2 de Diciembre
Santa Bibiana de Roma
Casimiro
Sánchez
Mercabá, 2 diciembre 2025
Semblanza
La más antigua mención de Santa Bibiana (y de su iglesia en Roma) la encontramos en el Líber Pontificalis, por donde averiguamos que el papa Simplicio I (468-473) dedicó "dentro del recinto de la ciudad, cerca del palacio Liciniano, una basílica a la bienaventurada mártir Bibiana, donde su cuerpo reposa". Expresiones análogas se hallan a cada paso en los textos hagiográficos: "basílica de tal mártir... donde reposa su cuerpo". Pudiera, pues, creerse que se trata de una frase hecha sobre la que no merece la pena insistir.
Sin embargo, nuestro caso es diferente, porque la mención se remonta al s. V, cuando todavía estaba en pleno vigor la antiquísima Ley de las Doce Tablas, que ordenaba tajantemente que "dentro de la ciudad, ni se quemen ni se entierren cadáveres".
Los historiadores mencionan algún caso rarísimo, como la excepción concedida por el Senado al emperador Trajano (cuyas cenizas fueron depositadas en lo alto de la colosal columna que se levantara en el foro de su nombre). Luego si Santa Bibiana estaba enterrada dentro de los muros de Roma, con razón fue destacado su caso por el Líber Pontificalis (tratando de buscarse alguna justificación).
Pero nosotros no podemos proceder tan fácilmente. Se impone un rápido examen de las Actas para saber hasta dónde son ciertos sus relatos. Es siempre el problema de los santos antiguos rodeado del halo de la popularidad. Porque si el culto de Santa Bibiana se remonta históricamente hasta Simplicio I, ya desde antes existen indicios del mismo.
Según el relato de la Passio, el emperador Juliano llegó a martirizar a más de 7.000 cristianos, del 361 al 363. Y, entre ellos, a Flaviano (prefecto de la ciudad), junto a su mujer (Dafrosa) e hijas (Demetria y Bibiana).
No obstante, y para evitar el tumulto del pueblo, Juliano no condenó a muerte Flaviano, sino que le confiscó todos sus bienes y lo desterró, matándolo ya fuera de la ciudad. Dafrosa muere también después de varios incidentes, y sus 2 hijas son llevadas a presencia de Juliano. Demetria muere de miedo, y Bibiana es confiada por el emperador a una mujer perversa (llamada Rufina), para que la corrompa.
Con halagos y malos tratos pretende Rufina hacer apostatar a la joven Bibiana, así como la va preparando para contraer un matrimonio civil. Pero viendo que sus esfuerzos eran inútiles, da cuenta de ello a Juliano. Juliano decreta entonces azotar públicamente a Bibiana, hasta que a base de latigazos exhalara el último suspiro.
Desangrada Bibiana en medio del forum Tauri (Mercado del Toro), allí falleció la santa, quedando su cuerpo abandonado para mayor escarnio público. Hasta que a los 2 días pasó por allí un presbítero llamado Juan, que recogió su cuerpo y consiguió enterrarlo de noche, junto a los que ya había enterrado de su madre y hermana.
Una vez muerto el emperador Juliano, una mujer llamada Olimpina edifica una iglesia para honrar la memoria y cuerpos de las 3 mártires romanas, dentro de su propia casa (intramuros), y a la llegada del papa Siricio I (ca. 384) le cuenta el caso de Santa Bibiana.
Y aquí está el dilema historicista. Porque el hecho de que Dafrosa y sus hijas fueran enterradas en una casa privada de Roma (dentro del recinto de la urbe) no parece tener importancia para el autor de la Passio, ya que en ese momento la la ley civil (que prohibía tales inhumaciones) había caído en desuso. En cambio, el autor de las Actas recoge el peligro del motín popular, a la hora de justificar el enterramiento de dichos mártires en los domicilios particulares.
De encontrarse la sepultura de las 3 santas en su iglesia (antigua casa de Olimpina), cabe aventurar que se tratase de mártires anteriores al año 274, en que Aureliano extendió los muros de Roma más allá del Esquilino (límite hasta entonces religioso y legal de la urbe), donde no regían las prohibiciones sobre enterramientos. Y la antigüedad de Santa Bibiana sería mucho mayor que la consignada por el autor de su Passio.
No deben producir desencanto estas disquisiciones. Los gustos del s. VI, en que florecieron las Actas Apócrifas, no son los nuestros. Aquellas leyendas servían para la edificación de los fieles, pero lo único verdadero que incluían eran los nombres y los lugares. Para nosotros, eso nos basta.
La Iglesia de Santa Bibiana existe aún en Roma, cerca de la vía férrea, y ha dado precisamente nombre al túnel por donde aquella se cruza, Arco de Santa Bibiana. Está situada en el monte Esquilino, en el lugar que ocupaban los jardines del emperador Licinio Galieno, junto a la Puerta Tiburtina y no lejos d el cementerio del Campo Verano (detrás de la basílica de San Lorenzo Extramuros).
Bajo su altar alberga las reliquias de la santa, conservadas en 2 vasos de vidrio con su correspondiente inscripción, y descubiertas en las excavaciones de 1624 dirigidas por Bernini. No obstante, la carencia de documentación impide saber si habían sido colocadas allí por traslación o elevación.
Ahondando en dichas excavaciones de 1624, se hallaron en un plano más profundo 2 sarcófagos superpuestos, cada uno de los cuales contenía un esqueleto cubierto de cal. Aunque no contenían nombre ni símbolo cristiano, se atribuyeron a Dafrosa y Demetria, la madre y hermana (respectivamente) de la santa.
El hallazgo de estos 2 cadáveres in situ y rociados de cal (procedimiento que usaban los antiguos por razones de salubridad) demuestra que no fueron tocados desde su inhumación, pues en un traslado resultaba inútil adoptar tales medidas higiénicas. De donde se colige que la basílica de Santa Bibiana está levantada sobre 3 sepulturas, 2 de ellas intactas y los restos de la otra colocados en recipientes de época desconocida.
Urbano VIII, con esa pasión renacentista que le caracterizaba, salvó el monumento antiguo, y quiso además dejar un testimonio litúrgico del hallazgo, incluyendo en el calendario la fiesta de Santa Bibiana, con rito propio para el día 2 de diciembre. Convirtió la iglesia en basílica (de 3 naves, dividida por 8 columnas antiguas), y encargó su decoración pictórica a Cortona y Ciampelli, así como una escultura graciosa de la santa al genial y todavía joven Bernini.
Act:
02/12/25
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