31 de Octubre

San Alonso Rodríguez

Pedro Sainz
Mercabá, 31 octubre 2025

Semblanza

         Nació en 1533 en Segovia, como 2º hijo de un matrimonio (de Diego Rodríguez y María Gómez) dedicado al comercio de paños, que tuvo 7 varones y 4 hembras.

         Cuando Alonso tenía 12 años llegaron a Segovia dos de los primeros jesuitas, que se hospedaron en su casa y que, después de practicar su apostolado en la ciudad, se retiraron a una casa de campo. Durante todo el tiempo que estuvieron en Segovia tuvo el niño Alonso verdadera intimidad y trato con ellos, y dichos padres le enseñaron la doctrina cristiana, a rezar el rosario, a ayudar a misa y a confesarse. Uno de estos padres era el padre Fabro, cuyas enseñanzas evocaría siempre Alonso en su vida, hasta en su ancianidad.

         Pocos años después, fue enviado Alonso por su padre, junto a su hermano mayor, al Colegio Jesuítico de Alcalá, fundado por el padre Villanueva (amigo de la familia, y a quien fueron encomendados los 2 hermanos). No estuvo allí Alonso mas que 1 año, pues falleció su padre, y la madre decidió que Alosno regresase a Segovia, para ponerse al frente del negocio paterno.

         Parece que Alonso no reunía grandes condiciones para el comercio, y el negocio iba cada día peor. Por consejo de su madre, se casó Alonso con una joven montañosa llamada María Juárez, que poseía algunos bienes de fortuna y que le dio 2 hijos. Pero la desgracia perseguía a Alonso, que perdió a uno de los hijos y a su mujer. Ya viudo, se murieron el otro hijo y su propia madre, y Alonso se quedó solo en el mundo.

         Se produce entonces en su alma una profunda crisis, decidiendo entregarse a una nueva vida tras una confesión con el padre Martínez (predicador de la Compañía). Pasó después 3 años de rigurosa penitencia, con disciplinas cotidianas, cilicios, ayunos, 4 horas diarias de oración y comunión cada 8 días. En una de sus memorias, escrita en 1604 (Obras, I, 15-17), nos explica Alonso cómo fue ascendiendo en esta época de la oración vocal a la oración sobrenatural, iniciándose ya las visitas de Jesucristo y la Virgen (tan constantes durante el resto de su vida).

         Tras 6 años en este estilo de vida, en 1569 cede a sus hermanas todos sus bienes y se va a Valencia en busca de su confesor (el padre Santander, rector del Colegio Jesuítico de Valencia), con el propósito de ingresar en la Compañía de Jesús. Pero las dificultades saltaban a la vista (su edad, su falta de estudios, su poca salud...), y el padre Santander prefirió colocarlo en casa de un comerciante, y después al servicio de un hijo de la marquesa de Terranova.

         Vistas las dificultades para ingresar en la Compañía, y obedeciendo a la sugestión de un conocido (en quien Alonso creyó ver después una influencia diabólica), formó el propósito Alonso de dedicarse a la vida eremítica. Se produce entonces una crisis decisiva para su futura vida espiritual, pues cuando dio cuenta al padre Santander de su proyecto, éste le dijo: "Me temo, hijo, que os perdéis, porque veo que queréis hacer vuestra voluntad".

         Ante estas palabras, la conmoción de Alonso fue extraordinaria, haciendo allí mismo firme propósito de no realizar nunca su voluntad en los restantes días de su vida, e iniciando a partir de entonces una de las notas más características de su personalidad: la obediencia ciega y absoluta.

         Finalmente, todas las dificultades para el ingreso de Alonso en la Compañía de Jesús fueron vencidas, tras la intervención del padre Cordeses (el provincial), que a la sazón dijo querer "recibir a Alonso en la Compañía para que fuese en ella un santo, y con sus oraciones y penitencias ayudase y sirviese a todos". Fue admitido el 31 enero 1571, allí en Valencia.

         En este mismo año, el 10 de agosto, fue enviado Alonso a Palma, para ingresar en el Colegio de Monte Sión. El 5 de abril pronunció sus votos del bienio (o votos simples), y 12 años más tarde (ca. 1585) sus votos definitivos de coadjutor.

         En este lapso de tiempo, entre los 2 votos, hay que situar el periodo más duro y doloroso de su vida espiritual: los 7 años de sufrimiento y de terribles tentaciones, que Alonso nos relata en sus escritos. A partir de 1572 se hizo cargo del puesto de portero, y desempeñó este cargo sin interrupción durante 30 años más. Según nos relata el padre Colin:

"Habiendo pasado ya de los 72 años, consumida su salud con la lucha perpetua de su carne y espíritu, y quebrantadas las fuerzas, advirtiendo los superiores que no tenía sujeto para tanto trabajo ni pies para tantos pasos, habiéndole eximido primero de subir escaleras y otras cargas pesadas del oficio, se lo hubieron finalmente de quitar todo y encomendaron otros más llevaderos. Y esto hasta el año 1610, que los siete restantes ni para esto estuvo".

         Desde aquella confesión que había hecho en Valencia con el padre Santander, Alonso había considerado la ciega obediencia como el 1º deber. Pues como él mismo decía: "Lo que le pasa a esta persona con Dios sobre esta materia de la obediencia es que era tan cuidadosa en obedecer a ciegas que un padre le dijo que obedecía a lo asno". En una ocasión, ya en Palma, el enfermero le llevó la comida a la cama, ordenándole de parte del superior que se comiera todo el plato. Cuando regresa el enfermero, encontró a Alonso deshaciendo el plato, y comiéndose la porcelana.

         En otras ocasiones, los superiores de Palma le obligaban, so pretexto de poner a prueba su obediencia, a pronunciar pláticas en el refectorio y a contestar a consultas sobre temas arduos de doctrina, que eran siempre esclarecidos por la luminosa experiencia de su vida espiritual. Mediante su correspondencia con personalidades de Palma y del resto de España, ejerció Alonso un verdadero magisterio.

         Pero aún sería mas importante la lista de cuantos recibieron directamente su ejemplo, desde los padres superiores del colegio hasta los novicios que por él pasaban.

         Representativa de esta influencia del humilde portero fue la gran figura de San Pedro Claver. Cuando éste llegó como novicio al Colegio de Palma, tuvo Alonso la intuición de que aquel joven habría de ser el gran apóstol de las Indias. De hecho, cuando el joven Claver partió de Monte Sión se llevó consigo el cuadernito de avisos espirituales que le había dado el hermano portero Alonso. Y la última alegría de San Pedro Claver, poco antes de morir en Cartagena de Indias, fue recibir la Vida de San Alonso Rodríguez, publicada por el padre Colín.

         Un conjunto de enfermedades obligó a Alonso a guardar cama (ca. 1617), no levantándose ya más de ella y falleciendo en ella el 31 octubre 1617, con el nombre de su amado Jesús en los labios.

         En 1635 se inició, a base de limosnas, la construcción de una capilla "curiosa y magnífica", para guardar en ella el cuerpo del venerable hermano Alonso Rodríguez. No obstante, hasta 1760 no declaró Clemente XIII heroicas sus virtudes. La causa de beatificación del hermano Alonso fue interrumpida en razón de las vicisitudes sufridas por la Compañía de Jesús con las persecuciones, que culminaron en la supresión llevada a cabo por Clemente XIV.

         El proceso se activó en 1816, cuando Pío VII restableció la Compañía y los padres volvieron al Colegio de Palma (ca. 1823). El 25 mayo 1825 León XI le proclamaba beato, y el 15 enero 1888 León XIII le canonizaba, al mismo tiempo que a su amado discípulo San Pedro Claver, el apóstol de los negros esclavos.

         San Alonso Rodríguez es uno de los grandes santos de la Compañía de Jesús. Hombre de pocas letras, aunque muy dado a piadosas lecturas, su doctrina no es producto de una cultura libresca, sino el resultado de una experiencia espiritual, que logró elevarse a las cimas de la ascética. Toda su formación estuvo vinculada desde la niñez a la Compañía de Jesús, viniendo a ser este humilde hermano portero una de las pruebas vivientes de la espiritualidad jesuítica.

         El conjunto de los opúsculos que escribió San Alonso no obedece a un plan sistemático, pero pueden clasificarse en 3 grupos, conforme a los fines para que fueron escritos:

1º consejos espirituales, que el santo daba por escrito, unas veces espontáneamente, otras atendiendo peticiones, y estos papeles fueron tan solicitados que los superiores llegaron a prohibir su salida del convento sin su autorización;
2º notas en las que el santo recogía sus inspiraciones para tenerlas presentes y conseguir su progreso espiritual, denominándolas "avisos para mucho medrar";
3º la cuenta de conciencia, que, obedeciendo a sus superiores, debía dar periódicamente por escrito, de las gracias recibidas de Dios, de su espíritu, de sus sentimientos.

         Así se formó su Memorial o autobiografía de San Alonso Rodríguez, que empezaba en mayo de 1604 y llegaba hasta junio de 1616. El conjunto de los escritos reproducidos fueron agrupados por temas por el padre Nonell, en forma de trataditos sobre la oración, la humildad, el amor a Dios, la contemplación y devoción a la Virgen, o avisos para imitar a Cristo. Si a esto añadimos las cartas, tenemos el panorama de la producción literaria de San Alonso.

         La manera de escribir de Alonso, como ya indicamos, dio ocasión a numerosas repeticiones de conceptos e ideas. Para remediar este inconveniente, el padre Borros elaboró su Tesoro Ascético, recogiendo en 183 páginas lo fundamental de la producción del santo. Finalmente, su doctrina ha sido plenamente sistematizada en la obra del padre Tarragó.

         San Alonso Rodríguez, que escribió por estricta obediencia sus confesiones más íntimas, nunca habla de sí, sino que se refiere siempre a una cierta persona, cuyas vicisitudes espirituales se relatan. Dentro de la Compañía de Jesús la obra de San Alonso puede ser considerada como el modelo de la espiritualidad de los hermanos coadjutores, que alcanzan la santidad con sus trabajos humildes y oscuros, así como representan una especial faceta del apostolado y espiritualidad del organismo al que pertenecen.

         En conjunto, hay 3 notas principales se destacan como las más características y personales de la espiritualidad de San Alonso:

1º el ejercicio permanente para lograr la constante y auténtica familiaridad con Dios,
2º la ciega obediencia y profunda abnegación de sí mismo,
3º el amor y deseo de la tribulación, que el santo consideraba el mayor bien que se puede recibir de Dios.

         Los beneficios de la tribulación los expuso San Alonso en un encantador escrito titulado Juegos de Dios y el Alma, en que el segoviano nos explica las ganancias del alma, beneficiándose con la tribulación:

"El juego es de esta manera: Dios juega Dios con el alma, su regalada y querida, y el alma con su Dios, al cual ama con amor verdadero. Y ambos juegan con al ganapierde. Y es que, perdiendo en esta vida, según el uso del mundo, gana ella; y es que permitiendo Dios que sea maltratada, perdiendo, gana, callando y sufriendo el mal tratamiento, no se vengando, como se venga el mundo".

"Pasa adelante el juego, y es que el alma va siempre perdiendo de su derecho, según su carne y el mundo le enseña; y así, perdiendo, gana, porque, si ganase según el mundo y la carne le enseña, quedaría perdida. ¡Oh juego enseñado por Dios al alma, cuan digno sois de ser ejercitado!".

         Como se ve, San Alonso escribe en el sabroso castellano popular y corriente de la época, sin pretensiones literarias. Eso sí, a veces logra páginas de verdadera belleza, cuando expone doctrinas por las que siente apasionado entusiasmo. Tal ocurre al explicar los frutos que se obtienen con el ejercicio de la presencia de Dios:

"Pues así como todas las plantas y criaturas de la tierra, con la comunicación y presencia del sol reciben de él gran virtud y las causa que crezcan y den fruto, así las almas que andan siempre en la presencia de Dios reciben de este Señor gran virtud y es causa que crezcan y den gran fruto de virtudes y buenas obras, enseñándolas grandes cosas de perfección. Y si las flores, y rosas, y los árboles reciben de parte del sol con su presencia y comunicación tanta hermosura y lindeza, y si él les faltase pondrían luto, como si fuesen sensibles. Como se ve en algunos géneros de rosas o flores, que cuando el sol quiere salir dan muestra de alegría descubriendo su hermosura y belleza con la venida y presencia del sol, que parece que le salen a recibir alegres; y cuando el sol se va de su presencia parece que ponen luto, porque luego cubren su hermosura, que parece a nuestra tristeza, por su ausencia, hasta que vuelva y le salgan a recibir con su acostumbrada hermosura y alegría; así, ni más ni menos, el alma que no reside y anda delante de su Dios, ¿cómo vivirá con tanta tristeza? ¿Quién alegrará su corazón? ¿Quién dará luz a su entendimiento? ¿Quién la encenderá en el amor divino?" (Obras, III, 493).

 Act: 31/10/25     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A