25 de Abril
San Marcos Evangelista
Salvador
Muñoz
Mercabá, 25 abril 2024
Resulta
interesante y consolador reconstruir, a través de los datos consignados por
Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
el desarrollo de las primitivas comunidades cristianas. La de Jerusalén,
que fue la 1ª (fundada el mismo día de Pentecostés, con 3.000 convertidos
por el primer sermón de Pedro), tenía varios centros de reunión, de los
cuales tal vez el principal era "la casa de María".
Vivía
esta buena mujer (acaso viuda, pues su marido no se nombra nunca) en una
casa espaciosa y bien amueblada, que, según todas las probabilidades y los
testimonios de la antigüedad, fue donde celebró Jesús la Ultima Cena,
donde se reunieron los discípulos después de la muerte del Señor y de su
Ascensión, y donde tuvo lugar la Venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
Acaso era suyo también el huerto de Getsemaní (lit. Molino de aceite), en
el monte de los Olivos, donde el Señor acostumbraba a pasar las noches en
oración cuando moraba en Jerusalén.
Era
la de María una familia levítica. Su marido había sido sacerdote del Templo
de Jerusalén. Su hijo, según la costumbre helenista, llevaba 2 nombres:
judío el uno y romano el otro. Se llamaba Juan Marcos.
Juan
Marcos era muy niño cuando Jesús predicaba y tenía relaciones con sus
padres. La noche del prendimiento dormía tranquilamente en la casita de
campo de Getsemaní. Le despertó el ruido de las armas y el tropel de las
gentes que llevaban preso a Jesús, y, envuelto en una sábana, salió a
curiosear. Los soldados le echaron mano. Pero él logró desenredarse de la
sábana y huyó desnudo.
Después
de Pentecostés siguió siendo la casa de María el centro de reunión más
frecuentado por los apóstoles y acaso la morada habitual de Pedro. Allí se
hizo la elección de Matías, allí se celebraba la "fracción del
pan", allí hacían entrega de sus haberes los nuevos convertidos para
que los apóstoles al principio, y más tarde los diáconos, los
distribuyesen entre los pobres.
Uno
de los primeros bautizados por San Pedro fue Juan Marcos, el hijo de María,
la dueña de la casa.
El
niño Juan Marcos del año 30 era ya un hombre cuando el año 44 decidió
marcharse con su primo José Bar Nabuah (Bernabé) a la ciudad del Orontes (Antioquía
de Siria).
Era Bernabé hijo de una familia levítica establecida en Chipre y primo carnal de Marcos. Sus padres le enviaron a Jerusalén a los 15 años para que estudiara las Escrituras a los pies de Gamaliel (como Saulo, y acaso al mismo tiempo que éste). Era natural que se hospedara en la casa de su tía. Allí le sorprendieron los acontecimientos que dieron lugar a la fundación de la Iglesia cristiana.
Bernabé
creyó desde el principio y quién sabe si
hasta siguió al Maestro en alguna de sus correrías. Los apóstoles
aprovecharon muy pronto para la catequesis entre los judíos su gran
conocimiento de la ley, y visto su celo en el desempeño de su ministerio,
le apellidaron Bar Nabuah (fam. Bernabé), el hijo de la consolación o de la
profecía, el hombre de la palabra dulce e insinuante.
En
los comienzos de la fe en Antioquía fue enviado allí para predicar, y allá
reclamó la ayuda de su antiguo condiscípulo, ya convertido (Saulo). Ahora,
por los años 42 al 44, ante las profecías insistentes que preanunciaban
una grande hambre en Israel, los fieles antioquenos habían hecho una
colecta para los de Jerusalén, y Bernabé y Saulo habían venido a traerla.
Se hospedaron, como era natural, en casa de María. Cuando, cumplida su misión,
volvieron a Antioquía se fue con ellos Juan Marcos.
Un
día el Espíritu Santo pidió que Saulo y Bernabé emprendieran un viaje de
misión. Marcos no acierta a separarse de su primo, y marcha con Bernabé.
Acaso
por iniciativa de éste, explicable por su afecto hacia la patria chica, se
dirigen a Chipre. Atraviesan la isla de Salamina a Pafos, bautizando, entre
otros, al procónsul Sergio Paulo, y reembarcan hacia las costas de Panfilia.
A
la vista del país escabroso e inhóspito que atravesaban, Marcos se acobardó.
Acaso en el camino que separaba Antalya de Perge sufrieron por parte de las
bandas famosas de esclavos fugitivos que infestaban los montes de Pisidia lo
que Pablo llamarla más tarde, en su 2ª Carta a los Corintios,
"peligros de los ladrones", "peligros de los caminos" o
"peligros de la soledad". Sobre todo pesaba mucho en el corazón aún
tierno de Marcos el recuerdo de su madre. Y desde Perge, sin escuchar las
razones de sus decididos compañeros, se volvió a Jerusalén.
Cuando
el año 49 Pablo y Bernabé, a la vuelta de su primera misión, hubieron de
subir a Jerusalén para resolver (en el Concilio de Jerusalén) la cuestión
de los judaizantes, volvieron, sin duda, a la casa de María. Juan Marcos
estaba pesaroso de no haberlos acompañado y escuchaba con envidia la relación
de sus aventuras apostólicas. Y bajó
de nuevo con ellos a Antioquía.
A
los pocos días, escribe Lucas en los Hechos
de los Apóstoles, le dijo Pablo a Bernabé: "Volvamos a visitar a
los hermanos por todas las ciudades en las que hemos predicado la palabra
del Señor, y a ver qué tal les va". Bernabé quería llevar consigo
también a Juan (llamado Marcos). Pero Pablo juzgaba que no debían
llevarlo, por cuanto (en el 1º viaje) los había dejado desde Panfilia, y
no había ido con ellos a la obra.
Se
produjo entonces cierto disentimiento entre ellos, de suerte que se
separaron uno de otro, y Bernabé (tomando consigo a Marcos) se embarcó
para Chipre, mientras que Pablo (llevando consigo a Silas) partió
encomendado por los hermanos "a la gracia del Señor" (Hch
15,36-40).
Aquí
terminan los datos que sobre la vida del evangelista nos refieren los Hechos
de los Apóstoles. No sabemos cuánto duró este segundo viaje que Marcos
hizo en compañía de su primo Bernabé. Poco debió de durar, porque la
tradición posterior nada nos dice de él, y, en cambio, todos los
testimonios antiguos nos hablan de su ministerio en compañía de Pedro.
A
raíz del Concilio de Jerusalén bajó Pedro a Antioquía y, al parecer, se
hizo cargo del gobierno de aquella comunidad. Al regreso del 2º viaje con
Bernabé, Marcos debió marchar a Roma con Pedro (no sabemos cuándo, pero
ciertamente entre el 50 y el 60) llegando así a la capital del Imperio.
En
Roma se hallaba Marcos cuando en la primavera del 61 llegó Pablo,
custodiado por el centurión Julio, a presentar su apelación al césar.
Para estas fechas había escrito ya Marcos su evangelio. Y un día en que Pedro exponía la catequesis cristiana en casa del senador Pudente (padre de Santa Pudenciana y Santa Práxedes) ante un selecto auditorio de caballeros romanos, pidiéronle éstos a Marcos que les escribiera las enseñanzas de Pedro, para poder ellos conservarlas y repasarlas en casa.
No quiso hacerlo
Marcos sin contar antes con Pedro, mas éste (según el testimonio de San
Clemente Alejandrino, que nos ha conservado estos datos) ni lo aprobó ni se
opuso. Más tarde, cuando vio el evangelio redactado por Marcos, recomendó
su lectura en las iglesias, según refiere Eusebio.
Este
sencillo episodio nos demuestra la mentalidad de los apóstoles sobre la
Escritura como fuente de revelación. Sabido es que los protestantes afirman
ser la Escritura la única fuente en la que se contiene la doctrina
revelada, y rechazan bajo este aspecto la tradición de la Iglesia. Olvidan
que Cristo no escribió nada y que los evangelios no contienen todo lo que
Cristo hizo y enseñó. Y que es el propio Juan quien nos asegura que
"muchas otras cosas hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por
una, creo que este mundo no podría contener los libros"
En
la predicación era otra cosa. Un día este tema y otro día otro, unas
cosas este apóstol y otras aquél, es seguro que entre todos no dejaron de
transmitir ni una sola de las enseñanzas que del Maestro recibieron. La
mayoría de ellos no escribieron nada. Los que lo hicieron, lo hicieron
ocasionalmente, como en las epístolas, o fragmentariamente, como en los
evangelios.
El
episodio de Pedro y Marcos demuestra que la preocupación fundamental de los
apóstoles, y el medio en que todos pensaron principalmente para la
transmisión de sus enseñanzas fue la predicación oral. A través de ella,
y por tradición, se han conservado en la Iglesia muchas cosas que no
hallamos consignadas en las Escrituras. Y, consiguientemente, estamos en lo
cierto los católicos al admitir, contra los protestantes, como doble fuente
de revelación la Escritura y la Tradición.
Un
resumen de la predicación catequística de Pedro es el evangelio de Marcos.
Quizá por eso, y no porque sirviera al apóstol de intermediario para
entenderse con los romanos, le llamaron San Papías y San Ireneo, y con
ellos toda la tradición posterior, "el intérprete de Pedro".
De
la estancia de Marcos en Roma, y de sus ulteriores viajes, sabemos muy poco.
En Roma seguía cuando, hacia el 62, San Pablo enviaba recuerdos de él a
los colosenses (Col 4,10) y a Filemón (Fil 24), anunciándoles el próximo
viaje de Marcos a Colosas. Y en Efeso se encontraba hacia el 67, cuando el
mismo San Pablo (cautivo por 2ª vez) escribía la última carta a Timoteo,
rogándole se viniese a Roma con Marcos, cuyos servicios echaba de menos.
Se
le atribuye la fundación de la Iglesia de Alejandría. La leyenda de las apócrifas
Actas de Bernabé y Marcos, recogida por Simón de Metafraste, sabe
detalles muy curiosos de esta misión. Al entrar Marcos en la aldea de Mendión,
muy próxima a Alejandría, se le descosió milagrosamente una sandalia.
Tras lo cual, exclamó:
—Esto
quiere decir que el camino que llevo está expedito, y me será muy fácil.
Llegóse
al tugurio de un modesto remendón y le rogó que le cosiera la sandalia. El
zapatero se atravesó involuntariamente con la lezna la mano y por toda
queja dijo:
—No
hay mas que un Dios.
Marcos
oró al Señor y curó milagrosamente la mano del remendón, que
inmediatamente se bautizó con toda su familia. Hasta que, tras largos meses
de predicación fructuosa, le sobrevino en Alejandría la persecución y el
martirio.
Aquel
año 68 coincidió el domingo de Pascua con la Fiesta de Serápides en el 24
de abril, que los egipcios llamaban Farmuti. Los paganos de Alejandría,
enfurecidos por los éxitos del metropolitano Marcos (que estaba dejando vacíos
sus templos), creyeron prestar un servicio a su diosa si en el día de su
fiesta se deshacían de él. Así, prendiéronle por la noche y, atándole
una soga al cuello, lo llevaron a la cárcel, mientras entre danzas lascivas
y gestos de borrachos clamaban a coro:
—Llevemos este búfalo al abrevadero.
Allí
pasó la noche, y fue recreado con una visión de Jesús, que le animaba al
martirio. Cuando
a la mañana siguiente le llevaban, igualmente con la soga al cuello, al
lugar del suplicio, entregó su alma a Dios, repitiendo las palabras del
Maestro en la cruz:
—En
tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Era (termina Símón Metafraste) el mes que los egipcios llaman Farmuti y los judíos Nisán, el día 7º antes de las calendas de mayo de los romanos (25 de abril), bajo el emperador Nerón.
Act: 25/04/24 @santoral mercabá E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A