6 de Septiembre
Beato Bertrán de Garriga
Antonio Mazo
Mercabá, 6 septiembre 2024
El s. XIII fue realmente espectacular en lo material y religioso, y aparte de las 2 reformas benedictinas llevadas a cabo (cisterciense y cartuja), surgieron otras 2 nuevas órdenes y congregaciones: la de San Francisco de Asís (que se había desposado con la pobreza) y la de Santo Domingo de Guzmán (que se había desposado con la predicación).
Para esta última empresa, el canónigo español Domingo de Guzmán se había asociado con Bertrán de Garriga (sacerdote de Nimes), corazón generoso y alma noble, que no pudo menos de vibrar y sentirse contagiado por la santidad y elocuencia de fray Domingo. Según afirma uno de sus biógrafos, "fue escogido por la Providencia para llenar en el corazón del bienaventurado Domingo el vacío que don Diego de Acevedo (el obispo y mentor de Domingo en Osma) había dejado".
Desde entonces, no se apartará fray Bertrán de fray Domingo, gozando de su más pura amistad y apareciendo en las crónicas como compañero inseparable en muchos de sus viajes, haciéndole partícipe en numerosos milagros. Imitador de la santidad de fray Domingo, llegó a ser "verdadera imagen de Domingo de Guzmán", según Bernardo Guidón.
En agosto de 1215 Santo Domingo expuso al papa Inocencio III su Orden de Predicadores, y escogió a Bertrán de Garriga para superior de la incipiente Comunidad dominica de Tolosa, que había de constituir el núcleo básico de la nueva Orden.
En este período el grupo de 16 predicadores alternaba su apostolado con la asistencia a las lecciones de teología de un insigne maestro (que había traído el obispo Fulco para la Catedral de Tolosa), pues era deseo de Santo Domingo de Guzmán que sus discípulos adquiriesen una sólida preparación científica, para luego poder discutir con los herejes.
Mientras Domingo negociaba en Roma las ordenanzas de la nueva Orden, Bertrán de Garriga siguió recibiendo a nuevos miembros en la comunidad, y "al regresar Domingo de Roma, la pequeña familia religiosa había aumentado, y eran ya dieciséis".
Efectivamente, el 1216 estaba Domingo de vuelta en Tolosa, y allí trató con los suyos las sugerencias hechas por el papa y el card. Hugolino. En 1º lugar, eligieron por Regla la de San Agustín. Una vez escogida la Regla y redactadas las Constituciones, urgía la erección del 1º convento sobre el que recaería directamente la aprobación del papa. El obispo Fulco, con asentimiento del cabildo, otorgó a Guzmán y sus frailes la Capilla de San Román, junto a la cual levantaron el convento.
Estando ocupados en la fundación, llegó la noticia de la muerte de Inocencio III, y la designación de Honorio III como sucesor en el pontificado. No demoró más Domingo de Guzmán su viaje a Roma, presentando al nuevo papa la causa de su Orden. La acogida no pudo ser mejor. Honorio III confirmó la Orden de los Predicadores, y la tomó bajo su especial protección.
En 1217 regresó Domingo de Guzmán a Tolosa con las 2 encomiásticas bulas de confirmación de la Orden, y su pequeña comunidad saltó de gozo. Pese a lo reducido de su número, había llegado la hora de la dispersión. Así fue como a los pocos días de la visión salieron los 16 de Tolosa para refugiarse en el Monasterio de Prulla, auténtica cuna de la Orden. Y tras pasar largos días en oración y ayuno, tuvo lugar aquel pentecostés dominicano del 15 agosto 1217, en que 4 frailes salieron hacia España y 7 a París.
Mateo de Francia iba como superior de la nueva Comunidad de París, y con él salió fray Bertrán de Garriga, a quien el beato Jordán presenta en este momento como "varón de gran santidad y de un rigor inexorable para consigo, acérrimo mortificador de su carne, que había copiado en muchas cosas la vida ejemplar de su maestro Santo Domingo". Con ellos iban otros 2 frailes para estudiar en la universidad.
Una vez instalados los frailes en París, fray Bertrán de Garriga regresó a Tolosa, pues la herejía se agravaba por momentos en el Languedoc, hervía la insurrección y, en el asalto a las murallas de Tolosa, había muerto Simón de Montfort. No obstante, el Convento de San Román, custodiado por fray Bertrán y la pequeña comunidad, se salvó.
Por aquellos días Santo Domingo comenzó a multiplicar las nuevas fundaciones, a lo largo de 1218. Y tras hacerlas él solo por España, regresó a Tolosa para comenzar las fundaciones francesas, llevándose consigo a fray Bertrán de Garriga.
En las Vidas de los Frailes Predicadores, de Gerardo de Frachet, se recoge aquí el milagro que tuvo lugar durante el viaje de Guzmán y Garriga hacia París. Caminando ambos durante toda la noche por la zona del Santuario de Rocamador, se les unieron al paso unos peregrinos alemanes que, oyéndoles cantar salmos y la letanía de la Virgen, no pudieron menos de sentirse edificados.
Al llegar a una aldea les invitaron a quedarse y les obsequiaron espléndidamente, y así 4 días seguidos. Hasta que el 5º día comentó Domingo a fray Bertrán, enternecido: "Fray Bertrán, tengo por cierto que no cosecharemos nada de estos peregrinos, si no sembramos en ellos bienes espirituales. Por tanto, arrodillémonos y pidamos al Señor nos otorgue entender y hablar su idioma, para que podamos predicarles a Jesucristo".
Así lo hicieron y, con gran asombro de los peregrinos, comenzaron a hablar alemán, caminando juntos aún otros 4 días hasta llegar a Orleans, donde los alemanes (que deseaban ir a Chartres) se despidieron de ellos, encomendándose a sus oraciones.
Al día siguiente comentó Domingo a fray Bertrán: "Hermano, he aquí que estamos ya para entrar en París, y si supieran los frailes el milagro que el Señor ha realizado con nosotros, nos tendrían por santos, siendo en verdad pecadores, Así que, por obediencia, te prohíbo que digas algo mientras yo viva. Y así lo hizo fray Bertrán. Pero después de la muerte de Domingo contó estas cosas a los frailes".
También el beato Jordán relata otro milagro que le contó fray Bertrán. En cierta ocasión, viajando con Domingo entre Montreal y Carcasona, estalló una gran tormenta y la lluvia inundaba los caminos. Entonces el maestro Domingo hizo la señal de la cruz, y pudieron proseguir la marcha sin que el agua les tocase, formándose una especie de cortina protectora a 3 codos de distancia según andaban.
Los últimos años de Santo Domingo fueron de una fecundidad sorprendente. Viajes, fundaciones, visitas a monasterios, negociaciones con el papa, reuniones con los prelados y con los príncipes, envíos de misioneros a las regiones más remotas... y la celebración de los 2 primeros Capítulos Generales dominicos.
En el 2º de esos Capítulos Generales (ca. 1221), celebrado en Bolonia, se dividió la Orden en 8 provincias, siendo nombrado fray Bertrán de Garriga prior provincial de la región meridional francesa, llamada Provenza.
Uno de los principales cuidados que tomó fray Bertrán, tras la muerte del fundador, fue el sostenimiento y aliento de las monjas de Prulla, procurando conservar el espíritu que Santo Domingo les había infundido. Y fiel discípulo suyo, recorrió a pie el Languedoc predicando y atrayendo a las gentes con su ejemplo, levantando muchos conventos.
Su fundación predilecta fue Montpellier. Allí tuvo lugar un notable episodio que nos cuenta Gerardo de Frachet en la Vida de los Frailes. En efecto, casi todos los días celebraba Garriga la misa por sus pecados. Y advirtiendo esto fray Benito (varón bueno y prudente), le preguntó por qué tan pocas veces ofrecía la misa por los difuntos y con tanta frecuencia por sus pecados. A lo cual respondió fray Bertrán:
—Porque los difuntos, por quienes ora la Iglesia, ya están seguros, y es cierto que llegarán a la gloria. Mas nosotros, pecadores, nos vemos en muchos peligros y azares.
Díjole fray Benito:
—Decidme, carísimo prior. Si aquí hubiera 2 mendigos igualmente pobres, pero uno de ellos tuviera los miembros sanos, ¿a quién auxiliarías primero?
A lo que respondió fray Bertrán:
—A aquel que se pudiera valer menos.
Entonces añadió fray Benito:
—Así son los difuntos, los cuales no tienen boca para confesar, ni oídos para oír, ni ojos para llorar, ni manos para trabajar, ni pies para caminar. Sino que sólo esperan y desean nuestra ayuda. Mas los pecadores, además de sufragios, se pueden valer de los demás miembros.
Mas como ni por esas razones se convenciese fray Bertrán, se le apareció la noche siguiente un difunto terrible, que le golpeó duramente con un féretro de madera, el cual le despertó, espantó y atormentó más de 10 veces aquella noche. En cuanto amaneció, fray Bertrán se levantó, llamó a fray Benito y, acercándose devotamente llorando al altar, ofreció desde entonces la misa por los difuntos.
El año 1230, siendo todavía provincial y difundida ya su fama de santidad por la región, estaba predicando a las monjas cistercienses de Botichet, cuando una rápida enfermedad le condujo a la muerte. Era el 6 septiembre 1230, 9 años después de la muerte de su maestro Domingo. Su cuerpo recibió sepultura en el cementerio de las monjas, y 23 años después fue hallado incorrupto.
Durante el Cisma de Occidente (s. XIV) los dominicos trasladaron sus restos al Convento de Orange, donde recibió culto público por privilegio de Martín V. Pero en el s. XVI, asaltada y saqueada la iglesia, perecieron sus restos en el incendio llevado a cabo por los herejes. León XIII ratificó sus méritos y confirmó su culto, fijando la fecha del 6 de septiembre para conmemorar su fiesta.
Act: 06/09/24 @santoral mercabá E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A