14 de Agosto
San Maximiliano Kolbe
Siervas
de los Corazones
Mercabá, 14 agosto 2024
María Dabrowska era una joven piadosa que pensó hacerse religiosa "para gozar del paraíso junto a las almas puras". No obstante, su patria Polonia estaba ocupada por los rusos, y éstos habían cerrado los conventos y dispersado a los religiosos, salvo a algún que otro convento clandestino. Entonces rezó: "Señor, no quiero imponer mi voluntad. Si vuestro designio es otro, dadme al menos un marido que no blasfeme, y no vaya a beber alcohol a la taberna, para divertirse".
María deseaba emprender una vida familiar cristiana, y Dios la escuchó. El elegido de su corazón fue Julio Kolbe, católico fervoroso que pertenecía a la Tercera Orden Franciscana, de la cual era dirigente y en la que ingresó ella también. Era un novio dulce y sensible, casi tímido y sin vicios. Hasta que se casan y en su casa de Pabiance plantan un taller de trabajo, junto a un altarcito con la imagen de Czestochowa.
Allí nacieron sus 5 hijos varones, y entre ellos Raimundo, el 8 enero 1894 (futuro Maximiliano). La casa de los Kolbe era pobre pero llena de amor. Y los padres, laboriosos y religiosos, educaron con rectitud a sus hijos, siguiendo el ideal de San Francisco de Asís.
Vocación franciscana
En la Pascua de 1907 realizaron los franciscanos conventuales una misión popular en Pabiance, anunciando en su despedida el padre Haczela que se había abierto en Leopolis un seminario para los que decidieran consagrarse al Señor en la Orden Franciscana.
Raimundo sintió surgir en su interior la vocación sacerdotal, ya preparada por la Virgen y por la vida Franciscana de su hogar. Así que él y su hermano Francisco hablaron en la sacristía con los misioneros, pidiéndoles que los recibieran en la Orden.
Raimundo ingresaba así en los Frailes Menores Conventuales, el mes de octubre de 1907 y en la ciudad de Lvov, bajo nombre de Maximiliano María. Según el padre Wilk, se trataba de un chico "diligente en el cumplimiento de sus deberes, dotado por las matemáticas, obediente a los profesores, servicial con los compañeros, alegre y equilibrado", añadiendo que un episodio se le grabó para siempre: "Entrando en una sala, vi a Maximiliano de rodillas ante una gran cruz, absorto y en oración".
Pero entró la crisis en los 2 hermanos, y Maximiliano llegó a convencer a su hermano de abandonar el seminario. ¿La noche oscura del alma? ¿O temor ante un reto que él se tomaba tan en serio que le pareciera por encima de su potencial?
Cuando estaban por hablar con el superior, de pronto les visita la madre llena de alegría al verlos. Y orgullosa les cuenta que el hermano menor también va a entrar en la orden. Además, ella y su esposo ¡también tenían vocación religiosa! La madre les aseguró que ella siempre oraría por sus hijos, y con abrazos y lágrimas acentuaba sus palabras.
Aquella visita disipó todas las dudas en los corazones de los hermanos, y 9 años mas tarde recordaba Kolbe aquella visita en una carta a su madre, considerándola "salvadora y providencial, así como regalo de la Inmaculada". No obstante, su madre le contesta con tristeza que su hermano Francisco ha dejado la Orden.
El 4 septiembre 1910 vistió el sayal franciscano, ciño a su cintura el cordón de San Francisco, y comenzó su año de noviciado. ¡Que gran emoción, y tenía apenas 16 años! En el otoño de 1912, el padre provincial dispuso que, junto a otros, siguiera Maximiliano sus estudios de filosofía y teología en Roma. Los años romanos serán fecundísimos, y decisivos en la vida de Maximiliano.
En 1917, y por razón del 75 aniversario de la conversión de Alphonse Ratisbon (antiguo agnóstico anti-católico, de linaje judío), Maximiliano fue inspirado a fundar una asociación pía de fieles, bajo nombre de Milicia de la Inmaculada. Su propósito era promover el amor y el servicio a la Inmaculada, así como la conversión de las almas a Cristo.
Era también ese el año de las apariciones en Fátima, y la Milicia debía responder ante la conversión y santificación de los no católicos, especialmente aquellos que rechazaban a la Iglesia. Sus miembros se consagran a la Virgen María, y cada día lo viven por la conversión de los pecadores, esforzándose por establecer el Reino del Corazón de Jesús sobre el mundo.
A lo largo de 7 años (1912-1919), Maximiliano es absorbido por el estudio, y termina en Roma sus 2 doctorados, el 1º de ellos en Filosofía (ca.1915, en la Universidad Gregoriana) y el 2º en Teología (ca. 1919, en el Colegio Seráfico Internacional). No tenía por ello ningún deseo de vanidad intelectual, sino que su deseo era "poder confundir a los incrédulos".
"Por la misericordia de Dios a través de la intercesión de la Inmaculada, el 28 abril 1918 fui consagrado sacerdote de nuestro Señor Jesucristo", anota Maximiliano. Y celebra su 1ª misa en el Altar de la Aparición de la Iglesia San Andrés delle Fratte de Roma, lugar de la conversión de Alfonso Ratisbonne. Es su 1º sacrificio eucarístico, a los pies de su Reina inmaculada.
Milicia de la Inmaculada
El padre Kolbe vuelve a su Polonia querida. Tiene sólo 25 años, pero intelectual y espiritualmente es un hombre cabal. Pero tiene mala salud, y sus pulmones están lesionados. "Ha vuelto enfermizo, débil y sin dar grandes esperanzas de trabajo", escribe el padre Kubit. Pero había vuelto con una fuerza espiritual extraordinaria. Pocos lo escuchaban y lo comprendían y no faltaron las persecuciones y luchas, las calumnias y obstáculos. "Sin embargo, aunque todo este en contra de nosotros, tenemos, cual faro y brújula la santa obediencia, a través de la cual se manifiesta la voluntad de la Inmaculada".
En Cracovia enseña Historia de la Iglesia, y organiza el 1º grupo de la Milicia fuera de Italia. Y ante su mal estado de salud, la Orden Franciscana decide liberarlo de otros cargos, para que pueda dedicarse exclusivamente a la promoción de la Milicia. "La Milicia de la Inmaculada es todo el ideal de mi vida", decía el padre Kolbe, que hablaba de ella y exaltaba su misión. Insistía en la necesidad de organizarse, e invitaba a todos a asociarse a la Milicia, contagiando entusiasmo por todas partes. El 7 octubre 1919 rubrican su adhesión a la Milicia 6 hermanos clérigos, con el padre Keller al frente.
Pese a su pobre salud, fue dada la sesión inaugural de la Milicia, el 12 enero 1920. En ese día el padre Kolbe pudo cosechar para la Inmaculada la adhesión y consagración de todos aquellos a los que el había formado y comunicado su fuego mariano. Entre ellos había estudiantes y obreros, soldados y amas de casa. A pesar de la oposición y altibajos, muchos habían sentido un llamado interior de renovación cristiana, a la luz de la Inmaculada, y se consagraron para ser "cosa y propiedad" de la Inmaculada, esclavos de ella, y como ella lo había sido del Señor (Lc 1, 48).
El amor a la Inmaculada reclama un medio para comunicarlo y para salvar almas. Se debe hacer todo lo posible para llegar a todos y forjar santos que dieran su vida por amor. Además los miembros necesitaban vincularse y formar una verdadera familia espiritual, armarse con una visión clara de los designios de Dios, llegar a una coherencia de vida. Para ello nació la necesidad de un boletín de enlace. La Milicia debía utilizar todo medio de propaganda y divulgación, para el advenimiento del reinado de María.
En la mente del padre Kolbe, todo caballero de la Inmaculada debía tener un aliento amplio y generoso. No sólo debía servir para estrechar vínculos de fervor entre los asociados de la Milicia, sino que también debía abrirse a todas las familias de Polonia y del mundo. Debía "llevar a la Inmaculada a las casas, para que las almas, acercándose a María, reciban la gracia de la conversión".
En noviembre de 1922 la Milicia se traslada con todo su taller a la ciudad de Grodno. Kolbe quiere conquistar para la gloria de la Virgen el mundo entero, con las nobles armas de la cultura y verdad. Y quiere "forrar el mundo entero con papel impreso para devolver a las almas la alegría de vivir".
Allí el crecimiento de la Milicia será vertiginoso en sus 2 vertientes, la editorial y la vocacional. Maximiliano había emprendido esta nueva tarea editorial en nombre de la Inmaculada. Pero como toda obra nueva, conoció las dificultades iniciales, y le costo tiempo hasta que llegó a ser conocida y apreciada.
La Milicia necesitaba servidores, pero debían ser consagrados y no obreros a sueldo. El altísimo ideal mariano requería ser servido con todo el corazón y para toda la vida. La entrega y la generosidad de los servidores de la Inmaculada debían ser incondicionales y sin limites. El trabajo que realizarían, debía ser una liturgia, un acto de amor, una ofrenda. Como no paraba de repetir Kolbe, la obra de María no podía ser una simple empresa comercial, sino una consagración:
"No olviden, muchachos, no se trata de ganar suscritores, sino de salvar almas. Es importante que se imprima El Caballero en millones de ejemplares, pero es más importante que con él se envíe una oración, porque cada número ha de ser preparado con la oración, con el postrarnos de rodillas".
Maximiliano hizo fotografiar a los hermanos, en habito franciscano y ocupados en las distintas fases de trabajo en el taller. Y publicó las fotos, causando tremenda conmoción entre los jóvenes, al ver frailes y monjas llenos de gozo en el servicio a la Virgen, por medio de la imprenta. Cundieron los deseos de consagrar la vida a la Virgen, vinieron mas vocaciones. Una llamada a evangelizar con todas las fuerzas con la imprenta pero desde una base de vida consagrada y sin diluir las exigencias de los votos. He ahí la profunda innovación del padre Kolbe.
La técnica del taller debía servir a la Inmaculada dentro de una vida en la bienaventuranzas, con los votos religiosos y con el mas exigente seguimiento al Señor. El padre Kolbe era exigente como lo era consigo mismo, y por eso les pide sus mismos ideales religiosos y marianos: una obediencia total, una filial devoción a la Virgen, fervor de apostolado a través de la prensa y otros medios de progreso moderno, heroicos renunciamientos según el lema: "¡Nada para si, todo para la Inmaculada!".
El diario se publica según 3 ideas: formato pequeño, el más bajo costo, noticias frescas, breves y abundantes. Y todo con el fin de llevar el conocimiento de la Inmaculada entre las clases mas humildes.
A los periodistas, Kolbe les sugiere 5 pasos: 1º escribir la verdad objetiva aportando documentos; 2º escribir no toda la verdad, sino sólo la que sirve al bien público; 3º no condenar a los que se equivocan; 4º no apresurarse a la afirmación de una mala voluntad; 5º respetar siempre la autoridad espiritual y civil (Masiero, 159).
He aquí un diálogo del padre Kolbe con los jóvenes:
—¡Quiero que seáis grandes santos!
—Padre, ¿no le parece pedir demasiado?
—¡No! La santidad no es un lujo, sino un deber y un compromiso de familia. Dios lo quiere: "Sed santos, porque yo soy santo". Todo hijo ha de imitar a su madre, y nuestra madre es la Inmaculada. Por eso debemos ser santos.
—Pero ser santo, ¿no es algo engorroso?
—No, muchachos, es lo más sencillo y fácil. ¿Tenéis una tiza? Pues bien, aquí está la fórmula de la santidad: v = V = S.
—Eso no es más que una ecuación.
—Sí, pero en ella la v es nuestra voluntad, y la V es la voluntad de Dios. Y cuando ambas chocan, la ecuación no funciona. Mientras que cuando ambas se acoplan, se consigue la S de santidad. ¿Verdad que es sencillo? (Winowsca, 153)
Como no paraba de repetir Kolbe, "la vida es breve, y hemos de emplear todo nuestro tiempo. Se vive sólo una sola vez, y por ello es necesario ser santos, pero no a medias sino de forma total" (Ricciardi, 306). Así como hizo una modificación de la consigna de San Ignacio de Loyola, enseñando que "no sólo ad maiorem Dei gloriam, sino ad maximam Dei gloriam" (Winowka, 154).
En 1929, entre enfermedad y dificultades el padre Kolbe se lanza a su nueva fundación en unos terrenos que le fueron logrados milagrosamente: su ciudad mariana Niepokalanov, o ciudad de la Inmaculada. Decía que él, la Milicia, y cada caballero, son cosa y propiedad de la Virgen. En Niepokalanov María lo es todo: es el corazón y la meta; es el ideal y la fuerza. Por ella se trabaja, se vive, se sufre, como por ella se muere. Los caballeros son los hijos felices y los servidores fieles de la Madre celestial. ¡Todo a la mayor gloria de la Inmaculada!
Estaba formada Niepokalanov por un convento de sacerdotes y hermanos franciscanos, comprometidos a promover la Milicia por todas partes por medio del uso de todos los medios de comunicación que estuviesen a su alcance. También tenía una capilla, y más tarde se trajeron las maquinarias y todos los elementos de la imprenta.
La aspiración del P. Kolbe era que Niepokalanov fuera una escuela de santidad, y "no sólo para mayor gloria de Dios, sino para la máxima gloria de Dios". Todos eran pobres y felices, y como repetía el padre Kolbe, "Niepokalanov no es un edificio ni una maquinaria, sino que es nuestra alma y nuestro corazón".
Misiones en el Japón
Dos años mas tarde Maximiliano, como respuesta a una llamada del papa a los religiosos, en favor de las necesidades de la Iglesia en el Oriente, decide marchar al Japón, para fundar otra ciudad de la Inmaculada: Mugenzai. La visión de Maximiliano era llevar la Inmaculada a todo el mundo. En Roma ya había pensado en esto. En una ocasión, al encontrarse con un japonés pagano sintió el deseo de evangelizar ese país. Ahora le parece que ha llegado el momento.
Kolbe pide permiso para irse al Japón pero su superior no lo cree posible. No habla japonés ni tiene contactos para semejante obra. Y allí se somete con obediencia pero sabía que la Inmaculada lo quería y que por medio del superior se manifestaría su voluntad. Esa noche el superior no pudo dormir. Al fin el padre Kolbe recibió permiso para ir a Japón con 4 frailes. Tan sólo los movía el amor a la Virgen Inmaculada.
El 25 mayo 1930 llega a la Niepokalanov este telegrama: "Hoy expedimos El Caballero en japonés. Tenemos imprenta. Viva la Inmaculada". En efecto, Kolbe había escrito desde Mugenzai, llevando la buena notica a Niepokalanov.
Al leer el telegrama, no faltaron frailes que quedaron estupefactos y gritaron milagro, ya que, humanamente hablando, el hecho era inexplicable. El milagro fue fruto de la fe en Dios y la inmensa confianza en la Inmaculada. La heroicidad del trabajo intenso, los grandes sufrimientos, la oración y sacrificio. La Virgen corresponde a sus fieles.
En los años de 1935 y 1936, y ante el clima cálido y húmedo del Japón, las condiciones de salud de Kolbe habían empeorado notablemente, sufriendo frecuentes vómitos de sangre. Y ante el agravamiento de su salud, el Capítulo Provincial Franciscano de 1936 pidió al padre Kolbe que volviera a Polonia.
Calvario de la II Guerra Mundial
Vuelve a Niepokalanov en 1936, y bajo su dirección el número de frailes crece hasta exceder en los meses próximos a la II Guerra Mundial, el nº de 900. El apostolado de publicaciones producía en exceso de 1 millón de revistas mensualmente, y 125.000 ejemplares de un diario destinado para el millón de miembros de la Milicia en el mundo.
Pero el padre Kolbe no se hace ilusiones, ni se deja absorber por los triunfos. Y más bien presentía su fin, y el acercarse del calvario para sus hijos. Hizo de los 3 años en Niepokalanov un cursillo de formación. Cada día se reunía con los hermanos de una sección. Aprovechaba toda ocasión para enseñarles una nueva verdad acerca de la Inmaculada y para prepararlos para todo evento. Lo que la Virgen le enseñaba el lo compartía con los suyos.
Y así pasaron los meses. En marzo del 1938 dice a los hermanos:
"Hijos míos, sepan que un atroz conflicto se avecina. No sabemos cuáles serán las etapas. Pero, para nosotros en Polonia, hay que esperar lo peor. En los primeros 3 siglos de historia, la Iglesia fue perseguida. La sangre de los mártires hacía germinar el cristianismo. Cuando más tarde la persecución terminó, un padre de la Iglesia comenzó a deplorar la mediocridad de los fieles y no vio con malos ojos la vuelta de las persecuciones. Debemos alegrarnos de lo que va a suceder, porque en las pruebas nuestro celo se hará más ardiente, ¿Y que? ¿No estamos acaso en las manos de la Virgen? Nuestro ideal, ¿no es también dar la vida por ella? Se vive una sola vez, se muere una sola vez. Vida y muerte, pero como gustan a ella" (Winowska, 160).
Y poco después añadía:
"La guerra está mas cerca de lo que pueda preverse, y las persecuciones en períodos bélicos son posibles. Uds. Los profesores, que son los padres espirituales de Niepokalanov, deben estar preparados para tiempos peores. Esto ciertamente lo permite la Inmaculada pare nuestro bien".
"Estallada la guerra, sucederá la dispersión de la comunidad. No nos contristemos, sino que debemos conformarnos con la voluntad de la Inmaculada. Que esa conformidad con la Inmaculada sea cada día más fuerte, sentida y viva. De esta manera, la persecución no nos hará daño, sino que acrecentará nuestra santidad" (Ricciardi, 307)
Tres días antes de estallar la guerra prepara los corazones:
"Trabajar, sufrir y morir caballerescamente, y no como un burgués en la propia cama. He ahí recibir una bala en la cabeze, para sellar el propio amor a la Inmaculada. He ahí derramar valientemente la sangre hasta la última gota, para acelerar la conquista de todo el mundo para ella. Esto os deseo, y me deseo a mi mismo. Nada más sublime puedo augurarme y augurarles. Jesús mismo lo dijo: No hay amor más grande que dar la vida por el propio amigo" (Masiero, 154).
El 1 septiembre 1939 estalla la II Guerra Mundial, y empieza a propagarse la sangre, muerte, destrucción, crueldad, odio, bestialidad e infamia sin fin. Los nazis, llenos de soberbia, invaden Polonia. Y en pocas semanas el ejercito y toda la nación polaca sufren la humillación de la derrota. Quedan completamente subyugados.
Pocos días después, llega la Wermach (o ejercito de ocupación), y sin miramiento alguno comete todo tipo de tropelías, saqueos y vandalismos en la ciudad mariana de Niepokalanov. Destrozan las imágenes, encienden fogatas con ornamentos sagrados, retiran y se llevan una buena parte de la maquinaria tipográfica.
Kolbe está presente ante esos destrozos sacrílegos, pero no se deja dominar por el odio ni grita venganza. Sólo reza, llora y consuela. Y pese al clima de odio al enemigo, perdona como Cristo en la cruz: "¡Ánimo muchachos, la Inmaculada nos lo dio, la Inmaculada nos lo quito. Ella bien sabe como están las cosas".
El 19 de septiembre se presentó en Niepokalanov la Wermacht alemana con gritos: "Todos fuera! ¡En marcha!". Todos los frailes fueron acorralados en el patio, encolumnados y cargados en camiones rumbo al occidente. Pasaron de un campo de concentración a otro: de Lamsdorf a Amtitz, de aquí a Ostrzeszov. Aun no se había llegado a los horrores posteriores de los campos de concentración, pero no faltaban los sufrimientos.
Había de sobra dolor para poner a prueba hasta a los mas fuertes: abusos, prepotencia, desprecio, violencia, repugnante suciedad, hambre, frío, promiscuidad, piojos... Pese a todo, había algo de libertad que permitía a los frailes tener vida común, instalar una imagen en la repisa de un galpón, rezar y cantar juntos, hacer su retiro espiritual.
El 8 de diciembre, y tras 3 meses de encierro, fueron inexplicablemente liberados. Era un regalo de la Virgen. Pero triste espectáculo les brindó Niepokalanov al regresar. Primeramente, los bombardeos y los saqueos habían destrozado la mística ciudad. Ahora, todo se hallaba ocupado por los deportados y desbandados. Sin embargo, no hubo desmayo, sino que en seguida se organizó la vida religiosa con tandas continuadas de adoración ante el Santísimo.
De inmediato, la numerosa comunidad tuvo que enfrentar no tanto los problemas culturales de las revistas y ediciones, cuanto los mas prosaicos y graves de la subsistencia: comida, ropa, remedios... Para resolverlos, como también para salir al encuentro de las necesidades del pueblo de los alrededores, se abrieron talleres de herrería, carpintería, mecánica, servicios automovilísticos, y también una lechería.
Ocasionalmente tuvieron que prestar servicios también a las autoridades de ocupación. Niepokalanov brindó su asistencia a varios miles de pobres desheredados, entre los cuales había un millar de judíos, marcados por los nazis con una estrella amarilla sobre el pecho.
Kolbe había impartido a sus frailes estas pautas de conducta: la caridad ha de estar abierta a todos sin discriminación, y sus únicos límites han de ser los de las posibilidades, con gran espíritu de sacrificio. Y se las arregló para enviar mensajes a los hermanos dispersos:
"Trabajemos en la acción misionera. Conquistemos para la Inmaculada otros corazones. Recemos mucho por la venida del Reino. Ofrezcámosle nuestros sufrimientos. Nuestra consigna sea ésta: que la Inmaculada esté contenta de nosotros. Vivamos de amor. Comuniquemos a los otros fuego de amor".
La navidad de 1939 es una navidad de guerra: nuevos aprestos bélicos en el frente ruso, carencia de alimentos y calefacción, aumento del miedo, persecuciones y arrestos... ¿Quien se acuerda de celebrar Navidad? El padre Kolbe organiza una fiestecita infantil para los muchos niños alojados en Niepokalanov (teatrillo, cantos, modestas golosinas...), para devolver a los niños un poco de alegría y hacer brillar de nostalgia los ojos de las madres.
Kolbe está en la lista negra de la Policía Secreta. Sobre todo por ser es el superior de Niepokalanov, cuyas actividades tenían tanta influencia en toda Polonia. Los nazis quieren destruir esa influencia y a la vez quieren vengarse de que de esos talleres salía El Pequeño Diario cuya predica patriota y católica tanto los había enfurecido.
Y también porque Kolbe era un dirigente notable, y en el programa de ocupación estaba previsto el exterminio de los intelectuales y dirigentes. Además, en Niepokalanov se brindaba asilo a los judíos, y a los ojos antisemitas de los nazis eso era un delito, que merecía el castigo de los campos de concentración.
Maximiliano presentía que vendrían para apresarlo pero seguía firme en compromisos. Estaba convencido de que su vida estaba en manos de Dios y que la Inmaculada velaba por todos. Seguía trabajando por la difusión de sus ideales marianos. Deseaba reeditar El Caballero de la Inmaculada para llevar autentica esperanza y paz a ciento de miles de hogares, en tiempo de tanto dolor y confusión. Finalmente, en diciembre del 1940, y tras infinitas gestiones con los ocupantes invasores, pudo editar el ultimo numero, en el cual brillaba la belleza del amor mariano.
Un día de febrero del 1941 por la mañana, 2 autos negros de la Gestapo se paran ante Niepokalanov. Los policías piden hablar con el P. Kolbe, quien al saber su llegada contesta con temblor al hermano portero: "¡Bien, bien, hijo mío". Reúnen a todos los frailes en el patio, mientras tanto ellos inspeccionan bruscamente todo el convento. Hacia mediodía, Kolbe y otros 5 padres son obligados a introducirse en los autos, y parten para un viaje sin retorno. Maximiliano inicia su vía crucis sereno y tranquilo, como siempre. Dejó su querida Niepokalanov, su predilecta ciudad mariana, para no volver mas.
Para todo polaco, el Pawiak es el nombre de la terrible cárcel de Varsovia, que "hace helar la sangre". Ahí ingresó el padre Kolbe, el 17 febrero 1941.
Encarcelamiento en Auschwitz
El campo de concentración de Auschwitz es llamado por los polacos "campo de la muerte", porque en sus sótanos han perecido más de 5 millones de personas descuartizadas. Levantado sobre los escombros de unos cuarteles y granjas, esta situado en la Polonia meridional, en una zona pantanosa, insalubre, para que no hubiese testigos indiscretos de esa fabrica de muerte. Rodeado por altas alambradas electrizadas y de torres de control.
Allí toda crueldad e infamia, toda bestialidad y aberración, toda atrocidad y todos los horrores se habían dado cita para transformarlo en un verdadero infierno. Continuas muertes por enfermedades y por inanición, frío, fatigas agotadoras, escorbuto, disentería, traumas e infecciones. El pelotón de fusilamiento acribillaba a docenas a la vez contra un paredón forrado de caucho, para atenuar el ruido del disparo. En la plaza de armas 5 personas subían a la banqueta. El verdugo les colocaba el lazo al cuello, y con una patada a la banqueta quedaban las víctimas suspendidas.
Auschwitz se había hecho famoso por la instalación de la 1ª cámara de gas. Lo que mas se temía no eran las balas, ni las horcas, ni las cámaras de gas, sino los sótanos de la muerte (o bunker) de la lenta agonía, del martirio enloquecedor del hambre y de la sed.
En Auschwitz murieron millones de católicos y millones de judíos. El objetivo mas profundo de Hitler en sus masacres es poco conocido, pero el hecho es que odiaba la Biblia (confiada a Israel) y a Jesucristo (confiado a la Iglesia Católica).
El padre Kolbe entró en Auschwitz la tarde del 28 mayo 1941, con un transporte de otros 320 presos. Sobre el portón de entrada había un letrero en alemán: "El trabajo libera". Era una mentira más. En realidad, al entrar los prisioneros, se les decía que los judíos tenían el derecho de vivir 2 semanas y los sacerdotes católicos 1 mes.
Apenas llegan agotados, se pasa lista. Cada preso ha de pasar debajo de una doble fila de sayones, los que armados de látigos y bastones, se divierten sádicamente, golpeándolos o haciéndoles zancadillas, que obligan los presos a saltos, manotazos, morisquetas y terribles crispaciones. Todo esto provocaba en los verdugos burlas y risotadas.
Maximilano siempre iba al final de la línea de la enfermería, a pesar de la severa tuberculosis que padecía.
La mañana del 29 de mayo despertó a los 320 con un deshumanizante programa. Desnudados, fueron sometidos a una ducha colectiva de violentos chorros de agua fría. Después golpeados y escarnecidos obscenamente por sus desnudeces, fueron revestidos de raídas casacas, muchas de ellas aun manchadas de sangre. Cada casaca lleva un número. Desde ahora en adelante, cada preso no será más que un número. El del padre Kolbe era el nº 16.670.
Más tarde, todo el grupo salió a la plaza de armas, para la asignación a las brigadas de trabajo o bloques. Kolbe fue ocupado como peón en el acarreo de cantos rodados y arena para la construcción de un muro alrededor del horno crematorio. Maximiliano consolaba a sus compañeros y decía " todo lo que sufrimos, es por la Inmaculada".
Un día, después de una tremenda paliza dada por el cabo que estaba a cargo, y que lo había dejado mas muerto que vivo, Kolbe fue internado en el hospital, atacado de neumonía, con fiebre altísima y con el rostro estriado de moretones. Con su conducta ante el sufrimiento, asombraba a médicos y enfermeros. Soportaba el dolor virilmente y con completa resignación a la voluntad de Dios, solía repetir: "Por Jesús soy capaz de padecer aun mas. La Inmaculada esta conmigo y me ayuda".
El bloque 14 había salido para la cosecha de unas parcelas de trigo. Aprovechando algún descuido de los guardias, un preso se fugó. Por la tarde, al pasar lista, se descubrió el hecho. El terror congeló los corazones de aquellos hombres. Todos sabían la terrible amenaza del jefe: "Por cada evadido, 10 de sus compañeros de trabajo, escogidos al azar, serían condenados a morir de hambre, en el bunker o sótano de la muerte".
A todos aterrorizaba el lento martirio del cuerpo, la tortura del hambre, la agonía de la sed. Al día siguiente, los otros bloques siguen sus faenas diarias. Los del bloque 14 han de quedar en posición de atención en la explanada bajo el sol calcinante de verano, sin comer ni beber. Tres horas pasan como la eternidad. El padre Kolbe, el de los pulmones agujereados por la tisis, el que acaba de salir del hospital, siempre débil y enfermizo, resiste de pie, no desmaya ni cae. El solía repetir: "En la Inmaculada todo lo puedo".
A las 21 horas se distribuyo la comida, pero no para el bloque 14. Estos pobres observaron como sus raciones eran tiradas de las ollas al desagüe. Al romper filas todos van a catres sabiendo que al día siguiente diez de entre ellos serian escogidos para el bunker de la muerte. Ya había ocurrido en 2 ocasiones.
Al día siguiente, a las 18.00 h, el comandante del campo Fritsch se planta de brazos cruzados ante sus víctimas. Un silencio de tumba sobre la inmensa explanada, atestada de presos sucios y macilentos. "El fugitivo no ha sido hallado, y 10 de vosotros serán condenados al bunker de la muerte. La próxima vez serán 20".
Con total desprecio a la vida humana, los condenados son escogidos al azar. "¡Este! ¡Aquel!", grita el comandante. El ayudante Palitsch marca los números de los condenados en su agenda. Aterrorizado, cada condenado sale de las filas, sabiendo que es el final. "Adiós, adiós , mi pobre esposa. Adiós , mis hijitos, hijitos huérfanos", dice sollozando el sargento Gajownieczek.
Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos presos, pero en el corazón de Kolbe hacen más. Mientras los 10 condenados responden al grito de "¡Quítense los zapatos!" (porque deben ir descalzos al lugar del suplicio), de improviso ocurre lo que nadie podía imaginarse. Como atestigua el Dr. Wlodarski, allí presente:
"Después de la selección de los 10 presos, el padre Kolbe salió de las filas y, quitándose la gorra, se puso en actitud firme ante el comandante. Éste sorprendido y dirigiéndose al Padre, le dijo: ¿Que quiere este cerdo polaco? Maximiliano, apuntando la mano hacia Gajownieczek, ya seleccionado para la muerte, contesto: Soy sacerdote católico polaco; soy anciano y quiero tomar su lugar, porque él tiene esposa e hijos".
"El comandante, maravillado, pareció no hallar fuerza de hablar. Y después de un momento, con un gesto de la mano y pronunciando la palabra ¡Raus! (lit. ¡Fuera!) ordenó a Gajowniczek que regresara a su fila. De este modo, el padre Kolbe tomo el lugar del condenado".
Como también declara el testigo Ladislao Swies, "los 10 pasaron ante nuestras filas, y entonces observé que el padre Kolbe seguía por ultimo, y sostenía a tientas a otro de los condenados, mas débil que él, que no era capaz de caminar con sus propias fuerzas".
En efecto, el sacrificio de Kolbe provocó la consternación entre las autoridades del campo, y provocó la admiración y el respeto de los presos. Como declaró años después el Dr. Stemler, "en el campo casi no se notaban manifestaciones de amor al prójimo, y un preso rehusaba a otro un mendrugo de pan. En cambio, el padre Kolbe había dado su vida por un desconocido".
"Fue una magnifica puesta del sol, una puesta nunca vista", relatan los pocos supervivientes de esa tarde de fines de julio de 1941. Los 10 condenados al hambre y la sed bajaron al sótano de la muerte, y de él salieron 10 cadáveres en dirección directa al crematorio.
Muerte en Auschwitz
Bruno Borgowiec, el polaco encargado de retirar los cadáveres, dio su propio testimonio:
"Después de haber ordenado a los pobres presos que se desnudaran completamente, los empujaron en una celda. En otras celdas vecinas ya se hallaban otros 20 de anteriores procesos. Cerrando la puerta, los guardias sarcásticamente decían: Ahí se van a secar como cáscaras" Desde ese día los infelices no tuvieron ni alimentos ni bebidas".
"Diariamente, los guardias inspeccionaban y ordenaban retirar los cadáveres de las celdas. Durante estas visitas estuve siempre presente, porque debía escribir los nombres-números de los muertos, o traducir del polaco al alemán las conversaciones y los pedidos de los presos".
"Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el rosario y los cantos religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. En los momentos de ausencia de los guardias yo bajaba al sótano para conversas y consolar a los compañeros. Loas fervorosas oraciones y cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Me parecía estar en una iglesia. Comenzaba el padre Maximiliano y todos los otros respondían. A veces estaban tan sumergidos en las oraciones, que no se daban cuenta de la llegada de los guardias para la acostumbrada visita. Sólo a los gritos de estos, las voces se apagaban".
"Al abrir las celdas, los pobres infelices, llorando a lágrima viva, imploraban un trozo de pan y agua, pero les era negado. Si alguno de entre los más fuertes se acercaba a la puerta, en seguida recibía de los guardias patadas al vientre, tanto que cayendo atrás sobre el cemento, moría en el acto o era fusilado".
Del martirio que padecieron los condenados, da testimonio el hecho de que "los cubos estaban siempre vacíos y secos". De lo cual hay que concluir que los desgraciados, a causa de la sed, "bebían la propia orina".
Kolbe se comportaba heroicamente. Nada pedía y de nada se quejaba. Daba animo a los demás. Persuadía a los presos a esperar de que el fugitivo sería hallado y ellos serían liberados.
Por su debilidad, recitaba las oraciones en voz baja. Durante toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se veía a Kolbe de pie o de rodillas en el centro, mirando con ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio, sabían también que todos los que estaban con el morían inocentemente. Por esto, manifestando respeto por el padre Kolbe, decían entre sí: "Este sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada semejante!".
Así pasaron 2 semanas, mientras tanto los presos morían uno tras otro. Al termino de la 3ª semana, sólo quedaban 4, y el padre Kolbe entre ellos.
A las autoridades pareció que las cosas se alargaban demasiado. La celda era necesaria para otras víctimas. Por eso, el 14 de agosto condujeron al director de la sala de enfermos, donde el criminal Boch propinó a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico. El padre Kolbe, con la plegaria en los labios, ofreció el brazo al verdugo.
Como sigue narrando el testigo Borgowiec:
"Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde encontré al padre Kolbe sentado, recostado en la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo limpio y luminoso. Su rostro lucia sereno y bello, radiante, mientras los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los signos de la agonía en el rostro. La impresión del hecho se me grabó eternamente en la memoria".
La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta de la Asunción. Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y por un padre de familia. Kolbe venció al mal con el poder del amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Según el certificado de defunción del campo, Maximiliano María Kolbe "falleció a las 12:50 del 14 agosto 1941. Tenía 47 años".
El 17 octubre 1971, y tras 2 milagros obtenidos gracias a su intercesión, Kolbe fue beatificado por un Pablo VI que recordó que:
"Maximiliano Kolbe ha sido un apóstol del culto a la Virgen, contemplada en su primer, originario y privilegiado esplendor, el de su propia definición en Lourdes: la Inmaculada Concepción. Resulta imposible separar el nombre, la actividad, la misión del beato Kolbe, del nombre de María Inmaculada. Ningún titubeo estorbe nuestra admiración, nuestra adhesión a esa consigna que Maximiliano nos deja en herencia".
Un compatriota suyo, el papa Juan Pablo II, canonizó solemnemente al padre Kolbe en 1982, bajo el título de "mártir de la caridad".
Act: 14/08/24 @santoral mercabá E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A