10 de Septiembre

San Nicolás de Tolentino

Victorino Capanaga
Mercabá, 10 septiembre 2024

         Nació en 1245 en San Angelo de Fermo (Ancona), en el seno de una familia pobre pero llena en virtud. Se cree que fue el fruto de una devota peregrinación que sus padres hicieron al Santuario San Nicolás de Bari, en el que su madre pidió un hijo a Dios para entregárselo a su divino servicio. Ya de niño, pasaba el pequeño Nicolás muchas horas en oración, aplicando su mente a Dios de manera maravillosa. Así mismo, mostró un tierno amor a los pobres, llevando a casa a los que se encontraba.

         Desde los 8 años adoptó el hábito de ayunar 3 días a la semana (miércoles, viernes y sábados), y más mayor añadió también los lunes. Durante esos 4 días solo comía una vez por día, a base de pan y agua. Su corazón perteneció siempre a la Iglesia, y sus padres no escatimaron en proporcionarle los mejores libros, para que todo eso lo tuviera a su alcance.

         Siendo ya joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la Iglesia del Salvador, ocupación que le permitía ocuparse del servicio a Dios y consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones. Como aseguró uno de los testigos en el Sumario de canonización:

"Nicolás era un joven puro, modesto, sin ambición, afable, comunicativo, tranquilo, enemigo de la envidia y del escándalo, moderado, recto, prudente, discreto, despreciador de la avaricia, diligente, atento para sus dependientes, joven de buen sentido, leal, humilde, cortés. Y aunque pálido, de una hermosura angelical, que resplandecía más en contraste con la negrura del hábito, que llevaba con decoro. Era comúnmente respetado y venerado".

         Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, y cumplidos los 13 años, escuchó en cierta ocasión un sermón, de un fraile de la Orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo. Y definitivamente, decidió renunciar al mundo de manera absoluta, e ingresar en la orden de aquel santo predicador, en el Convento San Ginés de Tolentino.

         Nicolás pasó 5 años de noviciado bajo la dirección del mismo predicador, dedicándose al estudio, al trabajo manual y a las ocupaciones ordinarias. Hasta que, cumplidos los 18 años, hizo su profesión religiosa. Como fraile practicante, fue enviado a varios conventos agustinos de Recanati y Macerata, y en ambos tuvo una buena acogida. Como asegura un testigo en su proceso de canonización: "No perdía un momento de tiempo", y a cada mandato de los superiores respondía libenter faciam (lit. haré con gusto).

         En 1269 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo, en el Convento de Cingole. Y durante 6 años fue enviado a los conventos agustinos de Valmanente, Recanati, Montegiorgio, Plaiolino, Treia, Montolmo y Fermo. Tal vez sus buenas prendas de predicador fueron la causa de sus viajes y cambios, según opina el padre Concetti.

         Estando en Valmanente tuvo una visión que definió su fisonomía espiritual. Una noche le despertaron las voces lastimeras de un alma del purgatorio, la de su pariente fray Peregrino de Osimo: "Te pido, por favor, que celebres la misa de difuntos para que me vea libre de las penas que padezco".

         Durante los 30 años de su vida sacerdotal, Nicolás vivió en Tolentino, y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los días, y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los ancianatos, hospitales y prisiones, y pasaba largas horas en el confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo, llegaban siempre al corazón, y dejaban huellas que perduraban en quienes lo oían.

         A nivel de predicación y confesión, fue Nicolás un predicador de mucha reputación, y un guía espiritual de almas muy estimado. Como decía de él Aldisia Giacomucci, devota suya:

"Conocía a fray Nicolás más de 10 años. Era sumamente atrayente para los penitentes, a quienes instruía y daba consejos para evitar los pecados, ofreciéndose a hacer penitencia por ellos. Lo sé esto porque muchas veces me confesé con él, y me lo han contado las personas vecinas que también le confesaban sus pecados".

         O como declaró Nina Jocarelli, otra penitente suya:

"Con frecuencia me confesé con fray Nicolás. Por lo que yo podía comprender, me parecía un santo, de muy buenos modales, humilde y cortés. Siempre que me confesaba con él y recibía su bendición, volvía a casa llena de consuelo, y me parecía haber recobrado la agilidad de un pájaro".

         Imponía Nicolás ligeras penitencias, porque él mismo se ofrecía a satisfacer por los penitentes. Por eso, según atestigua fray Ventura, "comúnmente los hombres y mujeres de Tolentino, así como los forasteros, corrían al confesionario de fray Nicolás, así como él era llamado particularmente al lecho de los moribundos".

          Como colector de limosnas, iba Nicolás por todas las casas de Tolentino, pidiendo colectas para los pobres. Como recuerda el testigo Pedro de Macerata:

"Cuando yo era pequeño, muchas veces vi a fray Nicolás pidiendo pan por las calles de Tolentino. Iba bajito y humilde. Su colecta era copiosa y con ella proveía también a muchos pobres de la ciudad. A los más indigentes iban sus mejores atenciones y socorros".

         En el aspecto contemplativo y ascético, sostuvo Nicolás muchos combates de espíritu y enfermedades corporales, provocadas por el mismo demonio, que le apaleaba y causaba graves heridas, hasta dejarle cojo. Como declaró Nuccio de Rogerio: "Yo mismo le vi aquella herida grande y molesta en la pierna, de origen nada natural". Hasta 20 días de cama hubo de guardar en cierta ocasión, por los malos tratos del demonio. Su enfermero, fray Giovannino, observó así mismo "lívidos rosetones en la cara, en los brazos y espalda".

         Dormía Tolentino sobre una yacija de paja, sirviéndole el manto de cubierta. Tenía en la celda un saquito de habas, sobre el cual solía arrodillarse para orar. Lo guardaba escondido, para que no se lo vieran los frailes, pero no pasó desapercibido a la curiosidad de fray Mancino de Forte, como declaró en su proceso. Ayunó con mucho rigor durante su vida, según se lo permitían las enfermedades. Y con agua fría desaboraba las legumbres y verduras cocidas.

         También flagelaba su carne con ásperos instrumentos. Como declaró poco después de su muerte el doctor Berardo Apillaterra, notario de la localidad de Tolentino:

"Cuando lavaron su cadáver, yo me hallaba presente. Y le vi en la espalda unas manchas lívidas, y preguntando a los frailes la causa del fenómeno, me dijeron que eran efecto de las flagelaciones. Iba modestamente por la calle, con la capucha calada, de modo que era difícil verle bien el rostro".

         Como sacrificio personal, Nicolás supo llevar durante mucho tiempo sus dolores de estómago, así como los malos humores. Hacia los últimos años de su vida, y cuando su enfermedad estomacal se acentuaba, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las pequeñas raciones que acostumbraba ingerir. Pero aunque Nicolás lo hizo así, su salud continuó igual.

         Una noche se le apareció la Virgen María, le dio instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera, prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre los enfermos. Y esta práctica parece ser que produjo numerosos favores y sanaciones.

         Pero la enfermedad de Nicolás no se había ido sino de forma temporal, y al poco tiempo volvió, teniéndolo todo un año con intensos dolores estomacales. Al cabo del año, murió el 10 septiembre 1305, a los 60 años y mientras era confortado con la absolución general y el viático, en manos de fray Giovannino (que le repetía al oído el verso del salmo preferido del moribundo: "Me ofrezco en sacrificio de alabanza a Vos, Señor").

         Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de su Convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la misa. En el 40º año después de su muerte, su cuerpo fue encontrado incorrupto, y fue expuesto a los fieles. Durante esta exhibición, los brazos del santo fueron removidos por un agustino alemán (fray Teodoro), y al punto empezó a salir de ellos flujos de sangre, que al punto fueron presenciados y documentados (en los Archivos de Camerino). Un siglo después, los brazos amputados se hallaban completamente intactos y empapados en sangre. Y hasta 20 veces más se desangraron, hasta 1699.

         Su cuerpo ostentaba las huellas de los malos tratos del demonio, que a lo largo de toda su vida sufrió. Una devota suya y penitente le lavó los pies y manos y recogió, y guardó el agua en una garrafa, conservándose ésta limpia e intacta por muchos años. Al poco tiempo comenzaron los milagros y romerías a Tolentino, atraídos por el olor del santo. Fue de mucha fama la resurrección de una muchacha de Fermo, de 12 años y llamada Filipina.

         A San Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o están en peligro de perder la vida o la libertad, y también se lo invoca como protector de la maternidad y la infancia, de las almas del purgatorio, de la buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.

 Act: 10/09/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A