25 de Octubre
San Bernardo de Reus
Jaime Tarrago
Mercabá, 25 octubre 2025
Semblanza
Ya entrada la 2ª mitad del s. XII, y tras la reconquista de Tortosa a los árabes, uno de los caballeros cristianos de Tarragona recibe una masía en las afueras de Reus, conocida aún hoy con el nombre de Calvó, con la idea de empezar a repoblar Tarragona. Una masía de Reus en la que el caballero Calvó y su mujer Beatriz han tenido un 3º hijo, nacido en 1180 y al que ponen el nombre de Bernardo.
Tiene Bernardo Calvó 3 hermanos y 1 hermana, y la situación familiar de abolengo de su padre le ha permitido estudiar Derecho, posiblemente en la Universidad de Bolonia. Surge así en el mozo un 2º carácter o forma de ser, junto al carácter caballeresco heredado de su padre: el carácter de jurista, que le llevará a ejercer funciones administrativas en la curia tarraconense, al mismo tiempo que se divertía en las fiestas entre caballeros y escuderos.
En cuanto a su condición de caballero, la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (ca. 1212) viene a atenuar la tensión y alerta de Bernardo, y a olvidarse ya en adelante de la lucha contra el moro, para poder dedicarse más tranquilamente a su ajetreo administrativo. Pero no ha perdido Bernardo su doble vida, que le ha ido llevando a perder poco a poco los escrúpulos.
Hasta que Bernardo cumple 32 años, recibe la noticia de la muerte de Pedro II de Aragón en la Batalla de Muret (ca. 1213) y él mismo cae enfermo, con bastante gravedad.
El frente a frente con la muerte, que atestigua una disposición testamentaria de Bernardo, cambió el rumbo de su vida. Bernardo ha contemplado la miseria de su vida, ha descubierto los planes del Señor y ha visto en el císter de Santes Creus (Tarragona) una forma de remediar su alma. Y así lo hizo el 30 marzo 1214, festividad de la Pascua de Resurrección, asistiendo atónita su madre Beatriz a ese proceso de transformación.
Pasa Bernardo un año de noviciado bajo la regla cisterciense, y en ella aprende a beber el frescor del nuevo espíritu reformador de San Bernardo de Claraval entre esos benedictinos blancos. El 21 junio 1215 atestigua el desprendimiento definitivo de sus bienes y propiedades, y decide entregarse por completo al espíritu de pobreza.
Empieza a amar intensamente Bernardo la soledad, y a disfrutar el silencioso transcurrir de la vida cotidiana del monasterio. Pero es sobre todo la lectura de San Bernardo la que parece forjar su alma cisterciense, incluida la ley cisterciense de la caridad, que San Bernardo había enlazado con la Santísima Trinidad: "mantente unido al lazo de la trinidad de las personas divinas, por medio del amor". Pues, como el mismo San Bernardo apuntillaba, "cuando Dios ama no quiere más que una cosa: ser amado, sabiendo que el amor hará dichosos a cuantos le amen" (Canticum Canticorum, I, 11).
Unos 12 años de vida austera en el claustro vienen a recomponer la figura del monje Bernardo, dejando aquella doble vida de su juventud por unos nuevos síntomas que hablaban de madura rectitud. Y así llegamos a 1225, en que el Monasterio de Santes Creus sufre la muerte del abad Ramón, y decide encomendar a Bernardo la dirección del monasterio.
El nuevo abad Bernardo se marca entonces por objetivo la sobriedad y el silencio del claustro y la comunidad, dentro del espíritu reformista que había leído de San Bernardo. Y se apoya para ello en el espíritu que ve latir en el cisterciense Monasterio de Ager (Lérida).
Bernardo propone una observancia estricta de la regla, una clausura sobria y espiritual, unos monjes que guarden la castidad y el silencio del alma, una comunidad que sea morada de la gracia. Y todo ello "siendo como es el silencio la salvaguardia de la vida de un religioso, lo exhortamos y lo mandamos en el Señor".
Rasgos de caridad paternal se van recogiendo también del gobierno abacial de Bernardo, al observar el cuidado que reserva a las viudas, y a los hijos de aquellos caballeros que van cayendo en las campañas de la Reconquista. Así como el cuidado esmerado que prodiga hacia los monjes que sufren enfermedad.
Y mientras el abad de Santes Creus despliega esa caridad fraternal, queda vacante la sede episcopal de Vic, y el cabildo catedralicio ha visto en el abad Bernardo "al varón prudente y discreto, tanto en los asuntos espirituales como en los temporales, a quien la madurez de edad, la honestidad de conducta, su competencia universitaria y su exquisito trato, le hacen idóneo para asumir tan santa dignidad", a saber, la de obispo y pastor de la diócesis de Vic.
El abad Bernardo se resiste a aceptar la nueva carga, ya que el retiro del claustro enmarca su afán de mantener viva su conversación con Dios. Sin embargo, reconoce que es voluntad del Señor dejar su añorado claustro, y empuñar de nuevo las armas de la vida: el báculo de obispo y pastor. No obstante, antes de aceptar dicho báculo recordaba el abad Bernardo con sus monjes las advertencias y recomendaciones que San Bernardo de Claraval dirigía al novato Eugenio III:
"Vas a presidir para velar, atender, cuidar y servir. Además, no dejes de considerar que tú debes ser la figura de la rectitud, el que afirma la verdad, el defensor de la fe, el guía de los cristianos, el pastor de la grey, el maestro de los ignorantes, el refugio de los oprimidos, el vicario de Cristo" (De consideratione, I, IV, 7).
Y es que la huella profunda, y el espíritu comunitario que Bernardo vivió en Santes Creus, no desaparecerá nunca de su vida. Y aquel ambiente cisterciense le acompañará a su nuevo palacio episcopal, en Vic.
Junto al nuevo obispo Calvó vive una pequeña comunidad de unos 4 monjes cistercienses de Santes Creus, que permanece a su lado hasta su muerte. Aquellos monjes le acompañan en sus tareas pastorales por la diócesis y en las funciones litúrgicas, siendo testimonio del espíritu monacal y apostólico de Bernardo.
En ello reflejaba Bernardo el cumplimiento de aquella recomendación de San Bernardo, cuando decía al obispo de Roma: "No te entregues siempre a la actividad, sino que debes reservarte tiempo para la consideración de aquello que toca a tu interés espiritual" (De consideratione, I, I, 7).
Llevado por un elevado sentido de la vida sobrenatural, jerarquiza Bernardo Calvó sus funciones episcopales: 1º la misión espiritual y pastoral, y 2º la función de administrador temporal y las prerrogativas feudales. Tanto en lo espiritual como en lo temporal, aquellos monjes son los testigos de sus virtudes y de su caridad.
La presencia del nuevo obispo Calvó aporta en la diócesis un mensaje de paz efectivo, ya que la aversión que reinaba entre algunas familias señoriales y la ciudad va extinguiéndose gracias a su tacto personal, unido al atractivo de su persona. En él aparece el hombre adoctrinado por la ciencia del bien común. En aquella doble fisonomía religioso y política que tiene el obispo, en plena Edad Media, aparece como el que vela por el bien de cuantos forman su grey.
Su 1º cuidado está dirigido al culto divino y a la administración de los sacramentos, y para ello vela por la buena formación del sacerdote y por la dignidad de los templos. Al sacerdote le exige la sencillez en el vestir y la ejemplaridad en su conducta, y para mantener firme ese su carácter obra paternalmente, pero de un modo enérgico cuando se trata de salvaguardar la dignidad del sacerdocio.
Así mismo, facilita el obispo Calvó un complemento de la formación sacerdotal a quien lo merece, abriendo camino para que algunos la completen en universidades del extranjero, sobre todo en la de Bolonia. Los numerosos templos consagrados durante su episcopado atestiguan el fruto de su labor pastoral.
Al lado de eso participa Calvó del entusiasmo que ha levantado Jaime I de Aragón en pro de la Conquista de Valencia, y con ese fin acude a las Cortes de Monzón (ca. 1236), en que se determina aquella empresa. Fiel al compromiso allí contraído, y a la bula de Gregorio IX (ca. 1237) que estimulaba a auxiliar al rey "que había ya tomado la cruz contra los infieles de Valencia", estimula Calvó la cruzada en la diócesis, y son numerosos los caballeros que toman parte en ella.
El obispo Calvó parte para Valencia el 31 mayo 1238; actúa allá en su doble misión de consejero y pastor, y junto al rey, y con otros signatarios, firma el 3 octubre 1238 en el acta de capitulación de Valencia. Con ello ha convivido 2 acontecimientos históricos del reinado de Jaime I: las tomas de Mallorca y de Valencia.
Como lo había sido en Santes Creus, siguió siendo en Vic característico de Bernardo un ejercicio primordial: el ejercicio de su caridad. Lo profesa su testamento, que viene a ser un legado de espíritu de desprendimiento. En su quehacer cotidiano tuvo en cuenta aquella recomendación de San Bernardo: "Considera ante todo que tú eres quien debes cuidar de los pobres, tú eres la esperanza de los que sufren la miseria y el tutor de los huérfanos" (De consideratione, I, III, 3).
El obispo Calvó entregó su alma al Señor el 26 octubre 1243, y canceló su vida con el testamento propio del pastor y padre de los suyos. San Bernardo de Claraval, que le había precedido casi un siglo antes, había creado una fisonomía propia de vida religiosa y vida de piedad, que 100 años después supo Bernardo Calvó reproducir a la perfección, como uno de sus hijos póstumos que se dedicó a difundir aquella fisonomía de vida monástica en Cataluña y en su diócesis de Vic, sellándolo todo bajo el título de la caridad.
Act:
25/10/25
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