JUAN CRISÓSTOMO
Sobre la Biblia

I

Misterioso es realmente el olivo espiritual del Antiguo Testamento, que a pesar de ser ya muy antiguo sigue dando frutos muy maduros y deliciosos. Por supuesto, no son sus ramas como las ramas de la Iglesia, pues aquéllas, una vez que han llegado a la vejez, dejan caer la mayor parte de sus hojas, y el fruto que tal vez llevan no está sazonado y es escaso, mientras que éstas, "al llegar a la vejez, es cuando más cargados de frutos están".

II

Puede esto comprobarse por el que ayer os predicó. Y por eso me pareció a mí que yo debía callar, pues cuando se hallan presentes tantos ancianos capaces de la predicación, el joven ha de callar. Así nos lo enseñan las Sagradas Escrituras, cuando dicen: "Habla, oh joven, sólo cuando por dos o tres veces fueres interrogado, y di mucho en pocas palabras". En cambio, al anciano no le habla la Escritura con semejante restricción, sino que lo deja correr sin limitaciones. Admirando el placer de sus discursos, y sobre todo cuando van acompañados de prudencia, dice la Escritura: "Habla, oh anciano, como a tu edad conviene, con discreción cuidadosa. Así impedirás la música".

III

¿Qué significa eso de "impedirás la música"? Por aquí manifiesta la Escritura cómo la flauta, la cítara y la siringa no son tan agradables a los que las oyen, como la doctrina de un anciano, cuando la profiere con cuidadosa discreción. Efectivamente, la Escritura, comparando un placer con otro, dice que el segundo es más poderoso, y vence a aquél, y aquél cede a éste. Por eso dice "impedirás la música", a forma de decir: Impedirás que ésta brille, la oscurecerás, la cubrirás de sombras.

IV

Por lo mismo, convenía que yo callara y que el otro predicador nos hablara y enseñara. Con todo, repetiré lo que muchas veces he dicho: Me doblego ante vuestro mandato, y ante la necesidad de los que se hallan presentes. Este es el motivo de que me prepare para las acostumbradas carreras en el estadio, cosa en sí difícil (esto es, el hablaros) y de difícil manejo, que yo con prontitud acometo, no por mis capacidades sino por el deseo y prontitud de vosotros que me escucháis.

V

El discurso de ayer fue llevado a tan gran profundidad de doctrina, que no se ahogó, y tras de haber recorrido tan extenso mar no naufragó. La razón de ello fue no encontrar en parte alguna escollos ni rocas ocultas, sino por todos lados encontrar un mar más tranquilo que el puerto mismo. Así fue como llegamos al puerto sin olas, por vuestro empeño en escucharnos, como si un céfiro se hubiera levantado por el lado de popa. Al punto que las palabras salían de nuestra boca, las recibíais todos con las manos inclinadas hacia abajo, aunque se os pidieran cosas difíciles o fueran ellas profundas. Así lo pedía entonces la naturaleza de las sentencias que se explicaban. Mucho nos ayudáis vosotros en nuestro trabajo, y nos hacéis fácil lo que de suyo es difícil. Lo hacéis porque no dejáis caer entre piedras, ni entre espinas, ni en el borde del camino, la palabra, sino que la recibís como en un campo fértil y bueno para la siembra. Es decir, en lo más profundo de vuestro pensamiento. Esta es la razón de que veamos cada día las mieses alegres y nutridas, no por los céfiros sino por los soplos del Espíritu Santo, y así podemos tener cada día una espléndida reunión. 

VI

Quería yo continuar hoy lo que faltó a la materia de ayer. Pero ¿qué haré? Ante mis ojos se presenta el coro de los macabeos, que ilumina mi mente e invita a la lengua a declarar su hermosura. Que nadie vaya a tener mi discurso como algo intempestivo, ni como si ya antes de la batalla estuviéramos proclamando los trofeos. Si cuando se celebran las bodas, los que se reúnen preparan desde el día anterior los tálamos, y adornan las casas y los patios con las coronas, con mucha mayor razón haré yo esto mismo ante la fiesta de mañana, sobre todo porque estas bodas serán espirituales, y en ellas no tomaremos nosotros esposa, sino que es Dios quien desposará consigo a las almas.

VII

No se equivocará quien llame a las almas de los mártires esposas, o esposas espirituales, porque traen como dote nupcial su sangre, como dote que jamás se consumirá. No obstante, quédense para mañana estas alabanzas, y ocupémonos hoy en corregir el pensamiento de los hermanos más débiles. Porque hay muchos de entre los más sencillos que no tienen de los mártires macabeos la conveniente opinión, y no los ponen en el número y coro de los mártires; y afirman que no derramaron su sangre por Cristo, sino por la ley y los preceptos judíos que ella contiene; y que sufrieron la muerte a causa de no comer las carnes de cerdo. ¡Ea pues, corrijamos ese pensamiento, porque sería una vergüenza celebrar la fiesta de los mártires ignorando el motivo de la reunión!

VIII

A fin de que los que padecen este error sean los únicos en dolerse entre la común alegría, y reciban benévolamente a los combatientes, y los vean con ojos purificado, voy a quitar hoy lo que oscurece su mente y a prepararles un pensamiento iluminado y un ánimo sincero, para que se acerquen a esta espiritual festividad. Por mi parte, tan lejos estoy de rechazar a los macabeos entre los demás mártires, que aún afirmo ser más preclaros que otros. ¿Por qué? Porque lucharon precisamente en los tiempos en que las puertas de bronce no habían sido quebrantadas, y no se había removido aún la cerradura de hierro. Es decir, cuando aún dominaba el pecado, y estaba en pie la maldición primera, y se levantaba el castillo y fortaleza del demonio, y no se había trillado el camino de tan grandes virtudes.

IX

Hoy en día, hasta los niños enteramente tiernos y jóvenes, y las delicadas vírgenes ignorantes del matrimonio, han luchado contra la tiranía de la muerte, en todas las partes del orbe. Mas entonces, antes de la venida de Cristo, aun los que eran justos la temían. Moisés huyó por temor de ella, Elías huyó por el mismo motivo durante 40 días, y el patriarca Abraham dijo que su esposa era su hermana por miedo a la persecución. ¿Para qué es necesario enumerar a otros? El mismo Pedro temía la muerte de tal manera que no soportó ni siquiera las amenazas de una porterilla. La muerte era, como se ve, una verdad terrible e inabordable, sobre todo cuando aún no le habían cortado sus nervios ni deshecho su poder. Y estos mártires macabeos la combatieron y la dominaron.

X

Como iba a nacer el Sol de Justicia, sucedió lo que suele suceder cuando se acerca el día. Cuando aún no aparece el sol, pero está a punto de hacerlo, todo se nos muestra con una sonriente aurora. Aunque los rayos solares todavía no se nos manifiesten, iluminan ya el orbe desde lejos, y así sucedió entonces. Como había de llegar el Sol de Justicia, se deshacían ya las sombras de la cobardía, y la aurora ya casi iluminaba las cosas. Es manifiesto, pues, que tales fueron los tiempos en que estos mártires macabeos pelearon y demostraron su fortaleza. Paso a demostraros, pues, que estos macabeos también padecieron sus heridas por Cristo.

XI

¿Por qué motivo padecieron? Me dirás que fue por motivo de la ley y de los mandatos de la Escritura. Muy bien, pero si yo llego a demostrar que esa ley había sido dada Cristo, ¿acaso no quedará demostrado que estos mártires, al padecer por la ley, fue por su Legislador por quien manifestaron tan grande fortaleza? ¡Ea pues, probemos que fue Cristo quien dio aquella ley! ¿Quién lo asegura? Sobre todo, quien sabía muy bien estas cosas, antiguas y nuevas, y era el doctor del orbe: San Pablo. En concreto, escribiendo a los corintios, dice el apóstol así: "No quiero que ignoréis, hermanos, cómo nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos atravesaron el mar, y todos comieron el mismo pan espiritual (lo decía del maná), y todos bebieron de la misma bebida espiritual (se refiere al agua que brotó de la roca)".

XII

Una vez que Pablo demostró que todas estas maravillas las obraba Cristo, añadió: "Ellos bebieron de la roca espiritual que los seguía, y esa roca era Cristo". ¿Por qué razón lo dijo? Porque no era conforme a la naturaleza de la piedra brotar aquella agua y aquellos raudales, sino a la operación de Cristo, que fue quien hirió la piedra e hizo brotar las fuentes. Por eso lo llamó "roca espiritual", y añadió "que los seguía". Una piedra material no sigue a nadie, sino que se está quiete en un mismo sitio. En cambio, Aquel que está en todas partes, y todo lo crea, ese fue el que abrió la roca. Si acaso algún judío no soporta este lenguaje, ¡venzámoslo con sus mismas armas, disputando con él no por medio de Pedro y de Pablo, sino mediante los profetas, para que así conozca que él posee las Escrituras pero nosotros poseemos el sentido de ellas!

XIII

¿Qué profeta es el dice que fue Cristo quien dio el Antiguo Testamento a los judíos? Este mismo: Jeremías, que fue santificado desde el vientre de su madre y que brilló ya desde su juventud. ¿Dónde y cuándo lo dijo? Atiende a sus palabras, y por lo que dijo quedarás instruido claramente. ¿Cuáles? Estas mismas: "He aquí que vienen días, dice el Señor". De este modo nos significa que va a hablarnos de cosas futuras. En efecto, si habla de cosas futuras ¿cómo dice el judío que fue él quien dio el Antiguo Testamento? Espera y no te conturbes, y verás pronto resplandecer pura la luz de la verdad. En efecto, cuando se decían esas cosas la ley ya había sido dada, y también había sido violada. En cambio, el Nuevo Testamento aún no se había dado ni había sido violado. Teniendo asentado esto en vuestras mentes, oíd la solución de las dificultades en que muchos tropiezan.

XIV

"He aquí que vienen días", dice el Señor (y con esto significa el tiempo presente), y "yo haré yo una nueva alianza con vosotros, no como la alianza que hice con vuestros padres". Pues bien, yo pregunto al judío, a nuestro hermano enfermo: ¿Quién dio el Nuevo Testamento? Sin duda, que Cristo. En consecuencia, también él dio el Antiguo Testamento, porque quien dijo "yo haré una alianza nueva con vosotros, no como la alianza que hice con vuestros padres", manifiesta haber sido él quien dio el Antiguo Testamento, y ser él quien dará el Nuevo Testamento. De manera que, para ambos testamentos, hay un solo y mismo Legislador. ¿Y cuándo dispuso el Antiguo Testamento? Lo dice el propio Antiguo Testamento: "El día que los tomé de la mano y los saqué de Egipto". Advierte cómo manifiesta Dios el cariño que les tuvo (por una parte), y la facilidad en hacerlo (por otra parte), aunque eso supusiese obrar prodigios en Egipto y dañar a sus primogénitos. Al decir "los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto", por tanto, se indica tanto la iniciativa divina como la imposibilidad humana, y los milagros verificadores.

XV

"Ellos quebrantaron mi alianza y yo los rechacé", dice el Señor. De esto se deduce, pues, que fue uno solo el legislador del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Si alguno considera cuidadosamente lo dicho, encontrará que rebosa de no pequeñas dificultades. Porque al dar el motivo para otro testamento, al antiguo lo está llamando quebrado y al otro nuevo, a forma de distinguirlos. Por eso dice "haré una nueva alianza", y "no como la alianza que hice con vuestros padres", porque "ellos quebrantaron mi alianza y yo los rechacé". Lo consecuente era castigarlos y aplicarles las peores penas y los suplicios extremos, pero he aquí que Dios no los castiga, sino que les promete un Nuevo Testamento.

XVI

Conviene que dejemos solventada hoy mismo esta dificultad, hermanos. Mas como el discurso se apresura a otras cosas, y yo quiero que lo aprendáis por vosotros mismos, y que vosotros mismos lo examinéis y discurráis, por esto dejo la dificultad aquí, para que vosotros la resolváis. Si no la pudiereis resolver, entonces ya os ayudaría yo, y os daría la mano. Para que más fácilmente podáis encontrar la solución, os indicaré de antemano los escritos apostólicos en los que podéis encontrar la solución. Son la Carta a los Romanos, la Carta a los Gálatas y la Carta a los Hebreos. En ellas Pablo, tratando este asunto, lo resuelve. Cualquiera que se aplique podrá, a través de estas cartas, encontrar la solución. Eso sí, si no se entrega a las inoportunas reuniones o a las conversaciones inútiles, sino meditando lo dicho. Sólo así desenterréis el tesoro.

XVII

Dejándoos a vosotros resolver la dificultad, paso adelante. Y ¿qué es lo que sigue? Esto mismo: "Esta es la alianza que yo haré con vosotros. Yo pondré mi ley en vuestra mente, y la escribiré en vuestro corazón. No tendrá que enseñarse un ciudadano al otro, ni cada hermano a su hermano, diciendo conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes; y yo les perdonaré todas sus maldades y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades". Una vez que ha mencionado Dios el Testamento Antiguo (que ya les ha dado), y ha mencionado también el Testamento Nuevo (que les habrá de dar), ahora se pone a describir su hermosura, aclarando y apuntando sus caracteres y sus contrapuestas cualidades, con el objeto de que veamos la diferencia tan grande que hay entre el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento (diferencia, no oposición), y cuánta es la excelencia del nuevo, y cuánto su esplendor, y cuánto el brillo de sus dones y gracias.

XVIII

¿Cuáles son, pues, los caracteres del Nuevo Testamento? Estos mismos: "Yo pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón". En efecto, la ley antigua estaba escrita en tablas de piedra, y una vez que se quebraron las primeras, otras nuevas fueron esculpidas, y de nuevo talló Moisés en ellas las letras, cuya naturaleza pétrea armonizaba bien con la insensatez de los destinatarios. En cuanto a la nueva ley, las cosas no van por ahí, porque no se esculpieron en ninguna tabla y menos de piedra. ¿Cuándo y cómo se dio? Escucha a Lucas cómo lo cuenta: "Estaban todos juntos en un lugar, y se produjo de repente un ruido como de un viento impetuoso, y aparecieron, como divididas, lenguas de fuego que se posó sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas extrañas según que el Espíritu les daba".

XIX

¿Ves cómo ya antiguamente el profeta había claramente predicho Pentecostés, cuando dijo "pondré en ellos mi ley, y la inscribiré en su corazón"? En efecto, la gracia del Espíritu Santo fue dada por Dios, y esa gracia entró en aquel momento en los apóstoles, y los hizo columnas vivientes, y en sus corazones puso su sombra y su gloria. Por esto decía Pablo haber sido enviado a predicar "no en sabiduría de palabras", y explicó el motivo: "Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo, y éste crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos ya griegos". En efecto, "la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la flaqueza de Dios es más poderosa que los hombres".

XX

Pablo llamó a la cruz "locura de Dios y flaqueza de Dios", pero no porque fuera locura, pues ¿qué cosa hay más sabia?, ni porque fuera flaqueza, pues ¿qué cosa hay más fuerte? Lo hizo para hacer referencia a la opinión que de ella tuvieron los incrédulos. Por esto mismo decía un poco antes: "La doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan". Con esto queda claro que el juicio acerca de las cosas no se ha de tomar de los enfermos (es decir, los judíos), pues para ellos aun a la miel es amarga, y la culpa no la tiene la miel sino su enfermedad. Así, a los extraños toda cruz les parece estulticia, aunque no lo sea. Más tarde, una vez que Pablo demuestra que la cruz no es sólo estulticia (sino también de suma sabiduría) ni mera causa de flaqueza (sino de suma fortaleza), compara su virtud con la creación, con el Antiguo Testamento y con la sabiduría de los incrédulos. Aquí demuestra Pablo que, aquello que no logró encontrar ni la sabiduría de los extraños ni la de los de dentro, ni pudieron muchos hombres conocer mediante la creación, ni lo alcanzaron con el Antiguo Testamento, sí lo pudo encontrar lo que parecía estulticia y flaqueza, a causa de que parece lo que en realidad no es.

XXI

Una vez demostrado lo dicho con hechos, acomete Pablo la batalla contra la sabiduría de los extraños, y dice: "¿Dónde está ahora el sabio?". Pero ¿qué significa eso de "dónde está el sabio"? Significa esto, más o menos: ¿Dónde están los inventos de los filósofos, dónde los de los retóricos, dónde los de los sofistas, dónde los de los oradores? Porque todo eso pasó, pereció y se desvaneció, y tan fulgurantemente brilló que ya tales cosas ni siquiera sobreviven. Por eso, una vez disipadas todas ellas como el polvo, pregunta Pablo y dice: "¿Dónde está el sabio? Apareció la cruz, y todas aquellas cosas se disiparon; resonó la predicación, y se deshicieron con mayor facilidad que una tela de araña. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el fausto de las palabras, dónde la belleza de la facundia, dónde el peso de los sofismas, dónde la fuerza de las voces, dónde la lengua sutil, dónde las reuniones y los coros de los oyentes?". En efecto, todas esas cosas fueron arrancadas, perecieron, se perdieron, se fueron y volvieron sus espaldas.

XXII

"¿Dónde está el escriba?", dice Pablo, como si dijera: ¿Dónde están las cosas de los judíos? También a éstas las venció la predicación, y las envolvió como el sol a la sombra. ¿Por qué? Porque lo que la ley judía no había podido, durante tanto tiempo y en sola una nación, eso lo llevó a cabo la cruz cristiana, con mayor poderío y en todas partes, deshaciendo el pecado, impartiendo justicia, santificando a los hombres, enseñando el conocimiento de Dios, conduciendo al cielo. Más adelante, y dejando a un lado a los judíos, nuevamente se dirige Pablo a los helenos diciendo: "¿Dónde está el disputador de las cosas de este mundo?". Deja entender aquí a los herejes, esos que aparentan ser más agudos que las espadas, pero que cuando aparece la cruz quedan hechos trizas con mayor facilidad que el barro.

XXIII

"¿Acaso no ha hecho Dios necedad a la sabiduría de este mundo?", dice Pablo, arremetiendo de nuevo contra la sabiduría de los gentiles. Pero ¿qué quiere decir que "la hizo necedad"? Esto mismo: que la mostró necia, como en verdad lo era, y esto otro: "De ellos, y de sus pecados, y de sus iniquidades, no me acordaré más". Respecto a esto, el profeta del Antiguo Testamento nos presenta una bella descripción. En cambio el apóstol, puesto que luchaba contra los judíos, pone en oposición ambas cosas. Así, si más arriba dijo "no en tablas de piedra, sino en tablas de carne" (que son los corazones), ahora nos dice: "No de la letra sino del espíritu, porque la letra mata mientras que el espíritu vivifica".

XXIV

Por lo visto, y según la Escritura, algún judío recogió unos leños en sábado y fue por ello lapidado. ¿Ves cómo la letra mata, y la letra da muerte? Aprended ahora esto, y cómo el espíritu da vida: Entra al templo uno lleno de millares de pecados (fornicario, ladrón, avaro, adúltero), cargado con todo género de maldades y como muerto ya por el pecado. Pues bien, si el Espíritu Santo decide agraciarlo, y lo trae a la piscina bautismal, y lo hace hijo de Dios, ¿no ha otorgado nueva vida a ese muerto por los pecados? Esto es lo que significa aquello de "el Espíritu vivifica". ¿Y cómo da la vida? Así mismo: perdonando a los pecadores, según el dicho del profeta: "Les perdonaré sus pecados, y no me acordaré más de sus maldades".

XXV

Preguntad a los judíos cuándo aconteció esto en la ley, y no podrán mostrároslo. En la antigua ley, el que recogía leña en sábado era lapidado, y la fornicaria era quemada, y Moisés perdió la tierra de promisión por una duda albergada. En el nuevo tiempo de gracia, los que cometen miles de pecados reciben una nueva vida por la gracia del bautismo, y no se les impone castigo alguno por sus crímenes. Por esto decía Pablo: "Los fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes y raptores no poseerán el reino de Dios. Algunos erais esto, pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo".

XXVI

¿Veis cómo resplandece el dicho del profeta que dice "no me acordaré más de sus maldades"? ¿Y cómo brilla el dicho apostólico que afirma que "el Espíritu vivifica"? ¿Quieres oír otra cosa, y cómo Pablo nos cuenta cómo en breve tiempo recorrió casi todo el orbe de la tierra? Sí, "desde Jerusalén hasta Iliria, y en todas direcciones, he predicado cumplidamente el evangelio de Cristo", y: "Ahora, no teniendo ya campo en estas regiones y deseando ir a veros desde hace ya bastantes años, espero visitaros, cuando vaya hacia España, tras de haber gozado un poco de vuestra conversación". Hermanos, si un solo apóstol, en tan breve tiempo, recorrió la mayor parte de las tierras del orbe, considerad cómo el resto de apóstoles debieron pescar a todo el orbe en una misma red. Por esto dice Pablo que "el evangelio ha sido predicado a toda criatura que hay bajo del cielo", interpretando con eso la palabra del profeta que dijo: "Me conocerán todos, desde el menor hasta el mayor".

XXVII

De todo esto se deduce que fue Cristo quien también dio la ley del Antiguo Testamento, y que los mártires macabeos dieron su sangre por Cristo, el Legislador de todo lo divino. Por lo demás, ruego a vuestra caridad que asistáis con gran alegría a la festividad. Salid, como salen las abejas del panal, hacia las llagas de estos mártires. Abrazad sus padecimientos, sin tener en cuenta lo largo del camino. Si Eleazar, ya anciano, tuvo audacia para acometer el fuego, y si la madre de los macabeos, también en avanzada ancianidad, sufrió tantos dolores, ¿qué excusa o perdón tendréis vosotros, si ni siquiera recorréis los primeros estadios de la batalla?

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Traducido por
Manuel Arnaldos, ed. EJC, Molina de Segura 2025

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