26 de Marzo

San Braulio de Zaragoza

Fidel García
Mercabá, 26 marzo 2024

         Nació el 589 en Zaragoza, en el seno de una familia hispano-romana de probada ortodoxia y religiosidad. Fue hijo de Gregorio (viudo y futuro obispo de Osma, según San Eugenio de Toledo) y hermano de Juan (su predecesor en la sede zaragozana, según San Ildefonso de Toledo), Frunimiano (abad benedictino, según el propio Braulio en su dedicatoria de la Vida de San Millán), Pomponia (abadesa benedictina, según una carta que le escribió Braulio) y Basila (joven viuda que también se consagró, según otra carta de Braulio).

         Su 1ª formación la recibió Braulio de su hermano mayor Juan (a quien llama su "maestro en la vida común, en la piedad y en la doctrina"), en la escuela aneja al Monasterio Santa Engracia de Zaragoza (del que debió de ser abad dicho Juan, antes de su promoción episcopal) y junto a su otro hermano Frunimiano.

         San Ildefonso nos habla del "docto magisterio de Juan en las sagradas letras" y de su pericia "en el cómputo eclesiástico y en la liturgia", para la que hubo de componer algunos himnos y otras piezas elegantes. Así como San Eugenio lo celebra como distinguido "en toda clase de disciplinas, ante quien la misma Grecia se inclina", aludiendo a su posible sólida formación humanística.

         Logró adquirir Braulio, pues, una perfecta y amplia formación, y no sólo en el ámbito de las ciencias eclesiásticas sino también en las letras clásicas (retórica, poesía, música...), que le valieron para componer la letra y melodía de numerosos himnos sagrados, que su discípulo San Eugenio incorporó a la liturgia visigótica de Toledo.

         Pero donde cuajó toda su plenitud y madurez cultural fue, sin duda, en la escuela humanística de San Isidoro de Sevilla (su maestro), con quien colaboró estrechamente. Pues empujado por su sed de aprender, y atraído por el prestigio del gran doctor de la Iglesia hispana, se trasladó Braulio a Sevilla, prolongando allí su estancia bajo la compañía del viejo San Isidoro.

         De la permanencia de Braulio en Sevilla, al lado de San Isidoro, data una profunda amistad entre ambos hombres de la cultura y siervos de Dios, teñida por una discreta protección paternal por parte del arzobispo sevillano hacia su joven aprendiz zaragozano.

         De regreso a Zaragoza, Braulio es nombrado arcediano de la sede zaragozana (ca. 619), al tiempo que su hermano Juan dirige el arzobispado. Y allí empieza a escribir, tanto cartas a San Isidoro (al que llama "mi carísimo y dilectísimo hermano", así como "el más excelso de los hombres" y "luz esplendorosa e inextinguible") como libros culturales y escritos litúrgicos.

         A la muerte de su hermano Juan (ca. 631), Braulio es promovido a la sede episcopal de Zaragoza. Tras lo cual escribe a su viejo amigo Isidoro una larga carta, llena de elegancia y de humor, en la que simulando enfados y súplicas rendidas, trata de obtener el envío tan deseado y aún no conseguido, del libro de las Etimologías.

         Esta vez sí obtiene Braulio respuesta desde Sevilla, que parece colmar su insaciable apetito bibliófilo. Pues junto a una felicitación episcopal por parte de San Isidoro, obtiene también varios códices isidorianos, e incluso sus Etimologías. Pero no como libro enmendado y bien dispuesto, sino para que su discípulo llevase a cabo una enmienda (lo que llena de orgullo a Braulio) y logre terminarlo y componerlo, dada la salud y ancianidad del sevillano (lo que sobrepasa la capacidad de Braulio, que se ve indigno de ello).

         La presencia de ambos en el Concilio IV de Toledo (ca. 633), con el anciano San Isidoro en el cenit de su prestigio y autoridad, fue el último encuentro entre los 2 grandes amigos. Y cuando 3 años más tarde fallece el arzobispo de Sevilla, Braulio vino a constituirse, como por natural sucesión, en su heredero moral, y 1ª figura de la Iglesia española.

         En el Concilio V de Toledo (ca. 636) ya aparece Braulio dirigiendo las deliberaciones y redactando los cánones, así como sugiriendo una pacífica y segura elección de los monarcas visigodos de España. Y en el Concilio VI de Toledo (ca. 638) alcanza todo su prestigio y autoridad, pasando a liderar luminosamente a la Iglesia hispana.

         Es el momento en que la influencia de Braulio, sobre la Iglesia visigótica española, perdurará ya hasta su muerte, y a él acudirán de todas partes y personalidades en busca de consuelo y consejo, demandando soluciones o pidiendo asesoramiento para las cuestiones teológicas, escriturarias, canónicas o litúrgicas.

         Pero volvamos a dicho Concilio VI de Toledo, porque sin ser Braulio metropolitano, y a pesar de hallarse presentes en 5 de éstos (el de Narbona, el de Braga, el de Toledo, el de Sevilla y el de Tarragona), Braulio es nombrado "comisionado de Hispania", con la tarea de entablar conversaciones, en nombre de la asamblea de obispos de Hispania y las Galias (como rezan las Actas), con el papa Honorio I (que se había quejado de supuestos casos de negligencia o sobrada lenidad, en la defensa de la fe).

         La queja de Honorio I pudo estar motivada por una parcial información, o una inexacta interpretación, del canon 67 del Concilio IV de Toledo, en el que se censuraban las conversiones de los judíos obtenidas por la coacción.

         Pero sea por lo que fuere, Braulio no asistió al Concilio VII de Toledo (ca. 646), que fue presidido por su antiguo discípulo y arcediano, y ahora arzobispo de la sede primada (San Eugenio de Toledo), de quien había hecho Braulio un teólogo, un poeta y un santo, y al que había conseguido la sede primada ante las presiones del rey de Hispania (Chindasvinto I de Toledo) y San Fructuoso (legislador del monacato en la España visigótica, y promovido más tarde a la sede metropolitana de Braga).

         Aun así, Braulio siguió ejerciendo su influencia en el reino visigodo de Hispania. A Chindasvinto I de Toledo le sugiere la conveniencia (para prevenir posibles perturbaciones en la elección de un sucesor en la corona) de asociar ya en vida, y en el trono, a su sucesor. Por su parte, Recesvinto I de Toledo le encarga con insistencia la revisión de un códice (futuro Fuero Juzgo, presentado en el Concilio VIII de Toledo) con sumo interés, y de cuya laboriosa corrección por el prelado zaragozano le queda muy agradecido.

         Para satisfacer a toda esta correspondencia y al intercambio y copia de códices, a cuya búsqueda y adquisición, por donde quiera que averiguase o sospechase su existencia, se dedicó toda su vida con verdadera pasión de bibliófilo, hubo de organizar Braulio un escritorio, en el que, a veces, como él mismo dice, escaseaban los materiales o pergaminos.

         Ejemplo de esa pasión bibliófila es su correspondencia con el célebre abad Tajón, quien habría de sucederle en la sede zaragozana. Este, que había acudido también a Braulio con una consulta teológica, y dejó escrito del mismo: "¿Hay en nuestra época hombre más elocuente, más sabio, más familiarizado con los secretos de la ciencia?". En efecto, había logrado traer Tajón de Roma algunos escritos de Gregorio I Magno, y Braulio se apresuró a rogarle, con gran encarecimiento, que se los deje para copiarlos.

         Por cierto que aquí hubo de echar en olvido, y aun compensar con las más deferentes y afectuosas expresiones, las un tanto agrias con que, tiempo atrás, se había visto obligado a responder a alguna intemperancia del mismo Tajón, y de las que pueden ser muestra las siguientes líneas, en las que se revela la cultura clásica del obispo de Zaragoza:

"También yo, si quisiera, podría replicar. Que también yo, como dice Flaco, aprendí letras, y tuve que sustraer con frecuencia la palma al azote de la férula; y también a mí se podría aplicar lo de: huye lejos que lleva heno en el cuerno; y aun aquello de Virgilio: también nosotros, padre, manejamos con diestra fuerte los dardos y el hierro, y también de las heridas que hacemos brota sangre. Pero soy siervo del amor y no quiero perder el tuyo, ni quiero poner en mis palabras cosa de burla o desagradable, como aconseja Ovidio, ni hacer, como dice Apio, alarde de facundia canina. Sino antes, imitando la humildad del Maestro y Señor Cristo, queremos seguir a aquel que dice: ofrecí mi espalda a los azotes y mis mejillas a las bofetadas".

         Siempre en la correspondencia del Santo aparece, por encima de todo, la más exquisita cortesía, la delicadeza, la humildad (el encabezamiento ordinario de sus cartas es el de "Braulio, siervo inútil de los santos de Dios"), la caridad, la bondad servicial, un gran sentido de humanismo indulgente y un equilibrio ejemplar de consejo y de conducta.

         La carta que cierra el epistolario es la dirigida al abad San Fructuoso, en respuesta a las cuestiones escriturísticas que éste le había propuesto, y viene a ser como un pequeño tratado de exégesis bíblica, en el que se pone de manifiesto el gran conocimiento en Braulio de la patrística, del texto griego y de la verdad hebraica. Hacia el final de esta carta, se lee como una especie de presentimiento de su cercana muerte.

         Ya en sus últimas cartas anteriores venía hablando con frecuencia el obispo de Zaragoza de la debilidad de sus fuerzas, de su inutilidad, de sus preocupaciones y contrariedades, compañeras inseparables del cargo pastoral, pero que se hacen más sensibles cuando las energías corporales van perdiendo su poder de resistencia, de sus achaques, en especial de su falta de vista, cansada, sin duda, en la lectura asidua de códices enrevesados y de letra difícil; pero en la última carta nos dice algo más concreto: esperando estoy cada día el fin de mi doliente condición mortal.

         Y este presentimiento, que para Braulio era una esperanza, se cumplió el mismo año de 651, fecha de la muerte de Braulio. Su mejor elogio fúnebre pudo ser el que en su carta le dirigía el mismo San Fructuoso, y que no era sino la expresión del común sentir de la Iglesia visigótica del momento:

"Damos gracias incesantes a nuestro Creador y Señor, que en estos últimos tiempos ha hecho que seáis tal y tan grande pontífice, que en el mérito de la vida y el don de la doctrina sigáis en todo los ejemplos apostólicos, digno de alcanzar la inefable gloria de la patria suprema, junto con aquellos cuya vida incontaminada imitáis en este tempestuoso mundo".

 Act: 26/03/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A