17 de Agosto

Santa Beatriz de Silva

Ireneo García
Mercabá, 17 agosto 2024

         Nos situamos en un siglo (el s. XV) de plena ofensiva de España contra los moros del Islam, adentrándose en Africa y capturando sus plazas en pleno continente africano. Una de las últimas plazas ganadas había sido la de Ceuta (ca. 1415), obra de Pedro Meneses (conde de Viana) y del caballero Ruy Gómez de Silva, cuyo ejemplar comportamiento le había merecido el aprecio de su capitán, hasta el punto de ofrecerle en matrimonio a su hija Isabel.

         El año 1422 se formó el nuevo hogar Silva-Meneses, y en dicho hogar vio la luz Beatriz, en 1424. Su padre fue el aguerrido caballero Gómez de Silva, y su madre Isabel Meneses, de la Casa de Viana.

         La vida de la pequeña Beatriz se desenvolvió entre Ceuta y Campo Mayor (Portalegre), cuya alcaldía le fue concedida a Gómez de Silva por el rey portugués. La madre Isabel era muy devota de la Orden de San Francisco, y por ello encomendó la educación religiosa de sus 11 hijos a los padres franciscanos, que sembraron en sus almas un amor especial a la Inmaculada Concepción.

         En 1447 Juan II de Castilla contraía matrimonio con la princesa Isabel de Portugal, y esto dio lugar a que la nueva reina de Castilla (Isabel de Portugal) pidiese al alcalde de Campo Mayor a su hija Beatriz como 1ª dama. Tenía ya entonces Beatriz 23 años, y al decir de la Historia manuscrita de 1526, "allende venir de sangre real, era muy graciosa doncella y excedía a todas las demás de su tiempo en hermosura y gentileza".

         La corte de Castilla residía por entonces en Tordesillas (Valladolid), en plena meseta castellana, junto al río Duero. El ambiente palaciego estaba dominado por intrigas y frivolidades cortesanas de la época. Estas fueron las espinas que encontró Beatriz en Tordesillas, haciendo más bella y fragante la flor de su virginidad.

         Fuese por intrigas de algún caballero resentido (ante la negativa de Beatriz a sus pretensiones), fuese por celos de la reina Isabel (esposa de Juan II de Castilla, que llegó a ver en ella una amante rival), lo cierto es que Beatriz cayó en desgracia de ésta:

"Viendo la grande estimación que todos hacían de la sierva de Dios, la reina hubo celos de ella y del rey, su marido, y fueron tan grandes que, por quitarla de delante de los ojos, la encerró en un cofre, donde la tuvo encerrada tres días, sin que en ellos se le diera de comer ni de beber".

         Fue todo un torbellino de pasión, que quiso tronchar la vida de esta delicada flor. Pero rápidamente acudió en su defensa la Reina del cielo, como siguen diciendo sus biógrafos:

"La Virgen María se le apareció con hábito blanco y manto azul y el niño Jesús en brazos, y, luego de haberla confortado con cariño maternal, le intimó que fundara en su honor la Orden de la Purísima Concepción, con el mismo hábito blanco y azul que ella llevaba".

         Ante tan señalada merced de su Reina y Señora, Beatriz se ofreció por su esclava y le consagró, rebosante de gratitud, el voto de su virginidad. Y le rogó confiadamente la librara de aquella prisión. La Reina celestial accede sonriente y desaparece.

         La intervención de Juan Meneses (tío de Beatriz) hizo que la reina Isabel (esposa de Juan II) abriese el prisión pasados 3 días, esperando que su dama fuese ya cadáver. La sorpresa de todos fue impresionante: Beatriz apareció con más belleza y lozanía, que antes de ser encerrada. Pero era preciso cambiar de palacio, y "a los tres días de verse libre del encierro, sin más dilación, pidió Beatriz salir de Tordesillas, dirigiéndose a Toledo junto a dos doncellas".

         En Toledo florecían por esta época numerosos monasterios de todas las principales órdenes, tanto cistercienses como dominicas, clarisas, capuchinas, agustinas, trapenses... Beatriz se decidió por el dominico Monasterio de Santo Domingo (conocido como el Real), y en su interior decidió vivir como "señora de piso" dedicada a la oración, al sacrificio y al desprecio del mundo. Como dicen las crónicas, "la sierva de Dios fue muy humilde en sus acciones, despreciando su persona en actos exteriores, y ejercitándose durante 30 en Santo Domingo en toda virtud".

         Hay un dato muy significativo que revela su enérgica decisión de romper con el mundo: "Dende que salió de la corte del rey don Juan hasta que murió ningún hombre ni mujer vio su rostro enteramente descubierto, si no fue la nueva reina Isabel la Católica y la que le daba de tocar, porque, aun para comer delante de solas sus criadas, apenas descubría del todo la boca".

         A la mortificación y vida retirada unía la práctica de la oración prolongada y una liberalidad magnánima para emplear todos sus bienes en dar culto a Dios y socorrer al pobre. Con sus rentas hizo labrar un nuevo claustro y la sala capitular del monasterio donde residía, y favoreció también a cuantos pobres solicitaron su ayuda. Con el trabajo de sus manos, hilando o bordando, santificó también los ratos libres.

         Mientras tanto la Providencia iba preparando los acontecimientos para que la nueva reina Isabel I de España (la Católica) se interesase por la fundación de la Orden Concepcionista. Había sido proclamada reina en 1474, y algún año después entraba en Toledo, para cumplir la promesa hecha en la Batalla de Toro (de edificar un templo a San Juan evangelista). El lugar escogido estaba próximo al monasterio donde residía Beatriz, y allí pudo conocer a Beatriz.

         En todos estos años turbulentos, en medio de campañas guerreras, cuando la reina venía a Toledo buscaba tiempo para ir a conversar con Beatriz, la dama que la había mecido en sus brazos cuando niña. En 1479, "con la ayuda de Dios y de la gloriosa Virgen María, su Madre", se firmó la paz definitiva entre Castilla y Portugal.

         Esto pudo ser un motivo especial para que Isabel I de España, tan devota de la Inmaculada, apoyase la fundación de la Orden Concepcionista, que la Virgen había confiado a Beatriz. Por estos años "se dice que se le apareció (a Beatriz) la Madre de Dios otra vez, distinta de la referida del cofre, volviéndola a mostrar cómo había de ser el hábito que traerían sus monjas".

         El año 1484 Isabel I de España concertaba con Beatriz la donación de unas casas de los palacios reales de Galiana, junto a la muralla norte de Toledo. Le donaba también la capilla adjunta, dedicada a Santa Fe por la reina Constanza (esposa de Alfonso VI de Portugal). Con 12 compañeras (entre ellas una sobrina) pasó Beatriz a ocupar esta nueva mansión toledana. Y "en esta casa entró tan desacomodada con gran alegría, y dio orden de irla fabricando al modo necesario para que pudiese ser convento de religiosas".

         Cinco años pasó Beatriz echando los cimientos de la Orden Concepcionista, bajo la protección de Santa Fe. El nombre de esta santa francesa decía muy bien con la fe que había demostrado Beatriz desde que salió de Tordesillas. Isabel la Católica se serviría del patrocinio de esta misma santa en la conquista de Granada, con una fe paralela a la de Beatriz.

         La aprobación de la Orden Concepcionista, pedida al papa por mediación de Isabel I de España, era firmada por Inocencio VIII el 30 abril 1489. Tres meses más tarde llega a Toledo la noticia de que la bula se había ido al fondo del mar, por haber naufragado la nave donde venía. De esto recibió Beatriz "grandísima tristeza, y con mucha ansia de su corazón no hizo tres días sino llorar. Al cabo de ellos fue a abrir un cofre para cierta cosa necesaria, y, no sin mucha maravilla, halló allí la dicha bula encima de todo".

         Toda la ciudad de Toledo se asoció con gran júbilo a la procesión en que se trasladó la "bula del milagro" desde la catedral al Convento de Santa Fe. Tuvieron lugar todos estos festejos en los primeros días del mes de agosto de 1491. Actuó en la procesión, misa pontifical y sermón el insigne padre franciscano García de Quijada (obispo de Guadix), y anunció que a los 15 días tendría lugar en la Capilla de Santa Fe la toma de hábitos y velos por Beatriz y sus compañeras.

         Pero a los 5 días, estando Beatriz puesta en muy devota oración en el coro, apareciósele la Virgen sin mancilla, la cual le dijo: "Hija, de hoy en diez días has de ir conmigo, que no es nuestra voluntad que goces acá en la tierra de esto que deseas". El mismo día 16 agosto 1491, que se había acordado para la toma de hábitos, tuvo lugar la tranquila muerte de Beatriz. El mismo padre confesor le impuso el hábito y velo concepcionistas, y recibió su profesión religiosa post-mortem. Al tiempo de su muerte fueron vistas 2 cosas maravillosas:

"La una fue que, como le quitaron del rostro el velo para darle la unción, fue tanto el brillo que de su rostro salió que todos quedaron espantados; la otra fue que en mitad de la frente le vieron una estrella, la cual estuvo allí puesta hasta que expiró, y daba tan gran luz y resplandor como la luna cuando más luce, de lo cual fueron testigos seis religiosos de la Orden de San Francisco".

         Había sido escogida Beatriz como estrella para guiar a generaciones de vírgenes, que consagrarían a Dios su amor y su pureza, en honor de María Inmaculada. Se iba al cielo para guiarlas mejor desde allí.

         Recién fallecida, se apareció Beatriz en Guadalajara al franciscano Juan de Tolosa, diciéndole que se encaminase a Toledo para defender su Orden. Las dominicas de Santo Domingo el Real pretendían que fuese enterrado en su monasterio el cuerpo de Beatriz, y que se fusionasen con ellas sus compañeras, en vez de llevar adelante la nueva Orden Concepcionista. La intervención del padre Tolosa evitó la extinción de la incipiente Orden.

         Cuatro años después surgió una nueva tempestad, al fusionarse el vecino monasterio de monjas benedictinas de San Pedro con el de Santa Fe, y tener lugar grandes desavenencias. La abadesa de Santa Fe, madre Felipa de Silva (sobrina de Beatriz), resolvió abandonar su convento y trasladarse al de las religiosas dominicas (de Santo Domingo el Real), llevándose consigo las reliquias de su venerable tía.

         Otro fraile franciscano, el cardenal Cisneros, volvió a encender la lamparilla de la Orden Concepcionista, trasladando el Convento de Santa Fe al que habían ocupado los padres franciscanos en Toledo (muy próximo a él), y apoyando la fundación de nuevos conventos concepcionistas.

         A este último convento fueron trasladadas definitivamente las venerables reliquias de Beatriz, comenzando a recibir culto público poco después de su muerte. El afán por poseerlas es una buena prueba de ello. Los menologios de las órdenes franciscana, cisterciense y benedictina la dan, desde el principio, el título de beata. Abundan los relatos de favores milagrosos obtenidos por su intercesión.

         Pío XI confirmó el culto inmemorial tributado a Beatriz como beata (28 julio 1924), suprimiendo las normas prohibitivas de Urbano VIII en el s. XVI. Y Pablo VI la elevó a los altares el 3 octubre 1976, proponiéndola como "modelo de la juventud y mujeres con dificultad para concebir".

         Después de más de 5 siglos de existencia, y a pesar de las grandes pruebas por las que ha tenido que pasar la vida de clausura, aún conserva la Orden Concepcionista más de 120 conventos diseminados por Europa y América, de los que 90 corresponden a España.

 Act: 17/08/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A