3 de Febrero

San Anscario de Amiens

Anscario Mundó
Mercabá, 3 febrero 2025

Semblanza

         Durante el s. IX los pueblos escandinavos eran muy florecientes, y desarrollaban gran actividad en la zona centro-europea. Dominaban absolutamente el comercio y navegación de los mares del norte, y con sus continuas piraterías (por las costas, y hasta el interior europeo) tenían al Imperio Carolingio en estado de constante alarma.

         Se comprende así que tanto Carlomagno, como Luis I de Francia y sus sucesores, pusieran el mayor interés en atraer a su órbita política aquellos fogosos pueblos. Mas no siendo posible imponerles el dominio político, por lo menos trataron de reducirlos a la paz y tranquilidad, por medio de la religión. No obstante, hubo un hombre providencial en ese sentido, y el que mejor emprendió la batalla de la pacificación del norte: Anscario de Amiens.

         Nació el 801 en Amiens, perdiendo a su madre cuando apenas contaba 5 años. No pudiendo atender debidamente su padre a su formación, confió a Anscario a los benedictinos del Monasterio de Corbie, donde tomó el hábito a los 13 años de edad.

         Ya desde su niñez fue agraciado Anscario con visiones, que encendieron en él el deseo de evangelizar a los pueblos infieles. Aquellos favores extraordinarios lo confirmaron al mismo tiempo en el amor a las virtudes y al estudio de las ciencias. Su progreso en ambos aspectos hizo que desde los dieciocho años sus superiores le confiaran los pequeños educandos para su custodia.

         En el 822 el Monasterio de Corbie fundó su filial Monasterio de Westfalia, que se llamó Korvey (o Nueva Corbie). Y entre los enviados para Westfalia contábase Anscario, que fue allá con el cargo de director de estudios y predicador. Pasó 4 años tranquilos en su nueva residencia, preparándose para cuando la Providencia dispusiera el comienzo de su vocación misionera.

         Un día del 826 llegó a la corte de Luis I de Francia el pretendiente al trono de Dinamarca (el príncipe Harold), para solicitar ayuda contra sus enemigos, y a cambio prometió su conversión al cristianismo. Poco después, Harold recibía el bautismo.

         Para afianzar la reciente conversión de Dinamarca, el príncipe Harold pidió a Luis I algunos misioneros para que le acompañaran. El abad Wala de Corbie (consejero imperial) propuso a su fiel monje Anscario, el cual, a pesar de la oposición de muchos de sus amigos, se lanzó a su nuevo cometido, contando con un sólo compañero.

         Empezó por fundar una escuela en el palacio real de Dinamarca, para la educación cristiana de los niños que le mandaba el rey, y de los que él mismo rescataba de los piratas, muy numerosos por aquellos mares. Pero por lo visto su primer esfuerzo apostólico dio poco fruto: apenas pudo reunir una docena de niños y convertir a algunos infieles. Para colmo de males, al año siguiente el rey Haroldo fue echado de sus tierras, con lo que Anscario tuvo que volverse a su monasterio.

         Muy pronto, sin embargo, pudo reanudar sus actividades misioneras. Esta vez fue el rey Bjorn I de Suecia quien envió sus delegados a la corte del emperador pidiéndole misioneros (ca. 829). De nuevo el abad Wala propuso a Anscario, que aceptó contento el encargo. Eso sí, encontróse nada más que un sólo voluntario, el monje Witmaro, para acompañarle.

         Durante el viaje, los misioneros fueron sorprendidos por los piratas, que les robaron los presentes mandados por el emperador al rey Bjorn I, y una rica colección de libros destinados a la enseñanza en la misión. Llegados al término de su viaje, dirigieron su apostolado a los cautivos cristianos, y pronto también a los paganos del país. Un gobernador, consejero del rey, que se convirtió al cristianismo, construyó la 1ª iglesia en aquellos territorios.

         Vistos los buenos sucesos conseguidos por Anscario, el papa Gregorio IV, de común acuerdo con Luis I de Francia pensó en fundar una nueva diócesis en Hamburgo, para dirigir y asegurar desde allí las conquistas que para la fe cristiana se realizaran en los piases del norte. Y como titular fue elegido Anscario, el 831.

         El nuevo obispo emprendió en seguida un viaje a Roma, donde el papa confirmó la erección de la nueva diócesis y le otorgó el palio arzobispal. nombrándole, además, su legado. Sus primeros cuidados como legado papal se dirigieron a consolidar la misión de Suecia. Y envió allí a Gozberto, a quien consagró obispo.

         Sin embargo, al cabo de algunos años, ese obispo delegado tuvo que abandonar el país debido a la reacción intolerante de los paganos. Parecía otro fracaso de los esfuerzos de Anscario; pero no era más que una prueba para aquella misión, para robustecería más tarde. En Hamburgo Anscario se consagró durante 10 años a la construcción de iglesias y de un monasterio, sin descuidar la solícita instrucción de jóvenes daneses para el sacerdocio.

         Pero su actividad debía padecer otro grave contratiempo: en el 845, los piratas normandos devastaron Hamburgo, y quemaron la catedral y el monasterio con todos sus libros. Anscario huyó llevándose sólo las reliquias. Para colmo de contrariedades, el nuevo rey de Francia (Carlos II, en lucha contra sus hermanos) confiscó a Anscario las propiedades que de la sede hamburguesa recibiera del emperador. Con la pérdida de los subsidios materiales, se apartaron de él sus pocos compañeros.

         Por aquel entonces murió el obispo de Drema. Dada la situación critica de Anscario y sus misiones, el rey Luis II de Alemania quiso concederle el obispado vacante. El modo poco legal como se efectuó la nómina sin contar con la aprobación pontificia, y otras dificultades, hicieron que Anscario no aceptara inmediatamente el proyecto real.

         En los años sucesivos, aunque sin su participación, se arregló el asunto, quedando finalmente unidas las diócesis de Brema y Hamburgo. Anscario envió a Roma un delegado para que el rapa zanjara definitivamente el asunto, Así lo hizo Nicolás I en el año 864.

         Mientras tanto Anscario, infatigable en sus empresas, había recomenzado hacia 847 la misión entre los daneses. Al fin logró la amistad del rey Horik I de Dinamarca. Con ello pudo construir una iglesia dedicada a la Virgen Santísima en Sleswig, la 1ª en Dinamarca.

         Tampoco esta vez duró mucho la bonanza, ya que el sucesor de Horik I le obligó a cerrar la iglesia, y no permitió a los cristianos el ejercicio de su religión. Anscario no se dio por vencido. Con paciencia y habilidad llegó a convencer al nuevo rey de la utilidad del cristianismo para consolidar su reino. Con ello obtuvo el permiso para abrir de nuevo la Iglesia de Sleswig y construir otra, a la que dotó de campanas (por cierto, muy temidas de los supersticiosos paganos).

         Apenas algo afianzada la misión danesa, ya se había dirigido de nuevo a Suecia, gobernada a la sazón por Olof I de Suecia. El rey no hizo oposición al retorno del obispo misionero. Olof I obtuvo de la asamblea general del reino el consentimiento para que Anscario predicara el evangelio y construyera una iglesia. Pronto tuvo que marcharse, dejando allí un sacerdote discípulo suyo para continuar la misión.

         De vuelta a Brema, prosiguió Anscario su incansable actividad pastoral. Fundó monasterios, construyó escuelas, redimió cautivos, ayudó sin tregua a los pobres, enfermos y viajeros para los que construyó un albergue... Con todo lo cual no dejó ni por un solo día sus obligaciones de monje austero y devoto, llegando normalmente a los grados más altos de la contemplación. Se dedicaba con sus manos a confeccionar redes de pescar. Nunca quiso aprovechar en su propio favor las altas amistades que, tuvo con reyes y príncipes.

         Aunque el Señor le favoreció con el don de milagros y con revelaciones proféticas, quiso siempre Anscario ocultar éstas, y no permitió a sus discípulos que divulgaran tales favores hasta después de su muerte. Como razón de su humildad, respondía que Dios haría el mayor milagro sí hiciera de él una buena persona. Deseaba el martirio, que creía le concedería el Señor según una visión que tuvo; pero una nueva visión habida poco antes de morir le hizo comprender que su vida, llena de enfermedades y sufrimientos, había sido un verdadero martirio incruento.

         Su muerte acaeció en el 3 febrero 865. El papa Nicolás I reconoció públicamente su santidad de vida. El Sepulcro de San Anscario fue muy venerado por todos los pueblos cristianos del norte, aunque las revueltas protestantes del s. XVI dispersaron sus reliquias entre los herejes.

         Los resultados obtenidos en vida, por el "apóstol del norte", pudieron parecer menguados a los ojos de sus contemporáneos. Chocó generalmente con la falta de colaboradores; los pocos que le siguieron continuaron con éxito variable la obra empezada. Sin embargo, el fruto se vio más tarde, cuando pueblos enteros, como la Sajonia superior, Dinamarca y Suecia, abrazaron en masa la fe sembrada en aquellas tierras por el humilde monje.

         De su actividad como escritor queda sólo alguna carta, y la narración de los milagros de su antecesor en Brema, San Wilehado. Perdiéronse una colección de oraciones sacadas de los salmos, que intituló "bálsamo oloroso", y una narración autobiográfica detallada de sus viajes apostólicos.

 Act: 03/02/25     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A