17 de Abril

San Aniceto I papa

Casimiro Sánchez
Mercabá, 17 abril 2024

         Pocas noticias nos ha legado la historia de este glorioso papa. Casi podemos contentarnos con saber que fue el 12º sucesor de Pedro, que gobernó la Iglesia del 155 al 166 (entre Pío I y Sotero I) y que era originario de Emesa (Siria).

         Todo ello en un s. II en que la Iglesia de Roma estaba tan latinizada como helenizada, su lengua oficial alternaba el latín con el griego y sus papas provenían tanto del mundo occidental como oriental (hasta el s. III, en que todo lo latino irá imponiéndose sobre lo griego). En cuanto a lo último (lo de los papas), éstos sabían que su elección suponía dar la vida por la navecilla de la Iglesia, y ascender al pontificado implicaba sentar plaza de candidato al martirio.

         En aquel entonces la situación legal del cristianismo seguía siendo enormemente precaria, y aun bajo los auspicios de algún que otro emperador tolerante (como los Antoninos), la Iglesia continuó teniendo sus mártires. Bajo el emperador Marco Aurelio no hubo cambios significativos, y el Imperio Romano no paraba de desenvainar la espada contra la Iglesia, sacando sus escritores paganos la pluma si hacía falta. Eran los casos de Frontón de Cirta, Luciano de Samosata y el mismo Celso, que recurrían a las más absurdas fábulas para intentar tumbar al cristianismo.

         Sin embargo, dicha resistencia oficial del Imperio, y la ofensiva de sus letrados, no era más peligrosa que la lucha que tuvo que sostener la Iglesia interiormente, contra las incipientes herejías y contra todo tipo de tropelías intelectuales, que el gnosticismo fue agrupando en torno a sí.

         Pero la Iglesia reaccionó vigorosamente, y a los escritores paganos no les faltaron las réplicas de Justino, Atenágoras, Minucio Félix, Taciano, Apolinar y Orígenes, que trituraron uno a uno los falaces argumentos, deshicieron las calumnias y expusieron toda la belleza de la nueva religión.

         En esta atmósfera cargada se desenvolvió el pontificado de Aniceto I. Contemporáneos suyos, y en la misma Roma, fueron San Justino y Hegesipo, un judío converso que recorrió el Imperio para comprobar la uniformidad de su fe cristiana frente a las nacientes heterodoxias (y al que debemos la anécdota que nos ha transmitido Eusebio de Cesarea, sobre la venida de San Policarpo a Roma).

         También vivió en Roma en tales fechas el hereje Marción, un gnóstico que, enriquecido con negocios de empresas navieras, hacía grandes estragos entre los fieles por sus espléndidas limosnas y su austero rigorismo. Pero que nunca pudo engañar a los auténticos representantes de la jerarquía. Fue lo que se vio cuando llegó a Roma San Policarpo de Esmirna para tratar con Aniceto I el problema de la fecha de la Pascua, y en un encuentro casual con Marción sucedió lo siguiente:

—¿Me conocéis?, preguntó el hereje al anciano San Policarpo.

         A lo que el venerable obispo, sin recato ni miramiento, le contesta:

—Te conozco, primogénito de Satanás.

         Trataron ambos ilustres prelados sobre el modo de conciliar las fechas de celebración de la primera festividad cristiana; pero no lograron ponerse de acuerdo. El obispo de Esmirna, con más de 85 años, había emprendido el penoso viaje a Roma para conferir con el cabeza de la Iglesia universal. Él seguía la tradición legada por San Juan, al que alcanzara a conocer en vida y de quien se proclamara como heredero; y en Roma se seguía la tradición de San Pedro. No se encontró solución al grave asunto, que, en realidad, no sería resuelto hasta el Concilio de Nicea (ca. 325).

         Pero ambos santos se mantuvieron unidos, y, como señal de la caridad no rota, Aniceto I invitó a San Policarpo a celebrar la eucaristía en presencia de la comunidad romana. Y así se despidieron en paz el uno del otro.

         En cuanto a la muerte de Aniceto I, la expresión de que se sirve el Liber Pontificalis resulta insólita, porque dice obiit martyr ("murió mártir"), en vez de martyrio coronatus ("coronado con el martirio"). El Martirologio romano habla directamente de su martirio, y señala que sucedió el 17 abril 166. En cuanto al lugar de su enterramiento, si alguno habla del Vaticano, también es fuerte la tradición de haber sido inhumado en el que después se llamaría Cementerio de Calixto, panteón normal de los primeros papas.

         De aquí, sus reliquias pasaron a la capilla del Palacio de Altemps en 1604 por concesión de Clemente VIII (que estaba desalojando las Catacumbas de San Calixto) a Juan de Altemps, excepto la cabeza (que había sido entregada en 1590, para su veneración, al arzobispo de Munich (Minucio), quien la colocó en la Iglesia de los Jesuitas de Munich). Los restos de San Aniceto reposan en un riquísimo sarcófago, que probablemente perteneció al mausoleo imperial de los Severo, y que ahora sirve de soporte al altar mayor de la capilla (que fue consagrado en 1910 por el cardenal Merry del Val).

         Dentro de dicho palacio renacentista (de los duques de Altemps, de origen alemán), ocupa hoy lugar el Colegio Español de Roma. Pues finales del s. XIX la familia de los Altemps decayó, y su palacio pasó a ser propiedad de la Santa Sede. Y por entonces, un sacerdote español (Domingo y Sol) pidió al papa un lugar para la formación eclesiástica en Roma de los clérigos españoles diocesanos. Hasta que León XIII, en 1894, le cedió el Palacio de Altemps.

         Y aquí empieza la relación de los sacerdotes españoles con San Aniceto. En el gran fresco que decora la bóveda de la capilla, el pintor diseñó la Apoteosis de San Aniceto, que rodeada de barrocas guirnaldas de ángeles como amorcillos, extendía su capa pontifical mientras subía a lo alto. Yo siempre quise ver en este gesto un símbolo de su protección al Colegio Español de Roma, pues él (San Aniceto I papa) es el patrón de dicho colegio.

         En resumidas cuentas, Aniceto I fue un papa que tuvo que combatir el gnosticismo de su época, cuyos jefes (Valentín, Marción y Apeles) estaban en su apogeo y habían hecho de Roma el centro de su propaganda. Recibió la visita de San Policarpo y de Hegesipo (historiador 1º de la Iglesia, que le dedico su Comentario de los Actos de los Apóstoles). Trabajó por reducir a los orientales a la celebración de la Pascua según los usos romanos (aunque ésta es una cuestión que no logró ver solucionada) y recibió la palma del martirio a raíz de la muerte de Antonino Pío.

         Como dijo el duque Juan de Altemps, al recibir en su casa sus preciadas reliquias: "Si la perfecta inteligencia de la Sagrada Escritura, si la inocencia y la santidad de vida, si la gloria del martirio bastan cada una de por sí, como todos lo confiesan, para hacer a un hombre inmortal, ¿qué se deberá pensar del mérito y de la gloria de San Aniceto, en quien todas estas prendas se juntan?".

 Act: 17/04/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A