27 de Abril

Santa Zita de Luca

José Luis Repetto
Mercabá, 27 abril 2024

         Fue el caso de una muchacha que, desde los 12 años hasta su muerte, vivió como sirvienta del hogar, pasando de no ser muy bien tratada por sus amos a conquistar por completo sus corazones, y hacer que éstos fuesen los principales encargados de promover su memoria (dejando por escrito su testimonio y hechos sobrenaturales). Se trató de una santidad, por tanto, lograda a base del ejercicio de las virtudes, partiendo de la humildad y terminando en el cumplimiento sacrificado de sus deberes, sobre todo laborales.

         Nació en 1218 en Monsagrati (Luca), en un hogar campesino y modesto de aldea que le transmitió un profundo sentido del esfuerzo y la responsabilidad. Pasó su niñez como una niña dulce y modesta, hasta que, al llegar a los 12 años, decidió seguir la suerte de las muchachas de su aldea, e ir a la ciudad a ganarse la vida.

         La familia con la que se coloca es la familia Fatinelli, adinerada y bien situada socialmente en Luca. Zita es desde el principio una criada escrupulosa en el cumplimiento de sus deberes, en los que ponía el mayor empeño. No obstante, sus amos encontraron un pero en su haber: las sobras se las daba a los pobres, y a veces algo más que las sobras, no resistiendo su corazón el ver gente hambrienta a la puerta de la casa.

         Por supuesto que todo eso que daba no era suyo, y debía haberlo consultado a sus amos. Pero Zita intuía que, en la extrema necesidad, los bienes sobrantes no era algo que ya les pertenecía a los ricos, sino a los pobres. Ella lo hacía por caridad, pero no sabía que en el fondo estaba practicando la justicia.

         Zita consideraba que su trabajo era la misión que el Señor le encomendaba, y ella lo realizaba "no como quien sirve a los hombres, sino a Dios" (Ef 6, 7). Muy de mañana se levantaba para hacer oración, restando horas al sueño y no a sus deberes. Y a continuación, continuaba con la crianza de la casa.

         Pero su buena conducta no fue apreciada por sus amos, que la reprendían con gestos desabridos y palabras hoscas. Ni tampoco por las otras criadas de la casa, que la calumniaban y acusaban de faltas que ella no había cometido.

         Zita no se defendió nunca de nada, ni devolvió insultos ni se insurreccionó contra el trato injusto de sus amos. Consideró todo ello como parte de la cruz que Cristo le invitaba a llevar, y se ofreció al Señor para que en ella se cumpliera su divina voluntad. Su capacidad de oración y trabajo estuvo siempre acompañada, pues, por una gran capacidad de paciencia y fortaleza, en la que maduró.

         Pudiendo tener más de un pretendiente, Zita decidió consagrarse por completo al Señor, y aunque su virginidad no estuvo consagrada por los votos religiosos, la suya fue una ofrenda íntegra y perfecta, viviendo con total recato en medio de personas de todo tipo. Y así fue perseverando año tras año, en una vida de trabajo y piedad que le hacía cumplir, sin ella saberlo, el ora et labora de los monjes de clausura, con rara perfección. 

         La intachable conducta de Zita se fue imponiendo silenciosamente ante sus amos, que empezaron a percibir que Zita era todo lo laboriosa y bien intencionada que cabía ser, y que sus virtudes no merecían otra cosa que afecto y consideración. Empezaron, pues, a mejorar su trato hacia ella y a darle muestras de estima, hasta que decidieron ponerla al frente del servicio.

         Se vio así Zita como el ama de llaves de la casa, encargada de dirigir todos los servicios que en ella habían de prestarse. pero esta nueva situación no alteró en nada su laboriosidad, ni su modestia nu su espíritu de compañerismo hacia las nuevas chicas que llegaban. No se sintió superior a las demás, sino siempre una leal compañera. Y no sólo no se vengó de quienes la habían mirado mal anteriormente, sino que las trató con amistosidad.

         Los amos le permitieron seguir su género de vida piadosa, su asidua asistencia a las iglesias para la misa y los sacramentos. La fama y la santidad de Zita empezó a correr por Luca, y empezaron a atribuírsele hechos sobrenaturales. Tenía 60 años cuando Zita se sintió enferma, y hubo de guardar cama. Rodeada del afecto de sus amos y compañeros de trabajo, pasó Zita 5 días interminables, hasta que finalmente, el 27 abril 1278, entregó su alma a Dios.

         Enterrada en la Basílica San Fedriano de Luca, su tumba se convirtió muy pronto en objeto de culto por toda Luca, que expresamente autorizó el obispo de Luca 4 años después de su muerte. Se dice que la clase popular de Luca vio en ella un exponente de sus propias reivindicaciones frente a la aristocracia. Inocencio XII confirmó su culto el 5 septiembre 1696, y la ciudad de Luca la proclamó su patrona. Poco después, en 1935, Pío XI la nombró patrona de las empleadas del servicio doméstico.

 Act: 27/04/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A