4 de Marzo

San Casimiro de Polonia

Casimiro Sánchez
Mercabá, 4 marzo 2024

         Nació en 1458 en el Castillo de Wawel (Cracovia), 72 años después de que su abuelo (el célebre Jaguelón, gran duque de Lituania) se posesionara del trono de Polonia con el nombre de Vladislao II de Polonia, en medio de los continuos asaltos extranjeros (teutónicos, tártaros y rusos) y a través de la unificación de lituanos y polacos (dispares en lengua y estirpe, pero resueltos a frenar dichas incursiones extranjeras) bajo forma de federación o república bajo un jefe único, aunque cada pueblo conservando sus derechos y prerrogativas (con ejército, parlamento y cargas civiles propias).

         Vladislao II había tenido hijos solamente de su 4ª esposa (la princesa lituana Sofía de Alsenai), y entre éstos se encontraba el padre de Casimiro (Vladislao III de Polonia, desde 1447), que se había casado con una princesa austriaca (Isabel de Habsburgo) y con la que había tenido 13 hijos, siendo el 2º de ellos Casimiro.

         El príncipe Casimiro recibió una educación sólida y profundamente cristiana. Su madre era una de las princesas más piadosas de su siglo, que no cesó de animar a sus hijos (como al heredero Vladislao, en su famosa carta de 1502) en la noble vocación cristiana, y de instruirlos a través de sabios y virtuosos maestros.

         Entre los tutores de Casimiro se encontraban el italiano Bonaccorsi ( llamado Calímaco, miembro de la Academia Romana y que llamaba a su pupilo divus adolescens, joven divinizado) y el polaco Dlugosz (defensor de los derechos de la Santa Sede y autor de la Historia Polónica, llena de amor a la patria y a la religión), que definía a su pupilo como "mancebo maravilloso, de raras dotes y espléndida instrucción". A los que habría que sumar un 3º humanista italiano (Ferreri, enviado a Polonia por León X para recopilar datos de la situación polaca), que nos habla del príncipe Casimiro como un ejemplo de "piedad, mortificación y ejercicio de las virtudes, tanto teologales como cardinales".

         En efecto, el continuo esfuerzo del joven Casimiro estuvo siempre dirigido a agradar a Dios, y en estar siempre unido a él a través de la conducta. Y para domar su cuerpo, y evadir los peligros de la corte renacentista, empezó por ejercitarse en la austeridad y mortificación. Empezó así a usar cilicio, a azotarse con disciplinas, a practicar el ayuno y a dormir en tierra dura. Y eso que ¡era el príncipe!

         De la mortificación de los sentidos no hay más que decir. Ni los vestidos ricos, ni los regalos de palacio, ni los pasatiempos frívolos, ni las fiestas mundanas, conseguían atraer a Casimiro. Y en él, no podía concebirse mayor compostura, ni mayor devoción en tan juvenil edad. En el templo, sobre todo, sobrecogía por su actitud piadosa y recogida, olvidado de todo y arrebatado a Dios. Principalmente fue devoto de la pasión de Cristo.

         El joven príncipe Casimiro se abismaba en la contemplación del Crucificado, y al oír hablar de sus dolores (y agonía en el huerto, escarnios en el atrio, befas y ludibrios, flagelación sangrienta...) brotaban lágrimas de sus ojos compasivos, y su corazón se desmayaba en deliquios amorosos.

         Embebido en pensamientos tan divinos, ninguna otra cosa le apetecía, y por su gusto todo su tiempo lo pasara en oración tan sabrosa. Aunque por no ser esto posible (por sus deberes de tan alto rango), aprovechaba las noches para tan piadosa ocupación y para visitar las iglesias, pues tan grande como su piedad hacia la pasión de Cristo era su amor al Santísimo Sacramento.

         Y como no puede haber amor divino sin caridad para con el prójimo, Casimiro socorría a manos llenas a los necesitados, amparaba a los débiles, ejercitaba su influencia en favor de los oprimidos, de los prisioneros, de los enfermos y angustiados. Vida tan santa resulta más admirable en una corte del cuatrocientos, en un ambiente poco propicio a la abnegación y a la virtud.

         Esta santidad del príncipe Casimiro nos la atestigua su propia madre, en carta que escribe a su hijo primogénito Vladislao. En ella le recuerda el ejemplo edificante de su hermano, como digno de toda imitación. Le presenta como un hombre ocupado singularmente en las cosas divinas, que buscaba en todo la verdad, concluyendo que su memoria perdura a través de los siglos. Expresiones de este género en la carta de una madre que escribe al hijo que ha sido compañero de juego y testigo de la vida cotidiana de su mismo hermano, deben asentarse en la sólida realidad.

         Pero no concluyamos de aquí que Casimiro, entregado a sus devociones, se desentendiese de sus obligaciones de príncipe o rehuyese el trato social.

         La historia nos lo presenta como un muchacho alegre y emprendedor, de extraordinarias cualidades para el estudio, sumamente despierto. A los 13 años tuvo un breve discurso latino en presencia del legado pontificio, el cardenal Barbo. Y 2 años más tarde saludaba igualmente en latín al embajador veneciano Contarini.

         Pero lo más admirable es la campaña, que emprendió el 2 octubre 1471, a los 13 años, para la conquista del reino de Hungría. Los nobles húngaros, cansados del gobierno irregular de Matías Corvino, hicieron gestiones ante el rey de Polonia para que les enviase al joven Casimiro, al cual no faltaban títulos dinásticos por parte de su madre para aspirar a la corona de San Esteban. Al último momento no prevaleció su candidatura, porque Sixto IV intervino para poner paz entre Matías y sus vasallos, y porque el peligro turco aconsejaba no fomentar disensiones entre los reyes cristianos.

         Sin embargo, el príncipe Casimiro continuó titulándose "señor natural por derecho de nacimiento del reino de Hungría", y no perdió las esperanzas de ocupar en la ocasión propicia aquel trono; si bien nunca llegó a realizarse aquel proyecto, que nos habla de las legítimas aspiraciones del valiente príncipe. Lo que hizo fue asociarse al gobierno paterno, y desde los 17 años le encontramos continuamente en viaje, ya con su padre, ya haciendo de lugarteniente suyo cuando se ausentaba.

         Así fue como en 1475 se acercó por 1ª vez a Lituania, a la que tan profundo afecto profesaba su padre, que, después de haber sido por siete años gran duque de aquella provincia, no consintió en ocupar el trono de Polonia sin asegurarse primero que podría conservar íntegramente sus derechos al ducado de Lituania y la libertad de movimiento para acudir a la misma siempre que lo desease. Desde entonces su hijo, todos los años, pasaba largos períodos de tiempo en Lituania. En 1483, estando en Vilna, se ocupó de la administración del gran ducado.

         Por aquella fecha su padre manifestó su voluntad de que Casimiro contrajese matrimonio con una hija del emperador Federico III de Austria. Los cronistas contemporáneos nos refieren que Vladislao III de Polonia intentaba la boda de su hijo por razones de estado, pero también porque la salud del príncipe, que por entonces había contraído la tuberculosis, padecería grave riesgo si no se casaba.

         Pero el consejo de los doctores, que juzgaban ser demasiado austera y continente la vida de Casimiro, no surtió efecto, y Casimiro prefirió seguir viviendo fiel a su voto de castidad, renunciando a casarse con la princesa austriaca y aunque ello le acarrease la muerte.

         Efectivamente, la enfermedad se agravó, y Casimiro moría de tisis un 4 marzo 1484, a los 24 años de edad y tras haber recibido los santos sacramentos (en los que había clavado sus ojos en un crucifijo de la pared, invocando a su dama la Virgen María). Murió en Grodno, pero su cuerpo fue enterrado en la Catedral de Vilna (capital de Lituania), en la capilla de Nuestra Señora (lugar donde Casimiro había prometido a la Virgen ser fiel hasta la muerte).

         Unos 120 años después, en 1604, fue abierta su sepultura para el reconocimiento de sus reliquias. Y he aquí que su cuerpo fue hallado entero y sin corrupción (así como sus vestidos), a pesar de la humedad del enterramiento. Y sobre el pecho del santo se encontró una copia del himno latino medieval Omni die dic Mariae meae laudes Animae. No contento con haberlo rezado diariamente, y para demostrar así su devoción a la Virgen, quiso el santo llevarlo consigo al sepulcro.

         Para terminar, el joven y dulce Casimiro fue, para lituanos y polacos, un santo guerrero, una especie de Santiago del Este, que plantó cara a las embestidas llegadas desde Moscú. A este respecto, el padre Sarbieswski escribió, en versos de corte clásico, las 2 victorias milagrosas que el débil ejército lituano infligió a los rusos junto a Polock (la 1ª en 1518 y la 2ª en 1654), cuando el general Seremetiev avanzaba con el intento de invadir el gran ducado. "San Casimiro se apareció cabalgando sobre un corcel blanco y vestido de roja púrpura, dando a los suyos el triunfo", reflejan simbólicamente las crónicas.

         La canonización de San Casimiro tuvo lugar en 1521, tras haber sido compuesta su biografía por el legado papal Ferrerio. Su culto se extendió rápidamente por su tierra natal, congregándose el 4 de marzo millares de fieles junto a su tumba de Vilna. Desde el s. XVIII se tiene en esta ciudad la mayor feria del año (llamada Kaziukes, corrupción popular de Casimiro), y en ella se venden hierbas medicinales y golosinas en forma de corazón, como forma de poner bajo la protección de San Casimiro la salud de los enfermos y el amor de los novios.

         Los campesinos polacos y lituanos acostumbran a colocar estatuillas de madera de San Casimiro para guardar sus heredades, y son muchas las poblaciones que han puesto su imagen en los cuarteles de su escudo.

 Act: 04/03/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A