16 de Agosto
San Esteban I de Hungría
Bernardino Llorca
Mercabá, 16 agosto 2024
Fue el gran rey que dio al pueblo nómada de los magiares (procedente del Asia y asentado a lo largo del Danubio en el s. IX) la estabilidad definitiva en lo político y en lo religioso. Se trataba de un pueblo guerrero y feroz, que durante algún tiempo había provocado el terror en los territorios vecinos, y que una vez convertido al cristianismo se convirtió en el más decidido campeón de la fe.
Ya Geza, el 3º de sus duques magiares tras su establecimiento en Hungría, había comprendido la necesidad de orientar a su pueblo hacia el cristianismo del entorno, y bajo el influjo de San Adalberto de Praga había recibido el bautismo. Su ejemplo había sido seguido por buena parte de la nobleza, pero no a nivel colectivo sino nominal.
Pero quien dio el paso definitivo, y logró que el cristianismo arraigara de forma definitiva, no fue Geza sino su hijo mayor Vaik, bautizado a los 10 años con el nombre de Esteban (ca. 985). Un Esteban que con 20 años contrajo matrimonio con Gisela (hermana del emperador San Enrique II de Alemania), y poco después sucedió a su padre en el trono magiar.
Esteban I de Hungría fue instigado por su entorno a llevar una vida libertina y libre de todo yugo religioso, y a volver a las cualidades de rey nómada y guerrero. Pero el nuevo monarca supo deshacerse hábilmente de todos esos obstáculos, y proponer desde un principió un reino total y profundamente cristiano.
En sus primeros años de su gobierno mantuvo Esteban I un espíritu indomable respecto a los rivales de su propia tribu, y con el apoyo de algunos pueblos vecinos aseguró definitivamente su posición e independencia. Esto fue de extraordinaria importancia para lo sucesivo, pues le aseguró el prestigio militar y cortó de raíz todo conato de rebelión interior.
Una vez asegurada su posición, dedicóse de lleno Esteban I a la consolidación del cristianismo en sus territorios, y para ello se sirvió del monje Astrik. Nombrado arzobispo de los magiares con el nombre de Anastasio, Astrik se dirigió a Roma en representación de Esteban I, y obtuvo de Silvestre II el visto bueno a su organización de la jerarquía húngara.
Silvestre II se puso en contacto con el joven emperador Otón III de Alemania (que se hallaba entonces en Roma), y redactó una bula por la que aprobabna los obispos propuestos por Esteban, y se le concedía con toda solemnidad el título de rey, enviándole para ello una corona real juntamente con su bendición apostólica. Esteban I salió al encuentro del embajador de Roma, escuchó la bula pontificia y se dejó coronar rey en la Navidad del año 1000.
Desde este momento se puede decir que Esteban I de Hungría se entregó de lleno a la ruda tarea de convertir el pueblo de los magiares en uno de los pueblos más profundamente cristianos de la cristiana Europa medieval. Ante todo, era necesario instruir convenientemente a la mayor parte de sus súbditos, que no conocían el evangelio y, por el contrario, estaban imbuidos en las prácticas paganas.
Para este trabajo de evangelización de su pueblo, Esteban I pidió ayuda a los monjes cluniacenses (entonces en gran fervor y apogeo), y su célebre abad San Odilón de Cluny le proporcionó gran cantidad de misioneros.
Por otra parte, organizó Esteban I una serie de nuevas diócesis. Su 1º plan fue establecer las 12 planeadas, pero bien pronto vio que debía proceder gradualmente, a medida que el clero se iba capacitando para ello y las circunstancias lo permitían. La 1ª fue la de Vesprem, no mucho después la de Esztergom (que fue constituida en sede primada), y así fueron siguiendo otras.
Por otra parte, Esteban I fue el gran constructor de iglesias, incluida la catedral metropolitana de Esztergom, la Catedral de Szekesfehervar (donde posteriormente serían coronados y enterrados los reyes de Hungría) y la Capilla de Alba Regalis, donde él mismo estableció su lugar de residencia. Esteban completó la construcción del gran Monasterio de San Martín, comenzado por su padre.
Este monasterio, existente todavía en nuestros días, conocido con los nombres de Martinsberg o Pannonhalma, fue siempre el centro de la congregación benedictina en Hungría. De esta forma, siguió avanzando rápidamente la cristianización de Hungría (la gran obra de Esteban I), a través de sus principales instrumentos: los monjes benedictinos.
En su empeño de cristianizar su reino, protegió Esteban la vida de piedad del pueblo en todas sus manifestaciones. Por esto, además de construir iglesias y monasterios, organizó santuarios dedicados a la Santísima Virgen, cuya devoción favoreció y fomentó, ayudó y protegió las peregrinaciones a Jerusalén y a Roma y, en general, todo lo que significaba fervor y vida cristiana.
Por otra parte, persiguió y procuró abolir, a veces con rigor y violencia, las costumbres bárbaras o supersticiosas del pueblo. Así, reprimió con severos castigos la blasfemia, el adulterio, el asesinato y otros crímenes o pecados públicos. Mientras por una parte se mostraba humilde, sencillo y asequible a los pobres y necesitados, era intransigente con los viciosos y rebeldes a la religión.
Una de sus ocupaciones favoritas era el repartir limosnas a los pobres, con los que se mostraba indulgente y paternal. Refiérese que, en cierta ocasión, un grupo de pordioseros cayeron sobre él, lo maltrataron y robaron el dinero que tenía destinado para los demás.
El rey tomó con mansedumbre y buen humor este atropello, pero los nobles trataron de impedir que expusiera de nuevo su persona a otro acto semejante. Sin embargo, a despecho de todos, él renovó su promesa de no negar nunca limosna a quien se la pidiera. Precisamente este insigne ejemplo de virtud era lo que más influjo ejercía sobre todos los que entraban en contacto con él.
Esteban I favoreció constantemente la obra de los benedictinos, y llevó a todo su reino el espíritu de la Regla benedictina. Y sobre esta base de la más profunda religiosidad, Esteban I dio una nueva legislación y organizó definitivamente a su pueblo.
Con el objeto de obtener la más perfecta unidad, abolió Esteban I las divisiones de tribus y dividió el reino en treinta y nueve condados, correspondientes a las divisiones eclesiásticas. Además, introduciendo con algunas limitaciones el sistema feudal, unió fuertemente a su causa a la nobleza. Por eso debe ser considerado Esteban I de Hungría como el fundador de la verdadera unidad de los pueblos magiares.
Ciertamente tuvo opositores y descontentos dentro y fuera de su territorio. Por eso, aunque tan decidido amigo de la paz, tuvo que echar mano Esteban I de sus extraordinarias dotes de guerrero para mantener la unidad y defender sus derechos.
Así, venció a Gyula de Transilvania, y cuando en 1030 el emperador Conrado II de Alemania invadió Hungría, Esteban ordenó penitencias y oraciones en todo el reino. Y con tanto valor se opuso a las fuerzas invasoras, que Conrado II tuvo que abandonar todo el territorio con incalculables pérdidas. Por otro lado, tuvo que mantener sus derechos frente a Polonia, ayudó en los Balcanes a los bizantinos y realizó constantemente una política de defensa de los intereses de su territorio.
Los últimos años de su vida fueron enturbiados por desgracias domésticas y dificultades intestinas. Su hijo y sucesor (San Emerico de Hungría), a quien Esteban I trataba ya de entregar parte del gobierno, murió inesperadamente en 1031 en una cacería. Las crónicas refieren que, al tener noticia de esta tragedia, el santo rey exclamó: "Dios lo amaba mucho, y por esto se lo llevó consigo". Pero quedó sumido en el mayor desaliento.
Pero las consecuencias de esta tragedia fueron sumamente lamentables. Los últimos años de la vida de Esteban I fueron un verdadero tejido de intrigas en orden a la sucesión, que fueron constantemente en aumento a medida que empeoraba su salud.
Entre los 4 pretendientes que se presentaron a la sucesión, el que más disturbios ocasionó fue el hijo de Gisela, hermana del rey y mujer ambiciosa y cruel, que vivía en la corte húngara y que se propuso a todo trance apoderase del trono de Hungría. Las constantes pesadumbres que todas estas cosas ocasionaban a Esteban fueron minando su salud, hasta que, el 15 agosto 1038 entregó su alma a Dios. Fue enterrado en la Catedral de Szekesfehervar (al lado de su hijo Emerico), mientras que su esposa (la Gisela buena) se retiraba al benedictino Convento de Passau.
Bien pronto Esteban fue objeto de la más entusiasta veneración, pues el pueblo cristiano mantenía el más vivo recuerdo de sus extraordinarias cualidades como guerrero, como gobernante, como padre de sus súbditos y como rey ideal cristiano, pero, sobre todo, estimaba y ensalzaba su extraordinaria piedad y espíritu religioso, su sumisión a la jerarquía y al papa (a quien se declaraba deudor de la corona, y de quien se declaró súbdito feudal) y su entrañable amor a los pobres.
Ya el año 1083, sus reliquias fueron puestas a la pública veneración por orden de Gregorio VII, lo cual equivalía a la canonización de nuestros tiempos. Rápidamente San Esteban de Hungría se hizo popular en toda la Europa cristiana. En Alemania mantuvieron verdaderas corrientes de devoción hacia él las peregrinaciones húngaras, que a lo largo de la Edad Media acudían en grandes masas a Colonia o a Aquisgrán.
Huellas de esta veneración se han encontrado en Bélgica (en la región de Namur), en Italia (en Montecasino) y aun en la misma Rusia, posiblemente por el fenómeno de las peregrinaciones que Esteban siempre promovió. Así se explica que bien pronto la Iglesia le dedicara un oficio litúrgico en Hungría, que Inocencio XI extendió a toda la Iglesia.
Es curiosa la costumbre antigua de presentar a Esteban I de Hungría extremadamente anciano, siendo así que murió contando solamente 63 años. Y con un manto de coronación (a manera de casulla), que él mismo había hecho donativo a la Iglesia de Alba Regalis.
Act: 16/08/24 @santoral mercabá E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A