10 de Octubre

Santo Tomás de Villanueva

José Ignacio Tellechea
Mercabá, 10 octubre 2025

Semblanza

         Nació en 1486 en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), en el seno de una familia de molineros que siempre creó en su hogar un calorcillo y atmósfera acogedora para el necesitado, en forma de pan, vino y una dádiva humilde y humana. Un clima familiar, sosegado y pródigo, en que particularmente influyó la abnegada y generosa madre. Y en que el pequeño Tomás aprendió, ya desde su 1ª infancia, a desprenderse largamente de sus meriendas y vestidos.

         Siendo ya joven, marchó Tomás a estudiar Artes y Teología a la Universidad de Alcalá, tras lo cual ganó la cátedra de Artes y ejerció de profesor de la Universidad de Alcalá. Hasta que sintió la llamada de Dios y decidió ingresar en la Orden Agustina (ca. 1516) y ser ordenado sacerdote (c. 1518), en el Convento Agustino de Salamanca. Una etapa intelectual y cultural en que, alentado por sus favoritos San Agustín, San Bernardo y Santo Tomás de Aquino, nos dejó Tomás su propia visión:

"Enorme fatuidad la de quienes pretenden resplandecer mucho con la lámpara de la cultura desprovista del óleo de la caridad. Sólo el ungido penetra los arcanos del universo. Noche y día andamos enfrascados en los libros. Dejamos el cultivo de la piedad para lo último. ¡Oh si estimásemos tanto el aceite como la lámpara! Queremos resplandecer, lucirnos como Lucifer, pero no arder. Creedme, amantes de la cultura, si queréis brillar, ungíos y compungíos íntimamente".

         Villanueva fue un fraile de rostro moreno y ascético, de ojos obscuros y melancólicos. Y el pueblo de Salamanca, con su abigarrada turba de universitarios, nobles y magistrados (y hasta Carlos I de España con su corte) escucharon con regalo a quien creía lo que predicaba, y predicaba lo que vivía. Su legado espiritual nos llega a nosotros en los 6 tomos de sus Sermones, que son voces de su alma.

         Villanueva levantó la cultura y celo de su Orden, como prior por duplicado en Salamanca, Burgos y Valladolid. Fue también provincial por 2 veces de Castilla y Andalucía, así como comisario, visitador y reformador de sus hermanos. Quiso levantarlos con su palabra y su ejemplo, al culto litúrgico, noble y hermoso, al estudio continuado y a la caridad perfecta.

         En cuanto a su paso por la sede del Arzobispado de Valencia, el arzobispo Villanueva entró en la ciudad el 1 enero 1545. Vivió en austeridad, con hábitos pobres (que remendaba él con su mano) y total sobriedad y desnudez en su casa. Pues como él mismo decía: "Yo soy pastor, y como tal, me debo enteramente a mis súbditos".

         Para satisfacción de esta deuda de caridad, entregó a los suyos su doctrina y su palabra, su consejo, su solicitud penosa, todos sus dineros y su persona al completo. Predicó continuamente, se acercó a cárceles y hospitales, visitó las parroquias de la ciudad y del arzobispado, clamó contra los abusos, corrigió a los descaminados, satisfizo por ellos con su penitencia y gimió mucho ante Dios, pidiendo más luz y fuego para su Iglesia de Valencia.

         Cristo, María y los sacramentos eran las fuentes de su espíritu. Y la confianza en Dios, la reforma personal y la oración inflamada, los cauces por los que él se deslizó. Como vivencia suprema de su total entrega, se consagró totalmente a su pueblo, en admirable ejemplo de abnegación. A su casa, siempre abierta al pobre, acudían centenares de necesitados, y también los propietarios de las rentas del arzobispado (de las que él era el único tesorero).

         Al incalculable caudal de ducados que esparció (a voleo y sin tasa) a familias menesterosas y a doncellas casaderas, añadió él la recogida de niños expósitos y el sustento de sus nodrizas, la creación de un cuerpo de médicos y cirujanos que asistiesen a los miserables y la fundación de un seminario en que se educasen los futuros sacerdotes.

         Tomás de Villanueva fue un propagador del consuelo, de la doctrina y del ejemplo. En cada pormenor implicó toda su personalidad, y en cada ocasión que tenía repetía: "Amad, oh ricos, a los pobres, hermanos vuestros, redentores vuestros". Por eso se quedó totalmente vacío, hasta el límite, la noche en que murió santamente, un 8 septiembre 1555.

         Efectivamente, el 8 septiembre 1555 moría el arzobispo de Valencia en medio de la máxima pobreza y desprendimiento. Su gesto final fue de generosidad extrema, y se distribuyeron en 2 jornadas 5.000 ducados de limosna por mandato del santo prelado: "Dense prisa (decía casi agonizante), para que no quede ni un céntimo, y no quede en mi casa ni uno de esos dineros". Hasta la cama en que iba a morir se podía decir prestada, pues la había regalado a un criado que no estuvo presente en el reparto de muebles entre sus servidores. Toda una estela de bondad.

         Elevado a los altares en 1618, su dulce figura continúa por siempre (como lo pintan los artistas) benignamente inclinada hacia las miserias humanas. San Agustín, su padre en el espíritu, nos hablaba de los "ricos pobres" y de los "pobres ricos". Porque no son las cosas, sino las almas, las que se encierran en egoísmo despreocupado, o se abren mansamente a la misericordia.

         "La caridad cubre la muchedumbre de los pecados" dice la Escritura (1Pe 4, 8). Pero cuando en limosna damos la vida completa, en borbotones de sangre o derramada suavemente como aceite, hemos llegado a la plenitud del amor (Jn 15,13), y podemos llamarnos con gozo verdaderos hijos de Dios (1Jn 3, 1). Es lo que practicó hasta su tumba el arzobispo Santo Tomás de Villanueva.

 Act: 10/10/25     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A