21 de Octubre

San Hilarion de Tabata

José Munera
Mercabá, 21 octubre 2025

Semblanza

         La Iglesia primitiva fue una Iglesia perseguida, por las persecuciones que se desataron contra ella durante 300 años por parte del Imperio Romano. A esa 1ª era cristiana sucedió una era de paz auspiciada por el emperador Constantino, que en el año 313 declaró lícito el culto cristiano y él mismo se convirtió al cristianismo.

         Y si en aquella 1ª era cristiana había florecido principalmente la fe heroica de los mártires, que habían ornado a la Iglesia con la púrpura de la sangre, en su 2ª era cristiana empezaron a pulular ejemplos de virtudes sólidas y perfectas, como frutos propios del árbol de la Iglesia.

         Un ejemplo de ello fue la vida llevada a cabo por San Hilarion, admirable por su supremacía del espíritu y la fidelidad en seguir los movimientos de la gracia. Una vida que se entregó a la oración en el desierto, que pasó largos años en la contemplación y desasimiento de todo lo que halagaba a la carne, que se dedicaba a hacer el bien a aquellos que le pedían su dirección, que socorría caritativamente a las gentes afligidas que acudían a él implorando su socorro.

         Nació en Tabata (Gaza) el 291, pues según San Jerónimo tenía 65 años de edad a la muerte de San Antonio (ca. 356). Sobre él escribieron San Jerónimo (en su Vita Patrum), San Atanasio, San Epifanio, Sozomeno (pariente suyo), Surio, Metafrastes, Lipomano y Hesiquio (discípulo de Hilarión), así como el Acta Sanctorum compilado por el padre van Bruck, y el Vita Hilarionis de San Jerónimo obtenido de varios códices de Bruselas. Últimamente, el arqueólogo Kirsch da cuenta de un ejemplar descubierto por Kerameus sobre una vida de San Hilarión, escrita en griego.

         Hilarion era egipcio, de familia pagana y posición acomodada. Según lo descrito por Jerónimo, cuando Hilarion salió de su casa para ir a cursar los estudios a Alejandría, año 306, era un jovencito de 15 años, rubio y de complexión delicada, dotado de alma noble y una férrea voluntad, así como hambriento de verdad. Todo lo cual fue domesticado en aquella gran metrópoli del saber que era Alejandría.

         No tenemos pormenores de la conversión de Hilarion, pero podemos suponer que entre sus condiscípulos y estudiantes los había cristianos, como era el caso de los también jóvenes Catalina y Atanasio, la 1ª de ellos martirizada en aquellas calles el año 303 (3 años antes de su llegada) y el 2º de ellos arzobispo de Alejandría desde el 328 (durante 45 años, y resto de vida de Hilarion).

         Confluían en aquella Alejandría, pues, una gran metrópoli (pagana) y una gran urbe del saber (con gigantesca biblioteca), con una peleona diócesis que había sido fundada por San Marcos y secundada por sus pensadores Filón, Orígenes y escuela catequética diocesana.

         Una vez convertido a la fe, por el motivo que fuese, Hilarión oyó hablar de un anacoreta que en el desierto llevaba una vida de ángel sobre la tierra, que había renunciado a todo por imitar más de cerca a Cristo, y sin pensárselo más fue en su búsqueda.

         Nos cuenta San Jerónimo que, nada más ver el abad Antonio a Hilarión, le saludó: "Bienvenido, Lucifer, que te levantas al amanecer", que es la frase que Isaías refiere sobre el ángel caído, y San Antonio aplica en sentido contrario a Hilarión.

         Dos meses permaneció Hilarion con el santo anacoreta, para observar sus costumbres, guardar en su corazón sus palabras y conformar su vida con aquel estilo de vida.

         A los 26 años volvió Hilarion al hogar paterno, donde se encontró con 2 acontecimientos: habían muerto sus padres, y quedaba él constituido en dueño de la herencia, Lo 1º le causó dolor, pero le liberaba de unos lazos que hubiesen podido impedirle cumplir sus propósitos. En cuanto a lo 2º, recordó las palabras que habían hecho cambiar la vida del anacoreta San Antonio: "Ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y ven y sígueme" (Mt 10, 21). Y de esa manera procedió.

         Se estableció Hilarion en el desierto de Majuma, cerca de Gaza, y allí observó un género de vida similar al de San Antonio. Vistió una camisa de pelo de camello, junto a una túnica exterior tejida del mismo material, y una cogulla. Y se dedicó por completo a la abstinencia, como nunca lo había hecho ni lo hará nadie, entre los santos y ascetas de la Iglesia.

         He aquí cómo puntualiza su vida el padre Van Bruck, recopilando el material de San Jerónimo: de los 20 a los 23 años tomó un plato de lentejas al día, de los 23 a los 25, sólo pan con sal; de los 27 a los 30 se alimentó de hierbas; de los 31 a los 25 tomó al día 6 onzas de pan; de los 36 a los 63 años añadió aceite a su alimento, y de los 64 a los 80 se abstuvo del pan.

         Esto constituye, ya de por sí, un verdadero milagro, pues eso no lo puede hacer nadie con sus solas fuerzas naturales. Pero es que además Hilarion lo hizo al mismo tiempo que emprendía, como emprendió, largas jornadas de camino por el desierto, conservando intacto el claro juicio.

         Fue por ello apreciado Hilarion por gente tan conspicua como Epifanio (obispo de Salamina), Dracontius (obispo de Hermópolis), Philor, (obispo de Cirene), y Siderio (obispo de Palebisceno). Además, evangelizó Hilarion el país de los nabateos, dejando muy bien dispuesto a su jefe Elusates para su ingreso en la Iglesia.

         A un hombre que así castigaba su carne, para rendirla al espíritu, no es de extrañar que Cristo concediese poder sobre los demonios y sobre la naturaleza, y así empezaron a emanar algunos hechos admirables en la vida de Hilarion. Fue el caso acaecido en Majuma, donde roció con un vaso de agua los caballos de un amigo, e hizo que vencieran en velocidad a los de un enemigo de Gaza. Y así una tras otra.

         Pero Hilarion huía de cualquier aura popular o admiración, tanto en sus curaciones de enfermedades como en su actuación en numerosas posesiones del demonio. Él ansiaba la soledad, y así vivió hasta que el emperador Juliano destruyó su Monasterio de Majuma (ca. 362), le obligó a embarcarse en el puerto de Alejandría en la 1ª nave que partiera, y tuviese que embarcar rumbo a Sicilia, en grado de exiliado.

         De su destierro en Sicilia hubo de escapar Hilarion al conocer las gentes su don de milagros. Y decidió buscar un sitio para vivir en soledad. En principio tuvo que refugiarse en Dalmacia, junto a su amigo Hesiquio y el escondite que él le ofreció en Epidauro.

         Hasta que llegó el momento propició y de allí partió Hilarion para Chipre, estableciéndose en un lugar fragoso llamado Bucolia, donde no había cristianos sino gente feroz. Cinco años permaneció Hilarion en aquella soledad, amansando a sus gentes e incluso curando a alguno de sus caciques.

         Hasta que la muerte le llama a la puerta, y el viejo Hilarion (de 80 años) escribe a Hesiquio encargándole su evangelio, su túnica y su cogulla. Corrió la voz de que moría el santo, y acudieron a él muchos cristianos de Pafos, que pudieron oírle expirar: "Sal, sal, alma mía ¿Por qué temes? ¿Ya cerca de 70 años que sirves a Cristo, y temes?". Y con esto expiró.

         Llegó la noticia de su muerte a Hesiquio, que en ese momento se encontraba en Israel. Y, sin dudarlo un instante, su amigo y discípulo partió al punto para Chipre, personándose en el lugar de la sepultura y, simulando querer vivir allí, sacando ocultamente sus reliquias a un lugar más seguro.

         Unas reliquias que fueron siendo recibidas con gran avidez, por los cristianos de Chipre, Egipto y todo el Asia Menor. Su legado fue rápidamente difundido por todo el Oriente, destacando por sus virtudes de abstinencia, recogimiento, oración, humildad, caridad y liberación de espíritus impuros, en todos los países por donde su vida discurrió.

 Act: 21/10/25     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A