7 de Enero
San Raimundo de Peñafort
José
Garganta
Mercabá, 7 enero 2025
Semblanza
El s. XII hizo vivir a Europa el aliento de un espíritu creador. Nuevas estructuras políticas y sociales, nuevas corrientes literarias, nuevas formas de vida, nuevas escuelas de perfección religiosa, nuevas empresas colectivas en la unidad de la cristiandad... Y todo ello como despliegue de su vitalidad interna, y no bajo la fuerza política de un Imperio cuarteado y caduco.
Este impulso juvenil del s. XII llegó a la plena madurez con las grandes realizaciones del s. XIII, en el vértice de la sociedad cristiana medieval: municipios y mercados, catedrales y universidades, el acento familiar de las lenguas romances, el vigor de las monarquías, la luz de la escolástica, el espíritu de renovación evangélica de las órdenes mendicantes, los afanes misioneros, la plena supremacía del pontificado romano.
Y en este cruce espléndido entre los s. XII y XIII, y en varios de sus ambientes más atractivos, es donde hay que situar la significación histórica y el alcance de la labor de un gran innovador: Raimundo de Peñafort.
Nació en 1180 en Peñafort (Barcelona), dentro de una familia de la pequeña nobleza feudal. De su casa poco se conserva, tan sólo un caserón de piedra situado en el altozano de Peñafort, que en su tiempo debió ser uno de tantos aquellos castillos pequeños que inundaban la Cataluña vieja.
De los años de su primera infancia lo ignoramos todo, hasta la leyenda ha sido ávara en relatos sobre dicho período. La 1ª noticia histórica es su intervención en 1204 como escribano de testamentos de Raimundo de Rosanes, lo cual supone que debió haber alcanzado cierto grado de preparación jurídica.
Aunque la 1ª etapa importante de su vida comienza con sus estudios en la Universidad de Bolonia, a partir de 1211. Allí en Bolonia, la metrópoli de la ciencia del derecho, estudió Derecho Romano, y después se consagró durante algún tiempo a la docencia, consiguiendo muy pronto un auténtico prestigio en la difícil tarea.
Cuando terminó Peñafort su etapa de Bolonia, volvió a Barcelona, tal vez a ruegos del obispo de la diócesis (Berenguer de Palou). En Barcelona vivió como clérigo prestigioso, como lo dan a entender algunas intervenciones suyas de las que se conservan testimonios documentales. La Vida Antigua del santo, escrita por autor anónimo poco después de la muerte del mismo, afirma que Raimundo fue canónigo de la catedral de Barcelona, aunque hoy se pone en duda la exactitud de esta noticia.
Poco después de su establecimiento en Barcelona, vistió Peñafort el hábito de la Orden de Predicadores, en el Convento de Santa Catalina de la misma ciudad. Sólo habían transcurrido 2 años desde que se había extinguido en Bolonia la vida del fundador dominico Santo Domingo de Guzmán, y por entonces gobernaba la Orden Jordán de Sajonia. Pero lo importante es ese paso decisivo; que Raimundo, hombre de leyes, abraza el estilo de vida dominico, con particular amparo por parte de los papas. Un nuevo estilo de vida en la Iglesia, que era a la vez militante y observante.
Desde su Convento Santa Catalina de Barcelona, alcanzó Raimundo una extraordinaria fuerza de irradiación como norma viva de la justicia, hasta lograr una influencia decisiva en el establecimiento de un orden jurídico cristiano en los estados de la corona de Aragón, en el momento de su mayor esplendor y de su mayor eficacia política.
Varias fueron las zonas alcanzadas por la acción de Raimundo. La 1ª de ellas fue su provincia dominicana (como confesor), a cuyos hermanos escribió su Summa de Poenitentia (uno de los libros más difundidos del Medioevo, y manual insustituible para todos los confesores en el ejercicio de su sagrada tarea). Y el resto de ellas fueron Mallorca, Valencia, Murcia y norte de Africa, como encargado de la conversión de moros y judíos, en aquellas nuevas tierras cristianas.
Al calor de este empeño misionero, surgieron las escuelas dominicanas de lenguas orientales. En el mismo ambiente se formó, por ejemplo (y al amparo de Raimundo) el gran orientalista Martí (autor del Rugio Fidei), y por propia iniciativa de Peñafort escribió Tomas de Aquino su Summa contra Gentiles.
Como hombre de consejo, interviene Peñafort en diversos acontecimientos de excepcional importancia, como la fundación de la Orden de la Merced, la predicación para el Mediodía de Francia de la Cruzada de Mallorca, la organización de la Inquisición, la legación en España del cardenal Halgrin de Abbeville...
Nombrado capellán y penitenciario de Gregorio IX, desde la Curia romana pudo influir ampliamente en la resolución de asuntos de toda la cristiandad. Fruto maduro de su ciencia y de su experiencia fue la compilación del Derecho Canónico, promulgada por el mismo Gregorio IX por la bula Rex Pacificus del 5 septiembre 1234.
No fue muy larga la estancia de Raimundo en Roma. Pues su estado de salud, su amor al retiro, y su empeño en evitar las consideraciones públicas, le movieron a pedir con insistencia a Gregorio IX le dejara libre de sus cargos en la corte pontificia.
Volvió entonces Peñafort a Barcelona, y a sus antiguas tareas. El 15 octubre 1236 asiste a las Cortes Generales de la corona de Aragón. Interviene después por encargo del papa en diversos asuntos graves: provisiones de sedes episcopales vacantes, absolución del rey de Aragón, que había incurrido en excomunión, absoluciones de herejes, dimisiones de obispos, resoluciones arbitrales de diversos asuntos litigiosos. Había vuelto a su tierra pero no para hallar reposo.
En pentecostés de 1238, en el Convento Patriarcal de Bolonia, el capítulo general de la Orden de Predicadores le eligió para maestro general de la Orden, para suceder al beato Jordán, recientemente fallecido. No se hallaba Raimundo en el Capítulo. Llegó la diputación capitular a Barcelona y Raimundo aceptó, obligado, el supremo gobierno de su Orden, cuando ésta significaba una de las fuerzas más eficaces de la Iglesia en aquella coyuntura.
Así, la Orden de los frailes predicadores tuvo en Peñafort el codificador de su legislación interna. La revisión y aprobación del texto de las Constituciones dominicanas le ocupó 2 años. Logrado este objetivo, renunció al generalato de la Orden en el Capítulo General de 1240. Durante su breve gobierno consiguió una serie de disposiciones legales de diversa índole de la Santa Sede para resolver su labor completiva del ordenamiento jurídico dominico.
Abandonada la suprema magistratura de la Orden, Peñafort volvió a su Convento de Barcelona, para no dejarlo ya hasta su muerte. Comienza entonces el último periodo de su vida, largo lapso de 35 años. El santo declinó toda clase de honores y cargos de gobierno, pero, aunque alejado de la curia y corte romanas, no pudo renunciar a su oficio de capellán y penitenciario del papa.
Durante aquel largo período, y por una serie ininterrumpida de delegaciones pontificias, Peñafort tuvo que intervenir en la resolución de múltiples y graves problemas eclesiásticos: provisiones de sedes episcopales, renuncias de obispos y abades, reforma capitular de Vic, absoluciones de herejes, dispensas matrimoniales, normas a los inquisidores, litigios entre comunidades religiosas, negocios de bienes eclesiásticos... y tantos otros asuntos de aquella etapa raimundiana.
Un lugar muy destacado, al lado de sus actividades pontificias, ocuparon en la vida de Raimundo de Peñafort sus tareas de consejero: los problemas familiares del rey Jaime I de Aragón, y el litigio grave en torno a los derechos del infante don Pedro.
Complemento de estas múltiples manifestaciones de su magisterio moral y jurídico fue la labor de escritor orientada a unos mismos fines, cristalizada en diversos opúsculos sobre la guerra y el duelo, sobre la visita de las diócesis y la cura pastoral. sobre los negocios mercantiles y no pocas resoluciones de las más varias consultas.
La Vida Antigua de Peñafort nos habla de su don de consejo, de su celo por los musulmanes y judíos convertidos, de su caridad universal, de su piedad y fervor en la celebración de la Santa Misa, de su observancia religiosa, de su don de milagros, de su total desasimiento de las dignidades y honores humanas. Su vida fue una total entrega a los supremos ideales de la santidad y del apostolado, sirviendo a la Iglesia Romana como obrero absolutamente desinteresado. Intervino en la vida de su patria con toda eficacia en uno de los momentos cruciales de su ruta histórica.
Como ocurre con otros santos de la Edad Media, de Raimundo no conservamos testimonios valiosos de su vida íntima, ni tampoco tenemos datos abundantes sobre su manera peculiar de actuar en los ministerios apostólicos, en sus intervenciones como consejero, en su vida comunitaria.
Un relato tardío sobre su actitud con Jaime I de Aragón (en el ejercicio de sus funciones de confesor), seguido del milagro de su huida a Barcelona (sobre las aguas del mar), carece de valor histórico. Sin embargo, podemos conocer de algún modo la manera de ser de Raimundo a través de sus escritos, todos ellos de carácter práctico y pastoral.
Un sentido profundo de la realidad humana fue una de las características de Peñafort, más hecho para formar hombres que para escribir libros, como señalo el obispo de Vich, Torras y Bages: "Sentido de la Iglesia y de la sociedad civil, de las instituciones y de las leyes". Por ello, el padre Gardeil vio como característica de la vida espiritual de Raimundo el predominio del don de piedad, en su filial entrega a la Iglesia, a su Orden y a su patria, con los ojos fijos en su filial vinculación a Dios en la vida terrena, aceptada plenamente como una peregrinación y como un servicio.
Terminó Raimundo de Peñafort su peregrinar sobre la tierra el día 6 enero 1275. A las exequias de aquel religioso que tanto había huido los honores humanos, asistieron Jaime I de Aragón y Alfonso X de Castilla, con toda una corte de prelados, príncipes y señores. Y a raíz de su muerte comenzó su culto público. Fue canonizado por Clemente VIII el 29 abril 1601.
Act: 07/01/25 @santoral mercabá E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A