23 de Septiembre
San Pío de Pietrelcina
Consuelo
Lozano
Mercabá, 23 septiembre 2023
Nació en 1887 en Pietrelcina (Campania), en el seno de una humilde familia cuyo padre (Grazio Forgione) tuvo que emigrar a América para sacar adelante a la familia, y cuya madre (Giuseppa Nunzio) lo bautizó con el nombre de Francisco.
A la edad de 5 años prometió fidelidad a San Francisco de Asís, y comenzaron para él una serie de ataques demoníacos que ya lo acompañarán el resto de su vida. De hecho, sus amigos lo vieron muchas veces peleando con "lo que parecía su propia sombra" (cosa que él no comunicó a nadie hasta 1915, porque "creía que eso era algo que le sucedía a todo el mundo").
El 6 enero 1903 fue aceptado como novicio en la Orden Capuchina, e ingresa en el Convento de Morcone. El 22 enero 1903 viste el hábito capuchino y recibe su nuevo nombre: fray Pío de Pietrelcina. Y comienza sus estudios y preparación para la ordenación sacerdotal, que recibió en Benevento en 1910.
Una enfermedad misteriosa le obliga a dejar el convento y buscar el clima y los aires de su Pietrelcina natal. Y allí permaneció hasta febrero de 1916, fecha en que se incorpora de nuevo a la fraternidad capuchina, en este caso en el Convento Santa Ana de Foggia.
En Foggia se van repitiendo sus penitencias, sus largas horas de oración, su lucha denodada contra los ataques y los fenómenos místicos, a los que desde septiembre de 1910 había que añadir uno nuevo: las llagas de la pasión, que Pío reproduce en su cuerpo en su forma de llagas, flagelación y coronación de espinas.
Ante sus ruegos insistentes al Señor, estos últimos fenómenos permanecieron por unos años invisibles... hasta que empezaron a visibilizarse. Comienza para Pío su gran misión (como él la llamó), que ya le fue revelada en sus años de noviciado en Morcone, y a la que haría alusión en una carta.
Después de servir 2 años como soldado a la nación, subió un día a la montaña donde se encontraba el Convento Capuchino de San Giovanni Rotondo (en Apulia, muy cerca de Foggia), con la intención de tomar el aire puro de la montaña por unos días. No obstante, aquellos 4 días que él pensaba pasar allí se convirtieron en 52 años ininterrumpidos, pues ya no saldría más el padre Pío de aquel convento capuchino. Allí moriría y allí sería enterrado.
Las llagas de manos, pies y costados (que sangraron constantemente por 50 años), y otros carismas extraordinarios, le obtuvieron bien pronto la fama mundial, pero también le acarrearon un sin fin de problemas, así como graves calumnias que fueron dirigidas al Santo Oficio. Y eso se tradujo en la imposición de toda restricción pastoral al sacerdote Pío, que en adelante se contentó con la celebración de la misa (en privado) y poco más.
Desde 1931 no se le permitió salir del convento, ni recibir visitas, ni mantener correspondencia. Como afirmó Juan Pablo II en la homilía de la beatificación, "por una permisión especial de Dios tuvo que sufrir el padre Pío espionajes y dolorosas incomprensiones, así como limitaciones en el ejercicio de su ministerio sacerdotal".
A partir de 1933 se le permitió confesar, y empieza entonces el padre Pío a desarrollar una intensa y sorprendente labor de confesionario, de 15 horas seguidas y miles de personas acudiendo a recibir su absolución. También enriqueció a la Iglesia con numerosas obras beneficiosas, como un moderno hospital en San Giovanni Rotondo (llamado Casa del Alivio) y sus "grupos de oración".
Murió el 23 septiembre 1968, y más de 100.000 personas acudieron a su entierro, que se alargó por 4 días. Fue canonizado el 2002 por Juan Pablo II, quien se había confesado varias veces con él. Su cuerpo permanece hoy incorrupto en el Convento de San Giovanni Rotondo.
Investigaciones recientes han indagado sobre los diferentes fenómenos experimentados por el padre Pío, certificando científicamente sus dones de discernimiento de conciencias, curaciones milagrosas, milagros no curativos, bilocación puntual, fragancia extraordinaria y sus 3 tipos de estigmas.