5 de Octubre

Santa Faustina Kowalska

Jordi Rivero
Mercabá, 5 octubre 2024

         Nació en 1905 en Glogoviec (Polonia), como 3ª de los 8 hijos que tuvieron sus padres (Estanislao y Mariana), que le pusieron de nombre Elena cuando la llevaron a bautizar a la Iglesia de San Casimiro. Se trataba de una familia de agricultores, que apenas pudieron dar 3 años de estudios a cada uno de sus hijos, incluida Elena.

         Hasta los 7 años, la niña tenía la costumbre de despertarse durante la noche y se sentarse en la cama a rezar. Hasta que la descubre su madre y le pregunta que por qué hace eso, contestando ella que "habrá sido mi ángel de la guarda, que me debe haber despertado".

         Cumplidos los 9 años se preparó para recibir la 1ª confesión y la 1ª comunión, en la Iglesia de San Casimiro. Desde aquél entonces, se confesaba todas las semanas, pidiendo siempre perdón a sus padres y besándoles las manos, siguiendo una costumbre polaca.

         Elena ayudaba en la casa con los quehaceres de la cocina, ordeñando las vacas y cuidando de sus hermanos. Empezó a asistir al colegio cuando tenía 12 años de edad, y sólo pudo cursar 3 trimestres, dado que a esa edad los estudiantes mayores debían dejar el colegio para dar cabida a los menores.

         A los 15 años comenzó a trabajar Elena como empleada doméstica, y de repente siente fuertemente la llamada de Dios a la vocación religiosa. Pero al pedir el visto bueno a sus padres, éstos siempre se lo negaron, durante 3 años. Lo cual llevó a Elena a lanzarse al mundo de las satisfacciones juveniles. Como relata ella misma en su Diario, años después:

"El 18º año de mi vida seguía insistiendo a mis padres que me dejaran entrar en un convento, pero siempre recibía una categórica negativa. Desde entonces me entregué a las vanidades de la vida, sin hacer caso alguno a la voz de la gracia, aunque mi alma en nada encontraba satisfacción. Las continuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento, aunque intenté apagarlas con distracciones. Evitaba a Dios dentro de mí, y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas, Pero la gracia divina venció en mi alma".

         Durante ese mismo año tuvo Elena una experiencia que marcó su vida. Fue invitada a una fiesta junto con su hermana Josefina, en el Parque Venecia de Lodz, y como ella misma relata:

"Una vez, junto con una de mis hermanas, fuimos a un baile. Pero mientras todos se divertían mucho, mi alma sufría tormentos interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí, que me decía: ¿Hasta cuándo me harás sufrir, hasta cuándo me engañarás? En aquel momento dejaron de sonar para mí los alegres tonos de la música, y desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba. Me senté junto a mi querida hermana, disimulando lo que ocurrió en mi alma con un dolor de cabeza. Un momento después abandoné discretamente a mi hermana y fui a la Catedral de San Estanislao de Kostka. Estaba anocheciendo, había poca gente en la catedral, y sin hacer caso a lo que pasaba alrededor, me postré en cruz delante del Santísimo Sacramento, y pedí al Señor que se dignara hacerme conocer qué había de hacer en adelante. Entonces sentí esas palabras: Ve a Varsovia, y allí entrarás en un convento. Me levanté de la oración, fui a casa y solucioné las cosas necesarias. Como pude, le confesé a mi hermana lo que había ocurrido en la fiesta, y le dije que me despidiera de mis padres. Con un solo vestido, y sin nada más, salí para Varsovia".

         Cuando llegó a Varsovia, se acercó a la Iglesia de Santiago, en las afueras de la ciudad. Y al finalizar las misas, habló con un sacerdote, que la envió a visitar a la señora Lipzye, una católica señora, y se hospedó en su casa.

         Durante su estancia con la familia Lipzye, visitó Elena varios conventos, pero muchas puertas le fueron cerradas. Hasta que se dirigió a las puertas de las Hermanas de la Misericordia de la calle Zytnia, y la madre general la interrogó. Madre Micaela le dijo que fuera a preguntarle al Señor de la casa si él la aceptaba, y Elena se dirigió a la capilla, y le preguntó al Señor si la aceptaba, recibiendo una respuesta positiva. Entonces se dirigió a la madre general y le dijo lo que había sentido, a lo que la madre repuso: "Si el Señor te acepta, yo también te acepto, esta es tu casa".

         La pobreza de Elena fue su peor obstáculo, pues necesitaba recoger dinero para el ajuar. La superiora le sugirió que siguiera trabajando hasta completarlo, y trabajó un año como doméstica para reunir todo el dinero. Durante ese tiempo tuvo muchos retos y obstáculos, pero se mantuvo firme en su decisión, y durante la Octava del Corpus Christi (25 julio 1925) hizo un voto de castidad perpetua al Señor.

         Relata Elena que "con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios el voto de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí una mayor intimidad con Dios, e hice una celdita en mi corazón donde siempre me encontrara con Jesús".

         El 2 agosto 1925 entró en la congregación como postulante. Pero pocas semanas después tomó la decisión de dejar el convento, y fue en busca de la madre superiora para comunicárselo. Al no encontrarla, se volvió Elena a su celda, y entonces comprendió que Dios la quería allí. A la mañana siguiente confesó a su director espiritual lo que le había ocurrido, y él le confirmó que realmente Dios la quería ahí.

         Como postulante, se familiarizó Elena en sus ejercicios espirituales. Fue encargada de la cocina, de limpiar el cuarto de la madre Barkiewez y de cuidarla durante su enfermedad. Pero a causa de sus conflictos interiores, y del cambio de vida, la salud de Faustina empezó a decaer. Y las superioras, alarmadas por el agotamiento que manifestaba, la enviaron a Skolimov (a la casa de descanso) en compañía de 2 hermanas.

         En 1926 fue enviada al Noviciado Lagiewniki de Cracovia para terminar su postulantado, y el 30 de abril tomó el hábito religioso como novicia, y recibió su nombre de sor María Faustina.

         En Lagiewniki hizo Faustina su noviciado, pronunció sus primeros votos y los perpetuos, sirvió como cocinera, jardinera y portera, y pasó los últimos años de su vida terrenal. Pero debido a la gran debilidad que sufría, esta tarea se le dificultaba cada día mas, y entonces empezó a evadirla. Al poco tiempo esto se empezó a notar, y la madre superiora no comprendía la actitud de sor Faustina. Un día, cuando hizo su examen de conciencia, se quejó al Señor de su debilidad, y escuchó que el Señor le decía: "Desde hoy tendrás mas facilidad, pues yo te fortaleceré".

         Volvió a cumplir sor Faustina sus deberes con fervor, observando fielmente todas las reglas del convento y empezando a desarrollar un amor alegre hacia las demás. Toda su vida se concentraba en ir uniéndose más plenamente a Dios, y en ir colaborando con Jesús en la obra de la salvación de las almas. Como bien dijo de este momento en su Diario: "Yo deseaba amar a Jesús con un amor grande, como ningún alma le hubiera amado hasta ahora".

         Durante su vida logró un alto grado de unión con Dios, pero también hubo que esforzarse y luchar en el arduo camino hacia la perfección cristiana. El Señor la colmó de los dones de contemplación, y de un profundo conocimiento del misterio de la divina misericordia de Dios. Hasta que, colmada de tantas gracias, escribió:

"Ni las gracias ni las revelaciones, ni ningún otro don concedido, hacen al alma perfecta, sino la comunión diaria con Dios. Mi santidad y mi perfección consistirán en una más estrecha unión, de mi voluntad con la voluntad de Dios".

         Faustina sufrió en su noviciado constantes combates interiores, que le impedían meditar y sentir la presencia de Dios. Incluso sufrió fuertes tormentos y tentaciones en la misma capilla. En mas de una ocasión, estando en misa, sintió que blasfemaba contra Dios, y no sentía contento con nada. Y hasta las verdades mas simples sobre la fe le eran difícil de comprender.

         En este proceso le ayudó su maestra de novicias, sor Joseph Brzoza, quien veía en ella grandes gracias venidas de Dios. Y aunque Faustina se sentía totalmente abandonada por Dios, sor Joseph le decía: "Sepa, querida hermana, que Dios quiere tenerla bien cerca de él. Tenga gran confianza en Jesús".

         Durante su 3º año de noviciado comprende lo que significa ser alma víctima. Y anota ella en su diario: "El sufrir es una gracia grande, porque a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador. Sin el sufrimiento, el amor no se cristaliza, y cuanto más grande el sufrimiento más puro es el amor".

         Desde entonces, sor Faustina se ofrece como víctima por los pecadores, consintiendo libremente al sacrificio completo de sus facultades. Y "de repente, apenas consentí sacrificar todo mi corazón y todo mi entendimiento, la presencia de Dios me cubrió, y me parecía que me moría de amor".

         Durante la cuaresma de 1933 experimentó en su propio cuerpo la pasión del Señor, recibiendo los estigmas. Este hecho únicamente su confesor lo conoció, y ella lo narra así:

"Un día vi una gran luz, y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies y en mi costado. Pero esto fue sólo por un tiempo bien corto".

         Tiempo más tarde, cuando Faustina enfermó de tuberculosis, experimentó nuevamente los sufrimientos de la pasión, todos los viernes y cuando veía un alma que no estaba en estado de gracia. Aunque esto no era muy frecuente, los sufrimientos eran dolorosos y de corta duración.

         En los últimos años de su vida aumentaron los sufrimiento interiores y la llamada noche pasiva del espíritu. La tuberculosis atacó sus pulmones y sistema digestivo, y a causa de ello fue internada 2 veces en el Hospital Pradnik de Cracovia, por varios meses.

         Extenuada físicamente, pero plena de espíritu y unión mística con Dios, falleció Faustina el 5 octubre 1938, cuando apenas tenía 33 años y sólo había ejercido 13 de religiosa conventual. Su funeral tuvo lugar 2 días más tarde (primer viernes de mes), y su cuerpo fue sepultado en el Cementerio Lagiewniki de Cracovia. En 1966 sus restos fueron llevados a la capilla del Noviciado de Lagiewniki, y el 30 abril 2000 fue canonizada por un papa que también era polaco: Juan Pablo II.

 Act: 05/10/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A