27 de Marzo

San Juan de Asiut

Consuelo Lozano
Mercabá, 27 marzo 2024

         Nació en Licópolis (actual Asiut, Egipto) a inicios del s. IV, y pasó la mayor parte de su vida en la Tebaida, dedicado a la oración y a la penitencia. Parece ser que nació en el seno de una familia pobre y que tuvo en la juventud la profesión de carpintero.

         Muy joven marcha a buscar la soledad del desierto; se pone bajo el amparo de santo monje que le orienta en las difíciles sendas de la imitación de Jesucristo, siguiéndole en la soledad. El maestro pone a prueba su disposición mandándole, de modo insólito, que riegue una rama de árbol seca y podrida que ha plantado en la tierra.

         El joven aprendiz de anacoreta no se complica la vida con disquisiciones por muy razonadas que parezcan; va y viene dos veces al día a por el agua escasa que tiene a distancia y moja y riega su pobre leño. No sabemos cuál fue el resultado de su prueba, pero a él (entonces inexperto) le sirvió para mortificarse y enraizar la obediencia.

         Come hierbas y raíces; bebe agua abundante; es de poco dormir, hace mucha oración y extremada penitencia. Las pocas gentes que conoce lo ven lleno de buen humor, servicial, parco en las palabras, acertado en las sentencias que salen de su boca siempre dispuesta a enseñar a Cristo; lo describen barbudo con figura alargada y seca. No daba para otra apariencia aquella vida de ayuno con sol y aire abundante.

         Con el paso del tiempo, se aproxima a él gente más apartada. Al correrse las voces sobre la santidad de Juan, el solitario anacoreta, vienen desde lejos a rezar y aprender cosas de Dios. Algunos consultan problemas personales, mientras que otros buscan arreglos de asuntos enconados y con poca solución entre clanes y familias.

         Algún militar se acerca a exponer sus temores ante los bárbaros que se acercan, y Juan le profetiza victorias que se cumplen. Hasta el mismo emperador Teodosio le envía una embajada de consultas sobre acciones políticas y militares, que está a punto de comenzar y que requieren su consejo. Eso sí, nunca permite Juan que una mujer mire ni se acerque a su celda.

         En la pobreza del desierto, aunque no dispone de espacio digno donde recibir visitas ilustres, van a verle también monjes como Evagrio del Ponto y su discípulo Paladio (del Monasterio de Nitria); en esa ocasión, profetiza a Paladio su futura elección de obispo y las cruces que va a llevar anejas. Y uno de sus visitantes es también Alipio, gobernador de Tebaida

         Juan vivió hasta el año 394, tras haber pasado 75 años en el desierto.

         Que se sepa, Juan no escribió cosa alguna. Pero quienes le conocieron quedaron tan impresionados de su vida y tan vivamente conmovidos por sus palabras que sí aumentaron su fama. Dicen de él sus testigos oculares que le oyeron hablar de algún solitario que conoció un fantasma de mujer que le llevó al abandono del desierto (la imaginación descontrolada siempre fue mala consejera).

         Y junto a ese monje solitario, también parece ser que hablaba Juan de otros que se habían dejado seducir por la sensualidad, arruinando su vida de entrega en el desierto y acabando por enterrarse en la impureza. Así como hablaba de otros a los que el buen Dios les concedió la vuelta por el arrepentimiento.

         La escena del fresco de Lorenzetti en el Cementerio de Pisa, mostrando a una mujer de extraña hermosura que clava su glacial mirada en el monje barbudo que aprieta su mano, bien pudiera ser un eco artístico de las tentaciones que, como cualquier mortal, hubieron de superar los ermitaños del desierto. Así fue como, abajados del pedestal de gloria que envuelve sus repetidas historias de santidad, nos los presentó San Juan de Asiut. Lo cual exalta todavía más el valor y mérito que aquellos ermitaños tuvieron.

 Act: 27/03/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A