4 de Septiembre

Santa Rosa de Viterbo

José María Cases
Mercabá, 4 septiembre 2024

         Gertrudis von le Fort ha escrito que "la verdadera genialidad de la mujer se encuentra en lo religioso, y que el mundo profano no ha dado a la historia nombres comparables a Juana de Arco o a Catalina de Siena". Pues bien, Rosa de Viterbo se halla en esa línea de lo genial, en el mundo religioso.

         El barrio gótico de Viterbo es uno de los lugares más evocadores de la Edad Media. Pero cuando se habla de aquella época hay que evitar 2 escollos: el considerarla como la edad ideal del cristianismo (que no lo fue), o el fijarse sólo en sus defectos (pues tuvo muchos menos que otras épocas).

         Sin embargo, prevalecen en Viterbo los aspectos positivos, pues en ninguna otra edad de la historia se dejó sentir tan intensamente la vida pública y privada, la vida política y social, la vida cultural y artística. Un verdadero y sentido universalismo unió a los pueblos medievales, bajo la dirección del papa y del emperador.

         Pues ¿qué otro tiempo puede gloriarse de inventar las universidades, de levantar catedrales, de organizar las cruzadas, de pupular por doquier los mercados medievales, de inundar de estudiantes las ciudades, de peregrinar por la Ruta de la Seda o de escribir la Suma Filosófica de Santo Tomás, o la Divina Comedia de Dante? Los héroes que se llevaban las simpatías de todos no eran los corruptos ni los sangrientos, sino un Francisco de Asís o un Domingo de Guzmán.

         Rosa nació en 1235 en Viterbo, localidad perteneciente a los estados pontificios. En 1216 había muerto Inocencio III (cúspide de la autoridad eclesial sobre el mundo), y el emperador Federico II de Alemania aprovechó para abrir un boquete en los sucesivos Gregorio IX e Inocencio IV, y hacer así prevalecer el poder imperial sobre el pontificio.

         Los padres de Rosa eran pobres y cristianos, y pronto se dieron cuenta de que a la pequeña Rosa le atraían las cosas de Dios, pues en vez de entregarse a los juegos de su edad, se pasaba largos ratos ante las imágenes religiosas. Impresionaba la atención con que oía a sus padres cuando le hablaban de cosas de Dios, y desde muy pequeña sintió ansias de vivir en soledad (ansias que casi nunca se van a hacer realidad).

         Los viterbianos se habían ya acostumbrado a ver por sus calles a una niña, que iba siempre sola y descalza, con los cabellos desordenados y dando su pan a los pobres, y sabían que era Rosa. Grandes eran las austeridades de esta niña, tanto en la comida (llegando a pasarse días enteros con un poco de pan) como en otras santas debilidades. Y si fuera de su casa era caritativa, es fácil imaginar el respeto y amor con que mimaba a sus padres.

         En Viterbo había un convento de religiosas, llamado de San Damián. Y a ella se dirigió la pequeña Rosa, llamando a sus puertas y pidiendo ser acogida. Al ver que siempre le daban el mismo portazo (por ser niña y pobre), decidió entonces la pequeña convertir su casa en un claustro. Y a ello se dedicó, sobre todo en las disciplinas corporales (hasta perder el conocimiento). Los de su casa intentaron apartarla de esas exageraciones, pero era tanta la gracia que se reflejaba en la pequeña Rosa, que logró convencerlos a todos. Y las horas de oración se sucedían sin interrupción en su vida.

         A los 8 años, víctima de sus penitencias, contrae una gravísima enfermedad, que dura 15 meses. Al recuperarse de la misma, decidió tomar el hábito de la Orden Tercera de San Francisco (laicos franciscanos), hábito que recibió en la Iglesia de Santa María. Aquel día empezó su vida de apóstol. Al salir de la iglesia predicó con tal fervor sobre la pasión de Jesucristo y los pecados de los hombres, que todos se volvieron compungidos a sus casas, mientras ella regresaba gustosa a su soledad.

         Día tras día, toda la ciudad de Viterbo oyó atónita las predicaciones de aquella niña de 10 años. Aunque no faltaron las contradicciones ni las penas, porque los partidarios de Federico II de Alemania (enemigos de la Santa Sede) la hicieron enseguida objeto de sus ataques. Y tras las mofas y las calumnias vino el destierro. Todo ello sirvió para demostrar el temple de aquella niña, quien decía que no podía dejar de predicar la palabra divina. Y la Providencia se valió de la malicia de sus perseguidores, para que la semilla de la verdad fructificara en otras partes.

         Con sus padres tuvo que salir en plena noche de Viterbo, a sus 12 años y mientras la nieve inundaba los caminos. Agotados por el cansancio y el sufrimiento, llegaron al día siguiente al pueblo de Soriano. Allí continuó Rosa predicando, y su predicación se convirtió, al cabo de algunos meses, en abundantes conversiones. Acuden también a oírla hombres y mujeres de los pueblos vecinos. Un día anunció la muerte de Federico II (ocurrida en Fiorentino de Puglia el 13 diciembre 1250), y poco después logró la reconciliación del emperador con la Iglesia.

         Los pueblos de Vitorchiano, Orvieto, Acquapendente, Montefalcone, Corneto... fueron escuchando, extrañados y sorprendidos, la voz de aquella niña de 13 años, que atraía con su sola presencia. E incluso el populacho empezó a achacarle toda serie de milagros, que por supuesto ella no hizo... de momento.

         A los 18 meses de haber salido de su pueblo natal pudo regresar a él, tras la muerte de Federico II. El pueblo entero salió a recibir a la pequeña Rosa, contentos todos de recuperar aquel tesoro suyo, que ahora apreciaban más después de haberlo perdido.

         A pesar de sus triunfos apostólicos, su alma deseaba la soledad, y entregarse más decididamente a la oración y a la penitencia. Por 2ª vez intenta entrar en un convento, esta vez el Monasterio de Santa María de las Rosas. Pero por 2ª le cierran las puertas del claustro.

         Por consejo de su confesor (padre Capotosti) decide convertir de nuevo su casa en un claustro soñado, pero esta vez no para flagelarse hasta sangrar, sino para preocuparse de la santificación de otras almas. Algunas amigas suyas de Viterbo se unen a ella para guardar silencio y cantar salmos. Y ante la constante afluencia de nuevas jóvenes, el confesor de Rosa les compra un terreno cerca de Santa María de las Rosas. Allí floreció una comunidad que tomó la Regla de la Orden Tercera de San Francisco.

         De nuevo las humanas pequeñeces estorbaron la obra de Dios, y a indicación de las monjas de San Damián, Inocencio IV suprime a finales de 1251 aquel proyecto de Capotosti y de Rosa.

         El biógrafo de San Francisco de Asís, Tomás de Celano, dice de Rosa que "cantando recibió la muerte". En efecto, un canto de alegría fue la muerte de Rosa. Porque gastada prematuramente por las penitencias y del apostolado, antes de tiempo salió Rosa al encuentro del Esposo virginal.

         Era el 6 marzo 1252, y tras recibir el viático quedó largo rato en altísima contemplación. Cuando volvió en sí se le administró la extremaunción, pidió ella perdón a Dios de todos sus pecados, y se despidió de sus familiares con la exquisita caridad de siempre. "Jesús, María" fueron sus últimas palabras. Tenía 17 años de edad.

         Puede fácilmente imaginarse el dolor de los viterbianos, pues ¡había sido tan rápido su paso sobre la tierra! Su cuerpo, que despedía un perfume muy agradable, fue sepultado en la Iglesia de Santa María.

         Inocencio IV inició su proceso de canonización, pero la muerte le impidió terminarlo. Su sucesor Alejandro IV trasladó su cuerpo a la Iglesia de San Damián, a través de una magnífica procesión que decidió presidir él en persona, acompañado de 4 cardenales. Desde entonces, el Monasterio de San Damián se llama de Santa Rosa.

         Nicolás V ordenó al consejo de la villa de Viterbo que 3 cirios de cera blanca recordaran a todos "la luz del apostolado de Rosa en la ciudad, así como su amor a Dios y a los hombres, y su blancura virginal". Y Calixto III la colocó en el catálogo de los santos.

         Desde su muerte, el lugar que guarda su cuerpo incorrupto ha sido centro de constantes peregrinaciones. En 1357 quedó reducida a cenizas la capilla que guardaba sus reliquias, y se quemó la caja que las contenía. No obstante, el cuerpo siguió incorrupto, y tan sólo cambió un poco su color.

         Aunque su muerte ocurrió el día 6 marzo 1252, su fiesta se celebra el día 4 de septiembre, por ser el aniversario de la solemne traslación de su cuerpo. Se la representa recibiendo la sagrada comunión junto a un altar, y viendo en sueños los instrumentos de la pasión de nuestro Señor Jesucristo.

 Act: 04/09/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A