20 de Mayo

Bernardino de Siena

Bernardino Llorca
Mercabá, 20 mayo 2024

         Nació en 1380 en Massa (Siena), en el seno de una noble familia (los Albiceschi) que le aportó una completa educación humanística. En 1402 vistió el hábito de San Francisco, en 1404 recibió la ordenación sacerdotal y un año después fue destinado a la predicación.

         Transcurridos 12 años, ni su voz ni sus cualidades oratorias le ayudaban a desempeñar con éxito su ministerio. Hasta que en 1417 es relegado de esa función por la de guardián del franciscano Convento de Fiésole. De manera inesperada, y cuando él ya había desistido de ello, un novicio le transmite su propia visión de las cosas: "Hermano Bernardino, ve a predicar a Lombardía".

         El hecho es que, desde 1418, aparece Bernardino en Milán comenzando la 1ª de sus misiones populares, cuya característica era un intenso amor a Jesucristo, llegar al interior de sus oyentes y arrancar lágrimas de penitencia. Un amor a Jesucristo que él mismo sintetizaba en el anagrama que en aquel entonces se iba popularizando: J.H.S. Iba pegando Bernardino dicho anagrama en todas sus formas posibles, en estampas de propaganda, en grandes carteles y en los testeros de las iglesias, casas consistoriales y domicilios particulares, de las poblaciones donde misionaba.

         En la cuaresma de 1418 predica en la iglesia principal de Milán, donde el último de los Visconti daba el triste ejemplo de una vida entregada a los vicios. Bernardino se revela un orador popular de cualidades extraordinarias, y el pueblo se siente transformado por el fuego de su predicación. Vuelve al año siguiente y se repiten los mismos resultados, con grandes conversiones y reforma de costumbres.

         De 1419 a 1423 recorre las poblaciones de Bérgamo, Como, Placencia y Brescia. Unas veces predica en la misa y otras en las calles, unas veces organiza una misión y otras pasa de puntillas. Pero el resultado es siempre el mismo: la transformación de las costumbres y la reforma de vida. En 1423 desarrolla su actividad reformadora en Mantua, y por 1ª vez muestra su fuerza taumatúrgica. Según los relatos contemporáneos, al negarse el barquero a conducirle al otro lado del lago, lo atraviesa Bernardino sobre su manteo, y deja sorprendidos a los ajenos y extraños.

         Pero el fruto de su apostolado no se limita a la transformación de las costumbres. En Venecia, donde predica en 1422, obtiene la fundación de una cartuja y de un hospital para infecciosos. Predica en Verona en 1423, y la fuerza arrebatadora de su predicación toma proporciones nunca oídas.

         A partir del año 1424 llega a su apogeo. Ya no bastan las mayores iglesias para contener las grandes masas, y en Vicenza habla en la plaza pública a una multitud de 20.000 personas, y allí planta con grandes carteles el anagrama de Jesús, que producen un efecto admirable. De allí pasa a Ferrara, donde consigue tocar el corazón de sus habitantes, que renuncian en masa al lujo y a las diversiones pecaminosas.

         Parece imposible que su naturaleza débil y enfermiza pueda resistir un trabajo tan agotador, sobre todo si se tiene presente que lo acompaña con una vida extremadamente austera. Su aspecto exterior, tal como nos lo transmitieron los más afamados pintores del Cuattrocento, es el prototipo del ascetismo más exagerado, que contribuye eficazmente a la eficacia de su obra apostólica.

         Cuando predica la cuaresma  de 1424 en Bolonia, ésta se hallaba en rebelión contra el papa Martín V, y por ello Bernardino hace pintar el nombre de Jesús en las cartas recibidas por el papa, manda copiar dichas cartas con el J.H.S y las hace repartir por todo el pueblo. El invento acaba por transformar la ciudad, y reconciliarla con el papa.

         Siguiendo la llamada de los florentinos, predica en Florencia durante el verano de 1424, y como fruto la lujosa ciudad termina organizando hogueras públicas a las que las damas empezaron a arrojar sus objetos más preciados. Más aún, hace pintar el anagrama de Jesús en la fachada de la Iglesia de la Santa Cruz.

         Tras predicar la cuaresma de 1425 en Prato, llega a Siena a fines de abril, y allí derrocha tesoros de su más ardiente palabra apostólica durante 50 días, siendo uno de sus oyentes el gran humanista Piccolomini (futuro papa Pío II). En Asís, en Perusa, en otras poblaciones renueva todas las maravillas de su predicación. En 1427 se halla en Viterbo, atacando duramente la usura y otras cuantas plagas de su tiempo.

         Como se ve, de 1418 a 1427 se ha dedicado Bernardino a la más intensa misión, produciendo miles de conversiones, la renovación de costumbres y la reforma fundamental de la vida, como 1ª etapa de su gran obra reformadora. Por lo que se refiere a la estructura literaria de sus sermones, su palabra viva y ardiente era completamente diversa de los clásicos esbozos eruditos, a manera de tratados teológicos.

         De la verdadera elocuencia de su lenguaje vivo y popular nos dan una idea aproximada los Sermones Vulgares, que uno de sus oyentes copió durante su predicación de Siena (ca. 1427). Como en ellos quedó plasmado, todo el mensaje de Bernardino consistía en la naturalidad, comunicación íntima con el auditorio, inspiración del momento, repetición de los temas más difíciles, mezcla de diálogos con el auditorio, irrupción de espontáneas y ardientes exclamaciones.. empapado todo con un espíritu sobrenatural y divino, que arranca de sus oyentes lágrimas de compunción y propósitos de reforma.

         Es admirable la maestría de su oratoria, eminentemente popular. Una oratoria que no sólo conserva el mensaje cristiano, sino que fustiga las divisiones y los vicios de la época, enumerando uno por uno el despilfarro, la usura, la sensualidad, la vanidad y resto de costumbres pendencieras.

         Pero siempre desde las entrañas de misericordia de Dios, siempre dispuesto a acoger en sus brazos a los que de veras se arrepienten de sus pecados. Eso sí, a diferencia de Jerónimo Savonarola, se mantiene Bernardino siempre alejado de los partidos y de toda significación política, y nunca se expresa de un modo desconsiderado contra ninguna clase de autoridades, eclesiásticas o civiles.

         Predicando en Viterbo la cuaresma de 1427, fue citado Bernardino por el papa Martín V, y allí mismo tuvo que dejar su predicación y presentarse en Roma. Habíase elevado una acusación contra él por la novedad que ofrecía su predicación sobre el nombre de Jesús, y la propaganda que hacía de las estampas con su anagrama. En Roma recibió la prohibición de volver a subir a un púlpito, y fue obligado a mantenerse recluido hasta que se examinara y decidiera su causa. Y Bernardino, lleno de la más humilde resignación, obedeció sin ninguna especie de resistencia.

         Pero entonces llegó su inseparable amigo San Juan de Capistrano, quien defendió su causa de tal forma ante el papa, que éste se convenció de que la devoción al anagrama de Jesús no ofrecía ninguna dificultad teológica, y podía ser un resorte eficaz para fomentar la devoción del pueblo. La respuesta a los acusadores se dio públicamente, permitiendo el papa que Bernardino predicara en Roma durante 80 días, y dirigiera al pueblo romano 114 sermones.

         A su vuelta de Roma, comenzó la 2ª etapa en la vida de Bernardino, de 1427 a 1436. Desde agosto de 1427 desarrolla una intensa campaña en Siena, desgarrada entonces por las más encarnizadas divisiones. Los 45 sermones que allí predicó, tomados literalmente por un copista y publicados en nuestros días, son la más clara prueba de su elocuencia popular, a la que unió mayor fuerza persuasiva y una novedosa unción mística.

         A Siena le siguió un amplio recorrido por la Toscana, Lombardía, Romaña, Marca de Ancona. La madurez que iba adquiriendo en su criterio y experiencia, así como una mayor austeridad de vida, produjeron un efecto sin precedentes. Así, su palabra de fuego consigue detener a los sieneses en su ya iniciada guerra contra Florencia, y en una entrevista con el emperador Segismundo I de Alemania (ca. 1433) traba con él la más íntima amistad. Retirado en 1433 al Convento de Capriola, allí se dedica durante 3 años al trabajo de redacción de sus obras.

         De 1436 a 1444 tiene lugar la 3ª etapa de la vida de Bernardino de Siena. En 1436 se dedica de nuevo a la predicación, por espacio de 2 años. En 1438 es nombrado por Eugenio IV vicario general de los conventos de la observancia, y recibe del papa el mejor de los apoyos posibles: San Juan de Capistrano. De la mano de su amigo fiel, visita Bernardino las provincias de Génova, Milán y Bolonia. Se trata de un nuevo campo de acción, donde realiza una labor sumamente provechosa.

         En 1442 pide inútilmente al papa su renuncia al cargo, agotado por las fatigas de la predicación y las continuas austeridades, así como por la observancia de la más estricta disciplina religiosa. Es lo que se vio en Milán, cuando en el otoño de 1442 tuvo que combatir Bernardino la herejía de un tal Amadeo. O cuando en 1443 tuvo que predicar en Padua 60 sermones seguidos, para pasar de allí a Ferrara y aparece al poco en Vicenza.

         A principios de 1444 le concede el papa la dispensa del cargo de visitador, y un breve tiempo de descanso en su querido Convento de Capriola. Y comienza la 4ª y última etapa vital de Bernardino, de un sólo año de duración. En Capriola revisa Bernardino sus obras y compone sus Discursos sobre las Bienaventuranzas. Y al exponer el Bienaventurados los que lloran, da suelta a su tierno corazón por la honda pena que acababa de experimentar por la muerte del hermano Vicente, compañero suyo inseparable durante 22 años. Como él mismo exclamó:

"Débil de cuerpo, con frecuencia yo he estado enfermo. Entonces él me sostenía, él me conducía. Si mi cuerpo se sentía débil, él me alentaba. Si me sentía decaído o negligente en el servicio de Dios, él me excitaba. Yo era imprevisor, olvidadizo; pero él velaba por mí. ¿Cómo me has sido arrebatado, oh Vicente? ¿Cómo me has sido arrancado, tú que eras como una misma cosa conmigo, tú que eras tan conforme a mi corazón?".

         Y así fue Bernardino hasta el final de su vida. Sacando fuerzas de flaqueza, decide ir a predicar a Nápoles, deteniéndose en Asís y en Santa María de los Angeles. Pero al llegar a Aquila, Bernardino cae al suelo rendido por el cansancio. Es el 20 mayo 1444, y 6 años después (el 24 mayo 1450) Nicolás V eleva su nombre al honor de los altares.

 Act: 20/05/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A