24 de Mayo

San Vicente de Lerins

Ursicino Domínguez
Mercabá, 24 mayo 2024

         Nació el 400 en Toul (Nancy), decidiéndose desde muy joven por la vida religiosa y ordenándose sacerdote en el Monasterio de Lerins, donde se convirtió pronto en un varón docto en el conocimiento de la Escritura y los dogmas de la Iglesia. El mismo Vicente nos dice que el año 434 habitaba una quinta apartada, y que en ella vivía la retirada vida de un monasterio, sin grandes distracciones y cumpliendo lo que se canta en los salmos: Vivid en sosiego y ved que yo soy el Señor.

         Sobre el género de vida que hacía Vicente antes de su entrada en el monasterio, su cronista Genadio calla. Unas pinceladas, en cambio, del mismo Vicente en uno de sus libros, nos recuerda lo que debió ser su vida en los años que precedieron a su ingreso en el monasterio:

"Arrebatados en otro tiempo por los tristes y encontrados torbellinos de la milicia secular, hemos arribado al fin, con el favor de Cristo, al puerto de la religión, siempre refugio fidelísimo para todos, en el cual, ahuyentados los vientos de la vanidad y de la soberbia, aplacando a Dios con el sacrificio de la humildad cristiana, lograremos evitar no solamente los naufragios de la vida presente, sino también los incendios del siglo venidero".

         El monje de Lerins nos habla aquí de una "milicia secular". ¿Es que vistió Vicente el uniforme militar antes de ataviarse con el hábito de monje? Así lo han pensado algunos autores, interpretando literalmente la "milicia secular" de que habla Vicente. Pero nada más fuera de sentido, porque los torbellinos de la milicia secular, contrapuestos francamente al puerto de la religión (siempre refugio fidelísimo para todos), indica bien a las claras que la expresión es metafórica.

         Lo que quiere significar Vicente con su "milicia secular", siguiendo su lenguaje ascético, es la convulsión tempestuosa de un mundo siempre agitado, al que singularmente pagó tributo él en los años de su juventud. Luego identificarlo con su prefecto homónimo de las Galias (ca. 397) es también falso. Además, la pluma de su cronista Genadio, tan pródiga en encomios para el monje de Lerins, no hubiese omitido el mayor de los elogios que de él pudiera hacerse antes de su ingreso en el convento.

         Volviendo al Monasterio de Lerins, en él educó Vicente, junto con Honorato de Arlés y Salviano de Marsella, a Salonio y Verano, hijos de Euquerio, futuro obispo de Lyon. Este célebre prelado lionés le recuerda con elogio cuando, escribiendo a Salonio, decía de Vicente que era "un varón santo y eminente en sabiduría y elocuencia".

         El monje de Lerins es, efectivamente, un sabio. El sorprendente manejo que en sus obras hace de la Escritura, la inteligencia de los dogmas eclesiásticos y la formulación recta de los mismos, así como el conocimiento vasto de la historia de la Iglesia que refleja en sus escritos, son una prueba de ello.

         Y si la formación intelectual del lerinense era buena, su preparación humanística no era inferior. Cicerón, Lucrecio, Salustio prestan al monje de Lerins su fórmula elegante y galana para revestir pensamientos de alta teología. El estilo y lenguaje de Vicente es el de los escritores distinguidos y sobresale por su clasicismo entre los demás escritores galos del s. V.

         El Monasterio de Lerins era un centro monástico cargado de entusiasmo por la ciencia, saturado de fervor teológico, foco luminoso de semipelagianismo, que mantenía relaciones con los centros culturales más distinguidos de la época. En él se habían formado Cesáreo de Arlés, Hilario, Euquerio de Lyon, Salviano de Marsella, Fausto de Rietz y Vicente de Lerins, autor este último el más afamado después de Casiano.

         Cuando Vicente vistió la túnica monástica, su convento y otros escritores de la región de Marsella, acaudillados por Juan Casiano, habían entablado una guerra sorda contra la doctrina de la gracia defendida por San Agustín en su lucha con Pelagio. Dado el carácter fogoso del lerinense y su celo por la ortodoxia, no pudo quedar al margen de la controversia. Sus grandes cualidades de teólogo y escritor le hicieron primera figura y campeón del semipelagianismo.

         Hacia el 410 escribió Lerins su 1ª obra titulada Objeciones, que eran las dificultades que él oponía a la doctrina de San Agustín sobre la gracia. Esta obra se ha perdido. Contra ella compuso Próspero de Aquitania, amigo del obispo de Hipona, sus Respuestas de San Agustín a los capítulos de las objeciones vicentinas. Es una contestación adecuada a las objeciones del lerinense. No tardó éste en replicar.

         En 434 redactó su obra maestra bajo el seudónimo de Peregrino; él mismo le da en el texto hasta cinco veces el nombre escueto de Conmonitorio. Repetidas veces consigna que su libro va dirigido a "descubrir los fraudes y evitar los lazos de los herejes recientes". Los herejes modernos eran San Agustín y sus discípulos, y, por tanto, contra ellos dirigía la obra. Vicente de Lerins admiraba la doctrina del obispo de Hipona sobre la Trinidad y Encarnación, pero rechazaba de plano sus enseñanzas sobre la gracia.

         Para descubrir los fraudes de los herejes propone en el Conmonitorio, cual punto de referencia, la tradición. "Hay que procurar a todo trance (nos dice Vicente) que todos nos atengamos a lo que en todas partes, siempre y por todos se ha creído; porque esto es lo propio y verdaderamente católico." Así es, en efecto. La doctrina de la tradición ha de preferirse a la autoridad de cualquier escritor, por afamado que éste sea.

         Pero no se daba cuenta Vicente de Lerins que en este caso concreto, el obispo de Hipona y sus discípulos representaban a la tradición, contra los semipelagianos del sur de las Galias. Así lo reconocía Bonifacio II cuando, al aprobar las actas del Sínodo de Orange (ca. 529), condenaba en 25 cánones las enseñanzas de pelagianos y semipelagianos y daba la razón a San Agustín.

         El Conmonitorio de Lerins es uno de los libros que más historia ha dejado en pos de sí, con más de 150 traducciones a diferentes lenguas. Pero no quedó ahí solo la actividad de escritor de Vicente. Porque polemista por temperamento, compuso todavía un Florilegio con textos agustinianos, trinitarios y cristológicos, en los que combatía la doctrina de Nestorio.

         La obra de Lerins es benemérita en conjunto, y de valor indiscutible. Su Conmonitorio señala un hito en la historia de la tradición, aunque le afee la interpretación torcida que de ella hizo aplicándola contra San Agustín, que representaba la verdad. El cardenal Noris ha expresado mejor que nadie esta anomalía con una ingeniosa comparación:

"A veces le sucedió en esto lo que a los antiguos alquimistas, los cuales, aunque vieron frustrados sus anhelos al buscar la quimera de la piedra filosofal, nos legaron, sin embargo, la medicina con todos sus tesoros, mucho más preciosos que el oro mismo".

         El hecho, por otra parte, de que el Conmonitorio fuese un libelo difamatorio contra San Agustín arroja sobre el lerinense, una oscura sombra, que quita brillo, ciertamente, a su actividad de escritor, pero que no empaña en nada su vida moral ni su buen nombre de monje fervoroso y santo. El lerinense defendía el semipelagianismo cuando esta doctrina no había sido aún condenada por la Iglesia.

         Por eso, según afirma Benedicto XIV, nada pierde Vicente de Lerins por la defensa que de ella hizo, pues escribía de buena fe. San Agustín mismo decía de los semipelagianos que eran "hermanos y amigos que combaten juntamente con nosotros por la fe católica contra la maldad pelagiana". El papa Celestino II los tenía por bien intencionados, aunque extraviados en el camino de la verdad. Con razón celebra la Iglesia su fiesta el 24 de mayo. La fecha precisa de su muerte no es posible determinarla.

         El cronista Genadio nos dice que Lerins murió en el reinado de Teodorico II (408-450) y Valentiniano III (425-455), luego su muerte debió ocurrir entre los años 445-450.

         Las enseñanzas y libros de Vicente de Lerins están saturadas de adhesión y amor a la Iglesia Católica. Y tanto era el entusiasmo que sentía por la Iglesia de Roma, que incluso se atrevió a proponer la autoridad doctrinal suprema del papa como infalible, pues "al Romano Pontífice compete velar por la integridad del depósito de la Revelación", y "en las polémicas suscitadas, él es quien tiene autoridad para decidir por sí solo". En todas las páginas de su Conmonitorio late un solo pensamiento: indagar lo que siente y cree la Iglesia Católica.

 Act: 24/05/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A