EUSEBIO DE EMESA
Sobre el Arrepentimiento
I
El arrepentimiento, necesario una y mil veces
Para rechazar la arrogancia de quienes se atreven a eliminar el arrepentimiento de sus vidas, Jesucristo nos amonestó a caer en la cuenta de este orgullo y arrepentirnos, pues "nadie está libre de pecado" (salvo el que pronunció estas palabras, "el cual no cometió pecado" según la Escritura). Así pues, hablaré del arrepentimiento, tanto desde el Antiguo Testamento como desde el Nuevo Testamento, los dos tesoros de la Iglesia. Recomendaré el arrepentimiento, mas no para promover entre nosotros el pecado (pues no quiero inducir al pecador a pecar, con la esperanza del arrepentimiento) sino para ayudar a muchos a levantarse de la caída. En efecto, así como los adversarios inducen a los que una vez han caído a revolcarse en sus pecados, el arrepentimiento cristiano incita al hombre caído a levantarse y a no pecar más. Con esto, no es que yo quiera imponer una ley a Dios (la ley del arrepentimiento y perdón automático), pues si Dios quiere expulsar de su seno a alguien, ¿hay alguien que pueda impedirlo? Por tanto, no diré en este tema ninguna osadía, sino tan sólo lo que Dios manda, que dice así: "El que cae, ¿no se levantará?". ¡Fijaos! Los enemigos tienen este refrán: "El que cae no se levanta", en un claro ejemplo de palabras superficiales que inducen a pensar como ellos piensan. En efecto, ¿qué es más difícil de lavar que el rojo del pecado? Esto mismo: el blanco, para que vuelva a quedar "blanco como la nieve y suave como la lana". Quien dijo estas cosas también dijo esto otro: "Os lavaré, y aunque vuestros pecados sean rojos como escarlata, blanquearán como la nieve". A primera vista, parecería que esta remisión no puede darse después del bautismo, pues él dijo: "Lávate y quedarás limpio". Sin embargo, demostraré con las Escrituras que sí hay perdón y remisión después del bautismo. Con ello no estaré abriendo la puerta al camino fácil, ni abandonando el camino de los fuertes, pero sí quitando del medio los falsos argumentos. Mientras no eliminemos la obstinación de la mente, el paciente no podrá curarse.
II
El arrepentimiento en el Antiguo Testamento
Presento ahora las antiguas palabras del Antiguo Testamento, sin olvidar el dicho que dice que "no hay lugar para la dulzura en las cosas saladas". En efecto, habrá alguno que me pregunte: ¿Cómo puede hablar el Antiguo Testamento del perdón de los pecados, si no había experimentado aún la pasión del Salvador, ni su sangre sagrada había sido derramada por los hombres? Bien dicho, y por eso digo yo: Por eso mismo, después del bautismo, y de la participación del Espíritu, quien ha pecado es llamado a volver por la gracia del arrepentimiento, y a través de la penitencia, al camino cristiano. Esto es lo que yo trato de decir, para que una vez caídos, y habiendo concebido la buena esperanza, no sigamos en pecado. Hasta ahora no habéis creído esto, mas creed ahora en el juramento del Dios que dice: "Vivo yo", y: "Juro por mi vida: ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, o que se convierta y viva?". El que vive quiere que viváis. Además, si Dios lo está jurando, ¿no es indigno de ser creído? ¿No creéis ni en la palabra, ni en el ejemplo, ni en el juramento? Si no creéis eso, creed en los hechos. Nínive no fue derrotada, pues hizo penitencia. El profeta Jonás, indignado, declaró a Dios que Nínive no sería derrotada, y que la hiedra había brotado. Se excusaba así ante Dios, y por eso hubo de ser corregido por Dios, cuando le dijo: "¿Acaso tienes envidia, porque yo soy bueno?". ¿A quién se describe como más malvado que Acab? Además del resto del botín, tras matar al amo, Acab se apoderó de la viña, y bajó con alegría a tomar la herencia. Cuando se encontró con el profeta Elías, éste no lo reprendió ni entristeció con sus propias palabras, sino que le pronunció el juicio de Dios. Aceptando el juicio y previendo los peligros, Acab se vistió de luto, despojándose de su autoridad y orando durante catorce días. El santo David (o mejor, el santo después del pecado) trasgredió tres de los diez mandamientos en un solo momento, al cometer adulterio, asesinato y lujuria por la esposa de otro. El justo pecó, y Dios lo designó juez de su propio pecado a través del profeta Natán, tras exponerle su crimen como el de un extraño y decirle: "Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. Uno era muy rico, y el otro sólo tenía un cordero que dormía en sus brazos (¡su esposa!), que comía con él y bebía de su copa". Tras esto, el profeta le dijo: "Llegó un invitado al hombre rico, y éste degolló para el invitado el cordero robado del pobre". David seguía sin percibir de qué hablaba Natán, y por eso le contestó: "Vive el Señor, que quien hizo esto es digno de muerte" (es decir, tomó la decisión por sí mismo). Al decir esto, el profeta declaró quién era ese hombre. David vio inmediatamente su herida, y por eso decidió acudir al médico diciendo: "He pecado". Al instante, el médico acudió a él y le dijo: "El Señor quita tu pecado". ¿Qué queréis, hermanos? ¿Que se le impute un solo pecado al santo, o muchas justicias? David cometió pecado, pero también cometió muchas justicias. ¿Qué es lo justo en un Dios justo? ¿Que se acuerde de una cosas, y olvide otras? Que haya una balanza, y con la medida con que medimos, que se nos mida. Si los pecados son muchos, reconozcámonos muchas veces pecadores, porque eso es justo. No obstante, también es justo que nuestra vida se juzgue por algo más abundante, y no por una sola cosa. Una cosa pura y blanca puede ser superada por esto mismo: por otra más blanca y más pura. El hombre está llamado a hacer la justicia, pero no una (cosa pura y blanca) sino muchas veces (cosa más pura y blanca). Alguno me dirá: ¿Y cómo va a hacer justicia, si está en pecado y el pecado es una injusticia? Por esto mismo: porque el Hijo de Dios es el Sol de Justicia, y todo el que participa de él puede participar de la justicia. Además, Dios considera que una sola cosa es mala, luego ¿no considera que muchas cosas son buenas? Moisés habló la lengua egipcia antes que la hebrea, y Abraham fue hallado fiel después de haber sido antes hallado incrédulo, y fue verdaderamente grande siendo tierra y ceniza. "Recuerda, Señor, que somos polvo", dice el profeta a Dios. ¿Por qué? Porque él se conoce a sí mismo, y conoce la distancia entre Dios y los hombres. Con esto no acuso a los justos, sino que doy gloria a Dios y no quiero que nadie peque. Enoc fue aprobado por Dios, dice la Escritura, "después de haber engendrado un hijo". Es decir, fue aprobado por Dios después, porque antes no era aprobado por Dios, ni tampoco después por los hombres. Manasés, que había colocado ídolos de cuatro caras en el templo de Dios ( para que todos los que entrasen los adoraran, entrasen por donde entrasen), fue rescatado del cautiverio después de hacer penitencia. Escuchad, por último, la única bienaventuranza del Antiguo Testamento: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos". Dios predica que éstos son bienaventurados, y ¿vosotros los condenáis? Las Escrituras dicen lo que dicen, y no lo que nosotros deseamos, así que ¿no debemos obedecerlas, tal como están escritas? Estas cosas van en contra vuestra, pues la contienda que corta la esperanza no es buena.
III
El arrepentimiento en Juan el Bautista
Paso ahora al Nuevo Testamento, dirigiéndome a quienes quieren excluir todo arrepentimiento de la Iglesia y diciéndoles bien claro: El arrepentimiento se proclama por todas partes, en el evangelio. Y si no, ¿qué es lo que predica Juan Bautista? Esto mismo: "el bautismo de conversión". Y no sólo lo enseña una ni dos veces, sino "a todos los que venían a bautizarse", para que lo aprendieran.
IV
El arrepentimiento en la enseñanza de Jesús
Respecto a Jesús, sus primeras palabras en el evangelio son: "Arrepentíos, porque está cerca el reino de los cielos". Con todo, hagámosle directamente esta pregunta: ¿Para qué has venido tú? Él nos responde: "No he venido a salvar a los justos, sino a llamar a los pecadores al arrepentimiento". Aprendamos de él esto, y sigamos preguntándole: ¿Qué llevas sobre tus hombros? Él nos responde "Una oveja perdida". ¿Y eso? Por esto mismo: "Porque hay más alegría en el cielo por un solo pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse". Los ángeles se regocijan ante esto, y ¿vosotros tenéis envidia? Dios recibe con alegría, y ¿vosotros prohibís? En otro pasaje del evangelio, la higuera que fue cultivada, y que no había dado fruto durante tres años, fue abandonada, pero no cortada por la esperanza de fruto futuro. Y si no, escuchemos lo que nos dice el propio Jesús a continuación: "Un padre tenía dos hijos que habían dividido la propiedad por igual". El menor consumió lo que tenía, y a pesar de ser justo cayó. Cuando lo hubo consumido todo, se acordó de su padre y "se apresuró a ir a su padre", pensando en decirle esto: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti". Cuando este hijo se acercaba a la casa, el buen padre no se escondió, sino que "salió a su encuentro" y, cuando lo encontró, le hizo los honores. Nada más expresar el hijo su arrepentimiento, y empezar a hablar, el padre "lo abrazó y lo cubrió de besos", considerando sus sentimientos y reanimando su esperanza. Una vez aceptado, el padre dijo al criado: "Mata al ternero, tráele la mejor túnica y ponle el anillo en la mano". Todas estas cosas exponen el juicio de Dios, y son un buen estímulo para quienes las reciben. Esto no es lo que yo quiero, sino lo que dice Dios. El hijo menor fue aceptado por el padre después de haber alimentado a los cerdos y haberlo consumido todo, y de haber estado en pecado. ¿Sabéis quién no quiso aceptarlo? Éste mismo: el hijo menor. Los fariseos estaban indignados por esto, como muchos de vosotros ahora. Cuando Jesús entró en casa del fariseo por invitación, una mujer pecadora entró detrás de él. Ella vio su pecado, y recurrió a la justicia, vio su enfermedad y fue a donde estaba el médico. No se acercó a él, porque no era tan audaz. No le tomó la mano, porque no se atrevía. Eso sí, "le lavó los pies con sus lágrimas", soltándose el cabello por razones honorables. Tras revelarse indecentemente, se abrió con honestidad, refugiándose a los pies de Jesús.
V
El arrepentimiento en la persona de Jesús
El Señor perdona, y ¿vosotros le contradecís? ¿Le queréis robar lo que ya le pertenece? Si Dios consiente, ¿quién es el que contradice? En cualquier caso, aprendamos a orar, y a decir: "Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a nuestros deudores". Vosotros perdonáis, y ¿ Dios no perdona? ¡Sois mejores médicos que Dios! Eso sí, "con la medida con que medís, se os medirá a vosotros". Dejad ir a los demás, pues Dios os deja ir a vosotros. Y si vosotros, malos como sois, actuáis con bondad; ¿no hará mucho más el que es bueno? Jesús trata con los pecadores, como el médico con los enfermos. Jesús mismo dijo: "Yo estoy con vosotros", y: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré". Él está cerca, y se acerca a las personas, y otorga sus honores, y no se agota, y conserva lo que da. Por otra parte, él era " la luz que vino al mundo", y él mismo dijo: "Vosotros sois la luz del mundo". Él es sacerdote, y él multiplica los sacerdotes. Él es el Cordero inmolado, y también el que dijo: "Os envío como ovejas en medio de lobos". Él es "rico en misericordia", pero no rico como vosotros, que dais los bienes ajenos y os quedáis sin lo que dais, sino al revés: dando de lo suyo sin quedarse sin ello. Él es la fuente inagotable, y el que dice: "Venid a mí a por agua". ¿Por qué? Porque por mucho que saquemos esa agua del pozo, el flujo no disminuye.
VI
El arrepentimiento en el apóstol Pedro
Pedro negó a Jesús tres veces, y eso que él era la roca sobre la que Cristo fundó su Iglesia. Pedro había obtenido la bendición, y había dicho "tú eres el hijo del Dios altísimo", y al oír "tú eres la roca" había sido ennoblecido por el propio Señor. No obstante, Pedro no era la roca (que es Cristo, "la piedra angular" y verdaderamente inquebrantable), sino una roca. O mejor dicho, quedó convertido en roca por causa de la Roca. Pedro negó tres veces, pero no para enseñarnos a caer sino para enseñarnos a levantarnos, y con ello encontremos consuelo. Pedro "lloró amargamente", y sus lágrimas cayeron sobre Aquel que se compadece de nosotros. Lloró porque la intención de su alma era buena y porque "el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (como le recordó el propio Señor). El que inventó ambas cosas (espíritu y carne) conoce la invención, y soporta nuestras debilidades, y perdona nuestras ofensas.
VII
El arrepentimiento en el apóstol Pablo
Pablo, de perseguidor, se convirtió en predicador. De hecho, él mismo declara su propio crimen para mostrar la grandeza de la gracia divina. ¿Qué es lo que dice, en concreto, Pablo? Esto mismo: que "Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el peor". Respecto a lo que yo vengo defendiendo, que puede haber perdón después del bautismo (sobre todo, para combatir el vicio), el apóstol escribe en la Carta a los Corintios: "Se habla claramente de fornicación entre vosotros, y de una fornicación que ni siquiera entre los gentiles sucede". Una vez oída la magnitud del mal, escuchad ahora también la intensidad del juicio firme. Esto es lo que les dijo Pablo, a los corintios: "Quien sea de esta clase, que sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo". Pablo castiga, pero no rechaza al bautizado como enemigo, sino que trata de salvarlo. Y si no, escuchad lo que dice en el versículo siguiente: "Reafirmad vuestro amor por él, para que quien es así no perezca de excesiva tristeza". El apóstol resuelve así lo insoluble, pues ordena que tal hombre sea entregado a Satanás (primero), y que se le otorgue un futuro perdón (segundo). ¿Para qué? Lo dice él mismo: "Para que no seamos rodeados por Satanás". En efecto, si vamos entregando a Satanás a uno tras otro, sin echarle luego un cable, Satanás se habrá apoderado de todos nosotros en poco tiempo, y entonces ya nos tendrá rodeados. Si la oveja sale del redil, en ese momento se convierte en pasto de los lobos, y no escapará de la trampa. Cuando a un pastor pagano le roban una oveja, al menos intenta recuperar la lana. En el caso del pastor cristiano, ¿de qué sirve quitarle el pelo al cadáver? ¿No será mejo rescatar el alma de la boca del lobo? Hablando a los gálatas, el apóstol dijo: "No rechacemos la gracia de Dios". ¿Buscáis algo más obvio que esto? Si queréis más, aquí tenéis más: "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por oír con fe?". En estas frases, se está dirigiendo el apóstol a aquellos que "han sido purificados por Cristo" y "han caído de la gracia". ¿Qué decisión toma Pablo, en este caso? Esta misma: "Mis hijos, a quienes daré a luz de nuevo". Como se ve, Pablo los había dado a luz una vez (los había engendrado), pero no se niega a darlos a luz de nuevo (para su regeneración). Por supuesto, no está ofreciendo esa regeneración a un malvado con mente malvada (y eso que él mismo había sido malvado), sino a hombres que habían recibido el Espíritu, y habían corrido bien, y habían sufrido tanto, y habían estado en peligro, y habían soportado adversidades. Para que todo eso no fuese en vano, a los que han caído les ofrece Pablo ser de nuevo purificados, y regenerados de nuevo, para que puedan recibir de nuevo la forma de Dios.
VIII
El arrepentimiento en los mártires
Lo importante es vencer, aunque se reciban las heridas de guerra. Lo importante es trabajar mucho para conseguir la corona, aunque acabemos agotados por tantos trabajos. ¿Cuántos mártires negaron al principio, y al reanudarse la batalla revirtieron la derrota? En efecto, ellos habían negado, pero con la lengua y no con el corazón, porque "la carne es débil". El que niega es cortado, y cuando confiesa es restaurado. ¿Se le tendrá en cuenta lo que negó en ese momento, y no se le tendrán en cuenta los tormentos? Dios es el juez, y no la insolencia de los hombres, ¿o es que os atrevéis a prescribir una ley a Dios? Dios conoce la debilidad, y por eso provee la ayuda y otorga la victoria. ¿Cuántos hay que, llevando una vida mediocre, sufrieron el martirio? No somos ángeles, sino hombres, y caemos y nos levantamos, y a menudo al mismo tiempo.
IX
Necesidad de perdón, para los realmente arrepentidos
Es necesario demostrar que, quienes han caído después del bautismo, también pueden alcanzar la salvación. No obstante, hay que hacerlo con cuidado, para que no digan que deseamos incitar al pecado, cuando lo que queremos es que "no vivamos ya en pecado" (como recuerda el apóstol Pablo). Con quienes han caído contra su voluntad, no estoy de acuerdo con quienes anulan su arrepentimiento. Eso está separando a unos de otros de la cruz; cuando lo que el apóstol Pablo deseaba es que " seamos sepultados junto con él en la cruz". ¿Os queda algo que se oponga al arrepentimiento? ¿Quién nos formó? Dios, que nos hizo un cuerpo y nos hizo un alma. ¿Acaso odia ambas cosas Dios? ¿Acaso no previó medicinas para las enfermedades? ¿Para qué se usan las Escrituras? Para que desistamos de los pecados. ¿Para qué se nos riega? Para que demos fruto. ¿Qué pedimos? Que nuestros pecados sean perdonados. ¿Para quién no hay arrepentimiento? Para quien no tiene intención de arrepentirse, ni abandonar su maldad ni sus malos hábitos. Para ese tal no hay oferta de arrepentimiento, hasta que él no quiera arrepentirse y abandonar su mala vida. No obstante, no todo es pecado, sino que también hay esperanza más allá del pecado, y hay sanación incluso después de una herida, aunque la cicatriz permanezca. Bienaventurado el que no llegó a flaquear, porque superó la plaga. No obstante, al resto nos creó Dios. Nos creó en el principio, y luego descendió a nuestra debilidad, y guardó su propósito, y nos concedió el arrepentimiento. Dice el dicho que "cada estrella difiere en gloria". ¿Por qué? Porque si existe cierta medida de justicia, todos somos igualmente justos, aunque unos brillen como el sol, y otros como la luna, y otros como las estrellas, y unos superen a otros. En todos estos casos, como digo, no es que unos sean más justos que otros, sino que son culpables de pecados menores. Si el perdón no se concediera a quien no hubiera pecado, habría una diferencia en la variedad.