Vivir intensamente la liturgia, a nivel espiritual

Antioquía,.24.octubre.2022
Arzob.
.Youssef.Absi,.primado
.II.de.Siria

          Queridos hermanos, la gracia de Dios para todos vosotros, hijos e hijas melquitas, parroquias católicas griegas en los países árabes y fieles que estáis en los países de emigración por todo el mundo.

          Los libros litúrgicos de la Iglesia greco-católica melquita han aparecido con una nueva forma en los últimos 15 años. El Sínodo eclesial ha dado su acuerdo a estos libros, y yo ahora también los apruebo bajo decreto patriarcal. Estos libros contienen prefacios teológicos, litúrgicos y espirituales, así como consejos prácticos que ayudarán a los que rezan a entender los servicios litúrgicos y a celebrarlos de manera adecuada.

          La oración ocupaba un lugar esencial en la vida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, tanto a nivel de oración privada y vigilias nocturnas (durante la cual se pasaba toda la noche en oración) como de oración comunitaria diaria (la que mantenía muy a menudo con sus discípulos, tanto en las sinagogas y el templo como por los caminos de Galilea, en que les enseñó a rezar). Los santos también sobresalieron en la vida de oración, y la vida cristiana que tenemos hoy día es el fruto de las meditaciones de nuestros santos padres y su elevación espiritual hacia Dios, con oraciones que han enriquecido la Iglesia.

          Entre los frutos de nuestra Iglesia greco-católica melquita están estos nuevos libros litúrgicos, un gran tesoro espiritual en el que se realiza lo dicho por Jesús, a la hora de hablar del Reino de los Cielos: "Esto es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo, y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo" (Mt 13, 44).

          Es vitalmente necesario caer en la cuenta de la importancia de la liturgia, y que todos adoptemos unas mismas medidas y unas mismas prácticas. Las que sean necesarias, pero firmes y definitivas. Porque a veces nos encontramos en un altar una versión de la Divina Liturgia, y luego vamos a otro altar y encontramos una versión diferente, tanto en las palabras como en la liturgia de las manos de la gente y en los cantos del coro. Y esto no sólo ocurre en las parroquias, sino también en los monasterios.

          Es el momento de unificar los libros litúrgicos, según el orden requerido por la Iglesia y para que la liturgia sea una imagen clara y radiante, honorable y espléndida, de la unidad de nuestra Iglesia. Ahora es posible. Es verdad que los libros de oraciones están bien ordenados y muy bien establecidos, pero hay que unificarlos, para que todos los fieles recemos lo mismo a Dios.

          Pero vayamos a los principios teológicos que han de mover esta liturgia eclesial.

          En 1º lugar, la eucaristía es el misterio de los misterios y la fiesta de las fiestas. Los sacramentos son signos y aspectos del misterio de Dios, que tomó forma humana para dotar a la humanidad de su forma divina. Y dado que la eucaristía es el sacramento de los sacramentos, ha de ser la que corone todas las diversas oraciones y servicios de la liturgia.

          La espiritualidad eucarística condensa todas la espiritualidad del año litúrgico, y permite a la humanidad entrar en el misterio pascual de Cristo, haciendo a cada persona un ser pascual y permitiéndole participar en la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

          En 2º lugar, los Hechos de los Apóstoles nos dicen que los cristianos se reunían no sólo para partir el pan, sino también para escuchar la predicación (Hch 2,42, 20,7). La liturgia expresa simbólicamente, a través del intercambio del libro del evangelio, el contenido de los libros sagrados de los 2 testamentos. Y así da cuenta de la promesa del AT, en la realidad del NT: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria" (Jn 1, 14).

          Se trata de un misterio (la liturgia de la Palabra) que Dios nos entregó por el mero hecho de amarnos libremente, como bien dijo el apóstol San Juan: "Dios tanto amó al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Por todo ello decimos que la liturgia de la Palabra es la conmemoración que hace presente en nuestra vida, oral y místicamente, los acontecimientos de la salvación, como leemos en la oración del Presanticifandos:

"Ahora los poderes divinos sirven invisiblemente con nosotros. He aquí el rey de la gloria entra. Esta es una ofrenda mística realizada sucede sin nuestra verlo. Con fe y amor acerquémonos, para participar en la vida eterna".

          En la divina liturgia, sin dejar de estar en la tierra, la liturgia terrena se une a la liturgia celestial, en la que las miríadas de ángeles atribuyen la gloria y la alabanza a la Trinidad divina, una en esencia, diciendo: "Santo, santo, santo, el Señor Dios de los ejércitos. El cielo y la tierra están llenos de tu gloria" (Is 6, 3).

          Se trata del canto celestial que cada día oímos y repetimos en el corazón de la Iglesia. Y es que la liturgia nos traslada al cielo, nos abre a una dimensión escatológica y nos "hace participar, de forma anticipada, de la liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos" (Vaticano II, Sobre la Sagrada Liturgia, 8).

          Y no sólo eso, sino que la liturgia trae también el cielo a nosotros, y se permite el lujo de entrar en nuestra vida cotidiana. Así que la tierra se convierte en el cielo, y la vida se convierte en una visión cristiana con dimensión cósmica universal. Por eso se dice que la divina liturgia es el cielo en la tierra.

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  Act: 24/10/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A