23 de Agosto
Santa Rosa de Lima
Félix Alvarez
Mercabá, 23 agosto 2025
Semblanza
Fue la 1ª santa canonizada de América, al tiempo que más de 2.000 misioneros españoles atravesaban el Atlántico y recorrían toda América en todas direcciones, realizando el inaudito portento de convertirlo (en menos de 100 años) de pagano en cristiano. Se trata de una vida, la de Santa Rosa de Lima, breve, interior y escondida, pero eso le valió para ser la patrona de América.
Nació en 1586 en Lima, hija de unos padres españoles (Gaspar de Flores y María de Oliva) que bautizaron a la niña con el nombre de Isabel, y la confirmaron con el nombre de Rosa (como comúnmente se la llamada de pequeña) bajo las manos del obispo Santo Toribio de Mogrovejo. Tras la confirmación, la joven Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos.
En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos.
Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
Rosa no cesó nunca en sus prácticas ascéticas, entregándose con pasión a su amado Jesucristo. Y para ello no necesitó el desierto de Egipto ni el claustro dominico, sino su propia casa de Lima.
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones. Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche, y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. Ella estaba contenta con su suerte, y jamás hubiese intentado cambiarla si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos 10 años, e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la 3ª Orden de Santo Domingo, imitando así a la dominica Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas.
Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de él, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando Rosa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento, o cuando en la comunión unía su corazón a la fuente del amor.
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante 15 años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual. El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.
Rosa pasó los 3 últimos años de su vida en la casa de Gonzalo de Masa, un empleado del gobierno cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó para sí el 24 agosto 1617, a los 31 años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad de Lima se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro. El papa Clemente X la canonizó en 1671.
Así resume el Breviario romano ("pro festo simplificato") su vida admirable, apegándose con fidelidad a la verdad histórica, según consta en los procesos:
"La 1ª flor de santidad de la América meridional, Santa Rosa, virgen, nacida en Lima, de padres cristianos, ya desde la cuna empezó a resplandecer con los indicios de su futura santidad, porque su rostro infantil, tomando la apariencia de una rosa, dio ocasión a que se le diera este nombre. Para no verse obligada por sus padres a contraer matrimonio, cortó ocultamente su bellísima cabellera. Su austeridad de vida fue singular. Tomado el hábito de la 3ª Orden de Santo Domingo, se propuso seguir en su arduo camino a Santa Catalina de Siena. Terriblemente atormentada, durante quince años, por la aridez y desolación espiritual, sobrellevó con fortaleza aquellas agonías más amargas que la misma muerte. Gozó con admirable familiaridad de frecuentes apariciones de su ángel custodio, de Santa Catalina de Sena y de la Virgen Madre de Dios, y mereció escuchar de los labios de Cristo estas palabras: Rosa de mi corazón, sé mi esposa. Famosa por sus milagros antes y después de su muerte, el papa Clemente X la colocó en el catálogo de las santas vírgenes".
Pero esta vida humilde y oculta entraña un mensaje de gran trascendencia que bien podemos calificar de providencial y actualísimo. Providencial para su tiempo, y de perenne actualidad, porque contiene la quintaesencia del Evangelio y va directamente contra el espíritu que anima al renacimiento pagano, que es una de las características de los tiempos modernos.
Ateniéndonos a lo principal y considerando la necesidad des los tiempos, señalaremos cuatro renglones en este mensaje realmente completo y ecuménico: amor, oración, pureza y sacrificio.
En efecto, fue Rosa un alma que desde la más tierna edad supo valorar las realidades sobrenaturales, alma totalmente abrasada en divina caridad, que a los cinco años se consagraba íntegramente al Esposo inmaculado, que para él sólo vivía y que mereció al fin de su carrera escuchar de labios de Cristo esta declaración de amor, incomprensible para el mundo: "Rosa de mi corazón, sé tú mi esposa".
Ese amor con el cual Rosa se esforzaba en corresponder a Cristo, y Cristo Crucificado, es la clave que nos explica el sesgo heroico de su vida: su fuga del mundo sin dejar de vivir en medio de él; su vida eremítica en minúscula celda construida con sus manos; su rompimiento con toda vanidad; el tanto furor con que armaba su brazo y flagelaba su carne inocente en anhelo insaciable de asemejarse más y más a su Amado divino; su fina sensibilidad para descubrir la presencia y vestigio de Dios en todas las cosas.
Aún se conserva y se visita con mucha edificación, al lado de su casa, un cuarto que la caridad de Rosa convirtió en pequeño hospital, al cual ella conducía a enfermas encontradas en extrema miseria y que tenían la dicha de recibir de las manos de ella una atención cuya delicadeza y heroísmo rayan en lo increíble.
Cosa parecida acontecía tratándose de las necesidades de orden moral, a cuyo remedio acudía solícita Rosa en cuanto de ella dependía, preocupándose por la evangelización y atención espiritual de los indios, de los negros, de los infieles. Y al no poder ocuparse de esto por sí misma, recomendándolo a quienes podían y contribuyendo con limosnas que ella misma colectaba al sostenimiento de algún seminarista pobre, como verdadera precursora del Instituto de Vocaciones.
Esta divina caridad, de flama tan seráfica al elevarse hacia Dios y de sentido tan humano al extenderse hacia el prójimo, encendió en el alma de Rosa la luz de la contemplación, y ciertamente en grado eminente. Así lo persuaden sus hechos, sus escritos y el testimonio unánime de quienes la conocieron y trataron, tal como aparece en su proceso de canonización y en el amplio estudio de los bolandistas.
Aquel amor a la soledad; aquella asiduidad con que frecuentaba y pasaba largas horas en su celdita de anacoreta, que aún subsiste; aquella fervorosa vida eucarística, tan rara en su tiempo; aquella filial devoción a la madre de Dios; aquel espíritu de penitencia y amor apasionado a la cruz, son indicios ciertos de la intimidad con Dios y de la elevación habitual en que vivía su alma.
El padre Villalobos asegura en su declaración que "había alcanzado una presencia de Dios tan habitual, que nunca, estando despierta, lo perdía de vista". El doctor Castillo, íntimo y autorizado confidente y examinador de la Santa, asegura que desde los 5 años empezó a practicar la oración mental y que a partir de los 12 hasta su muerte su oración fue la que los autores místicos llaman unitiva.
Y como asevera el dominico Hansen y varios jesuitas que largamente la conocieron y trataron, es unánime al reconocer "los dones extraordinarios de oración con que el Señor la regaló, elevándola hasta los más altos grados de la vida mística".
Es también la divina caridad en que se abrasaba aquella alma la que explica los dos rasgos que la oración litúrgica de su fiesta señala como característicos de su espiritualidad: la pureza y el sacrificio ("virginitatis et patientiae decore Indis florescere voluisti"). Porque el amor, o encuentra parecidos a los que se aman, o los hace tales.
Enamorada de Jesús crucificado, Rosa se aplicó con invencible constancia a reproducir en sí misma la imagen del divino modelo de quien proféticamente se dice en el Cantar de los Cantares (Cant 5, 10): Dilectus meus candidus et rubicundus (lit. mi amado es cándido y rubicundo). Un modelo que, según los intérpretes, era blanco por su pureza y rojo por su sacrificio redentor.
Pero para que la semejanza con Jesús Crucificado fuese perfecta, Rosa tuvo que saber mantenerse como "lirio entre espinas", y a este fin afligirá su carne inocente con toda suerte de maceraciones: ayunos, vigilias, cilicios, disciplinas y austeridades, que llenan de asombro y que más son para admirarse que para imitarse.
Configurada así con la divina Víctima durante su vida, sólo faltaba el rasgo supremo de la muerte para que la semejanza fuera perfecta, y la muerte vino con sus terribles angustias y dolores a convertirla en un acabado retrato del "varón de dolores". Así, a la hora de la agonía, su angustioso trance no torció su jubiloso canto de amor, que por indicación suya entonó su amiga Luisa de Santa María, una de sus más fieles discípulas.
El mensaje de la rosa limeña atendió a las necesidades de su tiempo, y es de interés permanente por sus grandes lecciones sobre la espiritualidad cristiana, las dotes naturales y las gracias sobrenaturales con que Dios la adornó. Su culto se extendió rápidamente por toda América ya en los propios tiempos coloniales, y hoy día alcanza a toda la Iglesia universal.
Act:
23/08/25
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