21 de Septiembre
San Mateo Apóstol
Francisco
Barbado
Mercabá, 21 septiembre 2023
El encuentro de Jesús con Mateo, el publicano, fue piedra de escándalo para los escribas y fariseos que andaban ya espiando los pasos de Jesús para indisponerle con el pueblo. El territorio de Cafarnaum era paso obligado para los traficantes de Mesopotamia, y de las ricas regiones de Tiro y Sidón con Israel y con Egipto. Por esa razón eran varios los pequeños publicanos, o recaudadores de impuestos y contribuciones, que tenían arrendada a los grandes recaudadores del Imperio Romano la exacción de tributos en determinados puestos de la región.
Estos publicanos o alcabaleros tenían entre sí cierta organización. Lucas nos habla de Zaqueo, jefe de publicanos (19, 2), y como pasa en todas partes, eran mal vistos del pueblo. Pero de modo especial de los puritanos escribas y fariseos, porque consideraban humillante para el pueblo de Israel pagar tributos a Roma, y porque los publicanos se veían obligados a tratar con paganos y gente extraña a Israel (incurriendo con ello en impureza legal). De ahí que era corriente juntar en expresión estereotipada a publicanos con meretrices, pecadores y gentiles (Mt 18,17; 21,31-2; Lc 18,10; Mc 2,15).
Dado este descrédito popular, los evangelistas Marcos y Lucas, al narrar el llamamiento de Jesús a Mateo, le dan su 2º nombre de Leví al publicano, sin identificarle expresamente con Mateo, con cuyo nombre figurará siempre en la lista de los 12 apóstoles (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,15). Sólo el humilde Mateo, para resaltar más la bondad y misericordia de Jesús, se identifica a sí mismo con Leví, y se da el nombre de Mateo el Publicano.
Jesús rompe con aquellos prejuicios farisaicos y al pasar junto al puesto de recaudación de Leví (Mateo) le invita a seguirle. Mateo, que sin duda había visto y oído predicar en varias ocasiones a Jesús, se decide a abandonar su puesto y a seguirle definitivamente. Y gozoso, como hará en otra ocasión Zaqueo, le invita a comer en su casa, junto con varios compañeros y amigos. Desde entonces, la casa de Mateo será la escogida por Jesús para descansar en Cafarnaum, cuando vuelva de sus excursiones apostólicas en Galilea.
Pocos meses después, de entre sus varios discípulos Jesús escoge los 12 apóstoles, a quienes dedica sus mejores cuidados en prepararlos para encomendarles su Iglesia y la conversión del mundo. Mateo, uno de los 12, permanecerá siempre al lado de Jesús durante los 2 años que le restan de ministerio.
Después de la resurrección y ascensión de Jesús, Mateo permanece algún tiempo con los otros apóstoles en Israel, y bajo la dirección de Pedro, catequiza a los millares de cristianos que se presentan a pedir el bautismo y una orientación a vida. Se van agrupando así todos ellos en común, formando el 1º núcleo de la Iglesia apostólica.
La fortaleza y decisión de éstos después de la venida del Espíritu Santo se comunica a los nuevos discípulos, que si un día habían abandonado al divino Maestro, ahora se le adhieren fielmente desafiando las iras de quienes le habían dado muerte, los cuales van quedando aislados y sin el apoyo del pueblo.
La predicación de los apóstoles toma forma de catequesis como explicación de la doctrina y de los hechos de Jesucristo y el relato de su muerte y resurrección. No pocos son los que ponen por escrito aquella predicación (cf. Lc. 1, 1-2). Entre ellos Mateo, testigo inmediato del ministerio de Jesucristo.
Acostumbrado a redactar esquemáticamente los datos de su antigua aduana, expone Mateo en estilo breve los hechos que él mismo había presenciado y con mayor detenimiento recoge las parábolas y discursos del Señor, especialmente los de Galilea. Su libro es el 1º evangelio, escrito en arameo (la lengua popular de Jesucristo) y traducido muy pronto al griego, y poco después al mundo entero.
El evangelio de Mateo, como los de Marcos y Lucas (con mayor o menor dependencia entre sí), contiene la enseñanza de Jesucristo a través de 5 grandes discursos, o grupos temáticos que va agrupando Mateo: el Discurso Moral, el Discurso Parabólico, el Discurso Comunitario, el Discurso Misionero y el Discurso Escatológico. Su valor histórico y apologético es indestructible y definitivo.
Las circunstancias en que Mateo escribió su libro, y el destino inmediato que le imprimió (el mundo judaizante), dejaron impresas en él algunas características que le distinguen de los demás evangelios. Mateo escribe en Israel, y lo hizo para los cristianos convertidos del judaísmo. Por ello, alimenta Mateo el espíritu cristiano con los libros del AT (su historia y sus profecías), y va dirigido a ver cumplidas las esperanzas mesiánicas en Jesucristo, prometido a Abraham, nuevo Moisés e hijo de David.
Mas desde años atrás, los dirigentes del pueblo de Israel (saduceos, fariseos, herodianos...), humillados por haber perdido la independencia de Israel y verse subyugados por el Imperio Romano, habían olvidado la misión espiritual del futuro Mesías, y fingieron un Mesías temporal y poderoso, liberador del yugo romano al igual que Moisés liberó del yugo egipcio. Sin excluir al Dios verdadero, que será reconocido y adorado por todas las naciones, el Dios de Israel había sido encerrado por sus dirigentes en su propio ombligo.
En estas circunstancias, expone Mateo la predicación de Jesús en Galilea, y explica por qué rehuye proclamarse públicamente el Mesías enviado por Dios, y cómo a través de su predicación, va cambiando el falso concepto popular de Mesías, para sustituirlo por el verdadero, como bien supieron reconocer Zacarías e Isabel, el anciano Simeón y la profetisa Ana.
Desde la genealogía y nacimiento virginal de Jesucristo, hasta su pasión y muerte, Jesucristo era el verdadero Mesías prometido a los patriarcas y profetas. Los judíos no tenían ya por qué esperar a otro Mesías salvador, y Mateo trata de exponerlo con toda claridad.
La única preocupación de Mateo consistió en transmitir fielmente los hechos y la doctrina de Jesús. Una divina impasibilidad que nos impide hacer de Mateo un analista psicológico, un teólogo del espíritu o un apologeta de la universalidad cristiana. Más bien, Mateo es el predicador de Jesucristo y del nuevo reino de Dios inaugurado por Jesucristo, que es la Iglesia. No menos de 50 veces menciona el término reino de Dios o reino de los cielos, expresión más acomodada al uso de los judíos.
A este nuevo reino de Dios, de que hablan también los otros evangelistas, sólo es Mateo el que se atreve a darle el nombre de Iglesia, constituida como cuerpo social sobre la roca de Pedro, contra el cual nada podrán los poderes del infierno (Mt 16, 18).
Esta doctrina de Jesús, recogida por Mateo, será explanada por San Pablo en sus epístolas. Pero no ha sido San Pablo el que inventó la eclesiología, como pretenden los protestantes liberales. Sino que por Mateo nos consta que fue Jesucristo quien fundó la Iglesia, y enseñó explícitamente cuáles eran sus elementos constitutivos esenciales.
De la vida apostólica de Mateo tenemos muy pocos datos ciertos. De entre la variedad de tradiciones y leyendas, la Iglesia escoge en el Breviario las que cuentan con mayor apoyo tradicional, preferidas también por los bolandistas.
Después de unos años de apostolado y catequesis en Israel, Mateo se trasladó a Etiopía, donde confirmaba su predicación con multitud de milagros, entre los cuales sobresalió la resurrección de una princesa egipcia, reina consorte de Etiopía. Movido el rey y su familia por este portento, abrazaron la religión cristiana, y el cristianismo se extendió rápidamente por toda Etiopía.
Después de la muerte del rey, su sucesor Hirtaco pretendió casarse con Epigenia, hija de su predecesor. Mas habiendo ésta consagrado a Dios su virginidad por consejo de Mateo, y airado Hirtaco al no conseguir que el apóstol la persuadiera a acceder a sus deseos, ordenó dar muerte a Mateo mientras celebraba el santo sacrificio, uniendo así el apóstol el sacrificio de su vida al de Cristo crucificado. Las reliquias del santo apóstol fueron trasladadas a Salerno (Italia), donde hoy se veneran con gran devoción.