EFRÉN DE NÍSIBE
Contra Bardaisán
LIBRO I
1. Bardaisán, he aquí, declara que incluso sin el pecado de Adán, el cuerpo se convertiría en polvo, que la carne no se adhiere al Espíritu, que las heces corren hacia abajo y el material fino hacia arriba, y uno es su altura y el otro su profundidad.
2. Su opinión es enfermiza, similar a la de Bardaisán; toda su mitología es enfermiza. "Porque si", dice él, "es por Adán que morimos la muerte de aquí abajo, habría sido justo que Aquel que vino hubiera dado vida aquí abajo para poder pagar la usura pagada".
3. Pero nuestros jueces son juzgados ante esa verdad que procede del juicio; son juzgados los jueces de todos los juicios que son juzgados erróneamente. La verdad de ella juzga a los jueces, pues la verdad viene en el juicio; por su verdad es la vencedora de la maldad oculta en los jueces
4. Cuando el error juzga con artificio para vencer a la verdad, es juzgado en secreto por el conocimiento de la verdad. Por eso la verdad no ha vuelto a aparecer, si las audacias manifiestas la han cambiado, pues su victoria en la verdad la corona.
5. Ante la palabra de verdad, el oído sano es una prueba, y también la boca sana es una prueba. Al fruto dulce y amargo la boca enseña el gusto, al igual que al ojo que ha errado por la vista.
6. Así como la inexperiencia del ojo, que ve todas las formas, obedece a la boca, que prueba todos los sabores, para que aprendas de este modo la salubridad de las frutas, también la inexperiencia del oído, que oye todas las palabras, obedece al corazón, que prueba todas las palabras, para que aprendas de este modo la fuerza de las palabras.
7. Seamos como el cuerpo ordinario (físico) cuyos órganos son iguales en el amor, pues el órgano sano que ha tropezado su compañero que es hábil lo amonesta. Que los amantes de la verdad también se conviertan en un solo cuerpo contra el error, para que nuestra falta pueda ser suplida.
8. Una verdadera decisión da testimonio de que la trasgresión de Adán convirtió el cuerpo en un principio que pierde la fijación de su vida, porque si hemos visto que nuestro Señor también fijó el cuerpo mortal con vida que no se puede desatar, su verdad ha quitado la corona.
9. Nuestra disputa ha entrado en una contienda que, he aquí, se aborda desde dos lados, para que por dos lados pueda ser coronada, pues en eso uno involucra al otro; en la contienda común son iguales. Pues si nuestro Señor se revistió del cuerpo, con la vida del paraíso lo recompensó, porque allí perdió su vida.
10. Compara, pues, y tomemos las pruebas de nuestro Señor para que puedas saber, si son semejantes a las corporales y mortales, si él se puso el cuerpo, o no. Comienza entonces con el nacimiento y continúa hasta terminar con la muerte, e incluye en el medio su modo humano de vida.
11. Porque están ligadas entre sí: sus verdades que encadenaron el error; en que su muerte nos persuade acerca de su nacimiento; en que se puso un cuerpo mortal; en que su resurrección da testimonio de su muerte; en que el cuerpo que murió resucitó. Porque su nacimiento está ligado a su muerte, y su muerte está ligada a su resurrección.
12. Porque nuestro Señor ha fijado las tradiciones de su verdad como los órganos corporales, que él ha fijado unos en otros, de modo que cuando la contienda y el error quieren cortar un órgano, el cuerpo entero gime y los órganos por todos lados claman por aquel que ha sido cortado.
13. La verdad es viva y vivificante para todos, y he aquí que los sabores de ella dan testimonio de ello. Pues he aquí que, por una miríada de pruebas, se aprende lo que pasó con nuestro Señor: que murió y resucitó en el cuerpo, y su nacimiento y su muerte se han convertido en una prueba para el mismo cuerpo que se vistió, que no se lo vistió en apariencia y fraude.
14. Cuando confesó su misterio a Tomás, que quiso examinarlo por el tacto, entregó su cuerpo al tacto, para que el sentido del tacto también le sirviera de prueba; le llegó la palabra de la verdad, que echará fuera toda contienda, porque "un espíritu no tiene huesos". En verdad, se revistió de sus órganos corporales.
15. Porque aunque proclama que nuestro Señor fue revestido de un cuerpo, la contienda tapa sus oídos y con perversidad proclama otra cosa, que nuestro Salvador no se vistió de la carne. Y si su perversidad en verdad nos justifica, ¿cuánto más su rectitud nos justificará?
16. Pero yo creo que la verdad vence así al error, no cuando el elocuente corre, sino cuando con Dios su correr supera al correr de ellos, y es coronado.
17. ¿Por qué y por qué razón el cuerpo no puede estar eternamente acompañado por el alma?
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21. Estas cosas que se supone que son extrañas entre sí, y que tampoco son aceptables entre sí, son una sola, y proceden de una sola y están en una sola, pues existen en una sola creación, y se nutren de un solo aire, y son eliminadas por una sola muerte, y obedecen a una sola obra.
22. Mirad la semilla, que en el seno de su madre puede refugiarse, y la levadura de todo seno en la masa de la masa se refugia sola. El seno de la tierra es lo opuesto de la semilla, y cuando antes crecía en ella a la manera de su especie crecía.
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31. Volvamos ahora un poco a una cuestión que está delante de esto, para que ella no se sienta afligida por haber sido abandonada que la verdad corra entonces a su encuentro, aferrándose a la victoria de su hermana y anunciándole acerca del error, que se había convertido en un blanco para las flechas para que ella también pueda comenzar a burlarse de él.
32. Cuerpo y alma fueron invitados al paraíso, y en el paraíso fueron honrados y regresaron en desgracia, fueron deshonrados y regresaron en honor; cuerpo y alma entraron juntos, cuerpo y alma salieron juntos, por la muerte fueron separados uno del otro, y en la resurrección nuevamente se unen.
33. La muerte que Dios decretó para Adán después de que pecó no fue la muerte impía con que los hombres matan a sus semejantes; la muerte de Abel, el justo, fue por el libre albedrío que le hizo daño, y la muerte de Adán, el pecador, fue por la justicia que le pagó.
34. No fue así, pues, porque la muerte de Abel, el justo, fue anterior a la muerte de Adán, el pecador, porque Abel murió primero, por la muerte que procede de Dios. El libre albedrío, en su audacia, atacó a Abel con envidia, e introdujo el adormecimiento antes de la muerte.
35. Por la sentencia del Juez, Adán murió primero; por la muerte del hombre, Abel fue asesinado primero. Ellos están en el dominio de la justicia y del libre albedrío; la justicia no es perjudicada y el libre albedrío no es coaccionado.
36. Y he aquí que desde el principio descienden dos caminos de muerte: uno de sentencia y otro de muerte. Porque así como en el principio el libre albedrío introdujo la muerte antes de la muerte, así también la justicia introdujo la muerte después del pecado.
37. Aquel que sabía de antemano que los muertos serían muertos por los asesinos (Dios), poniendo un límite a su vida mediante el engaño, aunque él está lejos de la culpa de los asesinos que se han atrevido a matar, y también está lejos de la culpa por el accidente del hombre asesinado que es asesinado por muerte repentina.
38. Por lo tanto, si alguien que es asesinado no acude a la hora de la sentencia, es un accidente; y si acude a la hora que le corresponde, es un escándalo, pues justifica al que lo mató. Sin embargo, Dios está por encima de los accidentes y también del escándalo; no es un accidente porque se acerca la hora de la sentencia, y no es un escándalo porque está a punto de haber un juicio.
39. Pero por mucho que se expliquen, estas cosas necesitan explicación, pues es difícil explicar cómo pudo haber una coincidencia en una hora, el tiempo oculto de la sentencia del que es asesinado, y también la voluntad del asesino, que el hombre asesinado fuera condenado a muerte y el asesino con su arma fuera considerado culpable.
40. Dejemos ahora de lado estas cosas, pues no se trata de ellas, sino de una investigación contra los que están en el error, de lo que nos hemos ocupado para vencerlos. Pues no es poca la pérdida que ha entrado por Bardaisán, pues gente inexperta que ha oído ha sufrido la pérdida de las mercancías de sus vidas.
41. Y para que los ignorantes no se extravíen, diciendo que Abel murió primero, y perturben la comparación que se hace entre nuestro Señor y Adán, sepan que la muerte es del hombre, pero el tiempo sentenciado es de Dios; pues en cuanto a Abel, la maldad lo mató, pero en cuanto a Adán, el Justo lo hizo morir.
42. Pero ni siquiera por esto tendrás ocasión de impedir a los inexpertos, pues en lo que respecta a nuestro Señor fueron los hombres quienes lo mataron, y en lo que respecta a Adán, el Justo, lo hizo morir: a Adán, que pecó contra la justicia, Dios, en el tiempo de la sentencia, lo hizo morir; pero nuestro Señor, que mató la maldad, fue matado por hombres malvados.
43. Si el cuerpo depende del alma, también el alma, como el cuerpo, depende totalmente de otra potencia, es decir, de la potencia que da vida a todas las cosas. Y, así como el alma, si se desprende del cuerpo, se deshace y se deshace, así también la potencia que da vida al alma, si se desprende del cuerpo, se deshace.
44. Si el cuerpo, que está mezclado con el alma y es su compañero, no puede adherirse a él, el ligero, a causa de su peso (del cuerpo), ¿cómo podrán adherirse, las entidades corpóreas y pesadas, a ese poder que está por encima de todo lo sutil, para vivir en él por los siglos de los siglos?
45. Digamos, pues, que si el cuerpo, por su peso, se desprende del alma límpida, esa sustancia límpida se separa también de la potencia que es más límpida que ella, y como en el caso del cuerpo, le viene la misma retribución de la potencia que se apoderó de ella.
46. Porque a ambos el alma les es extraña: a la límpida y a la turbia; a la turbia por las impurezas, a la límpida por su refinamiento. Si la una está siempre en ella, el cuerpo estaría siempre a su lado; se adhiere a lo que es más límpido que ella, y lo que es más turbio que ella se adhiere a ella.
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48. En cuanto a las entidades que trajo Bardaisán, se le debe acusar porque enseñó que una cosa es más pesada que su semejante y que otra es más ligera que su semejante; puso a las malas como inferiores, a las buenas como superiores, a la luz y al viento como finas, al fuego y al agua como pesadas.
49. Si el inferior no se adhiere al superior, tampoco el agua corpórea se adhiere al fuego más ligero, ni el fuego al viento límpido, ni el viento a la luz, ni ninguno de ellos a Dios, que es superior a todos y más refinado.
50. Pero si son aceptables como amigos, todas estas entidades entre sí, las que son pesadas y las que son ligeras, y poseen y son poseídas unas por otras, ese Ser Supremo que les dio su nivel, no trata al más bajo como extraño; y si trata al más bajo como extraño, no puede tratar al del medio como afín.
51. Porque de un lado está con él la debilidad o la maldad; pero si es malo, ¿cómo es bueno? Y si es débil, ¿cómo es creador? Y si como bueno se humilló a sí mismo hasta los que estaban en conflicto, a todos los quiso reconciliar, para que su bondad no sufriera pérdida.
52. Pero mira al hombre, y ve que todos ellos están reconciliados: su calor proviene del fuego, su frío del viento, su humedad del agua, su sequedad del polvo; en medio de él habita la vida, el poder creador lo mantiene firme.
53. Y aun si estas teorías fueran así, sería difícil que las cosas fueran así, como si hubiera entidades, sería difícil que se las pudiera convertir en algo. Una entidad no puede ser destruida, una entidad no puede ser ordenada; en cuanto es una entidad es indestructible, en cuanto es una entidad es inarreglable.
54. Ese Creador que es incapaz de destruir las entidades que existen, por la misma analogía, nuevamente es incapaz de ordenar las entidades que existen; pues él no creó la existencia, por lo tanto, no puede destruirla; además, él no ordenó su fijación, por lo tanto, no puede deshacerla.
55. Y si él no puede deshacer la existencia de otras entidades, una existencia que está limitada por su naturaleza, el Hacedor también es incapaz de hacer algo y ordenarlo.
56. Pero que él haga la prueba, el mismo Hacedor desde sí mismo, que como él no puede ser ordenado, las entidades no pueden ser hechas; por esto además entenderemos que el cuerpo consiste por el alma, lo pesado por el poder de la luz, el alma también es similar al cuerpo con respecto al poder que es más sutil que todo.
57. Contra ellos digamos sus palabras, que dicen que el Extranjero infló su vida en los entidades y los ciñó. ¿Cómo son afines, así, los entidades a la vida extraña de modo que vivieron?
58. Si en verdad el Extranjero insufló su vida en los entidades de modo que cobraron vida, el alma se hace afín al cuerpo, como él hizo su vida afín a los entidades que habían sido extraños a su vida. Pero si por el Amo vivieron los sirvientes, ¿cuánto más vive el cuerpo por la vida del alma, su colega?
59. La razón, como dicen, es la levadura extraña que está oculta en el alma, que no tiene conocimiento, y ¡es extraña para el cuerpo y la razón! Si es así, el cuerpo no puede adherirse al alma, por ser terrenal, ni tampoco puede el alma adherirse a la razón, que es divina.
60. No tenemos, pues, competencia para explicarles y persuadirles, pues, cuando luchamos por ellos, su lucha será por nosotros, para ellos el trabajo y para nosotros la corona, de modo que, cuando argumentamos por el alma, su argumento se convierte en uno solo en favor del cuerpo.
61. Demostremos, pues, con más razón a partir de las cosas creadas que tenemos ante nosotros: pues he aquí que el fuego es sutil en comparación con el agua, que es corpórea; el viento, en comparación con la luz, es más denso que la luz; el alma, en comparación con el cuerpo, como dicen, es sutil, y en comparación con la razón es corpórea.
62. Demostremos, pues, que todas las naturalezas se devoran unas a otras, tanto las sustancias corporales como las espirituales; pues el aceite es devorado por la llama, y la llama es devorada por el viento; y el aceite no es perceptible en la llama, y la llama no es perceptible en el viento, pues todo es fácil para el Poseedor de todas las cosas.
63. El agua se coloca nuevamente en el medio, entre el invierno y el verano, de modo que si el frío es feroz, la convierte en una sustancia corporal, que la encarna en una forma dura, y si el calor es feroz, la convierte en una sustancia espiritual, que la absorbe de una manera sutil.
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65. Y si así es que Bardaisán dice que debido a su peso (del cuerpo) permanece allí, de la fina sustancia del alma. He aquí, cuando lo pesado de parte a parte ligera se convierte, como un vapor y una bocanada de aire se vuelve, y como un soplo es por un tiempo, y se va volando ligeramente.
66. He aquí las entidades que Bardaisán trajo, corpóreas (como él dice) en todos los pliegues y limbos, creadas todas según la voluntad del Creador.
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71. El segundo Adán también fue resucitado en el sheol, pues Dios trae a todos los que están allí, mas en él vivían secretamente. Y cuando su resurrección se acercaba, se escuchó sobre ellos la voz de un hombre muerto que hizo morir a los vivos, y la voz de la resurrección los hace vivir.
72. Porque ese primer mil es el tipo de ese último mil, en que como la muerte de Adán dio muerte a todos aquellos que ese mil había traído a la vida liberó, uno que voló y uno que fue rescatado.
73. Nuestro Señor también en el último millar resucita a los muertos, pues todos los muertos se encuentran en su millar, y llega el diluvio de fuego, en medio del cual se hunden los malvados, y en él son liberados los justos; como Enoc, los vivos son arrebatados, a la manera de Noé, los muertos son rescatados.
84. Pero Bardaisán en esto se ha equivocado, y quiere hacernos errar también a nosotros. En esto se ha extraviado mucho. Él ha muerto ya, pero ha hecho que todos sus compañeros mueran. Nuestro Señor, dice él, "fue resucitado, mas ¿por qué no resucitó todos los cuerpos, para que, como su ruina fue en Adán, su reconstrucción fuera por nuestro Señor?".
75. He aquí que Adán no en el momento en que murió y cayó, sino que murió en su pecado, y el mundo murió en la sentencia que pesaba sobre él; nuestro Señor tampoco en el momento en que resucitó resucitó todo, sino que vivió por sus actos gloriosos, y el mundo vivió en la prenda que dio.
76. En la hora en que Adán murió y cayó, la tierra estaba llena de seres vivientes, y sólo por él reinó la muerte; también nuestro Señor dio vida ahora, cuando el sheol estaba lleno de muertos, sólo por él reina la resurrección. La muerte se extendió de uno a todos, y de uno también se extendió la resurrección.
77. No le bastó a Bardaisán mirar el asunto desde ambos lados, sino que sólo miró desde un lado, y ni siquiera desde el tal como es, pues su ojo no vio claramente que, cuanto estaba declarando acerca de Adán, el que ha resbalado en una cosa ha resbalado en todas.
78. Pero él no sabe que aquel cuerpo que murió en Adán, el Mesías lo ha vivificado. Los clavos dan testimonio de su muerte. Los vigilantes dan testimonio de su resurrección, y los clavos que salieron del horno se han convertido en hornos (es decir, pruebas) para nuestra verdad; la fijación de ellos amonestó a Tomás de que él no fue resucitado con su alma por sí mismo.
79. Bardaisán insiste en que si así fue que estos cuerpos murieron en Adán fue correcto para nuestro Señor que vino que él resucitara los cuerpos de la tumba; pero si él no resucitó los cuerpos, está claro que la muerte del alma Adán trajo consigo por sus pecados, porque las almas que él trajo al sheol, nuestro Señor las trajo con él.
80. Termina su palabra con otra: Porque he aquí, dice Bardaisán, que "nuestro Señor dice: 'Todo aquel que guarde mi palabra, no probará la muerte para siempre, y todos los que la guardaron han muerto". Como se ve, ha confundido y disuelto las palabras, para confusión del oído inexperto.
81. Impedidas en todo lugar, en todas las profundidades y limbos, y que "han guardado la palabra de nuestro Señor", desde dentro del cuerpo, son exaltadas a la cámara nupcial de la luz.
82. Según la doctrina de Bardaisán, la muerte que trajo Adán fue un obstáculo para las almas, ya que se vieron obstaculizadas en el cruce, porque el pecado de Adán las impidió. También dice que "la vida que nuestro Señor trajo, es que enseñó la verdad y ascendió y las trajo al reino".
83. Por eso, dice Bardaisán, "nuestro Señor nos enseñó que 'todo aquel que guarda mi palabra, no probará la muerte para siempre', que su alma no se ve impedida cuando cruza el lugar de la encrucijada, como el obstáculo de antaño con el que se vieron impedidas las almas, antes de que viniera nuestro Salvador. Está atrapado en una de dos cosas: en que todo aquel que guardó la palabra de nuestro Señor y murió antes de nuestro Señor. Pero si se ve impedido en el lugar de la encrucijada, su alma ha probado la muerte, y si ha cruzado el lugar de la encrucijada, ¿qué es lo que dijo acerca de nuestro Señor? ¿Que lo había cruzado antes de todo?...
84. ... Porque si Lázaro, al morir, hubiera subido a la cámara nupcial de la luz, un agravio le hizo nuestro Señor al devolverle a su cuerpo, la prisión; y lo que nuestro Señor decía a Marta, que "tu hermano resucitará".
85. ¿De dónde, pues, dijo que resucitaría: de lo alto, o de lo profundo?
86. Como médico obró con justicia, pues en el pecado que trajo dolores, estaba arrancando de la humanidad al que había desarraigado, pues aquella serpiente primordial había mordido al Adán primordial, no con dientes, sino con consejos, y él también curó la herida con órdenes, no con medicinas.
87. Si fuese al alma a quien Cristo vino a enseñar, según su palabra sería justo que a las almas en el sheol él les enseñara que no debían robar ni cometer adulterio; y si en el sheol no es para las almas para prestar o endeudarse, entonces al cuerpo y al alma en su contienda, él viene a conquistar y coronar.
88. Un ejemplo pintó, una semejanza imprimió, un espejo fijó con su cuerpo, que fue victorioso y gustó el sufrimiento, y fue resucitado y revestido de gloria; y enseñó que todo aquel que así se conduce es así glorificado, y el que así lucha, vence, y el que así vence, es coronado.
89. También a Adán, por medio de él, le mostró, para que todos lo vieran, que pecó, que se entristeció, que fue confundido, que fue maldecido, que salió, que fue humillado, que se fue, que fue destruido y que se perdió. También enseñó que todo aquel cuyo sustento es la maldad, también su ganancia es pérdida.
90. En ambos mundos es burlado, en ambos mundos lleva la desgracia: por los escalones que bajó Adán, por ellos lo hizo subir nuestro Señor. En el principio le dio la verdad, en lugar de la falsedad que le dio la serpiente, al final le dio la vida, en lugar de la muerte que le dio el árbol; unió a él su vida, cuyo equilibrio había dividido la muerte.
91. Viendo que de todos los cuerpos que mueren, sólo el cuerpo de nuestro Señor resucitó, Bardaisán se equivocó y supuso que eran las almas las que nuestro Señor resucitó, y no consideró que también la muerte de Adán había reinado en Adán primero, y así, después de novecientos años, su levadura se había extendido en todas las generaciones.
92. Nuestro Señor también, cuando resucitó, en él reinó primero la vida, como la muerte que reinó en Adán; y como en Adán después de un tiempo su muerte reinó sobre todos, nuestro Señor también después de un tiempo su resurrección reinó sobre todos, para que las usuras pagadas fuesen semejantes entre sí.
93. Su levadura que da vida a todo se extendió en toda la masa de los muertos, que, he aquí, se amasa en el seno del sheol, de modo que si después de novecientos años la levadura de la muerte reinó en nosotros, he aquí que dentro de poco su levadura viva vencerá a la mortalidad.
94. Y ahora, si esto es suficiente, como también es suficiente, este argumento nuestro ha sido dicho acerca del cuerpo y acerca de su resurrección; el resto del discurso que queda, el tema será nuestro para otro día, para que podamos ganar por nuestra disputa descubrimientos acerca de nuestra fe.
95. Donde él ha caído, nosotros nos hemos levantado, y donde él ha resbalado, nosotros hemos sido fortalecidos, y donde él ha fallado, nosotros parecemos haber adquirido la fortuna de Adán, en que la maldad reinó sobre él al principio, la muerte reinó sobre él al final, en que su cuerpo y su alma pecaron juntos, la muerte dividió su equilibrio.
96. Te doy gracias, Señor mío, porque no me has escatimado ni me has colmado; no me has escatimado para que crezca, ni me has colmado para que pida. La saciedad no sabe pedir, y el hambre no cesa de pedir; me has saciado para calmar mi hambre, me has hecho hambriento para despertar mi súplica.