GREGORIO TAUMATURGO
Sobre el Alma
Tú nos has encomendado, excelentísimo Taciano, que te presentemos un discurso sobre el alma, exponiéndolo con demostraciones eficaces. Y nos has pedido que lo hagamos sin recurrir a los testimonios de las Escrituras, método que, para quienes buscan el espíritu piadoso, resulta un modo de exponer la doctrina más convincente que cualquier razonamiento humano.
Nos has dicho que deseas esto, pero no con vistas a tu plena seguridad (ya que ya has sido enseñado a aferrarte a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones, y para evitar que tus convicciones se tambaleen por las sutilezas de las disputas humanas), sino con vistas a refutar a los hombres que tienen sentimientos diferentes y que no admiten que se deba dar tanto crédito a las Escrituras, y que se esfuerzan, mediante una especie de habilidad de palabra, por ganar a los que no son versados en tales discusiones.
Por eso nos hemos visto obligados a cumplir con gusto con tu encargo, sin rehuir la tarea por falta de experiencia en este método de disputa, y alentados por el conocimiento de tu buena voluntad hacia nosotros. Tu disposición amable y amistosa hacia nosotros te hará saber cómo exponer públicamente todo lo que apruebes como correctamente expresado por nosotros, y cómo pasar por alto y ocultar todo lo que consideres que no está a la altura de lo que es correcto.
Con estas premisas, me he puesto a exponer el tema del alma con toda confianza. En mi discurso usaré cierto orden y método, como los que son muy expertos en estas materias emplean con quienes desean investigar cualquier tema inteligentemente.
En primer lugar, me propondré investigar con qué criterio puede ser aprehendida el alma según su naturaleza. Luego, por qué medios puede probarse su existencia. A continuación, si es una sustancia o un accidente. Luego, como consecuencia sobre estos puntos, si es un cuerpo o es incorpórea. Después, si es simple o compuesta. A continuación, si es mortal o inmortal. Y finalmente, si es racional o irracional. Éstas son las cuestiones que se suelen discutir en cualquier investigación sobre el alma, como las más importantes y las más adecuadas para señalar su naturaleza distintiva.
Como demostraciones para establecer estos asuntos de investigación, emplearemos aquellos modos comunes de consideración por los cuales se atestigua naturalmente la credibilidad de los asuntos en cuestión.
Con el propósito de ser breves y útiles, por ahora haremos uso sólo de aquellos modos de argumentación que sean más convincentemente demostrativos sobre el tema del alma, para que nociones claras e inteligibles nos proporcionen cierta preparación para enfrentar a los contradictores. Dicho esto, comenzamos nuestra discusión.
I
¿En qué consiste el criterio para la aprehensión del alma?
Todo lo que existe se conoce por los sentidos o se aprehende por el pensamiento. Y lo que cae bajo el control de los sentidos tiene su demostración adecuada en el sentido mismo, pues al aplicarlo crea en nosotros inmediatamente la impresión de lo que está en su base. Pero lo que se aprehende por el pensamiento no se conoce por sí mismo, sino por sus operaciones. Por consiguiente, el alma, al ser desconocida por sí misma, se conocerá propiamente por sus efectos.
II
Sobre si el alma existe
Nuestro cuerpo, cuando se pone en acción, lo hace desde fuera o desde dentro. Y que no se pone en acción desde fuera es evidente por la circunstancia de que no se pone en acción por impulso ni por tracción, como las cosas sin alma. Además, si se pone en acción desde dentro, no se pone en acción según la naturaleza, como el fuego (pues el fuego nunca pierde su acción mientras hay fuego, mientras que el cuerpo, cuando ha muerto, es un cuerpo sin acción).
Por tanto, si el cuerpo no se pone en acción desde fuera, como las cosas sin alma, ni según la naturaleza (a la manera del fuego), es evidente que se pone en acción por el alma, que es la que le proporciona vida. Si se demuestra que el alma proporciona la vida a nuestro cuerpo, también el alma se conocerá por sí misma por sus operaciones.
III
Sobre si el alma es una sustancia
Que el alma es una sustancia se prueba de la siguiente manera.
En primer lugar, porque la definición dada al término sustancia le conviene muy bien, y esa definición es la siguiente: sustancia es aquello que, siendo siempre idéntico y siempre uno en cuanto a numeración consigo mismo, es capaz de tomar contrarios sucesivamente. Que esta alma, sin pasar el límite de su propia naturaleza, toma contrarios sucesivamente, creo que es claro para todos, pues la justicia y la injusticia, el valor y la cobardía, la templanza y la intemperancia, se ven en ella sucesivamente; y estos son contrarios. Si es propiedad de una sustancia ser capaz de tomar contrarios sucesivamente, y si se demuestra que el alma sostiene la definición en estos términos, se sigue que el alma es una sustancia.
En segundo lugar, porque si el cuerpo es una sustancia, el alma también debe ser una sustancia. En efecto, no puede ser que lo único que ha impartido vida sea una sustancia, y que lo que imparte la vida no sea una sustancia, a menos que uno afirme que lo inexistente es la causa de lo existente, o a menos que, además, uno sea lo suficientemente loco como para alegar que el objeto dependiente es en sí mismo la causa de aquello mismo en lo que tiene su ser, y sin lo cual no podría subsistir.
IV
Sobre si el alma es incorpórea
Ya hemos demostrado que el alma está en nuestro cuerpo. Ahora, pues, debemos averiguar de qué modo está en el cuerpo.
Si está yuxtapuesta con él, como una piedra con otra, se sigue que el alma será un cuerpo y que el cuerpo entero no estará animado por el alma, puesto que sólo estará yuxtapuesta con una parte determinada. Pero si está mezclada o fusionada con el cuerpo, el alma se volverá múltiple y no simple, y así quedará despojada de la razón propia del alma (pues lo múltiple es también divisible y disoluble, y lo disoluble es compuesto, y lo compuesto es separable de una triple manera).
Además, el cuerpo unido al cuerpo produce peso; mas el alma, subsistiendo en el cuerpo, no produce peso, sino que da vida. Por tanto, el alma no puede ser un cuerpo, sino que es incorpórea.
Si el alma fuese un cuerpo, se pondría en acción o desde fuera o desde dentro. Pero no se pone en acción desde fuera, porque no se mueve ni por impulso ni por tracción (como las cosas sin alma). Tampoco se pone en acción desde dentro (como los objetos animados con alma), porque es absurdo hablar de un alma del alma. Por lo tanto, el alma no puede ser un cuerpo, sino que es incorpórea.
Si el alma fuese un cuerpo, tendría cualidades sensibles y se mantiene mediante la nutrición. Pero no se nutre de esta manera, porque si se nutre, no se nutre corporalmente (como el cuerpo), sino incorpóreamente (por la razón). No tiene, por tanto, cualidades sensibles, pues ni la rectitud ni la valentía ni ninguna de estas cosas son algo visible. Sin embargo, estas son cualidades del alma, luego el alma no puede ser un cuerpo, sino incorpórea.
Además, como toda sustancia corpórea se divide en animada e inanimada, quienes sostienen que el alma es un cuerpo no saben si debemos llamarla animada o inanimada.
Finalmente, si todo cuerpo tiene color, cantidad y figura, y si no hay ninguna de estas cualidades perceptible en el alma, se sigue que el alma no es un cuerpo.
V
Sobre si el alma es simple o compuesta
Demostramos que el alma es simple, sobre todo por los argumentos con los que se ha demostrado su incorporeidad. Pues si bien no es un cuerpo, mientras que todo cuerpo es compuesto, y lo que es compuesto está formado por partes (y por consiguiente, es múltiple), el alma, al ser incorpórea, es simple, y por tanto no está compuesta y es indivisible en partes.
VI
Sobre si el alma es inmortal
De esto se sigue, como consecuencia necesaria, que lo simple ha de ser inmortal. Y en cuanto a cómo se sigue esto, escucha mi explicación:
Nada de lo que existe es corruptor de sí mismo, pues de lo contrario nunca habría tenido una consistencia completa, ni siquiera desde el principio. Pero las cosas sujetas a corrupción se corrompen por contrarios, por lo cual todo lo que se corrompe está sujeto a disolución. Lo sujeto a disolución es compuesto, y lo compuesto lo es de muchas partes, y lo que está compuesto de partes manifiestamente está compuesto de diversas partes, y lo diverso no es lo mismo. Por consiguiente, el alma, siendo simple y no estando compuesta de diversas partes, sino siendo no compuesta e indisoluble, debe ser, en virtud de todo ello, incorruptible e inmortal.
Además, todo lo que es puesto en acción por otra cosa y no posee en sí mismo el principio de vida, sino que lo recibe de aquello que lo pone en acción, dura exactamente mientras está retenido por la fuerza que actúa en él; y cuando cesa la fuerza que actúa, también se detiene aquello que recibe su capacidad de acción de ella. Pero el alma, al ser autoactiva, no tiene cese de su ser. En efecto, se sigue que lo que es autoactiva actúa siempre; y lo que es siempre activa es incesante; y lo que es incesante es sin fin; y lo que es sin fin es incorruptible; y lo que es incorruptible es inmortal. Por consiguiente, si el alma es autoactiva, como se ha demostrado anteriormente, se sigue que es incorruptible e inmortal, de acuerdo con el modo de razonamiento ya expresado.
Además, todo lo que no se corrompe por el mal que le es propio es incorruptible; y el mal se opone al bien y, por consiguiente, es su corruptor. En efecto, el mal del cuerpo no es otra cosa que el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, así como, por otra parte, su excelencia es la belleza, la vida, la salud y el vigor. Si, pues, el alma no se corrompe por el mal que le es propio, y el mal del alma es la cobardía, la intemperancia, la envidia y otras cosas parecidas, y todas estas cosas no la despojan de sus poderes de vida y acción, se sigue que es inmortal.
VII
Sobre si el alma es racional
Que nuestra alma es racional se puede demostrar con muchos argumentos.
En primer lugar, por el hecho de que ha descubierto las artes que están al servicio de nuestra vida, pues nadie podría decir que estas artes se introdujeron casualmente y por accidente, como tampoco nadie podría probar que son ociosas y no tienen ninguna utilidad para nuestra vida. Si estas artes, pues, contribuyen a lo que es útil para nuestra vida, y si lo útil es loable, y si lo loable está constituido por la razón, y si estas cosas son el descubrimiento del alma, se sigue que nuestra alma es racional.
Además, la racionalidad de nuestra alma se demuestra por el hecho de que nuestros sentidos no son suficientes para la aprehensión de las cosas, pues no somos capaces de conocerlas por la simple aplicación de la facultad de sentir. Pero como no queremos quedarnos en ellas sin investigar, esto demuestra que los sentidos, sin la razón, son incapaces de discernir entre cosas que son idénticas en forma y similares en color, aunque sean completamente distintas en su naturaleza.
Por lo tanto, si los sentidos, sin la razón, nos dan una concepción falsa de las cosas, tenemos que considerar si las cosas que existen pueden ser aprehendidas en realidad o no. Y si pueden ser aprehendidas, entonces el poder que nos permite llegar a ellas es diferente y superior a los sentidos. Y si no son aprehendidas, no nos será posible en absoluto aprehender cosas que sean diferentes en su apariencia de la realidad.
Pero que los objetos son aprehensibles por nosotros es evidente por el hecho de que empleamos cada uno de ellos de un modo que nos resulta útil y los transformamos a su vez en lo que nos place. Por consiguiente, si se ha demostrado que las cosas que existen pueden ser aprehendidas por nosotros y si los sentidos, aparte de la razón, son un criterio erróneo para los objetos, se sigue que el entendimiento es lo que distingue todas las cosas en la razón y discierne las cosas tal como son en su actualidad. Pero el entendimiento es precisamente la parte racional del alma y, por consiguiente, el alma es racional.
Finalmente, como no hacemos nada sin habérnoslo propuesto antes, y como esto no es otra cosa que el alto privilegio del alma, pues su conocimiento de las cosas no le viene de fuera, sino que las expone, por así decirlo, con el adorno de sus propios pensamientos, y así primero representa el objeto en sí misma, y sólo después lo lleva a la práctica; y como el alto privilegio del alma no es otra cosa que el hacer todas las cosas con la razón, en lo cual también se diferencia de los sentidos, con esto se ha demostrado que el alma es racional.