse bajo un mismo nombre. No hay nada malo en ser caldeo, asirio, sirio o árabe, y al mismo tiempo pertenecer a la misma Iglesia. De hecho, a lo largo de nuestra historia estas iglesias han abarcado una serie de diferentes pueblos, nacionalidades e idiomas.

          Así pues, es posible estudiar a fondo tal proyecto unitario y llevar a cabo un diálogo valiente, para que podamos así garantizar nuestro futuro y presencia en las sociedades en las que vivimos. Este proyecto es de suma importancia en el este del Medio Oriente, donde la situación de minoría y la inmigración obligan a nuestra gente a dispersarse en nuevas diásporas. Seamos conscientes de ello, y de que somos minoría, y no esa gran mayoría que sí era el cristianismo de los 7 primeros siglos d.C.

          Sobre este mismo tema, me encantó leer el nombre de la hermana Iglesia Asiria durante la inauguración de su patriarcado en Erbil del 12 septiembre 2022, y que podría ser un buen ejemplo a seguir: la "Iglesia Santa, Católica, Apostólica y Asiria del Este".

          Por otra parte, en la Iglesia Apostólica Católica Oriental he encontrado otra bella expresión: la tradición apostólica (sucesión apostólica) para la ordenación sacerdotal, donde el patriarca pasa a ser para sus sacerdotes "pater et caput" (lit, padre y cabeza). Se trata de una Iglesia que, por otra parte, tiene los mismos sacramentos, una liturgia muy especial, y numerosas tradiciones y leyes que no se cruzan esencialmente entre sí.

          La unidad no consiste en configurar una asamblea humana formal (a forma de parlamento), ni tiene porqué disolver las identidades privadas para convertirlas en un patrón uniformista. Unidad significa más bien preservar la única fe común, al tiempo que se respeta el liderazgo de cada Iglesia (su tradición, liturgia, nacionalidad e idioma). Unidad significa que las iglesias se comuniquen entre sí, cooperen entre sí y se den la mano a la hora de trabajar en armonía. Y esta cooperación efectiva provocará un sentimiento de alegría, un refrigerio para todos y una nueva fuerza para llevar a cabo la misión.

          La unidad se inscribe en la naturaleza de la Iglesia, forjada por el propio Jesucristo: "Padre Santo, guarda a los que me has dado, para que sean uno como nosotros" (Jn 17, 11). Y se encuentra en la "verdad objetiva" expresada en diferentes declaraciones cristológicas por la Iglesia Católica y la mayoría de las Iglesias Apostólicas Ortodoxas Orientales. Se trata de una unidad real de fe (no ficticia) que todos pueden reconocer, una unidad teológica (interior) basada en la unidad de la Santísima Trinidad y bajo su patrocinio, una unidad en torno a un solo Dios en esencia y a tres personas divinas (Trinidad), en una misma operación, manifestación y expresión.

          Pero la unidad será posible tan sólo a través de la fe y de la oración, y como fruto de ellas. Pues la diversidad está todavía muy acentuada en todo lo administrativo (autoridad, presidencias...) y en todo lo cultural (nacionalidades, costumbres...). La Iglesia es diversa, pero no hay que olvidar que lo que nos une es mucho más grande que lo que nos divide.

          Así, habrá que ir forjando esta unidad en el amor, basada en el cuidado de las personas y de sus preocupaciones, asumiendo las responsabilidades de los demás y no sólo las nuestras. Lo que no es concebible es que las iglesias hablen sólo de cuestiones teológicas, y no del bien común y de la res publica.

          Es en lo que consiste la unidad en el amor, que debe sobresalir en nuestras relaciones públicas, en el cuidado de la naturaleza, en la atención a las personas (problemas, miedos, aspiraciones...) y en la defensa de la justicia y de la igualdad social, para disfrutar de una vida en paz, libertad y dignidad. No debemos tener miedo a enfrentar estos desafíos. 

          Algunas personas me criticarán por lo que suelen llamar "interferir en la política". Francamente, no me interesa la política, por mucho que defienda a nuestra ciudadanía, luche por las personas oprimidas e inste al gobierno iraquí a construir un régimen civil. No estoy afiliado a ningún partido en particular, y tampoco recibo sobornos de nadie.

          Y por eso vuelvo a repetirlo: debemos estar capacitados para comprender el aspecto humano, social y político de nuestras sociedades, para desarrollar nuestras habilidades y desempeñar nuestro papel de Iglesia, siguiendo los pasos de Jesucristo: "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Tenemos que dirigirnos al corazón de los cristianos y de los no cristianos, y hablarles como Cristo les habló. Este testimonio y comportamiento nos dará credibilidad, tanto a nosotros como a nuestras homilías.

          El ecumenismo radica en la diversidad y el pluralismo, pero comienza dentro de cada parroquia, de cada diócesis, de cada patriarcado y de cada Iglesia. Como ha dicho recientemente el papa Francisco I, en su discurso al clero en Kazajstán el 15 septiembre 2022:

"La fuerza de este pueblo santo y sacerdotal radica en su capacidad de sacar riqueza de su diversidad, compartiendo lo que somos y lo que tenemos. En efecto, nuestra pequeñez se magnifica cuando se comparte".

          Para terminar, planteo unos desafíos de trabajo ecuménico, en orden a esta unión de iglesias de viejo rito cristiano:

1º elaborar un nuevo plan eclesial, con una nueva visión eclesial, que llegue a cristianos y no cristianos, porque el mundo ha cambiado;
2º crear un vínculo muy fuerte entre nuestras iglesias, a través de la formación del clero y de la educación teológica y espiritual;
3º cuidar una serie de requisitos de la fe popular cristiana, entre los que quisiera enumerar:

-abrirse al presente,
-reconocer los signos de la presencia de Dios en ese presente,
-fortalecer la presencia cristiana en el Oriente convulso,
-afrontar los desafíos con esperanza,
-deshacerse del fanatismo eclesiástico, étnico o nacional, así como del egocentrismo.

          Finalmente, me gustaría concluir con una frase muy iraquí: ¡Quien no acepta el cambio se momifica a sí mismo!

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  Act: 03/10/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A