14 de Diciembre
San Juan de la Cruz
Baldomero
Jiménez
Mercabá, 14 diciembre 2025
Semblanza
Nació en 1542 en Fontiveros (Avila), en el seno de una familia de enormes estrecheces. El padre murió pronto, y la madre hubo de sacar adelante a sus 3 hijos: Francisco, Luis y Juan. Luis murió de pocos años, y el éxodo de la familia se impuso de forma inevitable, para buscar alguna solución. Catalina pidió ayuda a los parientes de su difunto esposo, que residían en Toledo. Después se estableció en Arévalo, donde siguió trabajando en su antiguo oficio. Y más tarde se trasladó a Medina del Campo.
Medina del Campo estaba situada en plena llanada de Castilla, y rodeada por una tierra dura y sufrida que resultó apta para la poesía y el vuelo místico. Pero sobre todo destacaba por su mercado medieval, el mayor y más importante de los centros comerciales de Castilla. Se trataba de un mercado lleno de ferias y negocios, artesanía y movimiento, y en él empezó a ensayar Juan aquellos oficios manuales (que aunque no le gustaban, sí le permitía sustentar a su familia).
Pero su afición serán los estudios, y su madre le envía al Colegio Doctrinal de Medina, entrando de acólito en las Agustinas de la Magdalena. Así tuvo ocasión de conocerle Alonso Alvarez de Toledo, que le ofrece una colocación en el Hospital de la Concepción, y le costea los estudios para que sea sacerdote. En 1551 han fundado en Medina un colegio los padres de la Compañía de Jesús, y por él se decide Juan a la hora de estudiar la carrera de Humanidades, bajo la dirección de Juan Bonifacio, el más célebre de los humanistas de la todavía entonces joven institución.
Para los estudios, Juan resulta muy agudo, y su espíritu de trabajo es admirable. Pero todo aquel esfuerzo no va a terminar en la clericatura esperada por su protector (don Alonso) y por su buena madre. Juan se siente llamado a la vida religiosa, y no escoge la Compañía de Jesús sino la Orden del Carmen, en la que pide el hábito en 1563, llamándose en adelante Juan de Santa María.
Dado su talento y su virtud, fue pronto destinado al Colegio San Andrés de Salamanca, junto a la famosa universidad. De 1564 al 1567 estudiará Artes en la Universidad de Salamanca, y en el curso siguiente quedará matriculado en Teología.
Salamanca vivía entonces en todo su esplendor magisterial: Mancio, Guevara, Gallo, Carvajal, Luis de León.... entre otros. Y fray Juan ejerció en su colegio el cargo de prefecto de estudiantes, que indica su aprovechamiento y la estima que le acompaña entre los demás.
Fue en 1567 cuando se ordena de misa, y viene a Medina para celebrar la 1ª Misa junto a su pobre madre y su hermano Francisco. Y es entonces cuando tiene lugar un encuentro providencial e inesperado. En Medina acaba de fundar su 2º "palomarcito de la Virgen" la madre Teresa de Jesús, con patentes del general de la Orden para fundar 2 monasterios de frailes reformados. Se ha puesto al habla con fray Antonio de Heredia (prior de los carmelitas de Medina), y éste le ha puesto en conocimiento de fray Juan, que "desea pasar a la Cartuja, hambriento de penitencia y soledad".
Fue allí, en las casas de Blas de Medina, donde tiene lugar la entrevista, trascendental para la historia, entre Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. La madre Teresa convence a fray Juan para que se una a la reforma de los frailes, y así salve el espíritu del Carmelo, amenazado por los hombres y los tiempos. Aquel día, en la recreación de las monjitas, la madre ha comentado alborozada: "¡Ya tengo fraile y medio para empezar!". Pues el fraile era fray Heredia, y el medio fraile era fray Juan de la Cruz (dada su extrema estrechez).
Después de su curso de Teología en Salamanca, todo se precipita. Estamos en 1568, y va con la madre Teresa a la fundación de monjas de Valladolid, para luego instalarse en Duruelo (a finales del año). Duruelo era una alquería en tierras de Avila, que habían regalado a la madre Teresa, perdida entre encinares y campos de trigo. Y allí se inaugura la vida descalza entre los carmelitas. Fue el 28 noviembre 1568.
Durante año y medio Juan (desde ahora de la Cruz) vivirá su ilusión más pura hecha realidad en aquel rincón, único en el mundo. Austeridad y silencio. Los alcores, los espinos de las veredas, los caminos blancos entre tierras pardas, la fuente, la casita que recuerda al portal de Belén. Todo es "música callada", es "soledad sonora". Todo es paz.
Pero dura poco: año y medio no más. En seguida la expansión de la reforma carmelita le arrastra en su trajín. Fue algo inevitable. Y que proporcionó al Santo contemplativo una serie de sufrimientos y trabajos que hicieron honor a su apellido monacal.
Mancera, Pastrana, el colegio de estudios de Alcalá, reclaman en poco tiempo la presencia del fraile de Fontiveros. El da comienzo a todas esas casas de formación, pues en la obra teresiana él es providencialmente el que va sembrando en ellas el ideal de perfección carmelita que lleva en el alma, y que en parte recibió de Santa Teresa.
Desde 1572 a 1577 fray Juan es confesor del Monasterio de la Encarnación de Avila. El visitador apostólico, Pedro Fernández, ha llevado de priora a aquel monasterio importante de monjas carmelitas a la madre Teresa, y ésta consigue del visitador que ponga allí confesores descalzos que la ayuden a tonificar aquel monasterio. En una casita próxima al convento pasará Juan de la Cruz, junto con un compañero, casi 5 años confesando, dirigiendo religiosas y gentes de Avila.
Fue un campo de experiencias espléndido. Sobre todo, porque durante largas temporadas la 1ª penitente y dirigida es la madre priora, Santa Teresa de Jesús. Allí va madurando el alma y el magisterio del futuro doctor. El germen de muchas de sus doctrinas y de sus obras allí se ha incubado. Frente a los muros roqueros de Avila, en esa tierra alta y celtíbera que desafía de siglos los soles y los vientos.
Pero la obra teresiana es una obra de Dios, y, por tanto, ha de ser una obra sellada por la cruz. La persecución por parte de los padres calzados tenía que estallar. Y fue a caer sobre los representantes más destacados de la reforma, como es natural. Ya en 1576 fue sacado violentamente fray Juan de su casita de la Encarnación. Pero le devuelve a ella una orden del nuncio. En la noche del 2 diciembre 1577 fue apresado definitivamente. En seguida es llevado al Convento Carmelita de Toledo.
Fueron 9 meses de durísima prisión, y su historia se ha recordado infinidad de veces. No hace falta repetirla. Las costumbres de la época explican los detalles externos. Pero aquellos 9 meses tienen una historia interna, que ha querido trazar la providencia de Dios. Son meses de cruz, de Getsemaní, de noche oscura... Pero noches toledanas de una fecundidad maravillosa, en las que el alma de Juan de la Cruz madura bajo las oscuridades de Toledo.
Y aquella vida llameante se traduce en versos, en planes de escritos, en experiencia gustosa y sabia de la obra de Dios en las almas que a él se entregan. Hasta que, en agosto de 1578, logra escapar fray Juan de aquella cárcel de Toledo. Fue un hecho dramático, en que intervinieron tanto Dios como la audacia del fraile. Pero de la prisión toledana se llevará Juan de la Cruz, grabada en el alma, una firmeza de hierro, que tendrá que utilizar en lo que le quede de vida, siempre orientada hacia Dios.
Porque hasta su muerte, la vida de fray Juan será ya en adelante la misma. Por una parte, y dentro de la Reforma, estará siempre comisionado en tareas de formación y dirección de frailes y monjas. Por otra, ocupará puestos de gobierno en un plano secundario, ya que los primeros títulos los detentarán Gracián y Doria (cuyos nombres y actuación llenan dolorosamente los lustros iniciales de la reforma teresiana).
Juan no ha recibido del cielo la misión de la lucha externa, y él se mantendrá como hombre escondido que mantiene la brasa pura y pone la nota de elevación y equilibrio, que tantas veces faltaba a los demás.
La misma Santa Teresa, tan penetrante e intuitiva, se dio perfecta cuenta de ello, y para la empresa exterior apenas cuenta con él. Pero para su obra secreta y misteriosa, de la formación espiritual de sus hijas, tiene plena confianza en él, desde ahora su "santico fray Juan", cuyos ''huesecillos harán milagros", como "hombre celestial y divino que no he hallado en toda Castilla como él, ni que tanto fervorice en el camino del cielo". Y no es que la psicología sobrenatural de Santa Teresa coincida en todo con la de Juan de la Cruz. No. Pero ambos se saben respetar, y completar a su manera.
Lo que seguramente no llegó a conocer Santa Teresa en toda su hondura fue la riqueza doctrinal de aquella alma de Juan, cuya influencia iba a ser, a lo largo de los siglos, de una trascendencia sin comparación, y no sólo dentro de la espiritualidad cristiana universal. Al menos no tenemos indicio de ello en Santa Teresa, pues el abismo que tenía que medir ¡era tan grande!
Desde Toledo fray Juan de la Cruz fue enviado de superior al Convento del Calvario de Jaén. Tuvieron los descalzos una especie de capítulo en Almodóvar del Campo, al que asiste nuestro Santo. Y allí fue nombrado para aquella soledad de Sierra Morena. Fueron meses felices, de paz recogida y callada, de oración y cultivo de almas selectas, de contemplación y éxtasis. Reviven los días de Duruelo otra vez.
Desde el Calvario atiende a las carmelitas de Beas de Segura. Va con frecuencia a confesarlas, a proporcionarles sus primeros escritos espirituales, que se van perfilando ante aquellas almas deseosas y espléndidas. Entre ellas está por priora Ana de Jesús, que quedará de por vida tan vinculada a los avatares sanjuanistas. ¡Magnifico campo de experiencias para el santo doctor!
El 13 junio 1579 partía para Baeza a fundar allí un colegio de estudios para sus frailes. Baeza albergaba una estupenda universidad andaluza, surgida al calor del espíritu de San Juan de Avila. Y la casa de los descalzos carmelitas encuentra allí acogimiento cordial y fervoroso.
Como rector de Baeza, asiste Juan al capítulo de separación de la reforma que ha lugar en Alcalá a primeros de marzo de 1581. Allí fue elegido tercer definidor, continuando a la vez su rectorado en Baeza. Y en seguida será trasladado de prior al Convento de los Mártires de Granada, donde permanecerá hasta finales de 1588.
Fueron años fecundos, en su tarea de escritor sobre todo. Aquel lugar incomparable era a propósito para hacer producir a su pluma hecha llama. El paisaje de la sierra y de la vega, la luz, el aire, el perfume, la música enredada en el viento... todo le sirvió para terminar de poner colorido y armonía a sus poemas y para redactar serenamente después sus comentarios.
Ya durante este periodo de su vida los viajes se fueron multiplicando cada vez más. Viajes a Caravaca, a Avila (para ultimar con la madre Teresa la fundación de monjas en Granada), viajes a los capítulos (que se suceden)... En el Capítulo de Pastrana de 1585 fue nombrado vicario provincial de Andalucía, lo cual supuso aumentar todavía más sus actividades exteriores. Todo ello violentaría, sin duda, sus aspiraciones más profundas, pero la cruz de Cristo era el apellido que sellaba su vida.
En 1586 dirigió la fundación de descalzos en Córdoba, el traslado de casa de las descalzas de Sevilla, la reunión del definitorio en Madrid, la fundación en la Corte de las descalzas con Ana de Jesús (al frente de las mismas), la fundación de descalzos en Mancha Real, la preparación de la de Bujalance.... Caminos, ventas... y quebraderos de cabeza.
En el Capítulo de Valladolid de 1587 cesa de vicario provincial y vuelve a ser prior de Granada. Fue otro breve espacio de tiempo que pudo gozar de aquel retiro. Pudo así continuar sus quehaceres de director de almas y sus actividades literarias, siempre interrumpidas. Pero no duró mucho su quietud granadina.
En 1588 tenía lugar en Madrid el Capitulo General para poner en vigor un Breve de Sixto V, por el cual se organizaba de manera nueva y especial la reforma del Carmen. Era obra del padre Doria (vicario de la misma), que aquí resultó elegido vicario general, ya casi independiente del general de la Orden. Seis consiliarios le ayudarían en el gobierno. Y uno de ellos fue Juan de la Cruz.
Para residencia permanente del vicario general y sus consiliarios se escogió el convento de Segovia. Allí residirá casi 3 años Juan de la Cruz (que fue, además, nombrado prior de la casa segoviana, ya que el vicario por sus viajes inherentes al cargo estaba mucho ausente).
Tres años en la paz de Segovia. Para despachar asuntos como consiliario, para consolidar aquella fundación, para dirigir almas (carmelitas, sacerdotales, seglares), para contemplar, en aquella soledad de junto al Eresma, frente a las torres y los muros de la vieja ciudad. Noches estrelladas de Castilla, murmullo apagado de sus campos inmensos y rumor de las aguas hondas del río, mientras en las cuevas naturales de la huerta conventual fray Juan vive intensa su vida interior, "hecha de nadas y de unión con el Todo".
Un día la imagen doliente de Jesús le ha preguntado qué quería en recompensa de su amor puro y exclusivo, y Juan de la Cruz ha respondido generosamente: "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos". Y su oración iba a ser oída abundosamente.
En 1591 el Capítulo le deja sin oficio y le arrincona como a "un trapo viejo de cocina", pues para el padre Doria ha pasado a ser persona poco grata. Y Juan de la Cruz lo acepta con sencillez y sinceridad, sabiendo obedecer como el que más, así como dar su parecer sobre lo sucedido. Pues en los procedimientos llevados a cabo ha habido un choque fuerte entre las monjas y los frailes, a la hora de organizar el gobierno de aquellas.
Se sospecha que Juan está de parte de las mismas, y por eso los frailes le eliminan de la escena pública, con toda frialdad. Es más, oficiosamente se comienza un proceso contra él, bajo la intención escondida de expulsarlo de la Orden carmelitana.
Fray Juan pidió retirarse al conventito de la Peñuela, en la serranía de Jaén. Y hasta se planteó dar el salto a las Indias, para quitarse así del medio y no ser estorbo. Pero para ese largo viaje ya no hubo tiempo, ni lugar.
En la Peñuela vive unos cortos meses, sufriendo en soledad los estragos que el padre Doria hacía en la Orden con sus incondicionales, así como el proceso que en los conventos teresianos andaluces se está realizando contra él, para escándalo de las almas consagradas. Mientras tanto, el ora y sufre, así como escribe a sus amigos:
"De lo que a mí me toca, hija, no le dé pena, que ninguna a mi me da. Hija mía, ya sabrá los muchos trabajos que padecemos. Dios lo permite para gloria de sus escogidos. En silencio y esperanza será nuestra fortaleza. Me hallo muy bien, gloria al Señor, y estoy bueno, que la anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo, aunque el alma muy pobre anda. Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así las mañanas; otro día los trillaremos: es lindo manosear estas criaturas mudas, mejor que no ser manoseados de las vivas. Mañana me voy a Ubeda a curar de unas calenturillas, que, como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan, paréceme habré menester de ayuda de medicina. pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien".
Dicho párrafo es del 21 septiembre 1591, a pocos días de acceder a la eternidad. En efecto, presintiendo su muerte decide marchar Juan al Convento de Ubeda, por los motivos que fuesen. Le acompañaba en el camino, y en su penoso y enfermo caminar, un lego. Y un episodio sencillo nos da esa nota humana que duerme siempre escondida en el alma de los santos. Su inapetencia le hace tener antojo de unos espárragos. Pero no es tiempo de ellos. Hasta que, providencialmente, los encuentra su compañero de camino, y con ellos remedia la humilde debilidad del santo.
En Ubeda pasa Juan de la Cruz sus últimos 2 meses, hasta que finalmente acaba consumando su unión con Dios. Una erisipela en una pierna fue paulatinamente intoxicando todo el cuerpo. Y la septicemia se fue apoderando de todo él, y manifestándose en tumores cada vez más impresionantes. La medicación y la cirugía se emplearon sin reparos, pero el prior de la casa le trató con frialdad e inconsideración. Todo fue sufrimiento para el santo, pues como él mismo dijo: "Me estoy consumiendo en dolores. Más paciencia, Dios mío, más amor y dolor".
Así hasta el 13 diciembre 1591, en cuya noche agoniza santa y dulcemente. Al filo de la media noche, y desde ''el estercolero del desprecio", se fue a cantar San Juan de la Cruz los maitines al cielo, como él mismo repitió ese día antes de morir. Llovía copiosamente esa noche por las calles de la ciudad, donde apenas era conocido el santo del Carmelo.
Sin embargo, pronto se llenó el convento de gentes que querían venerar su cadáver. Y el prior mandó abrir todas las puertas para que todos le pudieran ver. Y abiertas quedaron para siempre. Y la interminable procesión de sus devotos, de sus discípulos, de sus admiradores, sigue acercándose a sus reliquias; reliquias de su vida y de su pluma, reliquias vivas de su eterna lección.
San Juan de la Cruz fue canonizado en 1726, y en 1926 adquirió el título de doctor de la iglesia. Entre sus obras mayores, los poemas le han colocado en la cumbre del lirismo mundial. Se trataba de pura poesía, simbólica y ardiente, cuyo misterio permanece inexplicable a pesar de su sencillez humana y de los antecedentes literarios, bíblicos y extrabíblicos que se la quieran encontrar.
Las obras que en prosa interpretan a aquellos poemas son bien conocidas: Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura del Alma (estas 2 formando parte de un todo, que quedó sin terminar), Cántico Espiritual y Llama de Amor Viva.
A lo largo de dichas obras, el itinerario que el alma recorre es claro y certero: negación y purificación de sus desórdenes bajo todos los aspectos ("nada, nada, nada; ni eso ni eso otro"), y entregarse al Señor a través de los actos de la fe, esperanza y caridad (que van cristificando más al alma, y apretando así la mística unión). Unión en que el Dios Amor se apodera más y más del alma, que queda en Dios perdida, endiosada en su Dios.
Otros cuantos avisos (como Dichos de Luz y Amor), un puñado de cartas... y todo ello como manjar riquísimo y sublime para los mejores espíritus. Su gloria y magisterio se acrecen con el tiempo cada día más, y hasta en el Oriente pagano estudian y aplican su teología mística espiritual.
San Juan de la Cruz es el doctor místico por antonomasia de la Iglesia, el representante principal de la mística católica en el mundo, la figura más egregia de la cultura hispana y una de las principales figuras de la cultura universal.
Act:
14/12/25
@santoral
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